Intentos desesperados para recibir amor fue lo que condenó a la joven señorita Vertron y un intento de asesinato fue el motivo de su ruina, de su muerte y del dolor más profundo que pudo recibir; la realidad de que no fue amada por nadie. Pero... ¿La muerte fue el final para la que era Villana para todos?
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Feliz Cumpleaños A...
La hermosa niña de cabellos plateados por fin se despertó de su sueño. Sus ojos agrisados observan su alrededor con tranquilidad al ver que no hay nadie molestando.
Una sonrisa perfecta se dibujó en sus labios al recordar las expresiones que habían echo esos individuos al escuchar esas palabras que había mencionado. Se sintió tan satisfecha al ver esa expresión extraña que se formó en el rostro que siempre era serio y frío; nunca hubiera imagino que podía ver al temido Duque así.
Se volteó a un lado y observó la oscuridad de su habitación, problamente ya era tarde, pero eso no le importó. Ya no sentía dolor ni molestia alguna, pero la magia de curación seguramente la había agotado.
Se sentía tan liviana y al mismo tiempo tan sofocada que no pensó más que en ir a dar un paseo por allí, a donde sus pies la llevarán.
Al salir de la puerta, una sirvienta se le acercó haciendo una reverencia. —¿Desea algo, Señorita?— Preguntó.
Anya sin ganas de dar explicaciones simplemente pasó de largo. La sirvienta sigilosamente la siguió a distancia al percatarse de los deseos de su señorita.
Sus pies la guiaron a un lugar que hace mucho no había ido. Eran tierras que no deseó pisar por resentimientos pasados y que aún persistían en su interior.
Inconsciente, aplastó una bella rosa con sus pequeñas manos y al instante escuchó la sorpresa de la sirvienta que la seguía y a lo que a ella le dio gracia y rió levemente.
El jardín estaba en perfecto estado, tal y como lo había recordado en aquellos tiempos. Sin duda alguna, era algo bastante inesperado por lo que había pasado hace muchos años. —¿Quién las plantó?— Preguntó nostálgica la Villana al observar el maravilloso resplandor de las diferentes rosas que brillaban con la tenue luz del sol que poco a poco desaparecía.
—Fue... la Señorita Alice.— Contestó la joven sirvienta mirando la roza aplastada.
—¿Ah, si?...— Murmuró.
La Villana sin soportar su impulso por desear destrozar todo el jardín, se dio la vuelta y se alejó rápidamente de ahí. No quería... le desagradaba tanto este lugar.
—Mañana será un día importuno...—
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...*...
La leve luz del sol entró por la ventana de Anya, abrió sus ojos y parpadeó varias veces antes de levantarse.
Fue corriendo a sentarse pegada a la pared del extremo. Acercó su oído y empezó a cantar junto a la voz que cantaba del otro lado de la habitación.
—Feliz cumpleaños a ti, (feliz cumpleaños a ti) Feliz cumpleaños a ti (Feliz cumpleaños a ti) con amor y cariño (con amor y cariño) Feliz cumpleaños Anya... (Feliz cumpleaños mi pequeña y querida Alice) Feliz cumpleaños a mí... (Feliz cumpleaños a ti)—
Al finalizar la canción, Anya sonrió y cerró los ojos acostando su cabeza a la pared.
—Que recuerdos...— Balbuceó suspirando la pequeña Villana.
Anya se levantó y se fue a su cama nuevamente. Se acostó cómodamente abrazando una almohada y se durmió, pues ya no tenía que esperar ansiosamente por sus padres cómo las tantas veces que en su memoria recordaba que lo hizo.
Aunque fuera tarde, aceptó en este momento que este día no podía tratarse de ella y de los que amó. Que ellos solo estaban para la pequeña y tierna Alice...
Que era imperdonable las tantas veces que inventó tontas excusas para perdonarles porque eso era mentira, se engañó a si misma. Había momentos, métodos ¡Había tiempo! Y lo que no había era sentimientos para ella, no había deseos para una hija olvidada.
Y que no importará lo que hiciera, eso no podía cambiarse. Ni siquiera los reproches le sirvieron cuando las excusas se le acabaron y ya no aguantó más y les hizo de frente. Solo le sirvieron para destrozarla y darse cuenta de que nadie estaba de su lado.
Fue una tonta en no acabar con todo esto ese día cuando cumplió 14 años. Aunque aceptará un poco lo de su amada familia, se aferró tanto a ese joven de ojos azules que no conoció hasta su debut y que por desgracia, también la hirió y tuvo que seguir lo mismo hasta dar la vida para entenderlo; ser amada no era para ella.
Tres golpes en la puerta despertaron a Anya. Anya abrió los ojos y sintió alivio de que que no hubiera clases todavía. Se levantó y dio permiso para que pasarán.
Leny pasó haciendo reverencia y Anya la miró curiosa pues ya había sido dos veces en las que ella venía en vez de otras sirvientas.
—Señorita, ¡feliz cumpleaños!— Exclamó alegre.
Anya solo rio al escuchar esas palabras que le daban nada más que escalofríos en su cuerpo.
—Al menos alguien me recordó en esta casa...— Murmuró por lo bajó.
Anya se dirigió al armario y lo abrió. Estaba viendo que ponerse para este día tan importante para Alice y al mismo tiempo para ella. Las dos cumplían años.
—¿Qué le parece este vestido?, Señorita Anya.— Preguntó tendiendo un bello vestido color rozado.
—No.— Negó rápidamente Anya al mirar el color que le desagradaba.
Anya agarró uno al hazar, uno de color azul oscuro y sencillo. La sirvienta, aceptó rápidamente y le ayudó a vestirse, sabía perfectamente que no podía opinar.
Al terminar de arreglarse, Anya salió de la habitación y se dirigió al despacho del Duque con las palabras de aquel chico desconocido en su mente. Tocó dos veces y entró al escuchar su permiso.
—Buenos días Duque.— Saludó haciendo una leve reverencia.
Al parecer el Duque tenía compañía pues se encontraba con un señor que atinó que era un comerciante, pues lo había visto muchas veces en el pasado y era muy famoso por los artículos que vendía.
Al notar que era Anya, Edgar ordenó al señor que se marchara y este se retiró.
—Fe...—
—Duque...—
Dijeron al mismo tiempo y se quedaron en silencio.
—Lo siento, ¿que me decía?— Se disculpó Anya por interrumpirlo.
El Duque negó con la cabeza y dijo: —Habla primero.— Permitió el Duque.
—Duque... como sabe, hoy es mi cumpleaños y no se preocupe, no le vengo a pedir un regalo.— Habló mientras el Duque frunció ligeramente su ceño, pero se mantuvo en silencio escuchando.
—Sabe... yo... Quiero abandonar el ducado.—
aburrida
Alguien que me responda porfa