—¿No vas a decir nada? —pregunté al no recibir ninguna respuesta.
Observaba su espalda mirar hacia la ventana. Apoyé mis pies en el piso para levantarme, pero dudé en acercarme a él.
—…
—Lo explicaré mejor… Tuve un accidente automovilístico, me dejo sin recuerdo alguno y por eso no sé quién eres.
—«¿Por qué no me dijiste nada, Laura?»…
Dejé la cama y me acerqué a él, aún no me miraba y continuaba en completo silencio.
—No soy la persona que esperabas —extendí mi mano para tomar su hombro— Ni siquiera me reconozco y de verdad lo siento…
—¿Lo sientes? —él volteó hacia mí con una mirada desolada
Tomó mi mano y no aparto sus ojos de los míos. Mi mano tembló levemente por su agarre, no sabía que debía hacer.
—Me alegra que hayas sobrevivido a ese accidente, supe que estuviste tres meses en coma y por eso regresé de Canadá… —sus ojos brillaban con cada palabra, como si se asomaran lágrimas— Está bien, pese a ya no eres la persona que he conocido por 10 años… Eres ella.
Me brindó una leve sonrisa, mientras acariciaba mi mano con sutileza.
—Reconozco tus ojos negros como el carbón, tu cabello como los granos de café, tus uñas rosadas y tus cálidas manos —presionó aún más— Incluso los gestos que haces cuando te ríes y la manera en… —aparte la mirada—… Que te pones nerviosa cuando me acerco… Tú eres Isabella, no importa qué.
—«¿Por qué dice todo eso?… Como si admirará cada lado de ella»
Intenté liberar mi mano con unos movimientos pequeños. Al notar mi incomodidad soltó mi mano y aumentó la distancia. Aunque no dejo de mantener el contacto visual.
—«Será mejor guardar mi distancia para no asustarla» … Supongo que tengo que presentarme nuevamente ante ti. Mi nombre es Abel Rizzo, tengo 20 años y soy tu amigo desde los 10 años.
Nuevamente, me presento una sonrisa amigable, pero triste.
—«Él era su amigo de la infancia, ya entiendo por qué me trataba con tanta confianza»… Es un gusto conocerte, yo…
—Tu nombre es Isabella Thomas, tienes 19 años —interrumpió— Te gustaba comer plátanos con chocolate derretido, no te gustaban los chupetines, en especial los de fresa, decías que era un sabor bastante aburrido. Tienes un lunar en la nuca, decías que si te perdías podría encontrarte por ese lunar.
Aquellos detalles que no conocía de mí. De pronto me las dictaba un viejo amigo de Isabella. ¿Esa era yo?
—…
Mi voz se había ido, y no lograba procesar toda la información o encontrar el sentimiento que describa toda la confusión.
—Te gustaba tener tu cabello largo y te pintabas las uñas de color rosa. Una vez escalamos un árbol y nos caímos juntos, hicieron una casa en el árbol, de ahí la cicatriz que tenemos. También, te gustaba ver el atardecer de un rojo intenso, tú solías llamarlo Combinaison Parfaite por un programa de cocina francesa que veíamos a diario.
Este chico era honesto con sus palabras, y parecía haberla extrañado… Todo lo que dice suena lejano a mí, ni quiera sé cuál es el color que me gusta.
—Eres mi mejor amiga de años, sabes de mí como yo sé dé ti.
Llegó de tan lejos para encontrarse con ella y yo estoy en su lugar… Era alguien que podría decirme más sobre mí, tomé de escusa ir hacia el jardín del hospital para conocer lo que debería.
Jardín terapéutico del hospital
—Bien aquí estamos.
Él miraba hacia los árboles grandes con una sonrisa mientras el viento hacía correr levemente su cerquillo. Su imagen parecía especial, como si fuera lo más hermoso que vería en un día, con tanta tranquilidad a pocos días de terminar el invierno.
—Es bonito…
El espacio verde era muy agradable, había una fuente donde se encontraban dos palomas blancas reposando, se podía charlar cómodamente. Nos sentamos en una silla de madera. Esta vez inicié la conversación.
—¿Canadá?
