Odiar Con El Corazón

Odiar Con El Corazón

Un día de nieve

"Existen sucesos que se dan de forma extraña, algunos lo llaman coincidencia u obra del destino, pero lo cierto es que toda acción que hacemos nos lleva a un solo resultado."

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Londres, era una mañana fría, la nieve caía sin cesar afectando a cualquiera, sin importar la clase social.  Las personas salían bien cubiertas con sus abrigos para llevar un día más, nada fuera de lo común. 

Por otro lado, escondido en el campo, se ocultaba un orfanato para niños, donde estaban lejos de todo el dolor de cabeza de la ciudad, uno en el que llevaban una vida libre con el aire más puro que se pudiera respirar, a cargo de dos hermanas bondadosas, la señorita Harris, una mujer mayor de aproximadamente 45 años de rostro amable que vestía el hábito de la orden religiosa a la que pertenecía y la hermana Amelia, una mujer de 30 años, delgada en comparación a su acompañante, vestía el mismo hábito por pertenecer a la misma orden. 

Todos los días eran iguales, llevaban a su cargo 12 niñas y 15 niños, los cuales eran tratados con todo el amor maternal que se pudiera otorgar. 

El desayuno acababa de ser servido, cada uno de ellos comía con tanto gusto, salvo uno, el pequeño William de tan solo 2 años se mostraba inquieto, la hermana Amelia intentaba hacerle comer, pero este la rechazaba apretando los labios, sus inquietas piernas querían bajarse y gatear a la salida. 

— Vamos William, come para ser un niño grande.—pedía sonriente extendiendo el brazo con cuchara en mano. 

— ¿Sucede algo hermana? —preguntó la señorita Harris. 

— No logro hacer que William coma, tal vez debamos llamar al pediatra. 

— Es extraño, apenas anoche comió bien. 

Fastidiado de que ninguna de las dos mujeres la escuchara, se escapó hasta llegar a la puerta entre caídas y gateos. 

— ¡Oh William! 

Ambas fueron por el niño, pero apenas la hermana Amelia lo tomó en brazos, este se retorció entre las manos de la hermana. 

— ¡Nieve! — balbuceó. 

— Si, William es nieve. 

La señora Harris parecía empezar a entender lo que el niño quería, hasta que escuchó un ruido proveniente de afuera. 

— Espere hermana. —Todos guardaron silencio. 

— ¡Parece que es un bebé! — pronunció la hermana Amelia. 

— Así que era eso lo que intentaba decirnos William. 

— ¡Bebé!  ¡Bebé! — Gritó William. 

La hermana Amelia procedió a abrir la puerta y que sorpresa se llevó cuando bajó el árbol yacía un bebé de cabellos castaños. 

Llevaba apenas unas horas de haber llegado al mundo y ya conocía la peor cara del mundo, estaba tan frágil y pequeña bajó un gran árbol que la cubría de la nieve, sus diminutos y rollizos dedos apretaban con toda su fuerza el único recuerdo que en un futuro le daría respuestas de su procedencia. 

— ¡Oh mi señor! — exclamó tomando a la. bebé en sus manos. 

— ¡Dios mio, que alma tan cruel puede abandonar a tan linda criatura en la nieve! 

La pequeña lloraba sin consuelo. 

— Tranquila, ya estamos contigo, ella es la señorita Harris, yo soy la hermana Amelia y desde ahora cuidaremos de ti. 

— Espere hermana, hay una nota en su canasta. — arrodillandose, la señora Harris tomó el trozo de papel viejo y leyó las letras dentro de esta. 

 " Por favor cuiden de ella, acaba de quedar huerfana, y si la encuentran correrá la misma suerte que sus padres, yo no puedo hacerlo, pues conmigo el peligro es constante, su nombre es Mary, cuidenla mucho". 

— ¿Cómo podrían hacerle daño a tan linda bebé? Pobrecilla. — susurró la señorita Harris. 

