–Ese movimiento de baile nadie lo supera.
Dijo Verónica.
–No soy presumida.
Camelia se siente un poco ofendida y al mismo confundida sin ponerle tanto interés al asunto, liberando una sonrisa de no creerse algo como eso.
– ¿Dije presumida? No, como crees. Presumida
Lo último lo susurró, esto le molestó un poco. Después notó algo que no se había dado cuenta. Había una mujer de su misma edad mirando a ellas. Nunca la había visto por aquí. Tal vez sea porque apenas lleva unos días trabajando o tal vez apenas comenzó a trabajar. Era guapa, no puede negarlo. Le molesta un poco la belleza que tiene. Ella sonrió. Camelia se asustó un poco.
– ¿Qué pasa?
La mujer se fue. Verónica notó extraña a Camelia, no le estaba poniendo atención a lo que estaba platicando. Decide mirar la misma dirección donde estaba mirando. No había nadie.
– ¿Viste algo?
–No importa.
Empezó a maquillarse.
– ¡Chicas! ¡Se terminó el tiempo! ¡Es hora de salir!
Llegó el jefe.
– ¡Un minuto más! ¡Por favor!
Contestó una de las empleadas de manera burlesca como niña de ocho años.
–Clara, ¿Quieres que no te pague? No trabajes, así de simple.
–Gracias, Santiago. Pero no, aún deseo trabajar.
Contestó preocupadamente feliz, no quiere perder su empleo.
– ¡Entonces salgan! ¡Vayan de una vez! ¡Los clientes las esperan!
Santiago detuvo a Camelia, no la dejó pasar.
–Los hombres les pagan más a las mujeres bonitas.
Miró su cuerpo de pies a cabeza. Obvio que esto molestó a ella.
–Estoy bien así, gracias.
Quitó su mano de su cadera.
–Piénsalo, puede hacerte ganar más dinero. Estoy dispuesto darte clases privadas.
El hombre la miró de una manera tentadora recogiendo sus cabellos a su oreja.
–Ya lo pensé, gracias.
Le quitó la mano de sus cabellos, decidió alcanzar a sus compañeras. Esto obvio que para nada le gustó a Santiago. La mujer que las estaba observando, apareció, se acercó a él. Está sonriendo. Él está enojado, nunca lo habían rechazado de esa manera.
–Hay un cliente que la quiere a ella. Necesito que se lo pongas en su bebida.
Le dió algo en la mano, ella con gusto lo aceptó.
–Será un placer.
Sonrió maliciosamente con toque de dulzura. Está feliz el que la haya elegido para hacer está travesura. No sabe cuánto ama a esa tipa.
–Ese Santiago se pasa. ¿No lo crees?
Dijo Verónica mientras da un respiro, después de haber bailando un buen rato. El mesero le entregó la bebida que ordenó.
–Sólo era un consejo.
Camelia está bebiendo. No le pone importancia a lo que pasó. Aunque finja carita de inocencia, Verónica sabe bien que Camelia si lo notó, sabe bien a lo que se refería Santiago.
–Para ti era un consejo, pero para mí era acoso. No deberías dejarte. Él no tiene derecho de obligarte a entregar tu cuerpo como una cualquiera.
Tomó un trago mirando seriamente a Camelia. Tal vez no se lo está diciendo tan seriamente, pero aun así se lo está diciendo y por eso debe ponerle atención. Debe borrar esa carita tan despistada que tiene, eso no le va servir de nada. Santiago no se rendirá hasta que ella decida caer en su cama.
–Pero tú haces esa clase de cosas.
– ¿Te digo algo? Aquí entre nosotras.
Acercaron las cabezas hablando en silencio.
– ¿Qué me quieres decir?
–No debiste haber venido aquí. Sé que es el único lugar donde puedes ganar mucho dinero, pero nunca debiste haber venido. Tarde o temprano vas a caer. Todo porque eres demasiado buena. Si quieres sobrevivir, sólo se mala, pero nunca buena. Así de simple.
– ¿Por qué me dices esto?
–Tal vez porque veo mucho talento en ti.
Contestó Verónica como si fuera toda una experta, como si conociera a Camelia de pies a cabeza, y eso que apenas llevan unos días conociéndose.
