La noche se desplegaba como un manto suave y cálido sobre la ciudad, iluminada solo por la luz tenue de las farolas que se filtraba a través de las cortinas.
Will, después de la afrenta de Mario dejó que la calma de la ciudad, aliviará la tormenta que vivía muy dentro de él quitó su camisa quedando solo en pantalones.
Salió de esa habitación y Aida se encontraba en posición sumisa, postrada de rodillas con la espalda erguida donde la perfecta joya de sumisión adornaba el cuello de la mujer.
Aida.
Sus manos estaban perfectamente acomodadas una en cada muslo, su posición erguida era perfecta, su mirada gacha no era miedo, no era temor, ni mucho menos menosprecio, era una entrega, una forma de decir soy tuya guía mis pasos.
La pareja se movía con una sincronización silenciosa, cada uno consciente de los movimientos del otro. No era la primera vez que Aida se encontraba en esa habitación con él, era una de sus dos sumisas; sin embargo, cada entrega era una melodía diferente, su corazón no dejaba de latir en cada escena de la que era privilegiada.
Will con sumo profesionalismo, tomó una fusta, el cuero frío del que estaba realizado el objeto acariciaba la piel de la mujer, paseando desde su mejilla, cuello, deslizándose por su hombro descubierto.
Llevaba puesto solo un conjunto de ropa interior de encaje rojo, la bata que la cubría se encontraba tirada a sus pies, en señal que dejaba de ser de ella para pertenecer a él en esa escena.
—Ponte de pie, ve a la cama.
Ordenó con voz ronca, autoritaria.
Aida obedeció, se colocó de pie y se acostó en la cama.
Will camino a su organizador, sacó una vela de color celeste.
Llegó a la cama, Aida se tenso al ver lo traído por su amo.
—¿Confías en mí?.
Preguntó Will acariciando las muñecas de su sumisa.
—Sí, amo.
Respondió Aida.
Will tomó una tela roja y la pasó por los ojos de Aida dejándola vendada.
Acarició su piel desde sus hombros hasta sus muñecas.
Aida involuntariamente gimió.
Will tomó la fusta y dejó caer un azote en su abdomen, no un azote que lastimara, si no que recordara su sumisión.
—No te permití ese ruido.
Dijo él rozando su rostro en el cuello de su sumisa.
Aida mordió sus sus labios internamente, su cuerpo se estremeció, pero no se movió, su mente le daba órdenes a un cuerpo que reaccionaba solo con sentir el aliento de su poseedor.
Will tomó unas esposas, de látex, las colocó perfectamente alineadas en las muñecas de su sumisa y las ató a la cama.
Camino a la hielera y tomó en una taza de cristal varios cubos pequeños de hielo.
Puso la taza al lado de la vela, busco otro juego de esposas y las colocó en los tobillos de Aida y de igual manera la ató a los pieceros de la cama.
Se levantó y reparó el cuerpo ahí amordazado, y su mente le jugó sucio y una mirada triste, se le vino a la mente. Sacudió sus pensamientos y a la vez recordó otra mirada fuerte, decidida, y herida que había captado toda su atención.
Tomó la vela en símbolo a ese pensamiento que lo quemaba, a esa mirada que lo consumía.
La vela estaba hecha de un material especial que no permitía que la esperma lastimara al tener contacto con la piel.
Ardía, sin embargo no quemaba.
Prendió la vela la sostuvo con una mano y con su otra mano acomodó el recipiente de hielo, metió uno de sus dedos, dejando que el hielo lo llevara a esa mirada fuerte, desinteresada y fría como este mismo hielo.
La vela ya tenía el líquido necesario y con el cuidado de un profesional Will dejó que unas gotas cayeran en el abdomen de la sumisa.
Ella al sentir no pudo evitar estremecerse, no sintió dolor, fue un ardor suave y cálido después de las gotas calientes en su dedo tenía el cubo de hielo pasándolo por el lugar afectado anteriormente, ocasionando un sentimiento placentero.
—¿Estas bien?
preguntó Will sabiendo que es la primera vez que ella experimenta esta escena.
—Si amo.
Respondió Aida en un susurró ahogado.
Will continuó, esta vez dejó caer varias gotas alineadas, cada gota era un significado de desprendimiento, ahí soltaba el fuego que lo consumía.
