3: "El bar"

Pasaron cinco días y ya es viernes 16, hora 13:20 pm.

Mi amigo me consiguió hace tres días unas muletas para poder caminar y estar parada cuando necesite cocinar o hacer otras cosas. En este momento, me está ayudando demasiado.

No pude conseguir más mi celular, tuve que comprar uno usado y algo descuidado, pero de todos modos funciona bastante bien. Es táctil al igual que el anterior, pero al ser de otra marca, su sistema operativo es diferente y me cuesta adaptarme.

Recibo un mensaje de whatsapp de Bianca y lo leo:

-Hola amiga. Francis me pasó tu nuevo número. Me contó que te robaron el otro, qué cagada y… menos mal que no te pasó nada. ¿Por qué no me lo contaste desde un principio? Te habría entendido por lo de la salida- parece sorprendida y preocupada.

Menos mal que Francis no le contó todo el resto de la historia y parece que tampoco, le mencionó lo de mi pierna y mi cara. Pero, le respondo:

-Disculpá. No me animé porque no quería preocuparte-.

-Bueno, está bien. Pero la próxima tenés que contarme todo si te llega a pasar algo. Lo mejor sería que no te pase nada. Soy tu amiga y me preocupo por vos. Bueno además te escribía porque… me acordé que hoy sí saldríamos-.

-Sí me acuerdo. Podemos salir hoy ó mañana- le respondo contenta.

-Salgamos esta noche. Ponete lo más elegante que tengas. ¿Sí? Ahora te mando la dirección del lugar porque te lo había mandado al otro número-.

-¿A mi otro número, dijiste?- me asusto.

-Sí. ¿Por?-.

-No, por nada- respondo con preocupación.

-¿Pasa algo?-.

-No no, todo bien- le miento con un tono disimulado.

Me sorprende saber que mandó la dirección a mi número viejo. ¿Si lo leyeron y van hasta ese lugar? No, no tengo que pensar éso. No debo ser tan pesimista y sentirme perseguida todo el tiempo.

Al caer la noche, a las 23:00 ya estoy lista para salir con mi amiga aunque... no para bailar. Mi pierna apenas está un poco mejor e igual me cuesta caminar. Tengo los tendones y ligamentos rotos.

Bianca vive en el barrio Los Cipresales, a unos 16 km de mi casa y a 3 km del centro de Bariloche. Viajando en colectivo tardo una hora ó un poco más. Pero decido irme en un taxi.

Me vestí con un top blanco liso de mangas largas y mostrando apenas la panza, un pantalón engomado al cuerpo color negro y tiro alto, botas de gamuza negras de plataforma baja y caña media y una chaqueta negra de eco cuero que por dentro es de algodón. Una ruana a cuadrillé rosa y negra para abrigarme el cuello y un gorro negro. Mi cabello lo dejé suelto. Me maquillé con máscara de pestañas negra y delineador del mismo color y un labial rojo. También, cubrí con corrector algunos de los moretones que más se notan. No me gusta usar aros porque, lastiman mis orejas pero, sí usar cadenitas con dijes pequeños. El que tengo puesto, lleva mi inicial y es un regalo de la infancia que me hizo mi papá.

Al ratito, me despido de Francis y de mis hijos no me despedí porque ya duermen.

Me encuentro con Bianca a las 23:45. Nos saludamos con un abrazo fuerte lleno de cariño. Me siento muy contenta de verla y noto que ella también lo está pero, luego me mira seria por las muletas.

-¿Estás con muletas? ¿A caso, te lastimaron?- vuelve a preocuparse.

-Sí un poco pero, ya voy a estar bien. Solamente son los tendones y ligamentos. Ya se van a curar- y le sonrío.

-¿Qué? ¿Con qué te lastimaron?- pregunta seriamente y preocupada.

-Me… dispararon, pero estoy bien. De a poco me voy recuperando-.

-¡¿Qué?! ¿Quién fue el hijo de puta? No te veo bien. Veo el dolor en tu cara. ¿Por qué no me contaste todo? Te habría entendido y… podríamos haberlo dejado para más adelante- me comenta preocupada y triste de verme así.

-Tenía ganas de verte, la verdad. No quería seguir posponiéndolo-.

-Sí, te entiendo pero primero está tu salud- me aclara un poco enojada-. Tenés que hacer reposo, Sol-.

-Después haré reposo-.

-Sí que sos terca- y vuela los ojos.

