– Buenos días Tara.
El sonido de los utensilios de cocina chocando de lado a lado se detuvo cuando Tara se percató de la presencia de Iván en la cocina. Miró sobre su hombro para asegurarse de que él no fuera lo suficientemente idiota como para no haber guardado una distancia prudente entre los dos. Afortunadamente lo encontró sentado en uno de los taburetes que había detrás de la isla de la cocina.
– Buenos días Iván.
Bien, había logrado pasar mas de dos palabras con él sin necesidad de haber entrado en una discusión. "Los ánimos están menos caldeados" pensó ella mientras se daba vuelta y continuaba lo que estaba haciendo. Iván no pudo evitar lanzarle una mirada de sorpresa al ver como ella le dejaba en un plato una pequeña porción de desayuno.
– Te lo agradezco.
– No te hagas tantas ilusiones, cuando aprenda a distribuir bien las proporciones no verás otro como ese de mi parte.
Aunque no podía verlo porque ya estaba camino a las escaleras, Iván no pudo evitar lanzarle una mirada cargada de diversión. Podía decir y alegar lo que quisiera, pero había logrado que aquella chiquilla le preparara un desayuno tras su primera noche conviviendo juntos. Tomó un pedazo del pan tostado y lo mordió. Crujiente y con buena textura, como le gustaba. Con un tenedor tomó un poco de los huevos revueltos que había en el plato y se lo llevó a la boca.
Se sentía muy complacido ya que al parecer Tara tenía buenas habilidades en la cocina. O eso pensaba hasta que mordió algo crujiente, y no era precisamente el pan. Lo tomó entre sus dedos solo para percatarse de que se trataba de un pedazo de cáscara. Después de aquel descubrimiento era él quien esperaba no recibir ninguna otra comida por parte de ella.
Mientras tanto, en su habitación Tara disfrutaba del resto de su chocolate envuelta en sus sábanas. Tenía tantas cosas en las cuales pensar pero por alguna razón en ese momento se hallaba completamente en blanco. Quizás lo mejor para ella sería quedarse encerrada en su habitación organizando y dándole vida a su espacio. Luego de permanecer en cama durante media hora más, se puso de pies con energía y tomó el equipaje que había traído con ella para dejarlo todo sobre la cama.
Así estuvo todo el día, yendo y viniendo por toda la habitación, doblando ropa, colgando fotos, desempolvando adornos, ni siquiera sintió el paso de las horas transcurrir, no fue hasta que su estómago gruñió que se percató de que no había comido nada más luego de su desayuno.
Aprovechó que la habitación se hallaba impecable para tomarse un descanso y salió de esas cuatro paredes. Mientras caminaba descalza por el pasillo a su mente se le ocurrió la brillante idea de preguntarse dónde se hallaba Iván. La noche ya había caído y le parecía extraño no haber sentido su presencia en todo el resto del día. Tampoco es que haya estado tan absorta en lo que hacía.
Llegó al último escalón y examinó toda la planta baja, realmente Iván no estaba por ningún lado, eso era bueno. Caminó hasta la cocina y una caja cuadrada y plana llamó su atención, la abrió por simple curiosidad, encontrándose con varias rebanadas de pizza. Bien, si Iván se había tomado la molestia de dejarle algo para cenar no podía negar que era un gesto muy humanitario de su parte.
Tomó la caja en sus manos y se desplazó hasta el sofá de la sala de estar, tomó el control remoto una vez que había dejado la pizza en la mesita de centro y encendió el televisor. Pasó uno a uno los canales sin saber qué ver y simplemente lo dejó en la primera película infantil que se cruzó por su camino. Estuvo buen rato comiendo y entretenida en lo que estaba mirando, y cuando quiso pararse para ir a tomar una ducha, casi cayó muerta al mirar la imponente figura que había estado a un lado de ella sin saber por cuánto tiempo.
– ¿Qué estás haciendo ahí? ¿Planeas matarte de un susto?
– Puede ser —murmuró Iván pasando una mano por su pelo para apartar los mechones de su cabello que goteaban— ¿Ya terminaste?
Tara se quedó pérdida unos segundos antes de poder comprender la pregunta que Iván le había formulado. Pero qué culpa tenía ella de que aquel individuo se hallara en plena sala de estar vistiendo una simple toalla alrededor de su cintura y con su cuerpo goteando agua de la ducha. Si lo conociera un poco más no le importaría pensar que en ese momento parecía haber sido tallado por ángeles.
Pero como llevaban un tipo de convivencia complicada, lo único que pudo pensar fue "exhibicionista" antes de lanzarle una mirada de desprecio. Tomó la caja de pizza en sus manos y se movió hasta la cocina para dejarla en la basura. Lavó sus manos y se dio media vuelta con la intención de subir, darse un buen y relajante baño y terminar por dormirse en su cómoda cama. Pero su adorada fantasía se vio interrumpida por la fuerte mano de Iván cerniéndose sobre la muñeca de ella.