Luego pasaba el hielo, que significaba un comienzo, una forma de decir soy libre, no soy culpable, el hielo alivia ese fuego que lo condenaba y recordaba que en la vida muchas veces parecemos culpables, sin embargo somos víctimas.
Will, repitió el acto muchas veces en diversas partes del cuerpo atado, vio la piel de Aida enrojecida por el acto en que fue expuesta, sin embargo sonrió al ver que ella fue obediente y fuerte para resistir él castigo experimentado.
Aida sintió temor, de lo que fuera a sentir; sin embargo, en el camino del castigo su cuerpo sé adicto a lo que sentía, y dejó de sentir cualquier ardor o dolor para sentir placer, su cuerpo esperaba cada gota ardiente para ser consolado por aquel suave hielo que la acariciaba junto al gobernador de su cuerpo. Experimentando un placer indescriptible.
Will debía darle un premio, así que abrió la gaveta de la cama y sacó una caja pequeña en donde tenía un vibrador.
Con unas tijeras cortó la pequeña tela que lo alejaba de la intimidad de su sumisa, y con sumo cuidado empezó a pasar el vibrador, Aida respiró pausadamente mordió sus labios, no podía contener sus gemidos.
Will se acercó a su oído.
—No te contengas.
Susurró y dio un pequeño mordisco en el oído de la chica ocasionando que un espléndido gemido saliera de sus labios.
Aida gimió mientras Will jugaba con el objeto por sus partes más sensibles, cada vez que Aída estaba al límite, Will paraba y no la dejaba obtener el orgasmo que se avecinaba.
Will sacó un nuevo vibrador, uno vaginal, introdujo dos de sus dedos en ella haciendo movimientos circulares, Aida arqueaba su espalda, su cuerpo se sentía cansado; sin embargo, quería más de lo que estaba recibiendo.
Will García.
Will introdujo el vibrador vaginal, se alejó. Él se sentó en el sofá, con la cabeza apoyada en el respaldo, y la miró mientras unió un botón en un control que llevó en sus manos. Ella gimió placenteramente, él dejó el botón hundido y el objeto la estimulaba, la mujer se movía circularmente sintiendo placer, gemía y arqueaba su espalda en el acto.
En ese instante él vio que su cuerpo no resistiría más y dijo las palabras desde allí donde estaba sentado.
—Vente para mí.
Ordeno.
Aida sintió un alivio al escucharlo y su cuerpo no podía resistir más, gimió de una manera liberadora, dejando que su cuerpo soltara todos los espasmos contenidos.
Aida relajó su cuerpo dejando salir un suspiro y de repente Will volvió a hundir el botón haciéndola saltar y su cuerpo erizarse completamente.
Will se levantó retiró el aparato. Quitó la venda y las esposas.
—Te has portado bien.
Quitó la cadena de sumisión.
—Gracias.
Hablo Aida ya no teniendo el collar.
Will se dirigió a una gaveta sacó un estuche y una hermosa gargantilla de gran valor descansaba en ella.
Aida dio una sonrisa espléndida, amaba los regalos de Will al terminar una escena.
—Retírate.
Dijo Will.
Aida asintió se dirigió a su bata que se encontraba en el suelo se la coloco y salió de la habitación.
Will salió de esa habitación y entró a su oficina tomo la botella de whisky un vaso y se sentó en el mueble. La luz de la lámpara de mesa creaba sombras suaves en su rostro, y él se sintió cómodo y tranquilo con su soledad, esa lo ha acompañado por todo este largo tiempo.
La noche era un refugio, un espacio donde podían dejar de lado las preocupaciones del día y simplemente estar solo con él mismo.
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Comments
CA®OL ✨🪐
Papasito ricoooooo, eres un pecado completito 🤤🤤🤤🤤
2025-09-28
21
CA®OL ✨🪐
Pero y el acto carnal? que paso con el mete y saca? El quedar agotados, destruidos? fue puro vibrador, así no hay chiste 🥺🥺🥺🥺 quería acción de la buena
2025-09-28
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Loto
mi queridísima escritora Bedoya esperaba un poco más de acción que las piernas no le dieran para caminar después de una estenuante faena quería más 🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥😈😈😈😈😈
2025-09-28
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