—Sí. Hace cuatro años, al terminar la preparatoria, viaje a Canadá para llevar la carrera de arquitectura —dijo mientras soplaba para ver el vaho.
—¿Terminaste todo? —pregunté para mantenerlo entretenido.
Quería saber más sobre la vieja yo, pero no sabía qué detalles conocería después de tantos años sin vernos.
—Siempre llevo bien lo académico. No tengo problemas en ello
—Y… —paré al notar que podría estornudar—… ¿Cómo es Canadá?
Él me miró con interés. Fue mi idea salir del cuarto, por ello no quería hacer notar el frío que sentía a pesar de llevar ropa abrigada.
—Tiene un clima feroz y puedo aguantar los climas helados, pero al parecer tú…
—¿Te adaptaste rápido?
Se quitó la chalina del cuello y la colocó en el mío envolviendo hasta cubrir una parte de mis labios.
—Sí, fue algo difícil al inicio, pero me acostumbré. Tú no debes acostumbrarte a guardar lo que sientes, ¿sí?
No se apartó de mí hasta esperar una respuesta a su pregunta.
—Lo voy a intentar… —dije mientras me movía al extremo de la silla.
—Ok —cruzó las piernas— Cuéntame todo de ti, quiero saber en qué piensas.
Mi cabeza hacia un reinicio para contar todo lo que experimente hasta el momento.
—No hay mucho que te pueda decir, estuve en coma tres meses y me costó dos meses caminar de nuevo. La señora estuvo conmigo todo este tiempo. Sé por ella que tengo tres hermanos, aunque aún no sé cómo podría verlos, después de todo, ya no soy la Isabella que ellos esperan.
—La señora debe ser Katy, ¿verdad?
—Sí. Es más natural para mí el decir “señora”, aunque no este bien.
Era difícil explicar que no me sentía cómoda llamándola de esa manera.
—Antes te pegabas a tu mamá como chicle, eras muy mimada por ella. Por ser la última hija, eres la consentida de todos tus hermanos, deben extrañarte mucho ahora.
Los hermanos que no han venido a verme durante todos estos meses, ¿me extrañaban?
—¿Tú la extrañas?… —al no entender a quien me refería afirme su nombre—… A Isabella.
Tomó unos segundos de silencio, parecía recordar más sobre ella en su cabeza y esperaba a que la respuesta fuera fundamentada por todos esos momentos.
—… Sí, en mi vida, fue ella quien me ayudo a afrontar cada problema. Ella era única para mí.
Sus ojos no parecían mirarme, sino a la persona de la que hablaba.
—Quisiera poder recordar… Este es su cuerpo y yo parezco una intrusa
Dije ello que tenía atorado en la garganta tantos días.
—Quizás podría haberte cuidado y no habrías tenido ese accidente. Ahora estaría molestándote como hace un rato.
Sus manos se apretaron levemente y sus ojos notaban un arrepentimiento que desconocía.
—¡Izi! —gritaron de pronto, lo que nos hizo voltear a ver a la persona que venía agitada—Me preocupé mucho cuando no te vi al volver, busqué en todo el piso, hasta que te vi desde la ventana, ¿con…? —ella dirigió su mirada a Abel, en el que poco a poco sus labios fruncidos se tornaban en una sonrisa.
—Hola, Kat. Ha pasado mucho tiempo y es un placer volver a verte.
Él se levantó para darle una gran sonrisa.
—¡¿Abel?! Wauuu!… ¿Cuánto tiempo ya ha pasado?, ¡no puedo creer que seas tú! ¡Estás mal alto y más guapo!
Ella lo abrazó muy fuerte, dando la imagen de una madre y su hijo en un encuentro después de años.
—Gracias por no olvidarse de mí —dijo él colocando su brazo en su espalda.
—Como podría olvidarme de ti. ¿Cuándo volviste? —Katy se separó de él y esperaba su respuesta con ansias.
—Volví hoy, quería ver a Izi, apenas me enteré del accidente.
—Gracias por venir a verla, como ya te habrás dado cuenta debido al accidente… —hizo el silencio obvio por la información que ya conocía.
—Sí, estuvimos hablando un buen rato y me contó todo.