-Bueno… ¿vamos?-.

-A un boliche no podés entrar así. ¡Cierto que vamos a ir a un bar!- me aclara recordando de repente-. Así no andás moviéndote mucho-.

-Dale, gracias- y le sonrío-. No me retes, quiero pasarla bien-.

-Está bien, yo igual-.

Bianca tiene casi la misma estatura que yo, pero es un poco más alta, tiene 29 años, también es delgada, su tez es bien blanca tirando a un pálido, de rostro pecoso, ojos grises con unas cejas semi gruesas pero, poco abundantes y de labios asimétricos. Su cabello es crespo, castaño claro y largo hasta los codos. Es una mujer muy bonita, es simpática y raras veces se muestra seria. Lleva puesto un vestido negro corto con un escote bastante pronunciado, "tiene con qué rellenarlo", unos zapatos negros de tacón aguja y un saco gris largo. Ella no tiene hijos, pero soltera como yo. Me contó que estuvo juntada durante cinco años y se peleó hace dos años.

Mientras vamos caminando hacia el bar llamado El Dorado que se encuentra a seis cuadras, charlamos un poco de la vida. Me cuenta que su mejor amigo de la infancia le propuso salir con él y aceptó. Se la nota feliz y eso me pone contenta. Me comenta que más tarde irá al bar, así que tendremos un buen rato para charlar a solas y divertirnos.

-Me dijeron que hay hombres muy guapos en ese bar- agrega de la nada y mirándome con picardía-. Tal vez consigas un bombón para vos-.

-¿Qué? No, yo no quiero saber nada con nadie-.

-No seas aguafiestas. Tenés que enganchar algo… aunque sea “para divertirte”-.

-¿Perdón? Creo que eso no te incumbe- le aclaro sorprendida pero sonriendo.

-¡Vamos! Decime la verdad. ¿Hace mucho que no estás con alguien?-.

-Jamás me habían hecho esa pregunta- y hago una pausa para tragar saliva- pero… no lo hago desde que me separé-.

-¡¿Qué?! Me estás jodiendo- se sorprende-. ¿Hace dos años que nada de nada?-.

-Shh… sí pero no lo grites- le respondo algo avergonzada.

-Perdón. Seguro te debe estar hirviendo la…

-¡Bianca!- la detengo antes de que diga la cochinada que estaba por decir-. Estamos en la calle. ¿A caso ya estuviste tomando?-.

-No, no estuve tomando. Bueno mejor prestemos atención al camino, haber si nos pasamos de largo- me avisa.

-Sí mejor. Porque me estoy muriendo de frío y no veo la hora de sentarme-.

-Sí, lo siento, quería reírme un rato-.

-Y te reíste pero de mí- le recuerdo con una sonrisa algo sarcástica pero chistosa.

-Bueno pero… hay que tener un amigo con derecho-.

-No me gusta. No soy de ese estilo-.

-Qué aburrida-.

Cuando llegamos, vemos un cartel grande donde dice "Bar-Pub El Dorado", con unas letras grandes cursivas y obviamente doradas con luces brillantes. Cuando nos dirigimos a la fila para entrar, preparamos nuestros documentos y a los veinte minutos logramos entrar.

Quedo sorprendida por lo grande y agradable que es. Las paredes son negras con detalles de franjas grises, en ellas hay cuadros con imágenes en blanco y negro que le dan al lugar un cierto aire de tranquilidad. El piso es de mármol negro. La parte de la barra donde sirven  cerveza y otros aperitivos, también tiene su encanto pero es un tanto más sofitiscado que todo el resto del lugar. Los bancos son plateados con asientos de cuero negro. A unos 30 metros de allí hay una escalera con barandas también plateadas y a cada lado hay un guardia. Ambos vestidos elegantemente con trajes que hacen juego con el lugar. Parece que todo está sincronizado. Lo mejor de este bar es que al otro lado de las escaleras hay un escenario. Allí hay una banda tocando música y la cantante tiene una voz hermosa y dulce.

-Este lugar es muy lindo y tranquilo- afirma Bianca.

-También opino lo mismo. Es agradable-.

Buscamos un lugar cómodo dónde sentarnos y elegimos una mesa que está en el centro del bar. Así podemos disfrutar de la vista al escenario cuando las bandas toquen música. Además, tenemos buena iluminación. Bianca con amabilidad me corre un poco la silla para poder sentarme y le agradezco.

