Caminó hacia a ellas con una cara furiosa, Santiago llegó.
–Tengo que hablar contigo a solas de algo urgente.
Susurró Santiago pasando a un lado de ella. Entró a su despacho.
– ¿Qué es lo qué quieres hablar?
Abandona su venganza por seguirlo a él. Tiene tantos deseos de saber qué fue lo que pasó, cómo es que ella nunca le tocó un tipo horrible. ¿Desde cuándo Santiago tiene piedad por las mujeres?
–Al parecer el cliente no le gustó a ella, necesita alguien con más experiencia, alguien que logré quitarle la virginidad a su hijo.
– ¿Por qué le interesa que alguien le arrebate la virginidad a su hijo? ¿Acaso es un muchachito de 11 años?
Se está burlando. No puede negar que esto suena absurdo y tonto.
– ¿Tal vez porque es un viejo de 40 años?
Sonrío discretamente con una mirada juguetona. Honestamente quiere parecer hombre serio y maduro, pero no le sale. Se nota que algo más oculta en esa esa sonrisa que quiere tapar.
–Oh, no. ¿No es cierto?
No lo puede creer. Está impresionada con la sonrisa curveada de sus labios y los ojos medio abiertos. Es la primera vez que escucha un caso como este.
–Claro que es cierto.
Contestó con una gran sonrisa escalofriante mostrando los dientes.
– ¿40 años? 40 años ya es mucho. ¿Cómo puede existir un virgen en este lugar tan repulsivo? ¡Jajaja!
Se está riendo a carcajadas. No puede evitarlo. Es difícil de creer que un hombre sea virgen a sus cuarenta. ¿Qué clase de hombre vive así?
–Pero lo existe y su padre quiere que se convierta en hombre.
– ¡Puff...! ¡¿SU PADRE?! ¡Jajaja! ¡No puedo dejar de reír! ¡Esto es tan ridículo! ¡No puedo creer que su padre se preocupe tanto por el futuro de su descendencia! ¡Jajaja!
Después de un rato, Jimena se tranquilizó, se puso seria. Aunque es difícil controlar está emoción, no puede negar que es gracioso.
–Busca a una que tenga la experiencia suficiente para dominar a ese chavo ruco.
Chavo ruco.
Casi se le sale la sonrisa.
– ¿No prefieres que lo haga yo?
–Eres demasiado mujer para ese tipo.
– ¿Y si le pides más dinero por ser yo?
Mirada seductora, dedos coquetos. Esto le gustó a él.
– ¿No temes perderme?
Ella se levantó. Se acercó a él. Se sentó sobre sus muslos. Él la sujetó, deslizó sus manos bajó su cintura. Ella rozó sus labios sobre su cuello con su respiración profunda.
–Eso nunca pasará, sabes que soy tuya.
Mirada cautivadora.
– ¿Estás segura? Puede que termine haciéndolo con otra, mientras lo haces con él.
Se alejó de él, se sentó sobre el escritorio. Se retiró una zapatilla, no lo dejó levantarse.
–Sería lindo ver el cómo le arrancó las cejas y pestañas a todas tus mundanas, ¿No lo crees?
Mirada amenazante. Esto le encantó a él. Besó su pierna.
– ¿Tanto así por mí?
– ¿Cuándo y dónde?
Quiere ir. Tiene curiosidad de conocer a la tal señorita santa.
Llegó el día, llegó a la hora acordada, abrió la puerta.
Vaya, todo ya está listo. Se ve que en serio el viejo se preocupa por el futuro de su hijo. Me preguntó si ya estará aquí.
Se retiró el abrigo. Camino más adentro.
No parece haber nadie. ¿Me habré equivocado?
Alguien está tocando la puerta. La abrió.
– ¿Quiénes son ustedes?
Está confundida, no tiene idea de lo que está pasando aquí. Unos hombres traen a un hombre cargando como la bella durmiente. No lo traen cargando como princesa, pero si lo traen como borracho sacado de cantina. No dijeron nada, entraron, lo acostaron, y se largaron.
–Has tu trabajo.
Dijo el último hombre. Miró al hombre de la cama, luego reaccionó.
– ¡Espera! ¡¿Estás diciendo que es con él?!
