No visité el bosque el día siguiente, y tampoco la semana restante, resulta que tampoco había visto a Nahel, prefirió quedarse con sus médicos a que yo siguiera removiendo las cosas en su herida, no me importó eso me daba un suspiro de alivio después de todo. Por lo menos ya no cargaba con ese peso.
Pero siendo esposa de Luca podría pagar todas las deudas de mi familia.
Estábamos comprometidos pero se había planeado que nuestra boda pasaría después del anuncio de la corona del principe Sebestyen, se haría una fiesta grande en las que todas las casas de los ricos estaba invitadas claramente, solo la élite podía ver a su odiosa familia real.
Aproveché el tiempo con Luca para aprender más sobre medicina él era un sabelotodo en eso y yo era más de medicina tradicional y herbolarea, era lo único que podíamos permitirnos y con lo que se curaban los nuestros.
A este punto ya me había resignado, Luca era buen hombre pero ambos sabíamos que no íbamos a llegar a más, su corazón tenía ya una dueña mientras yo lo veía como un hermano mayor.
La boutique tenía prácticamente el tamaño de toda mi casa, el el primer piso todo estaba lleno de estantes con frascos de medicamentos y en el segundo piso había una biblioteca grande, ahí era dónde se había quedado mi semana desde que nos enteramos del compromiso.
—Ali—Me llamó Luca, yo interrumpí lo que estaba leyendo y bajé las escaleras.—Llegó una carta del palacio.
—¿Algo interesante?—Pregunté solo para mostrarle interés a Luca no a aquel dichoso papel.
—Algo muy interesante—Mi amigo me miró. A pesar de nuestra situación no podían llamar a Luca "mi prometido"—La reina va a organizar una fiesta de té para presentar a su nuera. Eso significa que tendrás que ir, sola.
Puntualizó la última palabra casi con miedo.
—¿Cuándo es esa cosa?—Pregunté buscando la respuesta en sus ojos.
—Esta tarde—Respondió como si nada.
—Luca, no es gracioso.
—No estoy bromeando, Ali.
Me tomó de la mano y me sacó de la boutique detrás de el local estaba su enorme casa, la mansión de los Parisi.
A mí parecer esa casa era bastante grande para que solo la habitará Luca y sus padres, mi propia casa cabía unas 4 veces ahí.
Subió conmigo las escaleras de caracol que adornaban aquella mansión y me llevó a un cuarto que yo supuse le pertenecía a su madre por qué estaba lleno de vestidos y ropa cara como la que mamá confeccionaba.
Luca sacó un vestido rojo demasiado bonito y me lo ofreció, eligió también unas zapatillas para ofrecerme las también.
—Puedes usar eso ya que aún no se termina de confeccionar ropa para ti, pruébatelo, si no te queda le pediré a la costurera de mi madre que lo adapte a ti.
—Odio usar vestidos
—Puedes cambiarte en mi habitación—Dijo ignorándome con una sonrisa y señaló una puerta.
Arrastré mis botas negras por el piso perfectamente pulido hasta la habitación de Luca, el cuarto era grande y tenía una ventana desde la que podía ver el castillo, agradable vista pero no sé comparaba a mi cuarto.
Me metí a regaña dientes a él vestido, era muy bonito, no lo negaba pero de verdad odiaba los vestidos, no me dejaban moverme bien, estorbaban horrible y me daba demasiada calor con ellos. ¿Quién había inventado estas cosas para las mujeres? El maldito vestido me quedaba como guante aunque tuve problemas para abrochar el cordón de la espalda no tenía otra queja al respecto, se sentía ligero a diferencia de los pocos que había usado en mi vida.
Después de verme un rato me metí al baño del cuarto de Luca, fue hasta que prendí la ducha que me pregunté si estaba tomándome muchas libertades en esa casa pero era la prometida de Luca eso me excluía de cualquier queja ¿no? Cuando cerré el grifo me quedé otro rato sentada en la tina y me repetí más veces que hacía todo esto por mi hermana, no supe cuánto más estuve ahí hasta que alguien tocó la puerta.
