—Y te dejo las llaves, Mary—colgó Sussy del teléfono de la recepción y se quitó la bata blanca, poniéndose un abrigo largo y negro. La noche era helada y con más razón a unos días de empezar noviembre.
Connor Cowell
—Sussy, espera—corrió Cowell hacia ella y Sussy rodó los ojos molesta y sin detener su acción de abrir ambas puertas para irse de ese terrible lugar.
Sussy Evans
—¿Ahora qué quieres, Connor? ¿Vienes a humillarme y hacerme sentir de la mierda con tus...?
Connor Cowell
—Perdón, Sussana. Estoy harto de todo. No debí decir eso, en serio perdóname.
Sussy dejó la manecilla de la puerta y lo miró una vez más. Sabía que no podía irse antes de mirar sus ojos oscuros una vez más.
Sussy Evans
—No—cerró los ojos matando la ilusión del pasado y retomó su vieja acción.
Sussy salió y se encaminó a su auto económico.
Se abrazó a sí misma y vio su aliento. Sin duda era una noche para congelarse.
Connor Cowell
—¡Sussana!
Escuchó Sussy a Connor llamarle.
Sussy Evans
—Genial—se apresuró a abrir la puerta de su coche blanco, pero le falló cuando más lo necesitó.
Connor la alcanzó y le detuvo la puerta.
Sussy Evans
—Vete—Sussy se giró a verlo.
Connor Cowell
—No lo haré hasta que me perdones. No podemos vivirnos de peleas absurdas.
Sussy Evans
—Sí, claro. ¿Desde cuándo las humillaciones son "peleas absurdas"?
Connor Cowell
—Compréndeme, así como yo lo hice contigo. Así como te ayudé con los pagos de lo de tus padres, comprende que estoy en pleno divorcio y problemas en el trabajo son lo último que quiero. Es el único lugar donde me siento bien, seguro.
Sussy ladeo la cabeza dudosa para saber si le estaba reclamando los gastos y a la vez nerviosa, por no saber lo que su amigo pasaba.
Sussy Evans
Rayos...
Sussy Evans
—¿Desde cuándo un hospital lleno de gritos, llantos, muertes y sufrimiento es un lugar para sentirse "Bien"?—le preguntó Sussy a Connor un tanto confundida.
Connor Cowell
—No es el lugar específicamente, son las personas que me rodean—le contestó Connor.
Sussy Evans
—¿Qué?
Connor Cowell
—Estoy bien a tu lado, Sussana, pero tú no me dejas estarlo.
Sussy se quedó helada y con el estómago revuelto en miedo, nervios y confusión.
Sussy Evans
—¿Pero qué rayos?—fueron las últimas palabras de Sussy antes de que el doctor Cowell la besara y ella no lo negara.
Pasaron tres segundos hasta que Sussy se apartó y lo aventó.
Sussy Evans
—¿Qué te pasa? ¿Cómo se te ocurre besarme así porque sí? No seas idiota.
Sussy abrió por fin la puerta de su coche y en fuga se fue, olvidando en la fría noche a Connor Cowell.
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