El llamado de la sangre

"Conocer a una persona y sentir de inmediato una conexión especial, es algo muy poco usual, pero posible, porque la vida siempre estará llena de misterios" 

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El canto del gallo anunciaba la llegada de la mañana, y dentro del hogar las hermanas ya tenían listos a los muchachos, cada uno sentado listo para recibir sus clases. 

Todo transcurría con normalidad, hasta que la hermana Amelia notó un asiento vacío. 

— ¿Alguien ha visto a Mary? —preguntó con preocupación. 

Una niña se levantó de su asiento con la mano estirada. 

— Dijo sentirse muy mal, que la disculpara por no venir a la clase. 

— ¿Otra vez? 

Mary llevaba dos días de faltar a clase, apenas comía, pero no era porque estuviese enferma, la tristeza la consumía, extrañaba a William, el único que soportaba sus disparatadas ocurrencias. 

— Señorita Harris ¿podría hacerse cargo? Iré a ver como esta. 

— Por supuesto. — asintió la mayor, esperando que la pobre niña pudiera recuperar su sonrisa y volver a ser tan jovial como siempre lo fue. 

… 

— ¿Mary? — la encontró recostada boca abajo, con las manos en la cabeza. Su lindo cabello castaño y liso estaba desordenado, pasó una mano por la cabeza de la pequeña. 

— Hermana, de verdad quiero levantarme, pero las fuerzas no dan conmigo. — murmuró con la voz apagada. — Extraño a William. 

— Mary, déjame contarte algo, nosotras cuidamos de ustedes como si fueran cada uno nuestros hijos, pero sabemos que algún día se irán para formar un nuevo camino, y solo nos queda aceptarlo porque no podemos decidir sobre ellos para siempre. Eso fue lo que pasó con William, piensa que él nunca dejará de ser tu amigo, porque los recuerdos siempre quedarán. 

Entonces pensó. La hermana tenía razón, algunas cosas eran parte de la vida, y aunque nunca quiso aceptarlo, sabía que el día de separarse de su amigo llegaría. 

— Aún tienes muchos amigos por conocer, y estando encerrada aquí, no lo harás. 

Levantó su rostro de la cama, se acomodó sobre hasta sentarse. 

— Voy a intentarlo, procuraré ser tan feliz como lo es ahora William. 

… 

Los días pasaron, convirtiéndose en semanas, los días de verano estaban llegando a su fin, pronto llegaría el otoño, estación que si bien no era tan fría como el invierno, si marchitaba las bellas flores del prado. 

— Por aquí, no se vayan tan lejos. — decía dando el maíz a las gallinas. 

— ¡Mary! ¡Mary! — una niña más pequeña llegó corriendo hasta llegar donde la castaña. 

— ¿Qué ocurre, Amy? 

La pequeña estaba agitada de tanto correr, tomó aire mientras armaba las palabras en su mente. — Un auto llegó, es muy grande y bonito. 

— Otra adopción, que maravilla. — contestó con fingida alegría. —¿Quién es el elegido ahora? 

— No, Mary, no lo entiendes, ellos han venido por primera vez, y conocen tu nombre. 

— ¿Mi nombre? — preguntó incrédula. —Seguro oíste mal. 

— No. — agitó la cabeza con rapidez. — Katty y yo estábamos quitando los guisantes de la cáscara cuando un señor salió y una señora llegaron buscando a la señorita Harris. ¡Ellos preguntaron por ti, Mary! 

De pronto un recuerdo la golpeó. — ¿Es un auto lujoso? —preguntó mordiéndose la uña con evidente preocupación. 

— Si, ¿Acaso los conoces? 

— Eh… — sus pensamientos le trajeron la  imagen del jovencito al que derribó con el helado. ¡Por Dios! Seguramente esos señores venían por ella. Debía esconderse. — Amy, no les digas que me viste, por favor. —suplicó juntando sus palmas. 

— ¿Por qué? ¿Hiciste algo malo? 

— Digamos que sí, pero no fue mi culpa, yo no lo hice a propósito. ¡Ay qué haré! — se llevó las manos a la cabeza. —Seguro quiere que le pague su chaqueta. 

— Mary…  ¿Mary dónde estás? 

— ¡Es la hermana Amelia! Ahora me va a regañar, Amy no les digas que me viste. 

— Pero no debo mentir, yo… 

La voz de la hermana se escuchaba con mayor cercanía. 

