CAPÍTULO 3: LA FLACA

DAMEN

El agua fría me sienta de maravilla. Todavía puedo percibir el olor de la sangre en mi ropa impregnada de su aroma. Salgo del baño para cambiarme la ropa sucia.

—¡Qué diablos! —grito al salir del baño.

—¿Quién diablos eres? —pregunta la ladrona, sosteniendo una navaja en su mano derecha.

—Soy el hombre que te salvó la vida, así que muestra un poco de gratitud y baja tu arma.

—¿Por qué me salvaste? —pregunta sin bajar la navaja.

—¿Tú eres…? ¿Eres Ariana Morgan? —titubeo al preguntar.

Me mira desconcertada. Ladea su cabeza y me recorre con la vista como si se estuviera preguntando quién soy.

—Te equivocas, mi nombre es Mia.

—¿Mia?

—Sí. Ahora dime quién demonios eres tú.

—Yo soy…soy… —suspiro profundamente. Yo también estoy confundido.

—¿Quién? —levanta la navaja, dispuesta a atacar.

—Nadie, no soy nadie. Te confundí con alguien más. No me voy a disculpar, ya que salvé tu vida. Ahora te puedes ir. No te preocupes, no daré parte a la policía.

Me observa tratando de pensar en su siguiente movimiento.

—No lo sé, no puedo confiar en ti. Tampoco te voy a dar las gracias.

—Vete, por favor.

Ella es bastante ágil; y yo estoy bastante distraído. No me percato de sus intenciones, me clava la navaja en la pierna y sale corriendo.

Siento un enorme vacío al verla irse corriendo. Ella no se parece a la niña amable y dulce que caminaba tomada de la mano de su madre mientras sonreía y brincaba con alegría.

Esta mujer es fría, capaz de asesinar sin detenerse ante nada.

Saco la navaja de un solo tirón. Duele, pero la herida sana enseguida. Salgo corriendo para seguirla con discreción.

Ella camina a paso veloz, mirando hacia todos lados. A simple vista puedo notar que se encuentra nerviosa, a la defensiva. En su piel aún hay rastros de sangre que son visibles a causa de su blusa de tirantes.

Yo uso una playera de manga larga color negro y cuello de tortuga. Huelo a sangre, pero no se nota a simple vista.

Soy habilidoso en eso de seguir en silencio. Estoy alerta, me escondo atrás de otras personas, atrás de postes de luz, o cualquier cosa que tenga a la mano.

Caminamos alrededor de treinta minutos, más y más lejos de una civilización un tanto decente. Nos introducimos a un barrio que tiene fama de ser bastante peligroso, un barrio bajo dónde viven criminales y gente de mal gusto.

Ella entra a una vecindad maltrecha, a simple vista se puede ver lo vieja que es. La pintura se cae a pedazos. En la planta baja se pueden ver pedazos de ladrillos rojos, carcomidos por la humedad y los años. Las ventanas parecen del siglo pasado, y algunas están cubiertas de grafitis mal hechos.

Mira hacia todos lados antes de introducirse al interior, empuja la puerta de aluminio agujerada y entra.

Busco donde esconderme para vigilar su siguiente movimiento. Pienso muy bien qué voy a hacer si esa chica vive en este lugar tan espantoso, ni de loco pienso vivir aquí.

Me siento confundido, triste y abrumado. No puedo creer que esa chica malvada sea mi preciosa Ariana.

"¿Qué pudo haber ocurrido en su vida después de la muerte de su madre?"

Se supone que la tía se hiso cargo de ella, y me niego a creer que la tía viva en este lugar tan nefasto.

—¿Qué carajo estás mirando, imbécil? —pregunta una jovencita vulgar con fachas de prostituta que me sorprende por la espalda—. ¿Eres policía?

—No —respondo.

—¿Qué haces mirando hacia allá escondido detrás del contenedor de basura? —señala hacia la vecindad.

—¿Vives ahí?

—Qué te importa —mastica su chicle con la boca abierta mientras me barre con la mirada—. ¡Auxilio! —comienza a gritar.

Le tapo la boca y la pego contra la pared.

—¿Qué estás haciendo? Alguien te puede escuchar. No soy policía, estoy buscando a alguien. Si me ayudas te puedo compensar muy bien. A la cuenta de tres te voy a soltar, ¿prometes no gritar?

