ANNIE
Entro al lavabo y miro mi rostro en el espejo. La piel canela de mi rostro está opaca, y mis ojos color ámbar están cubiertos por un manto de tristeza. Suelto la liga de mi cabello y alboroto un poco mis rizos rojizos, dejándolos caer en cascada por mi espalda. Un suspiro se me escapa mientras entro a la ducha, permitiendo que el agua caliente caiga sobre mi cuerpo. La sensación del agua es reconfortante, pero no puede borrar la duda que se ha instalado en mi mente. Él aún no ha llamado... Creo que en realidad todo se terminó hoy.
Me reprendo a mí misma por seguir dando vueltas en el mismo punto y salgo del baño. Hoy disfrutaré sin pensar en nada. Tomo mi teléfono, lo apago y lo tiro encima de la cama. Me dirijo a mi closet, esperando encontrar algo que me haga sentir mejor. Al abrirlo, me llevo una gran decepción: está lleno de trajes formales para ir a trabajar. Esculco entre la montaña de ropa aburrida y finalmente encuentro el vestido ideal. Es de cuero negro, con la parte delantera muy recatada, pero la parte de atrás con un escote amplio que llega hasta las caderas.
Me lo pruebo y el resultado es exactamente lo que buscaba; me veo increíble. Me admiro en el espejo, girando lentamente para apreciar el ajuste perfecto y la elegancia que el vestido confiere a mi figura.
—¿Estás lista? —Julia irrumpe en mi habitación, sus ojos se abren como platos al ver mi atuendo—. ¡Dios mío!
Sonrío al ver la divertida expresión de su rostro. La risa en su voz es contagiosa y, por un momento, me olvido del dolor que me aqueja.
—¿Me veo bien? —pregunto, con algo de seguridad en mi tono.
—¿Qué si te ves bien? —abre los ojos aún más—. ¡Te ves increíble! ¿Dónde tenías guardado ese modelito, nena? Esa es la Annie que conozco —me abraza, y mi corazón se siente un poco más ligero. Su entusiasmo es genuino y, de alguna manera, reconfortante.
Doy las gracias y correspondo a su abrazo. Luego, al escanear su pinta, me doy cuenta de que la ropa que lleva es mucho más atrevida que la mía. Lleva un vestido rojo brillante y tacones altos que resaltan su figura con confianza.
—Veo que te tomaste lo de portarnos mal al pie de la letra —bromeo, y ella me saca la lengua con una sonrisa traviesa.
—Quiero que todo mi cuerpo diga: "Follaré contigo y mañana no recordaré ni tu nombre" —se ríe cínicamente, y yo sacudo la cabeza en negación. Su actitud despreocupada es refrescante.
Ambas salimos de la casa y tomamos un taxi que nos lleva a la zona más concurrida de la ciudad. Las luces de neón y el bullicio nocturno nos envuelven a medida que nos acercamos a nuestro destino. Bajamos del taxi, y Julia me encamina hacia la discoteca más costosa de la ciudad.
—¿A dónde vas? —la tomo del brazo—. No me dijiste que me traerías aquí. No traje suficiente dinero para costear este lugar —le susurro al oído, la música alta hace que nuestra conversación sea un desafío.
—Relájate, corazón, esta noche bebemos gratis —me dice también al oído. La confianza en su voz es reconfortante. Entramos sin hacer fila, el guarda de seguridad parece conocerla muy bien y nos deja pasar con un gesto de familiaridad.
Subimos hasta la zona VIP, donde la música es menos ensordecedora y el ambiente se siente más exclusivo. La decoración lujosa y el ambiente sofisticado nos envuelven. En la zona VIP, un hombre alto de piel trigueña aparece de la nada, sonriendo ampliamente mientras se dirige hacia nosotras.
—¡Alessandro! —grita Julia, y él se acerca, besando cada una de sus mejillas con una familiaridad que me sorprende.
—Leah dolcezza —responde él con un acento italiano que le da un toque exótico—. ¿Leah? ¿La llamó por otro nombre? ¿Qué carajos está pasando aquí? —mi mente comienza a girar, confusa y preocupada—. Y esta bellísima mujer... ¿quién es?
—Yo...
—Abby... —me interrumpe Julia—. Su nombre es Abby —repite, y yo la miro en desaprobación. Ella me hace gestos que imploran silencio.
—Mucho gusto —digo al fin al italiano, tratando de disimular mi enojo. La intriga por el cambio de nombre y el desconocido entorno me deja un poco desorientada—. ¿Podría decirnos dónde está el baño? —pregunto, mirando fijamente a Julia, prometiéndole una muerte lenta y dolorosa.
—Al fondo, al final del pasillo —hace un gesto con la mano.
—Las estaremos esperando en el palco —le susurra algo a Julia en el oído antes de irse.
Tomo a Julia del brazo y la arrastro hasta el baño.
—¡Auch! ¡Suéltame, me estás lastimando! —se queja mientras yo la suelto.
—¿A dónde demonios me has traído? —trato de respirar hondo, luchando con mi frustración—. ¿Por qué has cambiado tu nombre y el mío? —doy vueltas de un lado a otro—. Dime que no estamos en las garras de un mafioso.
—Escucha —rueda los ojos—. Tienes 28 años y te comportas como una niña —me reclama, cruzándose de brazos.
—¿Y qué esperas que piense? —le pregunto con desdén.
—¡Shhh! —me interrumpe—. Alessandro no es un mafioso... Es el CEO italiano con más influencias de las que puedes imaginar —suspira—. He mantenido mi identidad en secreto porque está obsesionado conmigo.
—Me cago en la... —me contengo de terminar la vulgaridad—. ¿Entonces qué demonios hacemos aquí?
—Porque es una amistad privilegiada, tonta —hace un gesto de cinismo—. Y no la quiero perder.
Se encamina hacia la salida, y yo la sigo, sintiendo que la confusión y la ira se mezclan en mi interior.
—Espera... él dijo "las estaremos" esperando. ¿Hay alguien más? —la miro levantando una ceja—. ¿Me has tendido una trampa, verdad?
—Pues, terminarás o no con la idiota de Mikael Owen, te iba a raptar esta noche —me mira con picardía—. Hay alguien que quiero presentarte.
Salimos del baño y caminamos al palco. Al llegar, unos rizos dorados me dan la bienvenida. Se pone de pie y puedo admirar la perfección hecha hombre. Es alto y atlético, con una presencia que parece dominar el espacio. Todo parece transcurrir en cámara lenta. Sus ojos azules, enmarcados por grandes pestañas, se clavan en mí profundamente. Este hombre es un festín para los sentidos.
—Soy Aaron Floyd —pronuncian sus labios carnosos y delineados. Su nombre me suena familiar, pero en este momento, mi cerebro está colapsado por la inundación de dopamina.
—An... Abby —digo, mintiendo al último instante. Este hombre ha dejado aturdidos mis sentidos.
—Qué gusto, A-bby —resalta cada sílaba de mi nombre falso mientras mi mente ansía escuchar mi verdadero nombre en sus labios.
Mi corazón late desenfrenado. Este hombre es el pecado hecho carne. El nombre Aaron resuena en mi mente, y la atracción que siento es intensa y abrumadora.
ANNIE
AARON
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Comments
Viviana Bustos Aldana
Annie solo ver a Aaron y ya se te olvidó el Mikael 🤫🤫🤫
2025-05-19
1
Viviana Bustos Aldana
Julia estás jugando con fuego
2025-05-19
1
Maris Benitez
UPS 😍😍😍😍 creo que Ann ya se olvidó del ex 😃😜😜😃💪💪
2024-11-09
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