— Señorita, tiene algo en la mano. — teniendo cuidado, la hermana Amelia abrió la manito de Mary, sus dedos se aferraban fuertes a un collar. 

Eran tan brillante, su forma daba a indicar que era uno fino, y de plata. 

— Es un crucifijo. — pronunció la más joven. — Y tiene algo grabado. — Mary. — leyó. —es el mismo nombre de la niña. 

Ninguna de ellas imaginaba lo que la llegada de esa bebé traería en un futuro. 

… 

Diez años pasaron en un abrir y cerrar de ojos, aquella bebé indefensa era ahora una niñita adorable. O bueno, eso aparentaba. 

— Mary…  ¡Mary! ¿Mary donde estas? ¡AH! Esta niña me sacará canas verdes. — miró por el amplio campo, los niños jugaban sentados sobre la hierba. 

— ¿Aún nada? —preguntó la señorita Harris. 

— Ah, pero cuando la encuentre… le daré un gran regaño. 

— No sea tan dura hermana Amelia, apenas es una niña un tanto inquieta. 

— Ay señorita Harris, la hemos consentido mucho, siempre se sale con la suya, sabe que al ponernos su carita se liberará del castigo, pero esta vez no. 

… 

— Ja-ja-ja

Corriendo como el viento libre, una pequeña de largos cabellos castaños, piel blanca, ojos color verde avellana, labios rosas extendidos en una mueca cargada de risa, corría por una colina cuesta abajo con los brazos extendidos. Al ser pequeña y delgada se podía esconder con facilidad donde queria, logrando sacar más de un susto a sus cuidadoras.

— Te estoy ganando William. — Exclamó la niña que era intetada ser alcanzada por el jovencito de 12 años. 

— ¡Esto no es un juego! ¡La hermana Amelia te esta buscando! ¡Detente Mary! —gritaba el muchachito de cabellos castaños, ojos café con anteojos , piel blanca, delgado y alto para su edad. 

— Atrapame si puedes, ¡Wuu!— se sentó sobre la hierba e impulsandose se deslizó al prado de narcisos. 

— Mary, sal de ahí, la hermana Amelia se va a enojar. 

Se vio obligado a deslizarse, teniendo mucho cuidado observó a su alrededor, esperando que saliera con alguna de las bromas que acostumbraba. 

— Esto no es gracioso, Mary, sal de una vez. —pero ella no daba indicios de estar bien. — ¿Mary? —asustado comenzó a buscarla con desesperación, sus dedos apartaban los narcisos, con la esperanza de que ella no se hubiera lastimado. — Mary… Mary… 

— ¡BOO! — Salió de sorpresa causando el susto de su amigo.

— ¡AH! —William cayó de espaldas. — ¡Qué tonta eres! ¡Y yo que me preocupaba por ti! —le dio la espalda cruzándose de brazos. 

— Lo siento, solo bromeaba, pero… ¡Oh, mi crucifijo! — Gritó aterrada tocando su cuello. 

— ¿Qué sucede? —preguntó al verla desesperada. 

— La cruz, la cruz con la cadena, no esta, el único recuerdo de mi familia, no esta… — sus ojitos se llenaron de lágrimas. 

—Tranquila, lo buscaremos, ya verás que está cerca. 

— Qué irresponsable fui, es mi culpa, la hermana Amelia tiene razón en regañarme.

— Eh… mira, aquí esta. — William se arrodillo tomando el crucifijo de plata. — Aquí tienes. 

— Gracias William. — lo miró con un gesto de alivio. 

— Ah… no es para tanto. — respondió rascándose la nuca con las mejillas sonrojadas. 

— Creo que por hoy han sido muchos juegos para mi. — volvió a colocarse el crucifijo, se alizo la falda con sus manos quitando restos de hojas y flores. 

— Veamos por cuánto tiempo dura su madurez. — pensó William. 

… 

Luego de llevarse un buen regaño por parte de la hermana Amelia, Mary estaba lista para cenar, literalmente deboró toda la comida arrancando risas de los demás niños. 