– No me respondiste Tara.
– Ya he terminado aquí —lo miró exasperada— Puedes disfrutar de tu noche en total tranquilidad.
Los ojos de Iván le dedicaron una mirada que no supo descifrar, y su mano se cerró con más presión sobre ella.
– Sí, puede que tengas razón... —guardó silencio como si estuviera imaginando aquello— Pero no estaría mal pasar un rato en compañía.
Los ojos de Tara lo analizaron con cuidado, intentando descubrir el momento en el que se reiría de ella diciéndole "caíste". Pero por más que esperara no parecía que fuera a llegar. Sin embargo, no sabía que tan buenas eran sus intenciones.
– Gracias, pero paso.
Movió su brazo para zafarse de su agarre y continuó su camino, antes de que los dedos de Iván volvieran a sujetar su muñeca. ¡Qué insistente!
– Sé que hemos comenzado con el pie izquierdo, pero no tiene por qué ser así. Tratar de pasar un rato agradable no nos va a matar a ninguno.
Cierto, tenía razón. Pero ella no lo veía así. Estaba cansada, apestaba a sudor y solo quería poder lanzar su cuerpo contra algo mullido que la atrapara en plena caída. Iván no parecía ser del todo desagradable, aunque tampoco era un pan de Dios, pero mental y físicamente prefería evitarlo lo más que pudiera. Sin embargo, a pesar de todas las negativas que su vivaz mente estaba formulando, sus labios parecieron traicionarla.
– Bien, me doy una ducha y vuelvo.
Se movió con rapidez sin darle tiempo a Iván de que se planteara volver a sujetarla con la intención de hacerle alguna otra insistencia, y subió de dos en dos los escalones. Caminó por el pasillo hasta encerrarse en el cuarto de baño que quedaba justo al lado de su habitación. Afortunadamente se había tomado unos minutos durante el día para poder dejar una toalla y un cambio de ropa en el lugar, de lo contrario se vería obligada a salir de su refugio momentáneo.
Con toda la calma que podía reunir, llenó la bañera, dejando caer en ella cualquier gel de baño que hiciera espuma y la ayudara a tener una ducha más agradable. Soltó su cabello, retiró su ropa de indigente guardándola en el cesto para las prendas sucias, y sumergió su cuerpo en el agua.
Fue una sensación demasiado agradable y pensó que si permanecía más tiempo del requerido lograría hacer que Iván perdiera el interés de pasar un rato con ella. Se olvidó del mundo mientras tarareaba y chapoteaba haciendo sonidos raros con el agua, y cuando decidió salir no sabía con exactitud cuánto tiempo había estado encerrada allí. Envolvió su cuerpo con la toalla para secarlo y seguidamente vestirse con la ropa que tenía.
Con una mano abrió la puerta del baño para salir mientras que con la otra se secaba el cabello con una pequeña toalla, y chocó de frente con algo robusto. Alzó la vista para darse cuenta de que se trataba de Iván. "Qué novedad" pensó rodando los ojos.
– Ahórrame por favor la molestia de preguntarte qué es lo hacías allí parado.
– Vine a buscarte. Temía que si no lo hacía no bajarías por cuenta propia.
– Eso deja mucho que decir de ti. Pero cuando digo algo lo cumplo.
Lo apartó con un movimiento y como si él no existiera, caminó hasta la sala de estar y tomó asiento en el sofá. Un segundo más tarde ahí lo tenía a su lado. Esperó pacientemente hasta que Iván buscó la película que les permitiría pasar una noche en compañía. El título citaba "Me before you".
Aunque no era algo común, mientras vivió en el orfanato Tara disfrutó de algunas escasas noches en las que complacían a los niños poniéndoles alguna que otra película, pero no era muy conocedora de ese tipo de actividad, así que se limitó a observar en completo silencio.
Conforme la película avanzaba pudo percatarse de que la categoría era de romance, sus ojos se fijaron en el hombre a su lado mirándolo con inquietud. Segundos más tardes los ojos de Iván conectaron con los de ella. Repentinamente se sintió avergonzada de haberlo estado observando con tanto sigilo. No quería ser malinterpretada.
– ¿Película de romance? —alzó una ceja con incredulidad.
– Sí —expresó con simpleza Iván— ¿No es eso lo que a las chicas les gusta?
Tara lo miró fijamente. No podía decir si Iván acababa de hablar con inocencia o si se estaba haciendo el desentendido.
– ¿Planeas enamorarme con esa forma tan pasada de moda? Dámelo —exigió con la mano en alto en dirección al control remoto.
