MORGAN.
—Morgan, si no fueras mi amiga, te daría con todo. ¡Estás que ardes! —Meg me guiñó un ojo, juguetona, y se echó a reír.
Me miré en el espejo y asentí. Había que reconocerlo, Meg tenía talento. El vestido era precioso, aunque un poco atrevido para mi gusto. El escote en V y la tela ceñida no dejaban mucho a la imaginación, pero ella insistió en que ya era hora de que saliera de mi zona de confort. Por otro lado, el maquillaje era perfecto: destacaba mis ojos sin ser demasiado dramático. Era formal, pero también relajado. Justo lo que me gustaba.
—¡Sí, claro, Meg! —dije, riéndome—. ¡Vamos, que los chicos no deben tardar!
De repente, mi celular vibró. Era un mensaje de Dylan. "Ya estamos abajo, apúrense". 9:30 p.m.
—¡Llegaron! —grité emocionada.
Bajamos a toda prisa, y ahí estaban: Dylan, Hunter y Caleb. Los tres se veían tan bien que me quedé sin aliento por un segundo.
—Hola, chicos —dije, subiendo al asiento del copiloto.
—Hola, Morgan —respondieron Dylan y Hunter al unísono, sonriendo.
—Hola, nena —respondió Caleb, con una sonrisa coqueta que me hizo sonrojar un poco.
—¿Listos para la mejor noche de nuestro último año? —preguntó Dylan, con una enorme sonrisa en su cara.
—¡SÍ! —gritamos todos a coro mientras el Jeep de Dylan se ponía en marcha. El motor rugía, y la emoción nos invadió a todos.
La Fiesta y el Reencuentro
Veinte minutos después, llegamos a la fiesta. Al entrar, noté que algunas miradas se posaban en nosotras. Claro, no era normal ver a dos chicas poco populares, como Meg y yo, llegar con los chicos más deseados del instituto y, para rematar, con Caleb, el nuevo que, por cierto, estaba para comerlo a besos.
¿Les dije que había cambiado? Pues sí, y este era el primer paso para demostrarlo.
Caminamos hacia una barra improvisada en medio de la sala. Los chicos pidieron whisky, y nosotras vodka.
—¡Por el mejor y último año del instituto! —exclamé, levantando mi vaso.
—¡Salud! —dijimos todos, y nos bebimos los tragos de un tirón. La bebida me quemó la garganta, pero me sentí renovada y llena de adrenalina.
—¿Bailamos, Morgan? —Dylan me ofreció la mano.
—Claro, vamos.
Tomé su mano y me dirigí con él a la pista de baile, que también era una zona improvisada, alrededor de la barra. La música electrónica sonaba a todo volumen y, aunque no conocía la canción, era perfecta para dejarse llevar.
Después de media hora de baile, me sentía exhausta. Le dije a Dylan que necesitaba un descanso y me dirigí a la barra para tomar otro vodka. Después de cuatro tragos, sentí la necesidad urgente de ir al baño. Me disculpé con los chicos y me alejé, adentrándome en la casa.
Una vez adentro, me di cuenta de un pequeño detalle: no tenía idea de dónde estaba el baño. Brandon nunca me había traído a su casa cuando éramos novios, lo cual, ahora que lo pensaba, era una señal de que nuestra relación nunca fue real.
Sin más remedio, subí las escaleras y empecé a abrir puertas. Una tras otra, buscaba el baño. Al abrir la penúltima, me quedé helada. En la cama estaban Brandon y Jessica, mi supuesta mejor amiga. Jessica gimió mi nombre cuando me vio.
—Lo siento si interrumpo su momento, pero busco el baño —dije, sintiendo un nudo en el estómago.
—Morgan, ¿podemos hablar? —preguntó Brandon, levantándose y vistiéndose.
—Brandon, de verdad, necesito ir al baño. Esto puede esperar —respondí, con un tono lleno de asco.
—Siguiente puerta —dijo, suspirando.
Cerré la puerta de la vergüenza y me dirigí a la última. ¡Bingo! Era el baño. Después de usarlo, me miré en el espejo.
Mi maquillaje seguía intacto, por lo menos algo bueno de la noche.
Salí del baño y, cuando me dirigía a las escaleras, alguien me agarró del brazo.
Me di la vuelta y, para mi sorpresa, era Brandon.
—Morgan, solo quiero que bailemos y hablemos. Es todo.
—De acuerdo, pero no creas que volveré a caer. Ya sufrí demasiado por un idiota como tú. No lo haré de nuevo —dije, firme.
Él me tomó de la mano y me guió hasta la pista de baile. Sonaba una canción lenta, y la verdad, me sentía incómoda.
—Y dime, ¿qué es lo que querías hablar? —le pregunté, cruzándome de brazos.
Él me miró por unos segundos, y después sonrió, nervioso.
—Morgan, lo siento de verdad. Sé que metí la pata contigo hasta el fondo, pero quiero que sepas que me arrepiento.
—Creo que es un poco tarde para eso, ¿no crees? —respondí, sin rodeos.
—Sí, lo sé. Solo que tu cambio me desconcertó tanto que pensé que si me disculpaba, volverías a ser la de antes.
Sonreí de forma cínica y lo miré con el entrecejo fruncido.
—Brandon, cambié por tu culpa, no por ti. No creas que porque mi cambio te afecte voy a volver a ser la misma chica que se dejaba pisotear por todos.
—Morgan, tú eras buena.
—Y por ser buena solo me llevé decepciones, traiciones, burlas y lágrimas —dije, negando con la cabeza—. A veces la gente buena tiene que cambiar para que la valoren. Después de toda la mierda que me hiciste, me convertí en esta nueva Morgan —dije, alejándome de él y mirándolo con seriedad—. Dije algo malo? —agregué, con curiosidad.
Antes de que él pudiera decir algo, alguien lo apartó de mí. Me tomó un segundo darme cuenta de quién era.
¡Era Caleb! Pero, ¿por qué?
—¡Caleb, basta! ¡Lo vas a matar! —grité al ver cómo lo golpeaba.
—No te quiero cerca de ella, ¿escuchaste? —rugió, enfurecido.
¿Un momento, de ella? ¿Quién es ella? ¿Soy yo?
¿Caleb estaba celoso de mí?
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