Gareth se sonrojó aún más, la vergüenza compitiendo con la diversión.
- ¡Yo... yo no vi nada! ¡Lo juro! Fue un accidente. ¡Me di la vuelta de inmediato!
La promesa de Cecil resonaba en sus oídos: "Espera por mí". ¿Qué significaba eso? La miró un instante antes de que huyera, y una chispa de algo nuevo, algo diferente, brilló en sus ojos. Cecil no era la misma y él, por primera vez, sintió que había una oportunidad, una verdadera oportunidad, para ser más que solo un amigo.
Briar, con la elegancia y la agudeza que la caracterizaban, notó el sonrojo de Gareth y la burla apenas contenida de sus hijos. Antes de que Falkon y Xylon pudieran seguir con sus bromas, intervino con una sonrisa amable pero firme.
- Ya es suficiente, muchachos - dijo Briar, su voz suave, pero con un matiz de autoridad.
Miró a Gareth con empatía. Ella, como pocos, comprendía los sentimientos de Gareth hacia su hija. Había sido evidente para todos, excepto quizás para la propia Cecil, la profundidad de su afecto. Sin embargo, Cecil había tomado su decisión, y su corazón pertenecía a otro.
-Gareth, querido, discúlpalos - añadió Briar, ofreciéndole una sonrisa tranquilizadora.
Sabía que el joven duque, a pesar de su linaje y su fuerza, era de corazón noble y se sentía genuinamente avergonzado. Roric, que había estado disfrutando de la escena, recuperó su compostura.
- Gareth, dejando de lado los atuendos de mi hija, ¿qué te ha traído a nuestra casa tan temprano en un día como hoy?
Gareth, aun ligeramente sonrojado, se recompuso. Miró a los Duques Kaeldron, su expresión volviéndose más seria, aunque una sombra de tristeza cruzó sus ojos al pronunciar las últimas palabras.
- Duques, si me permiten, venía a pedir su permiso para... para acompañar a Cecil a ver el regreso del rey Lysander.
El comedor quedó en un breve silencio, roto solo por el chisporroteo de la chimenea. Roric y Briar intercambiaron una mirada significativa, la petición de Gareth era noble, pero también un recordatorio doloroso de la complicada situación de Cecil. Sabían del profundo amor de Gareth por su hija, un amor que ahora, más que nunca, parecía una alternativa segura y honorable frente a las incertidumbres que el regreso del rey prometía.
Antes de que los Duques pudieran responder a la petición de Gareth, Cecil apareció en el umbral del comedor, ahora vestida apropiadamente, su vestido azul zafiro y su cabello recogido dándole una nueva aura de determinación.
-Saldre con Gareth - anunció, su voz firme y sin rastro de la niña avergonzada de hacía unos minutos -. Y prometo que regresaremos a una hora adecuada - Sin dudarlo, tomó la mano de Gareth, que aún estaba algo aturdido, y comenzó a arrastrarlo hacia la salida.
-¡Esperen! - la voz de Roric resonó, deteniéndolos en seco -. ¿A dónde irán tan temprano? Lysander debería llegar hasta el mediodía.
Cecil se giró, su mirada tan decidida que sorprendió a sus padres.
-No iremos al encuentro de Lysander, padre. Tenemos un asunto que resolver con Gareth - su mano apretó la de Gareth, dándole una sutil señal -. Y sé que con él estaré segura.
Gareth, sintiendo la intensidad en su agarre, asintió con una seriedad que no era fingida.
- Así es, Duque. Cuidaré bien de Cecil - antes de que pudieran dar un paso más, la voz de Briar los detuvo.
-¡Pero no pueden marcharse sin desayunar! Es impensable.
- No, madre, no podemos quedarnos - respondió Cecil, su determinación inquebrantable -. Si no nos vamos ahora, llegaremos más tarde a casa.
Y sin esperar una objeción, salió del comedor, casi arrastrando a Gareth con ella. Falkon y Xylon, que habían observado la escena con creciente asombro, se movieron para detenerlos, pero Roric los detuvo con un gesto de su mano. Solo pudo gritar mientras veía a su hija desaparecer:
- ¡Gareth, cuida a mi hija! - Gareth, a penas, logró girar la cabeza lo suficiente para responder
-¡Lo haré, Duque! - antes de que Cecil lo sacara completamente de la casa.
Una vez fuera, bajo el cielo ya vibrante de Ashfall, Cecil notó el caballo que Gareth había traído consigo. Era un semental de pelaje oscuro y brillante, el mismo que ella había admirado en su ducado y que él había estado entrenando, el detalle, el gesto, la conmovió. Se detuvo y, por fin, habló directamente a Gareth, su voz más suave ahora que estaban a solas.
- Gareth - comenzó Cecil, liberando su mano -. ¿A dónde me llevarás? - Gareth parpadeó, confundido por la pregunta. Había asumido que su destino era obvio.
- Yo... pensé que iríamos a la plaza, para asegurarnos de tener buenos puestos para ver la entrada de Lysander - una punzada de desilusión lo invadió, pero la descartó -. Aunque... recientemente descubrí un lugar, un mirador con vistas increíbles sobre el Valle del Río Hondo, perfecto para cabalgar, pero estaría lejos, y no llegaríamos a tiempo para el recibimiento del rey.
Gareth esperaba la negativa de Cecil, resignado a que ella, como siempre, priorizaría el encuentro con Lysander, pero una parte de él deseaba que ella dijera que sí, que eligiera estar con él, aunque fuera solo por ese día.
- Entonces vamos al lugar que descubriste, debes ayudarme a subir al caballo.
Gareth quedó atónito, la sorpresa lo inmovilizó por un instante, pero la felicidad no tardó en inundarlo. Un "sí" en su mente, un "sí" a él, a una aventura lejos de los ojos de la corte y la inminente llegada del rey. Con cuidado, la ayudó a montar el semental de pelaje oscuro, su mano firme en su espalda mientras ella se acomodaba, sus dedos se rozaron, enviando una corriente eléctrica a través de él.
Mientras emprendían el viaje hacia aquel mirador oculto, el contraste con el pasado era palpable para Cecil. En su vida anterior, Gareth le había hecho la misma invitación, con la misma esperanza en sus ojos, le había propuesto cabalgar hasta un lugar secreto, lejos del bullicio, pero entonces, Cecil lo había rechazado sin dudarlo. Su prioridad era Lysander, no había querido perderse ni un segundo de la llegada del rey, ni mucho menos provocar los celos de Lysander, quien siempre había sido consciente de los profundos sentimientos de Gareth por ella. El simple hecho de que Gareth hubiera ofrecido esa salida ya le parecía una traición a su prometido.
Ahora, mientras el sol de la mañana ascendía en el cielo, Cecil sentía el viento en su rostro y el ritmo constante del caballo bajo ella, el camino se sentía diferente, libre de las ataduras invisibles de un amor ciego.
A su lado, Gareth cabalgaba con una alegría contenida, había preparado todo para su pequeña aventura: una cesta con comida, agua fresca, incluso una manta para sentarse. La posibilidad de que Cecil aceptara había sido mínima, casi nula. Sin embargo, se había atrevido a soñar, a arriesgarse. Y ahora, aquí estaban, juntos, dejando atrás el palacio y el destino preescrito. La luz en los ojos de Cecil, una luz que no había visto en años, lo llenó de una esperanza renovada. Este día, de alguna manera, ya era diferente.
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Comments
Candy Cira 🥂💃🌹❤️🙃
Es ver más allá 🥰💪🏻🤞💃✨🫶🏻
2025-07-13
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