—Verlos juntos, me recuerda el pasado cuando andaban juntos de acá para allá —se llevó las manos a la boca recordando aquellos días desconocidos para mí— Los dos han crecido tanto, me siento tan feliz cuando están juntos.
—Esos son mis mejores recuerdos —Abel me lanzó una sonrisa.
—¿Vas a quedarte? —preguntó ella con mucha emoción.
—Sí, arreglé todo el papeleo en la universidad y me adelanté a una graduación rápida. Me quedaré.
—Las puertas de mi casa siempre están abiertas para ti, lo sabes. Bueno, tengo que llevarme a Izi, tiene que hacerse unos últimos chequeos antes de volver mañana.
Me levanté para colocarme junta a ella y mirar a Abel directamente.
—Yo también me tengo que ir, aún no he desempacado nada. Regresaré mañana.
—Gracias por venir, Abel —tomé la iniciativa para llamarlo por su nombre, no teníamos esa confianza, pero no sabía cómo referirme a él.
—Ten cuidado al volver, te esperamos mañana. Entremos ya Izi.
Katy me apresuró a entrar y solo levanté la mano para despedirme de él. Busqué a Abel por la ventana de mi habitación, para verlo partir; sin embargo, ya no estaba a mi alcance. Fue divertido charlar con él, en todo el tiempo mi mamá no me dejo sola y estaba agradecida, ya que charlar con otra persona era muy refrescante.
Clínica (Estacionamiento)
Ella ya no era la Isabella que conocí… No recuerda mi confesión antes de irme a Canadá.
Quería que me dijeras que me quedara; sin embargo, después de decir que te amé todos esos años, no pudiste mirarme más a los ojos. Para no complicar nuestra amistad por mis sentimientos, termine yéndome.
Pensar que fui egoísta al alejarte de tantos chicos en la secundaria porque me sentía celoso y terminar por alejarme así de ti… Cuando Laura me llamó mencionando tu estado, al final terminé volviendo por ti.
Estaba tan nervioso al tocar la puerta que cuando entré, no pare de hablar. Sin duda el tiempo ayudo a que te volvieras más hermosa ante mis ojos.
—De verdad, ¿ya no me recordarás jamás?… «Isabella… te sigo amando»
…
El día de mi salida era hoy, pero Abel no vino como lo dijo, me preguntaba si abra tenido un problema o le chocó la noticia de que su mejor amiga ya no lo recuerda.
—Seguramente tuvo un problema con su mudanza, no te preocupes —dijo Katy adivinando mis pensamientos.
—Debe ser —respondí.
—Volvamos a casa.
—¡Sí!
Durante el viaje, me emocionó ver los vendedores y todos los colores de la ciudad. Pegué mis ojos a la ventana del auto esperando algún día caminar por todo el camino que habíamos recorrido. Estaba nerviosa por conocer a mis hermanos, por lo que intentaba pensar como presentarme ante ellos.
—Bueno… Aquí es nuestra casa.
Katy señaló una casa de dos pisos de color azul con rejas y muchas plantas en macetas, no era ni muy grande ni muy pequeña.
—Es lindo «Por fin, aquí… Estoy muy nerviosa por conocer a mis 3 hermanos, mi madre me dijo que eran muy amables, pero ¿podrán aceptarme?… OK… Me presentaré como se debe y supongo que… ¿De qué más debería hablarles?… Debo calmarme, tengo que ser amable y sonreír… Todo estará bien»
—¡Eyy! —*Katy*aplaudió interrumpiendo mis pensamientos y planes para sobrevivir este día.
—¿Qué pasa? —dije nerviosa.
—Te perdiste un rato.
Mostrar la fortaleza a los ojos de mi madre era inútil, siempre sacaba todos mis miedos.
—Lo siento, solo estaba…
—Está bien, tranquila —tocó mis hombros— Es tu familia, así que relájate, ellos son las personas que más te aman en este mundo…
—Ok «Aunque me diga que esté tranquila, ¿cómo puedo estarlo?»
