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En pocas semanas me invitó a salir y bailar, también salimos a cenar. Paseamos tomados de la mano por la costanera mirando al río. Voy a contar cómo es: chiste, no muy alto (170 cm), tiene ojos verdes, descendiente de alemanes, tez blanca, amable, caballero, sensible y fuerte. Me di el tiempo de conocerlo. También tiene una historia triste detrás: su madre, Josefa, y su padre, Rubén, se casaron. Rubén era trabajador pero mujeriego. Tuvieron a Cristian con muchas dificultades y penurias; su cuna fue un cajón de manzanas y la casa en la que vivían era un galpón, hasta que Elsa, la madre de Rubén, les dio un lugar para vivir, si así se puede llamar. Cristian fue hijo único hasta que tuvo doce años, cuando Josefa quedó embarazada de su hermano. Tuvo que estar ocho meses en cama, solo levantándose para ir al baño. Cristian ya empezaba a hacer sus primeros trabajos, como todo chico quería su platita. Este aquí que su papá lo dejó cuando el bebé tenía tres años. Imagínese, entre que su mamá tuvo depresión postparto y tenía que buscar la forma de ayudar, ya que Rubén no les pasaba ningún dinero, siempre él tenía que ir a pedirle, cosa que ya no le gustaba. Ya tenía diecinueve cuando nos conocimos. Su madre y su abuelo le preguntaban si tenía novia y él muy consciente les dijo que cuando tenga a alguien va a ser para casarse, y que se la iba a presentar, y así lo hizo. Una vida muy triste.

La presentación fue todo un tema. Yo soy morocha y los alemanes las prefieren rubias, así que ya teníamos un gol en contra. No se tomaron el tiempo de conocerme, simplemente lo echaron como a un perro. En cambio, mi familia era diferente. Nos pusimos de novios y el veintiocho de diciembre me comprometí. Después de presentarlo a mis tíos, le dije a Cristian que le iba a presentar a mi mamá, Haydee, porque Rodolfo ya lo conocía y simplemente no lo soportaba. Le decía que le iba a arruinar su vida. En cambio, Haydee tampoco lo quiso. No se llevan, pero cuando no tuvo dónde ir, la familia se juntó y le dieron un lugar donde estar. Nosotros seguimos saliendo meses hasta que un día llegó el momento de entregarse el uno al otro. Las mentiras para poder ausentarse muchas horas...

Él me invitó a cenar. Comieron liviano porque hacía mucho calor, ese calor que solo se apaga, bueno, ustedes ya saben. Esa noche eligió un hotel frente al río: sábanas de seda, velas, pétalos de rosa y dos copas de vino. Yo usé un vestido ceñido al cuerpo, escotado que dejaba ver piel. La lencería era de Victoria's Secret, la más sensual que él me regaló. Impresionante. Cuando me vio, lo dejé boquiabierto, estaba desenfrenado. Besé su cuello, le bajé el cierre, mientras con la yema del dedo índice me hacía erizar la espalda. El vestido quedó en el suelo, sus pechos no eran chiquitos, más loco era más como se imaginó. Estaba. Le saqué la camisa con delicadeza, pero tenía también miedo. Él, con sus manos atrevidas, desprendió mi sostén, recorrió mi cuerpo con sus manos callosas de trabajo. Qué sensación inolvidable. Me erizó por completo cuando sacó mis pantys y siguió besándome, acariciando mi cuerpo. Se colocó entre mis piernas, me excitaba cada vez más. Ya no aguantó y es entonces cuando él me hizo suya una y otra vez toda la noche, me hizo temblar. Cansados, dormimos hasta que los rayos del sol dieron en la ventana. Él se fue a bañar, yo lo seguí. Volvimos a hacer el amor, pero estábamos preocupados porque teníamos que volver a cierta hora y ellos papando moscas. Cuando llegó a casa, mi padre le preguntó por qué tenía el pelo húmedo... por el amor de Cristo, era más que obvio. Bueno, igual ya no éramos unos niños, más bien jóvenes adultos.

Ese año nos hicimos más amigos, Natalia y Claudio. Cristian y yo teníamos nuestras escapadas, eran unas coartadas de los otros, unas vacaciones. Nos fuimos a Carlos Paz, hermoso lugar. Dijimos que íbamos en carpa, y era mentira, alquilamos una cabaña para cuatro. Disfrutábamos de salir a comer, bailar, hacer el amor, ir al río, ver las montañas, pero todo lo bueno tiene un final. Regresaron a Buenos Aires. Cada uno a sus labores. Natalia y Claudio trabajan juntos, ahorraban para su casita. Les fue más fácil porque él era el hijo del dueño y siempre tenía sus mañas o curritos para todo.

A mí y a Cristian nos fue difícil. Mi novio no era aceptado, aunque era trabajador y amable, y no tenía la facilidad de Claudio.

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Comments

Elida Ruiz Diaz

Elida Ruiz Diaz

me encantaaaaaaa, por fin una novela con gente sencilla, con avatares diarios, exelente y de yapa Argentina... felicitaciones

2022-02-09

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