— Mary… ¿qué ocurre con tus modales? Tus padres adoptivos te darán un buen regaño con esa actitud. 

— Eso no ocurrirá señorita Harris, porque antes encontraré a los mios.

Las dos mujeres intercambiaron miradas, nunca habían tenido el valor para decirle que sus padres estaban muertos, simplemente dejaron que la niña siguiera con sus ilusiones. 

— Por cierto, William, quiero que mañana te mantengas limpio, recuerda que vendrá el señor Regan. 

—¿El señor Regan? ¿Quién es el señor Regan? —preguntó Mary. 

— Mm ¿Por qué no le explicas William? 

— Eh… bueno… 

— Ja-ja-ja, El señor Regan es un hombre viudo, tiene una granja no muy lejos de aquí, de vez en cuando nos ha hecho donaciones, y ha decido adoptar a William. — contestó la hermana Amelia. 

— ¿Cómo? William… ¿se va? 

— ¡Bravo! ¡William tendrá papá! 

Casi todos los niños aplaudían y celebraban que su querido amigo tendría un nueva familia. 

Todos, excepto… 

Repentinamente el postre ya no se veía apetitoso, Mary bajó la mirada con tristeza. 

— Perdón… — se levantó abruptamente de su asiento. 

— Mary, pero nos has terminado tu helado de vainilla, es tu favorito. 

— Lo siento señorita Harris, ya no tengo apetito, solo… —sus ojos se aguaron. — tengo sueño. — corrió al dormitorio de niñas.

— ¡Espera Mary! 

— William, dejala, esta un poco triste, pero debe asimilarlo.

— La señorita Harris tiene razón, veras que mañana te despedirá con un gran sonrisa. 

Pero él aún mantenía la mirada fija sobre el camino que tomó su amiga. 

… 

El sol apenas salía entre las montañas, todos yacían en sus camas aún durmiendo. 

Cuando de pronto. 

— William… William. — alguien lo llamaba entre sueños.

— ¡¿Quién?!  — se despertó asustado. Frotó sus ojos aclarando su visión. — ¿Mary? ¿Q-qué haces aquí? 

— Cambiate rápido, te espero afuera. 

— ¿Qué? ¿Afuera? Ni siquiera el gallo ha cantado. 

— Date prisa, te espero. 

— Mary, ¡Espera Mary! — se tapó la boca al casi despertar a uno de sus compañeritos. 

Dejando escapar una larga exhalación se vistió a prisa. 

Tuvo cuidado de no despertar a nadie y salió. 

Ella estaba de pie esperándolo con una bolsita en sus manos. 

— ¿Qué haces con eso? —señaló el objeto en sus manos.

— Bueno, estuve ahorrando mis domingos así que… ¡Vamos a la ciudad! —exclamó levantando los brazos. 

— Shhh, baja la voz. 

— Oh si, lo siento. 

— Has perdido la razón, ¿La ciudad? 

— William…

— Es peligroso, sabes que ahí las personas no son como nosotros, tienen muy mal carácter. 

— William… 

— Además que dirá la hermana Amelia, y la señorita Harris, seguro le procvocaremos un infarto. 

— ¡WILLIAM! —tuvo que gritar con todo el aire de sus pulmones porque él no la escucuaba. 

— ¿Qué? 

— Hoy es nuestro último día juntos, solo quería que tuviéramos un bonito recuerdo, eso es todo, pero si te molesta, entonces… — estaba decepcionada consigo misma. 

Tras una larga pausa, entendió lo que ese paseo significaba para ella. 

— Bueno… esta bien, pero solo un par de horas. 

— ¿De verdad? ¡SII! — corrió a abrazarlo. 

Como dos buenos amigos, este le correspondió el abrazo. 

… 

En la ciudad de Londres, tres hermanos paseaban en el automóvil conducido por el chófer, la abuela de ellos había ido a visitar a gran amigo por lo que aburridos de estar entre la escuela y la casa salieron a pasar un bonito día y a comprar algunas cosas para ellos, o mejor dicho, comprar algunas cosas para su hermanita menor. 