Asiente.

Cuento hasta tres y le retiro la mano lentamente. Me limpio la mano con un gesto de asco en el pantalón, su baba llena de chicle y labial barato se me embarran en la palma.

—A ver, caete con la lana —extiende su mano derecha exigiéndome la compensación que ofrecí.

Saco la cartera de mi pantalón y le doy todos los billetes que traigo. Ella los cuenta con descaro frente a mí, olfatea el aroma a dinero y lo guarda dentro en su sostén.

—¿A quién estás buscando? —pregunta después de sacar un cigarrillo de su bolsa barata con forma de la cabeza de Hello Kitty.

—Busco a Mia.

—¿Por qué buscas a la flaca?

—Ella es…ella me robó algo muy importante.

—¿A qué te refieres? —enciende su cigarrillo con una cerilla.

—¿Mia vive aquí?

—No te lo voy a decir.

—Te acabo de dar mucho dinero, puedo darte más si cooperas conmigo.

—¿De dónde la conoces? ¿Qué te robó y dónde te robó?

La miro a los ojos intentando leer sus pensamientos, ya que no tengo idea de qué responder. Estoy consiente de que tengo que decir algo acertado y creíble.

En su mente ronda la palabra "Paraíso Clandestino".

—En el "Paraíso Clandestino" —respondo sin vacilar.

Ella arquea la ceja, le da una fumada a su cigarrillo y responde todavía exhalando el humo:

—¿Qué te robó?

—Me robo una cartera, pero el dinero que contenía es lo de menos. Adentro traía la fotografía de mi difunta esposa. Eso es lo único que me quedó de ella, solamente quiero recuperar la fotografía. No quiero de vuelta ni el dinero ni la cartera.

—Te va a costar mucho trabajo recuperar lo que perdiste. Mia ya no trabaja en el "Paraíso Clandestino". Ahora es la mujer del Alacrán. Honestamente, dudo mucho que ella aun conserve la fotografía. Es más, dudo mucho que siquiera guarde la cartera que te robó. Lo más seguro es que sacó el dinero y la botó por ahí. Lo lamento, amigo, no puedo hacer nada por ti. Pero si quieres, yo estoy disponible, y te aseguro que soy mucho mejor que Mia en la cama. Te voy a dar un descuento y te voy a cobrar la mitad.

—No estoy aquí buscando mujer, deseo encontrar mi fotografía.

—Como desees, amigo —tira la colilla aún encendida al pasto, la pisa y se aleja directo a la vecindad.

—¡Espera! —le grito—. Ahora no estoy de humor, además de que ya no traigo dinero. Pero, ¿me puedes dar tu número?

—¡Claro, encanto! ¿Tienes dónde apuntar?

—No.

Saca de su bolsa la envoltura de su chicle, la abre y anota su número con la pluma que tiene introducida en su chongo.

—Aquí tienes, cariño. Cuando desees divertirte, claro, con dinero en mano, me llamas.

—Gracias.

Me doy la vuelta y camino de regreso a casa.

Entro a la ducha al llegar. El agua fluye por mi rostro al igual que las ideas por mi mente.

<<"El alacrán">>, pienso tratando de entender qué clase de apodo es ese. Suena como el apodo corriente de un raterillo cualquiera.

Me da un espasmo en el estómago de solo pensar que Mia era una prostituta vulgar, igual que la mujerzuela del chicle.

"¿Qué diablos pasó?", me pregunto una y otra vez sin parar.

"Ella no es Ariana", me aseguro frente al espejo que tengo dentro de la ducha, el cual ocupo a la hora de rasurarme la barba.

Limpio el espejo con la palma de la mano, el vapor del agua caliente lo ha empañado. Sigo notando la tristeza y la desesperación en mis ojos. Sigo luciendo enfermo, como un zombie.

Ella no puede ser la mujer que estoy obligado a amar, ella no puede ser mi alma gemela.

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Comments

Emily Chirino

Emily Chirino

me gustaría que narraras desde el punto de vista de Arianna, para saber que fué de ella y porque vive esa vida, porque estoy segura que esa tal mía es Arianna... gracias por actualizar autora, estuvo muy intrigante el capítulo, espero el siguiente muy pronto.

2021-11-18

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