Al abrir la puerta se veía todo oscuro, como si no hubiera nadie en casa. Se escucharon pequeños estruendos, se encendieron las luces, y de pronto cayeron muchos papeles de colores en mi rostro, miré hacia el frente nuevamente y muchas personas me miraban felices, la mayoría eran caras nuevas.
—¡Bienvenida a casa! —gritaron todos los presentes.
—«Tengo que saludar también» Hola…
—Vaya, en estos cinco meses has crecido más —dijo un hombre.
Con una sonrisa agradable se acercó y me abrazó. Mi cuerpo estaba rígido ante su cercanía. ¿Debería abrazarlo también?
Él se separó de mí y me sonrió. Parecía entender que no estaba muy cómoda.
—Todos, como lo planeamos, preséntense en orden. Será más fácil para ella —dijo a los demás.
De inmediato todos comenzaron a ponerse un polo con nombres escritos en ellos.
—Hola, Izi. Me llamo Lance y soy tu hermano mayor. Tengo 29 años —él se presentó.
—Soy Laura, tu hermana. Tengo 24 años —dijo una chica hermosa.
—Ya nos vimos antes, soy Mia. Tengo 21 —saludó la chica que lloró en mi regazo.
—Hola, Isabel. Soy Lía, esposa de Lance, y ella es Anaís, es un poco tímida… Apenas tiene 5 años —una pequeña niña estaba apegada al cuerpo de ella, debía ser, ¿mi sobrina?
Era una niña muy mona, con sus coletas y sonrisa tierna.
—Hola, cuñada, soy Logan, ya nos conocimos en el hospital —dijo sonriente el chico que estaba junto a Mia aquel día en el hospital.
—Hola, me llamo Abel y soy tu mejor amigo en el mundo —habló con una sonrisa relajada.
¿Estuvo ocupado con la mudanza?
—«Así que aquí te encontrabas Mr. Pervertido… Bueno, ya no hay vuelta atrás, tengo que saludar»… Hola, espero llevarme bien con todos ustedes y que ustedes se lleven bien conmigo.
Después de ese saludo, ellos me sonrieron. Parecían ser pacientes conmigo, era alguien que conocían de toda la vida y ahora ya no era esa persona. Debía ser más receptiva con ellos.
—Debes estar agotada por el viaje del hospital, tu cuarto está arriba, llevemos las maletas primero —*dijo ella. M*e ayudó a subir mis maletas al segundo piso dejando a todos en la sala.
—¿Es aquí? —pregunté mientras observaba los detalles del interior.
—Sí, abre la puerta.
Giré la perilla de la puerta y al entrar noté que todo estaba limpio. El cuarto era de color rosa, la cama pequeña cerca de una ventana con una planta en ella, un pequeño armario, un escritorio y un mural lleno de fotos con todas las personas que vi hoy.
—Es bonito «Este era el cuarto de Isabella…» —balbuceé mientras veía lo cómodo que se veía mi habitación.
—Te gustaba mucho el color rosa.
Ella acomodó la maleta junto a la cama.
—Sí, Abel me lo dijo.
—Acomódate como gustes en ella porque este es tu cuarto, no te incomodes ¿de acuerdo?… —dijo mientras se dirigía a la puerta— Bajaré a ayudar con la cena, tus hermanos no saben cocinar muy bien. Baja cuando estés lista.
Trataba de ser abierta en el nuevo lugar en el que llamaría mi hogar, mi madre hasta ahora había sido compresiva conmigo y mis hermanos me daban el espacio que necesita. Tenía que acostumbrarme a esta casa y a verlos todos los días a partir de ahora.
Visualicé cada esquina del cuarto, intentaba crear imágenes que se convirtieran en recuerdos, pero era imposible. Me tumbé en la cama para descansar mi mente y cuerpo. No importa cuánto mirase, nada se me hacía conocido. Ni las fotos pegadas en mi pared, ni la ropa del armario. Era inútil.
—Supongo que tendré que elegir unas prendas para usar en esta cena… «El baño debe ser en esa puerta»
Tomé una ducha larga y me miré al espejo. No me había mirado en el espejo con atención hasta ahora, noté que en realidad Isabella era muy linda, con las facciones de una niña dulce y tierna.
