— Eso significa que voy a ser tu puta, en lo que te decides a matarme.— expresó una risa fingida.
— Me voy a divertir un poco.
— Te vas a arrepentir, si logro salir de aquí con vida, vas a lamentar haberme puesto tus sucias manos encima.
Él la cargó en el hombro y la llevó a la cama. Le rompió la bata, al igual que su ropa interior. Estaba desesperado, solo quería volver a sentirla, volver a estar dentro de ella, volver a experimentar la sensación que sintió al poseerla, y así lo hizo. Deseaba disfrutar de ella sin detenimiento, sin prohibiciones, sin objeciones, pero ella no lo permitía. Lo único que podía obtener era un cuerpo sin emociones.
Mientras la poseía, le susurró al oído. — ¿Siempre eres así de rígida?
Ella no le contestó, era un hombre teniendo sexo con un maniquí. Víctor disfrutaba el acto sexual, aunque ella no mostrara ningún interés. El placer que le proporcionaba era infinito. Patricia se aguantaba las ganas de gemir, por más que trataba de negarse a sentir placer, era inútil. No solo por qué era un hombre muy guapo, sino porque, aunque era un salvaje, y la obligaba a estar con él, era bueno en la cama.
Víctor jugaba con sus movimientos, le mordía los labios con delicadeza, le apretaba sus pechos redondos meticulosamente, le gemía en el oído y le pasaba la lengua por todo su cuello. Hacía todo eso, buscando una reacción de ella, un gesto, un grito de placer, una mordida, pero nada la hacía reaccionar a su tacto.
Él terminó y se tiró en la cama, ella corrió al baño. Pasó un largo rato allí, llorando, debajo de la ducha. Se sentía una mujer fácil, usada, obligada a estar con un hombre sin su consentimiento. Al salir, Víctor permanecía ahí, y al verlo se sorprendió. Él la había escuchado otra vez llorar y no podía evitar sentirse un miserable.
— ¿Tanto te afecta tener sexo conmigo?— preguntó colocándose la camioneta.
— Me da lástima, Víctor Torres, eres un maldito violador.— dijo afligida
— Abogada, te di la oportunidad de escoger y decidiste coger conmigo, eso no fue una violación.
— Fue un acto de cobardía, pero te quedó gustando.
— No confundas las cosas, no estoy aquí porque me gusta, de hecho tú no me gusta como mujer. Estoy aquí porque tener tu cuerpo es una forma de venganza de ti, cuando me cansé te juro que te voy a matar.
— Pobre imbécil, debes estar muy necesitado para tener sexo con una mujer en contra de su voluntad.
— Veremos si en unos días sigue diciendo lo mismo.
Él se acercó a ella, sus ojos hicieron contacto visual y permanecieron así por unos minutos.
— ¿Qué? ¿No estás satisfecho? — preguntó ella nerviosa.
Él se mordió los labios. “Si supiera que no”, pensó él, decidió salir de la habitación.
Unos días después
Cómo era de esperarse, Víctor iba todas las noches a la cabaña, tenía sexo con Patricia, pero ya no era un simple sexo, él sentía algo más. Esperaba a que ella se quedara dormida y se acostaba a su lado, pero ella no le mostraba más que desagrado y repugnancia.
Él se encontraba en la agencia, su cambio de actitud era evidente antes los ojos de los demás. Siempre fue un hombre exigente en cuanto a las reglas, odiaba los errores y tenía un humor de las mil patadas. Pero ahora todo parecía darle igual. Se mantenía encerrado en su oficina.
— Señor, los clientes Bermons están aquí y quieren hablar con usted.—dijo la secretaria.
— Pásalos con Albín.— expresó sin importancia.
— Ellos pidieron a hablar con usted. — explicó la mujer.
— Llévalos con mi hermano, y si no quieren hablar con él, se pueden ir, y tú, déjame solo.
La secretaria cumplió órdenes informándole a Albín de los clientes, él se molestó y fue a hablar con Víctor.
— Ahora sí, ¿dime qué demonio te pasa?—preguntó Albín enfadado.
— ¿Por qué entras a mi oficina de esa manera? Joder, cabrón, quiero estar solo.
— Hermano, cuéntame, ¿Qué es lo que pasa?, estoy preocupado al igual que mamá y seguramente tu esposa.
Víctor se levantó del sillón, se sirvió un trago y lo tomó de un solo sorbo, mientras que Albín esperaba con ansia lo que quería saber.
— Hermano, estoy perdido, no sé qué hacer.— planteó Víctor, triste.
— ¿A qué refiere?
— Creo que estoy enamorado de la abogada.
— Es una broma, ¿verdad? ¿Estás hablando en serio?
— Sí, se ha vuelto mi necesidad, estoy aquí, pero mi mente está allá. No la dejo de pensar ni un segundo. En estos días es tratado de evitar a Carla, lo único que quiero es estar con Patricia. — declaró con sinceridad.
— Tengo una duda, ¿te estás acostando con ella?
— La tengo amenazada con matar a sus padres, si no se deja tocar por mí.— confesó apenado.
— Eres un maldito, cómo pudiste hacerle daño.— negó con la cabeza.
— Piensas que no lo sé, ¿por qué diablos cree que estoy hecho una mierda? — expresó con ira.
— En serio, estás en problema. ¿Qué vas a hacer?
— No le quiero hacer más daño, no la quiero seguir teniendo encerrada, pero lo peor, no la quiero perder.
— Víctor, sabes que cuando la deje libre te vas a denunciar.
— Eso es lo que menos me preocupa.
——
Patricia hablaba con sus padres todos los días, pero estaba sumida en el dolor, una tristeza invadía todo su ser.
— Loli, ¿Víctor, llego?
— No, Lic.
— ¿Hasta cuando supone tenerme aquí encerrada? — preguntó llorando.
— No lo sé, pero veo a Víctor muy pendiente de usted, no le veo planes de dejarla ir.
— Pues que acabe conmigo de una buena vez.— expresó con sollozos.
Horas después
Víctor llegó a la cabaña como cada noche, ya era una costumbre.
— Abogada, ¿me estabas esperando?
— Al fin llegas, te puedo pedir un favor, ya mátame. Estoy cansada de estar aquí, de que todas las noches me toques como si fuera tu mujer, estoy cansada de verte.— empezó a llorar.
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Comments
TERESA
En q momento ella se va a interesar en el por q ya me estoy empezando aburrir d más y más d lo mismo una y otra vez ahora para colmo lo mete preso y sale preña d el q aburrido 😒
2025-01-26
3
Viviana Bustos Aldana
Solo eres un maldito violador, te vas a arrepentir maldito degenerado
2025-01-14
1
Viviana Bustos Aldana
Mugre degenerado 🤬🤬🤬🤬
2025-01-14
0