– ¿No será que temes que te arrebate ese puesto?
Se burló un poco.
–Nunca lo entenderías.
Contestó tristemente sin ánimos de tomarlo como algo gracioso. De pronto se escucha una canción, una canción que Verónica conoce. Esto la sorprende. Voltea a mirar. No puede creerlo, está impactada. No entiende el cómo es que ella está devuelta aquí.
Camelia tiene la boca abierta. La mujer que las estaba observando vino a bailar igual que ellas. Parece una ave exótica moviendo su cuerpo de una manera encantara. Es increíble. Ni siquiera ella puede hacer esa clase de movimientos tan equilibrados y ligeros. Lo hace como si fuera tan fácil.
Oh, ave sin alas, mueves tu cuerpo hipnotizando a tus víctimas. Con tu agonizante movimiento haces que los hombres se dobleguen a tus pies, siguiendo tu mirada maldita por la envidia de una diosa que decidió envidiarte. Pobre mujer, sólo puedes bailar esperando algún día poder volar.
–Jimena...
Susurró Verónica.
– ¿La conoces?
Terminó la canción, dejó de bailar. Caminó hacia ellas, ordenó un trago. Verónica decide irse, no puede quedarse sabiendo que ella está aquí.
– ¡¿Ya te vas?! ¡¿Tanto me temes?!
Dijo alegremente expresando una sonrisa inocente. Respira hondo. Decide enfrentarla.
– ¿Qué haces tú aquí? ¿No se supone que deberías estar consintiendo a tus clientes?
Le contestó con una manera burlona y grosera. Es mejor enfrentarla, no huir de ella. Es una desgraciada que merece ser atacada.
–No hace mal venir de vez en cuando, sabes bien que este lugar es como mi hogar.
– ¡¿Tú trabajaste aquí?! ¡¿Entonces ya no trabajas?!
Camelia está sorprendida.
–Si.
Sonrió.
–No sé qué estás haciendo aquí, pero no puedes venir a molestarnos.
Desconfía. Sabe bien que Jimena no es una santa. Siempre viene cuando planea algo malo.
– ¿Qué? ¿Molestarlas? Vero, sabes que yo nunca he venido a molestarte, yo sólo vengo a divertirme.
–Vete.
No hay alegría en sus ojos, sólo odio.
– ¿Por qué no brindamos un poco y recordamos los viejos tiempos en que éramos amigas?
Levantó su vaso para hacer un brindis.
– ¡Ese tiempo se acabó cuando te atreviste hacerme eso!
Tiró el vaso al suelo, se quebró.
– ¿Aún sigues enojada?
Sonrió burlándose de ella. Esto la enfadó más.
– ¡Basta! ¡No es necesario abrir una pelea!
Camelia se interpuso, no las dejó pelearse. Jimena aprovechó la oportunidad, deslizó su mano a escondidas disolviendo el contenido dentro del vaso de Camelia.
–Entiendo.
Suspiró. La miró seriamente.
–Déjame decirte que nunca fueron mis intenciones en lastimarte, pero era mejor que lo hiciera yo como tú mejor amiga antes que otra persona. ¿No lo crees?
– Tú no tienes vergüenza, ¿Cierto?
La odia.
–Al menos lo intenté, nos vemos.
Se alejó de ellas con una sonrisa de haber perdido una supuesta victoria, Verónica parece enferma, no se siente ganadora.
– ¿Qué pasa, Verónica? ¿Te sientes mal?
Camelia está preocupada, nunca había visto Verónica tan mal.
–Nunca te acerques a ella.
Dijo tristemente.
– ¿Por qué lo dices?
No contestó. Se levantó, regresó a bailar.
Jimena llegó con Santiago, entró a la oficina.
– ¿Funcionó?
Tomó su cintura de manera juguetona, cuando ella menos lo esperaba.
– ¿Tú qué crees?
Sonrío de manera coqueta.
–Mocosa traviesa, aún no olvidas cómo excitarme.
–Claro que no, tú mismo me enseñaste el cómo hacerlo.
Sus labios rosan.
–Creo que me pasé el enseñarte demasiado.
Se besaron.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 56 Episodes
Comments
Lucero Vazquez
hay parlamentos o descripciones q no entiendo
2022-06-27
1