Abrí el armario para sacar la ropa que me pondría y elegí una camisa a cuadros con unos shorts que encontré en el cajón, saqué prenda por prenda para observarlas, consideraba que era ropa muy llamativa. En el fondo del cajón encontré un cuaderno de color de rosa con un candado.
—Quizás sea un diario, ¿Dónde estará la llave? «Será mejor guardarlo»
Puse nuevamente el cuaderno rosa en el cajón, guardé la ropa y me vestí. Practicaba como sonreír frente al espejo del armario mientras secaba mi cabello.
¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!
Tocaron la puerta.
—Adelante.
Él se sentó en la esquina de la cama y me observó con los labios levemente fruncidos.
—¿Sabes que nos estás haciendo esperar mucho?
—Pues yo te espere muchas horas hace unos días —dije seriamente.
Estaba algo molesta con él por hacerme esperar, y no ayudaba mucho el verlo como si no hubiera hecho nada.
—Resentida… Quise saludar a tu familia antes de ir al hospital, pero me enredaron en esta fiesta de bienvenida —explicó.
—Es una excusa para que te perdone —intentaba bloquear su mirada que se reflejaba en el espejo donde me miraba.
—No tienes que ser tan severa conmigo.
—¿Así que eres mi mejor amigo en el mundo?
Cuando estuve esperándole, hice muchas preguntas de él a mamá. Y era cierto, él fue el único amigo que he tenido.
—Pues eso me decías todos los días, o acaso ¿jugaste con mis sentimientos? —dijo haciendo un puchero.
—Eres muy molesto.
El tono que usaba era jocoso, y era difícil tomarlo en serio. Tomé la chalina de mi maleta y se la tiré en la cara.
—Me sigues rompiendo el corazón… —se quejó mientras se colocaba la chalina.
—No sabía que eras sensible Mr. pervertido.
—¡¿Por qué sigues con ese apodo tonto?!
Su rostro enojado parecía más sincero que esas sonrisas burlonas que me lanzaba cada minuto.
—¡Porque tu cara de tristeza fingida es la de un pervertido!
—¡No subí aquí para pelear!… Todos te están esperando, ¡vamos ya! —tomó mi muñeca y me miró fijamente— ¿Vas a bajar así?
—¿Por qué?
—Pues te ves muy fea.
En ese momento aventé mi toalla mojada hacia su rostro y salí corriendo para que no me atrape. Su cara era de terror.
—¡Eres una maldita, lo sabías! ¡Ven aquí! —miré hacia atrás y le saqué la lengua burlona, cayéndome por no mirar adelante.
Apreté los dientes para no gritar del dolor.
—¡Ja Ja Ja…! ¡Sigues siendo muy torpe!… ¿Qué pasa? ¿Te mordiste la lengua? ¡Ja Ja Ja!… —se burló.
Mi espíritu asesino comenzó a surgir.
—«¿Eh?» «¿Por qué hace tanto frío adentro?»
Era muy divertido bromear con Abel, aunque consideraba esa cercanía solo por su cariño a la Isabella que él conocía.
—Oye… Solo estaba bromeando párate ya «Deja de poner esa cara de villana de telenovela»
Era muy molestoso, debía vengarme de él.
—Lo siento, levántate —extendió su mano para ayudarme, el momento perfecto para atacar.
—Gracias.
Aproveché en jalarlo para que se caiga también. Su cuerpo aterrizó a un lado y giré para burlarme de él.
—Eyy que te pasa… ¡Yo no te tire al piso!
—No, pero te burlaste de mí —volví a sacarle la lengua.
—¡Contigo no se puede ser amable…!
Me burlé de su imagen. Sus ojos eran tan profundos, mirarlo desde esa distancia era algo extraño. Me provocaba un sentimiento nuevo, era algo inquietante.
Estábamos a una distancia corta, y él no expresaba nada, al igual que yo me observaba con detalle como si esperáramos a que algo pasara.
Como la primera vez que lo vi, al estar tan cerca de mí podía confirmar que era muy apuesto. ¿Por qué no tengo ni las mínimas ganas de apartarlo?
—Oigan, ¿van a seguir en el piso?
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