— ¡Oh Andrew! ¿Podría detenerse ahí? Los helados en esa cafetería son deliciosos. — señalaba con ilusión la pequeña de 11 años, con sus cabellos oscuros azabache, ojos azules y reluciente sonrisa. 

— Enma— pronunció con voz sería el mayor de los hermanos. — un muchacho entrado en la adolescencia de 15 años, muy serio para su corta edad, pero interesante para las escolares que suspiraban por su carácter misterioso. De ojos azules, cabellera oscura que le llegaba hasta los hombros, y labios masculinos, era Phillip, hermano mayor de los Evenson. 

— Por favor. — suplicó Enma. 

— Vamos Phillip, no seas duro con Enma, solo son unos helados. — Intercedió Harry, el hermano del medio, el único de cabello rubio, pero de los mismos ojos azules característicos de los Evenson, tan solo con sus 13 años era otro por el que sus compañeras de clase enloquecian, no solo era tierno o atento, además era guapo.

Sin lugar a dudas los Evenson era de una belleza inigualable. 

— Ah… si tanto querian salir, hubieran venido solo ustedes, yo aún tengo una exposición por terminar. — Respondió de mala gana Phillip. 

— Tomaré eso como un si, vamos Andrew, a la heladería. — dijo Harry observando de reojo la reacción de su hermano mayor. 

— ¡Siii! —celebró Enma. 

Fastidiado se quedó esperando fuera del auto, mientras sus hermanos compraban los helados. 

— ¿No quiere usted uno, señorito? — preguntó Andrew. 

— No soy un niño. —respondió cortante. 

Pero justo en ese instante salió Enma cargando un helado de crema. 

— Phillip, aquí tienes el tuyo. — le entregó el helado antes de que pudiera responder algo. 

— ¡Enma! 

Pero ella ya se había metido a comprar otro. 

— Ah… que empalagoso ¿como puede gustarles esto? —se dijo a si mismo observando como el delicioso postre empezaba a derretirse por el sol. — No me comeré esto. — buscó algun bote de basura con sus ojos, hasta que halló uno, observó en ambas direcciones y al no ver nada caminó con el postre que amenazaba con ensuciar su fina ropa. 

Estaba sobre la vereda a punto de tirar el helado cuando algo veloz como un rayo lo golpeó sin avisar. 

Todo el empalagoso dulce cayó en su cara y chaqueta, estaba sobre el piso con algo o alguien sobre su pecho. 

— Oh… si me dolio… — pronunció la voz de una niña con la cabeza mareada. Al entender donde estaba alzó la mirada encontrándose con unos ojos más frios que el mismo invierno. — Ah...yo...yo...lo siento. Se disculpó, nunca en su vida había tenido tanto miedo. 

— ¡Mary! — una voz provenía de lejos. — ¡Te dije que no corras! ¿Por qué eres tan desobe…? William quedó de piedra al observar tan vergonzosa escena. 

— ¡De verdad lo siento! ¡Lo siento muchísimo! — se levantó con algunas manchas de helado en su cabello castaño. 

— ¡Mocosos del demonio! — renegó el jovencito de 15 años, dedicándole una mirada de ira a los dos, pero deteniéndose varios segundos en el rostro de ella. 

— ¡Vamonos Mary! — William sujetó la mano de su amiga y salieron huyendo de la ira del jovencito furioso. 

Acomodándose de pie, sacó un pañuelo de su bolsillo procediendo a quitarse la crema de la cara. 

— Nunca olvidaré tu rostro niña, algún día te encontraré. 

Ninguno lo sabía, pero este sería solo el primer encuentro de los muchos que tendrían.

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Comments

NAYL ALMAO

NAYL ALMAO

me siento que estoy leyendo candy candy /Drool/

2024-04-03

0

Elide Rubio

Elide Rubio

mmmmmm

2024-04-02

0

kerly gil

kerly gil

interesante

2023-11-05

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