– ¿Enamorarte? ¿Por qué querría yo mismo condenarme? —se burló mientras le pasaba lo que le había pedido.
– Desagradable. En el orfanato era considerada una de las más bonitas, muchos de los chicos se sentían atraídos por mí —de repente, la conversación se había convertido en un ring de pelea.
– No me digas. ¿A ese punto ha retrocedido la estética masculina?
No quería aceptarlo pero era obvio que se estaba divirtiendo a costilla de Tara quien se veía cada vez más molesta. Un golpe en el pie fue más que suficiente para servirle de advertencia.
– Como quieras, tú ganas.
Silencio. Esa fue la respuesta que obtuvo por parte de Tara, y debería sentirse halagado de que ella no se hubiera parado, marchado a su habitación y dejado sólo en aquella farsa que estaban teniendo. En su lugar, la película dio inicio y ambos se perdieron en sus diferentes mundos. "Destino final" marcaba la pantalla esta vez, en letras grandes el nombre de la película.
Nada de romance ni cosas delicadas, pensó Iván con una pequeña sonrisa en los labios. Ya se había hecho a la idea de cambiar sus gustos y comenzar a sacar un poco su lado sensible para evitar ofender tan seguidamente a la quisquillosa recién mudada, pero comenzaba a darse cuenta de que después de todo no iba a ser necesario. O al menos no tanto.
Sus ojos vagaban de la televisión a su compañera siempre que tenía la oportunidad. Y cuando la película se dio por terminada, se puso de pies con rapidez para evitar que Tara se diera cuenta de que no había estado prestando atención a la película por estarla mirando a ella.
– Fue una noche agradable, que descanses.
Subió con la misma prisa que llevaría cualquiera que tuviera la necesidad de llegar a un baño, lo que dejó muy desconcertada a Tara.
– Quisiera decir lo mismo —murmuró encogiéndose de hombros y ordenando el sofá de la forma en la que lo había encontrado.
Cuando terminó subió con calma las escaleras, de todas formas no tenía prisa. Ni siquiera sabía cómo, pero había logrado que Iván le saliera corriendo a ella, por lo regular las cosas eran al revés. Caminó por el pasillo hasta adentrarse en su habitación y perderse en ella.
Giró sobre su cuerpo para acomodarse de posición y sus ojos se abrieron en el proceso. ¿Ya era de día? Sentía como si se hubiera acostado hacía tan sólo cinco minutos. Se incorporó lentamente y miró el reloj que tenía sobre su mesita de noche y ahogó un grito. La hora marcaba 11:48 am.
Trató de quitar con prisa la sábana que se había enrollado en sus piernas y saltó de la cama. Para cuando terminó de arreglarse ya era más de medio día. Comenzaba a extrañarle que Iván fuera un huésped tan silencioso y poco notorio. Quizás esta vez sí ya se hallaba fuera de la casa.
Anduvo por todo el pasillo y bajó las escaleras animada, se dirigió hacia la cocina y se le escapó un grito al ver la espalda de Iván en la cocina. ¿Es que acaso no tenía vida social y solo sabía mantenerse encerrado en las cuatro paredes de la casa?
– Oh vamos Tara, tampoco me veo tan mal en las mañanas.
Ella le dedicó una mirada que dejaba mucho que decir mientras se sentaba en uno de los taburetes que estaban detrás de la isla. Al segundo Iván dejó un plato de pasta para Tara.
– Muy gracioso, pero la verdad es que no esperaba que estuvieras aquí — examinó y olfateó el plato con dudas— Tampoco sabía que supieras cocinar. ¿Seguro que esto no está envenenado?
– Bueno, a diferencia de ti, estoy seguro de que no encontrarás elementos no digeribles en mis platos.
Una risa se le escapó a Tara, y se apresuró a disimularla llevándose una cucharada de comida a la boca. Durante todo el almuerzo no mediaron palabra alguna, y evitaron mirarse. Tara fue la primera en terminar, limpió la vasija y caminó hasta las escaleras, deteniéndose a mitad de camino.
– Sobre eso —murmuró mirando sobre su hombro, captando la atención de Iván— La cáscara en el desayuno de ayer fue a propósito.
Salió disparada hacia las escaleras con una brillante sonrisa plantada en su rostro.
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Comments
Amaya Cedeno
Me está gustando la novela, como dije esta bien escrito y estoy en la espera de algo que me sorprenda (Y tu novela lo está logrando)
2021-05-19
1
Johanna Trinidad
Me encanta esto ⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
2021-05-11
2
ViPeR
Buen capítulo, todo muy bien redactado, una buena historia de por medio, sin duda esta novela tiene un futuro prometedor y una buena escritora que sabe cómo envolverte en la historia, me encanta 10/10.
2021-03-23
1