-¿Arriba se podrá ir?- le pregunto con curiosidad.

-Ni idea, amiga. Habría que preguntar-.

-Sí, tenés razón. Aunque, sus caras dan miedo-.

-Bueno pero... sí o sí tienen  que poner "esas caras"- aclara en voz baja y le doy la razón.

Bianca se dirige a la barra a comprar algo para beber. Al regresar, la veo con una botella de cerveza y me trajo un licuado de frutilla. Me sorprendo con algo de vergüenza pero igual le agradezco amablemente, porque no puedo beber alcohol al estar tomando medicación. Me quito la chaqueta y la cuelgo en el respaldo de la silla. Ella también hace lo mismo.

Charlamos y reímos durante un buen rato mientras bebemos. La estoy pasando muy bien y además, el ambiente es tranquilo y éso me gusta mucho. Realmente me siento como en casa.

Me suena el celular, veo un mensaje de Francis y lo leo: “Este es el número del señor que te rescató. Así lo llamás y le das las gracias. Se llama Lorenzo”. Decido responderle: “Dale Francis, gracias. Pero mañana lo llamo. A esta hora debe estar durmiendo”. “No lo está. Acabo de hablar con él y me dijo que podés comunicarte porque me contó que trabaja hasta tarde”, me cuenta. “Ok, ahora lo llamo. Chau beso”. La verdad que me da vergüenza tener que llamar a alguien que es un extraño y más a esta hora.

-¿Pasa algo?- me pregunta mi amiga.

-No. Era Francis que me pasó el celular de alguien para agradecerle por su ayuda-.

-¿Ayuda de qué?-.

Le cuento que el día que me robaron y me dispararon, me desmayé en la ruta y alguien me recogió en su camioneta. En ningún momento llegué a conocerlo porque cuando desperté ya estaba en la casa de Francis. También le cuento que me curó la herida.

-¡Guau, qué amable! Y qué feo lo que te pasó. Me siento mal por no haber ido a verte-.

-No te sientas mal, Bian. Vos tenés tus cosas también y estás todo el tiempo trabajando-.

-Sí ya sé eso. Pero siempre tengo un franco y… no lo aproveché para visitarte. Soy una pésima amiga- sigue culpándose.

-Sos mi mejor amiga y no te culpes por algo que ni sabías. Pero la próxima si me pasa algo, te voy a avisar-.

-Dale. Aunque lo bueno sería que no te pase nada malo- y me sonríe dulcemente-. ¿Y vas a llamar al señor?-.

-¿Pero a esta hora? Creo que… sería desubicado. No es un horario para estar llamando-.

-Pero si él te dijo que lo podías llamar. A parte… seguro debe salir los fines de semana. ¿Te dijo cómo es o no, si es joven o viejo?-.

-No pero… que parece un tipo cuarentón-.

-Ah, es joven- responde con picardía.

-¡Bianca!-.

-Vamos al baño y lo llamás. Hay menos ruido y vas a poder hablar bien-.

-Sí, es verdad-.

Nos dirigimos al baño y hago la llamada. Estoy un poco nerviosa porque no sé si atenderá y si va a hablarme bien. Lo pongo en altavoz.

-Ojalá sea lindo- acota mi amiga como de costumbre.

-No digas esas cosas-.

De repente, responden la llamada con un hola, es una voz muy varonil y agradable.

-Hola. ¿Quién habla?-.

-Ho-hola disculpe la hora-.

-No, no pasa nada. Aunque sí es tarde para pedir una cita-.

-¿Cita?- me sorprendo ¿a qué clase de cita se refiere?-. No llamo por ninguna cita. Me acaban de pasar su número. ¿Usted es Lorenzo?-.

-Sí. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?-.

-Me llamo Sol, soy la chica que…

-¡Ah, sí! La chica de la ruta, ¿no?-.

-Sí así es. Quería agradecerle por su ayuda. La verdad que me salvó la vida-.

-De nada. Me alegra que estés bien, Sol y… gracias por llamar-.

-De nada. Bueno, no lo molesto más. Que descanse, hasta luego-.

-Gracias e igualmente- y corto la llamada.

-Fue muy amable, la verdad y… se escuchaban voces a su alrededor. Tal vez estaría en una cena- comenta mi amiga.

-Sí seguro. No me esperaba que respondiera la llamada-.

-Ni yo-.

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Comments

Café \(UwU)/

Café \(UwU)/

capas que es un hombre rico

2020-07-06

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