No contestó a su pregunta, se fue.
Me imagino que tu padre lo tienes tan desesperado al obligarte estar así...
Lo está mirando.
¿Con qué debería empezar?
Acercó su mano.
– ¡Maldita sucia! ¡Si te atreves tocarme, juro que te haré la vida imposible!
Apretó su mano con fuerza.
Vaya que palabras tan dulces dice este hombre. Se nota que es un hombre educado.
–Sólo estoy cumpliendo con mi deber.
Contrabajos pudo librar su mano de la de él, se nota que esto no será nada fácil. Debieron al menos habérselo amarrado antes de irse.
Se acercó. La detuvo. Quedó encima de ella sin la incapacidad de moverse. Ella se le ocurre mover un pie.
– ¡Ni se te ocurra!
Apretó con fuerza sus muñecas. Esto la enojó. Acarició las piernas con sus pies. No pudo resistir, la terminó soltando. Pensó que iba a ser difícil, pensó que este hombre iba a resistir por más tiempo, pero se equivocó. El hombre tiene sus puntos débiles como todo hombre.
–No sabía que al señor le gustaba mis pies.
Susurró a su oreja con una sonrisa maléfica. Está furioso, rojo de la cara, los ojos se le quieren salir de la rabia que tiene. Quiere matarla. Ella sonrió. Empezó a desabrochar su camisa.
– ¡¿Cuánto te pagaron?! ¡Te daré el doble si me dejas en paz!
¿Crees que sé? Mi dinero lo maneja el maldito de Santiago, aunque no hace mal sacar ventaja de esto.
–Quiero el triple en efectivo.
Dijo decidida.
– ¡Hecho!
Sacó unos billetes grandes. Le pagó. No está segura si fue buena paga lo que recibió, hay que suponer sí. No cree que alguien quiera pagar esa cantidad. Se guardó los billetes. Se levantó.
–Bueno, mientras voy a ducharme, ¿No vienes?
Lo dijo burlándose de él. Se ve que no podrá levantarse hasta que se le pase el efecto.
–Ya te pagué, no molestes.
La mira de manera amenazante. Esto molesta a ella. Después de todo se nota que morirá siendo virgen, con ese comportamiento no hay quien lo aguante.
– ¿No te duele? Deberías hacer algo para que el efecto se calme.
Se regresó. No es que tenga lastima por él o que le importe, sólo que se le olvidó su broche de pelo. Es que se lo quitó cuando se soltó el pelo, y en una tina es mejor tener el cabello atado para no mojarlo y así disfrutar el baño.
– ¡Ya vete!
Le lanzó una almohada. Esto enojó a ella.
–Veo que no puedes, te voy a dar una mano.
Se acercó a él.
– ¡¿Qué?! ¡Aléjate!
El hombre está alterado, no puede negar que está mujer se está convirtiendo en su pesadilla. Hasta como que se imagina la música de fondo de peligro, la música esa donde aparece un tiburón y se come a todos los que entran al agua.
–No se preocupe señor, no le voy arrebatar su valiosa virginidad.
Sonrisa tramposa. Se nota que algo trama. Acercó su mano a sus pantalones.
– ¡Aléjate!
Le dió una patada, se cayó al suelo. Siente un molesto nudo en la garganta, intentando soportar la mediocre sensación que la humille. No quiere hacerlo, no quiere volver a revivir ese sentimiento. Se puso de pie.
–Sabes la única forma para sentirte mejor, es que dejes de seguir huyendo y enfrentes lo que está pasando. No hace mal acostarte alguna vez con una extraña si usas protección. No hace mal ser un virgen de 40 años. Lo malo empieza cuando dejas que las personas se metan tanto en tu vida.
Lo dijo fríamente.
– ¿Estás diciendo que debo hacerlo contigo?
Esas palabras no lo harán cambiar, ni loco lo va a hacer. Acostarse con una mundana será lo único que jamás hará en esta vida. Volteó a mirarlo. Mirada muerta, corazón sin vida. Lo dejó privado.
–Estoy diciendo que aproveches y goces esta oportunidad, y pongas a ese viejo en su lugar. ¿Entiendes?
Se desvistió. Aceleración cardíaca.
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