Lee Hyuk
Que buena e increíble suerte tuve.
Tengo a esta mujer muy cerca, colocándome una base clara, desparramándola con sus dedos y retocando con una brocha. Su tacto delicado, cuidadoso, me acelera el pecho. Ahora, comienza a ponerme brillo en los labios. Trato de no mirarla, porque tengo miedo de tener una erección y que sea demasiado obvia.
Ella no parece nerviosa de tocarme y eso me hiere el orgullo. Toma los instrumentos con firmeza y los pasa con cuidado sobre mi rostro. Uno de sus dedos apenas me roza mis labios por accidente y es como fuego.
Ya sé, soy yo el que está ardiendo por ella. Cualquier detalle me desborda. De repente se inclina un poco más hacia mi, para cubrir mi frente con el polvo. Hecho un vistazo y noto que, debajo de esa sudadera gris que trae puesta, parecen haber unos lindos senos.
Dios, esto es un maravilloso martirio...
—Permiso — me pide ella.
—No tiene que pedirlo — le digo y no puedo evitar cierto tono galante.
En un momento nuestras miradas se cruzan y ahí la descubro: ella está tensa. No se si es por cómo le hablé o, tal vez, ha estado así desde el principio, pero noto que el calor se le subió a las mejillas y mi piel reacciona. Es por eso que me arriesgo e intento hacer un movimiento discreto. Mi mano, que antes reposaba en mi pierna, se escabulle muy lento, hasta alcanzar la rodilla de Eva con la punta de los dedos. Apenas logro rozarla y siento electricidad.
Noto que ella traga saliva, pero no quita la rodilla; ella no evita que la toque y la deja ahí para mi. Buena señal. Me atrevo un poco más y la acaricio, teniendo la certeza de que nadie está viendo lo que hago.
Eva me mira con esos ojos misteriosos y oscuros. Sonríe nerviosa.
—Creo, señor Lee... — me dice en voz muy baja, tan cerca de mi rostro que me hace estremecer, mientras me polvea la nariz — que ayer fui muy clara con usted.
En ese mismo momento, la otra maquilladora y mi compañera de modelaje se levantan para dirigirse al set y comenzar de una vez. Eva y yo nos quedamos solos, por casi un dichoso minuto más.
—Ayer, yo también creo haber sido claro con usted, Señorita Ruiz— le respondo, como en una especie de contraataque.
Ella termina de maquillarme y yo me pongo de pie. Antes de ir al set, vuelvo a repetirle con cierta seriedad, para que entienda que no juego:
—Quiero que venga una noche a mi habitación en el Hilton. No le estoy pidiendo nada raro.
Dicho esto, me voy y la dejo con la palabra en la boca, mientras me acomodo el cuello de la camisa, pensando en la fragancia suave que emanaba su piel al tenerla tan cerca, en cada gesto que pude registrar de ella. No me importa si es casada, soltera, tenga novio o no... La quiero en mi cama, entre mis brazos y mis sábanas.
Hago contacto visual con mi compañera de sesión , camino hacia ella y me acomodo en el set justo a su lado. De un momento a otro, empiezo a sentir las cámaras sobre nosotros. Yo sonrío, como siempre, y abrazo a mi compañera, posando en un suntuoso sillón que se recorta junto al río y los edificios modernos. El director nos pide cosas y los asistentes pululan a nuestro alrededor, mientras seguimos sus indicaciones.
En medio de ese trajín, mis ojos caen sobre Eva, que está guardando algo en su bolso. Luego, saluda a la maquilladora y se va. Mi distracción me vale el reclamo del director, quien me pide por tercera vez que mire a mi partener a los ojos.
Cuando termina la sesión, al fin me siento libre. Hacer publicidad no es algo que me entusiasme mucho, pero cuando lo hago no me cuesta demasiado. Y, para mi buena fortuna, mi compañera de set es bastante linda, aunque un poco "intensa". En un momento, sentí su mano muy cerca de mi trasero. No me extrañaría que ese "accidente" fuese a propósito...
—¿Y? ¿Cómo te sentiste?
Ahí está ella, la monumental Maru Etchegoyen con una amplia sonrisa ofreciéndome un vaso de agua. Es una mujer realmente atractiva, de cabello castaño y unos preciosos pechos que se marcan en ese vestido corto escotado.
—¡Mm! —asiento mientras le recibo la botella— Fue un buen trabajo. Estuviste realmente bien.
— Y vos estuviste divino — me halaga — Che, nada que ver lo que te voy a decir, pero me encantaría llevarte a un bar. Para que conozcas algo de Buenos Aires ¿ qué decís?— me invita con amabilidad.
Bingo. Esto me lleva a pensar que mis conjeturas no eran tan erradas y que esta propuesta podría terminar en otra cosa.
—Si, desde luego —contesto agradable.
¿Por qué tengo que ser así de fácil? Del otro lado, Jin, mi representante, me mira con su habitual cara rígida, como sospechando, encontrándose a pocos metros de nosotros. Él se acerca.
—Hyuk, en veinte minutos tenemos que estar en el estudio. Y necesitaría hablar contigo de unos asuntos. —educado, se dirige a Maru — Señorita Etchegoyen, si nos disculpa, por favor…
—No hay problema. Nos vemos allá.
Ella sonríe y se va con el director mientras yo me voy con Jin.
—Escucha — me dice Jin — Debes tener cuidado con tus “encuentros” con mujeres, ¿ok? Si bien en este país la prensa no te conoce demasiado, no hay que descuidarse. Especialmente con So-min. La vi salir del Hilton en la noche. Reza para que los paparazzis no los hayan visto.
— Siempre vigilas todo lo que hago, ¿verdad? Eres peor que la prensa— me quejo—. Además, dijiste que no enviaron a nadie desde Corea.
—Por ahora, sigue siendo así. Pero no esperes a que ellos quieran quedarse en sus casas por mucho tiempo. Tarde o temprano, vendrán —él apoya una mano sobre mi hombro— Yo solo estoy cuidándote, Hyuk. Y otra cosa : no me gusta que te acuestes a las 3 am. No puedes dormir menos de cinco horas, ¿entiendes?
No es la primera vez que me siento vigilado por este tipo. Seguramente, mi guardaespaldas se lo contó (o fue obligado). De todas formas, Jin puede ser un poco acartonado y estricto conmigo, pero le debo el éxito de mi carrera.
Cuando Jin terminó con su sermón, los dos caminamos hacia un auto oscuro, con la intención de regresar al estudio.
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Comments
Auristela Martinez
eso es para que sea tan alegre Cachón con las mujeres
2022-04-18
2
Maria Elsa Elhaiek
pero que tipo mas creído...POR DIOS!!!
2022-04-09
1