— Por favor. — se arrodilló. 

— Ah… está bien, fingiré no saber nada de ti. 

— Oh gracias. — la abrazó de forma fugaz y escapó tan lejos como sus piernas le permitieran correr. 

A los pocos segundos, la hermana Amelia llegó preguntando por el paradero de Mary, y Amy como buena niña que cumplía su palabra, fingió no haberla visto. A lo cual Amelia tuvo que seguir buscándola. 

… 

Dentro del hogar, un hombre alto y elegante de ojos café, cabellera oscura muy bien peinada, conversaba muy amenamente con la señorita Harris. Luego de contarle el motivo de su visita, ella quedó sorprendida, llevaba 10 años preguntándose si algún día eso ocurriría y el día llegó. 

— ¿Está seguro de lo que dice? —preguntó aún sin poder creerlo. — Tal vez solo se trate de una confusión. 

— Mi esposa está muy segura, y yo confío en ella, contratamos a un detective que nos ayudó a ubicarla así que finalmente las pistas no trajeron aquí. 

— Pero, la carta… todo esto me tiene muy confundida. — cerró los ojos con un dolor de cabeza. — ¿Por qué no entró su esposa? 

— No se siente bien, realmente ella lleva esperando esto con ansias, y por la emoción prefirió tomarse unos minutos fuera antes de entrar. 

— Entiendo… me imagino todo lo que tuvo que pasar para encontrarla. 

Dejó su té sobre la mesa de madera. — Ella nunca se dio por vencida, esa es una gran cualidad que me impactó desde que la conocí. 

… 

— Ahora sí, seguro que no me encuentran, me gustaría verle la cara de rabia a ese gruñón. — sonrió recordando al guapo jovencito. 

Estaba tan distraída que no notó que iba corriendo a velocidad, hasta que de un golpe se detuvo, pero contrario a caerse unas manos la sostuvieron. 

—¡ Ay creo que ahora si me rompí la cabeza! — exclamó de dolor con los ojos cerrados.

— Niña, lo siento no debí quedarme ahí parada en medio, disculpame ¿Estás bien? Déjame mirarte. — la señora se arrodilló, observando con mayor claridad el rostro de la niña. 

— No se preocupe señora, ya se me esta haciendo costumbre estos golpes. —abrió los ojos encontrándose con una mirada verde. 

El tiempo parecía detenerse, una paz increíble nunca antes sentida las envolvió. 

Mary pensaba que era la señora más bonita que había visto, de hecho siempre soñó con que su mamá fuera así, de mirada tierna, con sus cabello largo negro, una sonrisa que parecía decirle que todo estaría bien. 

Su corazoncito latía con una sensación inquieta y desconocida.

— Eres igualita a él. — habló la señora con los ojos humedecidos de un recuerdo del amor perdido. — los mismos ojos, el cabello y el rostro. — ¿Mary? —preguntó con temor. 

— Si, ese es mi nombre señora ¿cómo lo sabe? 

La mujer se llevó una mano a la boca, sollozo conteniendo un llanto de esperanza, que al fin su búsqueda tenía resultados, lo que tanto rogó al cielo se había cumplido, en medio de la felicidad sus ojos notaron el brillo de la cadena que llevaba Mary. 

— Eso...— señaló con los ojos. 

— Oh, esto es el único recuerdo que tengo de mi familia, lo encontraron en la canasta conmigo el día que llegué al hogar. — sujetó el crucifijo mostrando el nombre grabado. — Y trae mi nombre. 

Ya sin poder contenerse, la mujer abrazó a Mary, soltando todo el llanto contenido durante 10 largos años. 

— ¡Mary! Mi niña, al fin te encontré… mi pequeña. 

— Señora ¿Quién es usted? 

Aclarándose la garganta, pasó su pulgar por la mejilla de la niña. 

— Mi pequeña, yo soy tu mamá. 

Todo a su alrededor empezó a temblar, sus pies ya no la pudieron sostener, la tremenda revelación que le habían dado la afectó más de lo esperado y terminó cayendo en un vacío emocional. 

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Comments

Lesly Argumelo

Lesly Argumelo

hay que bien que su madre la encontro

2023-08-12

0

Contreras Yecenia

Contreras Yecenia

super

2021-10-08

1

Contreras Yecenia

Contreras Yecenia

mas por favor esta super interesante

2021-10-07

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