—Ali tienes 20 minutos para salir, tardarás otros 10 minutos en llegar al palacio, nuestro chofer te llevará.
—¿De verdad tengo que ir, Luca?
—Si, Ali, la reina solo invitó a las señoritas de las casas.
—Pero soy tu prometida, aún no pertenezco a la familia Parisi.
—Ya perteneces a nuestra familia, Ali, y sigues siendo una señorita, aún no contraemos matrimonio ni tenemos hijos.
—No quiero ir—Rogué
—Ya no lo sé, Ali, lo siento.
Escuché la puerta cerrarse y salí del baño envuelta en una toalla blanca, el vestido rojo estaba ahí esperándome en el borde de la cama, suspiré antes de ponermelo. Es por Kath, lo estoy haciendo por Kath. Una mujer entró casi en seguida, me ayudó a acordonar el vestido y secó mi cabello castaño dejandolo suelto, los rizos se me formaron en seguida, nuestro cabello era algo que habíamos adquirido Kath y yo de mamá.
Me metí en las zapatillas doradas, me puse mis guantes de cuero negro y antes de salir me ví al espejo, no me reconocía yo misma, eso me aterraba.
— Te ves increíble.—Luca me sonrió con calidez mientras me ayudaba a bajar las escaleras de caracol, el chofer de los Parisi ya estaba esperándome afuera.—¿Y los guantes?— Preguntó antes de que yo subiera al carruaje.
—Sabes que odio quitármelos.
—Se ven bien—Dijo encogiéndose de hombros.—Suerte.
Fue lo último que dijo antes de que aquella cosa de madera y metal se cerrará conmigo dentro. Jamás me había subido a uno de estos y no solía verlos mucho en las calles, estas cosas solo las usaban las familias como la de Luca o la de Nahel.
Nahel.
Me apunté una nota mental para preguntarle a Luca sobre aquel chico de ojos azules, durante toda esta semana me había olvidado completamente de él.
El cacharro al que llamaban carruaje de movía demasiado para mí gusto, la calle de piedra no ayudaba, eso solo me hacía brincar de un lado a otro dentro de esa cosa.
Pero para mí fortuna el palacio no estaba tan lejos y llegamos rápido.
El castillo se veía más grande ahora que lo tenía de frente, nunca me había parado a esta distancia de el, no se nos permitía caminar por aquí así que toda mi vida viví admirándolo desde lejos. Recuerdo que cuando era niña solía decirle a mi mamá que yo de grande sería una princesa en aquel castillo, mis padres solo sonreían y apoyaban mi sueño aunque ambos sabían que era imposible.
Salí apresurada de el cacharro elegante pero yo seguía admirando el palacio, era demasiado grande, blanco con adornos dorados y azules, tenía al frente un jardín enorme, bien cuidado, incluso sus árboles tenían cada hoja perfectamente bien podada.
—Señorita Parisi—Llamó alguien, no estaba acostumbrada a ese apellido, no era mío, aún—Señorita Parisi.— Volvió a llamar la voz y hasta entonces reaccioné.—Adelante señorita, la esperan adentro.
¿Me esperan? ¿Había llegado tarde? Seguí a un hombre, aunque me cueste admitirlo el castillo por dentro era hermoso, yo no sabía a dónde mirar, había tantas cosas, era tan grande.
—Por aquí
Señaló el mozo de nuevo mientras me conducía por un pasillo larguísimo.
Había varias pinturas a lo largo del Castillo, miembros de la realeza supongo por qué de vez en cuando había algunos hombres con coronas.
dos puertas enormes aparecieron frente a mi pero yo había estado tan concentrada viendo las paredes y el techo que no me di cuenta cuando llegamos ahí.
—Diviértase señorita
El hombre me dejó sola y las puertas se abrieron, el corazón me palpitó con fuerza, escondí mis manos atrás para ocultar mi nerviosismo.
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