Como todos los lunes entro a trabajar con ganas de estar en cualquier otro lado menos aquí. Pero hoy es peor. No quiero ver esa mirada de preocupación en los ojos del chico nuevo.
No necesito a nadie.
Soy una mujer fuerte, me repito una y mil veces más mientras camino hacia mi cubículo. Ese mensaje que mis padres me hacían decir cada día al levantarme y cada día al acostarme.
Trago el nudo de emoción.
Evito mirar al nuevo cuando paso por su lado, porque por supuesto llegó más temprano que yo. Apuesto que llega tan temprano que tiene que esperar a que abran el maldito edificio.
Me siento y prendo el computador. Subo el volumen de la música y comienzo a trabajar sin pensar en nada, sólo en los números que tengo frente a mis ojos.
Cuando termino el quinto informe estiro mi cuello y muevo mis hombros.
Miro a mi alrededor y ahogo un jadeo. Estoy completamente sola.
–Mierda, se me pasó la hora del almuerzo.
Podría ir a comprar algo y comer rápidamente, pero no gastaré 10 dólares por una comida de mierda. Además esos 10 dólares los necesito. Un día sin almorzar no hace daño.
Continúo trabajando. Necesito el bono que me dan por el número de informes extras que hago en el mes.
Necesito cada maldito centavo.
Una mano en mi hombro me hace soltar un grito involuntario.
–Maldita sea, nuevo, ¿quieres provocarme un ataque cardíaco?
No me contesta, pero me tiende un sándwich. –Te saltaste el almuerzo.
–Gracias –digo.
Lo rechazaría, pero tengo mucha hambre. Hoy no desayuné y ayer no cené, estaba muy cansada para preparar algo.
Le doy el primer bocado y suelto un gemido de placer al probar el que creo es uno de los mejores sándwiches que he comido en mi vida.
Miro el envoltorio y veo que es de un restaurante que queda frente a este edificio.
–Muchas gracias, nuevo. Está delicioso.
–Me alegro.
Rio por su respuesta.
–Podrías decirle a tu cara que estás alegre. Creo que no te he visto nunca sonreír. ¿Hay algo mal con tu cara?, ¿o tus dientes? –lo provoco mientras sigo devorando mi almuerzo.
Mierda, esto está buenísimo.
–No le pasa nada malo a mi cara y mucho menos a mis dientes –masculla–. No soy risueño.
–Eso ya lo sabía. Sabes que la risa ayuda a mejorar tu salud.
Pone los ojos en blanco y se gira.
–Mañana te invito a almorzar –digo–. Sé cómo entrar al casino Vip sin que nos descubran.
–Eso es imposible –asegura–. Hay una excelente seguridad en el edificio, y hay cámaras por todos lados.
–¿Quieres apostar?
–Yo no apuesto –masculla.
–20 dólares a que podemos comer una buena comida mañana, y si tenemos suerte podemos incluso sacar un postre. ¿Qué dices, guapo?
–¿Hablas de robar?
–No es robar es…
–Retribución –termina por mí–. No lo creo.
–Vamos, no seas aburrido –lo molesto.
Se gira rápidamente y coge los reposabrazos de mi silla, por lo que estoy atrapada. Su cuerpo se alza sobre el mío.
–No me vuelvas a decir aburrido –sisea.
–Está bien. ¿Podrías…?
–No lo soy y estoy harto de que la gente me lo diga.
–Ya dije que lo sentía.
–No soy aburrido y puedo demostrártelo. Mañana. Casino. 20 dólares.
–Ok. Sólo, podrías alejarte –pido incomoda por su cercanía.
Suelta mi silla y se endereza lentamente.
–No quise asustarte.
–No lo hiciste –respondo rápidamente–. Quería evitar que tu mal humor te hiciera salivar y tu baba cayera sobre mí.
–Yo no salivo.
–Por supuesto que no –digo girándome en mi silla y poniendo los ojos en blanco–. En verdad, gracias por el sándwich.
–Como sea –me devuelve y yo sonrío. Se escucha como un niñito molesto.
Papá tenía razón, puedo acabar con la paciencia de un santo.
Sigo comiendo mi almuerzo mientras veo a la gente retomar sus puestos. Comienzo a teclear mientras termino de comer. No tengo tiempo que perder.
–Se puede saber qué haces comiendo en la oficina.
Me giro para descubrir a señorita amargura.
–Se me hizo tarde –trato de explicar, pero levanta la mano, callándome.
–No es suficiente con tener que soportar tu falta de respeto con la empresa para presentarte a trabajar así –dice
apuntándome. Miro su frente, y efectivamente, ahí está, su vena de maldad ya comienza a saludar a la galería. Alguno de estos días explotará–. Tu falta de profesionalidad es algo que consigue sorprenderme cada día, Rebeca.
–En ninguna parte del reglamento interno dice nada acerca de la ropa –digo. Leí la maldita cosa muy bien antes de postular, ya que no tengo dinero para comprarme un traje ni zapatos de tacón y nada de esas mierdas.
–¡Cállate! ¿Es que acaso no puedes mantener tu boca cerrada? Esta es una oficina, Rebeca, no es tu casa. Si estás acostumbrada a vivir en un chiquero no es mi problema. Está estrictamente prohibido comer en tu lugar de trabajo. Estos equipos cuestan probablemente más que tu casa.
–Eso no es verdad, yo no tengo casa, arriendo –mascullo.
Escucho una risa a lo lejos.
–Por supuesto que lo haces –dice con una sonrisa maliciosa–. Y no sé cómo pagarás tu próximo mes de arriendo porque estás despedida.
¡Sí, al fin!
Tanto tiempo esperando este momento y sólo necesitaba comer sobre el escritorio.
–Estupendo –digo–. Deme mi liquidación y me iré de aquí.
–Voy por ella enseguida.
–Yo le compré el sándwich –dice el nuevo. Le hago señas para que se quede callado, pero decide ignorarme–. Si alguien es el culpable ese soy yo.
Mi jefa se gira hacia él y su expresión cambia de triunfante a confundida.
–¿Hiciste qué?
–No sabía que estaba prohibido. Aún no me han dado la copia del reglamento.
Levanto mis manos y las muevo, intentando llamar su atención, necesito que cierre la boca, pero no me mira.
–Supongo que también tendrá que despedirme a mí.
Los hombros de mi jefa bajan.
–Nadie será despedido hoy. ¡Vuelvan a su trabajo! –grita mirando a los demás.
Todos comienzan a trabajar de inmediato. Espero que Elena se vaya antes de enfrentar al nuevo.
–¿Por qué lo hiciste? Era mi maldita oportunidad para salir de aquí –me lamento.
–Lo siento, Green. Tenemos un trato, ¿recuerdas? Si sale mal, de todas maneras nos despedirán mañana.
Rio. –Tienes tu punto, guapo.
–No me digas guapo.
–Lo siento, pero ya no puedo decirte aburrido, me estoy quedando sin apodos para ti.
–En ese caso tú eres una enana fastidiosa –dice y se gira.
Enana fastidiosa.
Sonrío, mis padres me decían así de cariño.
Los extraño.
Siento el ya familiar dolor en mi pecho y ardor en mis ojos. Respiro profundamente y continúo trabajando.
Tengo dinero que juntar. Cada día me falta menos.
Tan solo 7.850 dólares más.
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Updated 34 Episodes
Comments
yuraima maldonado
me está gustando está historia 🥰
2025-03-20
1
LectoraPR
Jajajaja, qué mujer!
2025-04-23
0
LectoraPR
Jajajaja.
2025-04-23
0