La luna se alzaba sobre Thalair como un ojo espectral.
En el salón privado de los Valemont, Aelina aguardaba.
Lucas permanecía de pie a su lado, siempre vigilante.
Pero esa noche, su rostro mostraba algo más que deber:
Preocupación. Y quizás... un atisbo de celos.
—Mi lady, ¿estáis segura de recibir a este hombre sola? —preguntó con voz baja.
Aelina sonrió con calma.
—No estaré sola. Tú estarás aquí.
Y no temo a la magia... temo más a las mentiras de la corte.
Lucas asintió, aunque su mano se posó cerca de la empuñadura de su espada.
“Demasiado protector. Lucas... aún no sabes en qué juego estamos entrando.”
Entonces, la puerta se abrió.
Un hombre cruzó el umbral envuelto en una capa negra que rozaba el suelo.
Su cabello plateado caía en mechones indomables, y sus ojos, de un azul profundo, brillaban con inteligencia… peligrosa.
Aurelian Raventhorne.
Archimago de la Torre Negra.
En su vida pasada, había sido neutral… hasta que el príncipe lo forzó a servirle.
Esta vez, Aelina pensaba evitar esa tragedia.
El mago se inclinó con una reverencia ladeada, llena de elegante desdén.
—Lady Aelina Valemont. Me preguntaba si tendríais el coraje de recibirme.
Aelina sostuvo su mirada sin vacilar.
—¿Y vos, el valor de venir tras mi ruptura con el príncipe?
Aurelian sonrió, la voz suave como veneno.
—¿Valor? Tal vez. ¿Curiosidad? Sin duda.
Habéis desafiado al hombre más peligroso del reino en público. Eso llama la atención de ciertos… jugadores.
Lucas tensó la mandíbula.
—¿Jugador… o traidor? —espetó con frialdad.
Aurelian lo ignoró con elegancia.
—Decidme, Lady Aelina… ¿por qué me habéis llamado?
Aelina dio un paso adelante.
—Porque sé quién sois realmente.
No sois un títere de la corona. No os arrodilláis por miedo.
Y en el fondo, odiáis a Darius tanto como yo.
El mago arqueó una ceja, entretenido.
—Cuidado, mi lady. Las palabras valientes pueden costaros la cabeza.
—Ya la he perdido una vez —susurró Aelina.
Un leve parpadeo. Por un segundo, Aurelian pareció desconcertado.
—Interesante… muy interesante.
Lucas se adelantó, la voz tensa.
—¿Confiáis en él, mi lady?
Aelina le dedicó una mirada suave, pero firme.
—No. Aún no confío en nadie.
Por eso esta conversación no es una alianza… es una prueba.
Se volvió hacia el mago.
—Os propongo un trato. No os exijo lealtad ciega, ni juramentos huecos.
Os ofrezco algo mejor: libertad.
Cuando caiga Darius, podréis elegir vuestro propio destino.
Aurelian rió suavemente, con una chispa irónica.
—¿Libertad? ¿Creéis que podéis otorgarla?
Aelina sostuvo su mirada con temple.
—No. Pero puedo crear un mundo donde sea posible.
Un reino donde la corona no oprima a los poderosos para perpetuar su miedo.
Aurelian la estudió, como si moviera piezas invisibles en un tablero de ajedrez.
Finalmente, sonrió.
—Haré un trato con vos.
No me uno a vuestra causa… aún.
Pero os brindaré información. Y cuando llegue el momento... decidiré de qué lado estoy.
Aelina asintió, tranquila.
—Acepto.
Pero recordad: el que permanece neutral... al final, también arde.
El mago sonrió de lado.
—Admiro vuestra audacia, Lady Valemont. Quizá os subestimé.
Lucas gruñó entre dientes.
—Y yo no confío en serpientes.
Aurelian le dirigió una sonrisa burlona.
—Ah, el caballero de mirada ardiente.
No os preocupéis, Capitán. No planeo robarle el corazón a vuestra dama.
Lucas enrojeció.
Aelina desvió la mirada, ocultando una sonrisa.
“Así empieza.”
Aurelian se inclinó levemente.
—Os enviaré noticias pronto.
Y cuidado, Lady Aelina… el príncipe no olvida. Ni perdona.
Con un giro de su capa, se desvaneció entre las sombras.
El salón quedó en silencio.
Lucas se giró hacia ella, la frustración apenas contenida.
—Mi lady... no me agrada ese hombre.
Aelina lo miró con dulzura.
—A mí tampoco, Lucas.
Pero en esta partida, necesitamos piezas fuertes.
Y Aurelian... es un dragón dormido. Solo debemos asegurarnos de que despierte en nuestro favor.
Lucas bajó la mirada.
—Haré lo que deba para protegeros.
Aunque no me agrade... compartir vuestra confianza.
“Ni vuestro corazón,” pensó en silencio.
Aelina se acercó y le tocó brevemente la mano.
—Confío en ti, Lucas.
Eres mi escudo… y mucho más.
Lucas tragó saliva, los ojos ardiendo.
—Siempre, mi lady.
La luna alcanzó su cénit.
Un cuervo negro golpeó la ventana con el pico.
Un pergamino con sello dorado cayó suavemente en la estancia.
Aelina lo tomó con dedos tensos.
“Mensaje de Darius.”
Lo desenrolló.
> Querida Aelina,
No creáis que vuestra pequeña farsa me ha humillado.
No he olvidado quién sois… ni lo que sois.
Los Valemont serán juzgados.
Y vos… pronto volveréis a suplicarme.
Nos veremos en el Consejo del Reino. No faltéis.
Con eterno afecto,
Darius Valarion
Aelina cerró el pergamino con fuerza.
“Este será tu próximo error, Darius. Y cada error te acercará más a tu ruina.”
Se volvió hacia Lucas.
—Prepara todo. Mañana asistiremos al Consejo.
Hizo una pausa, su voz afilada.
—Y allí… el juego cambiará de nuevo.
Lucas asintió. Sus ojos ardían con fuego contenido.
—A vuestro lado, siempre.
“El lobo negro ya ha olido sangre. El primero del harén ha mordido el anzuelo.
El segundo observa. Y pronto… vendrán más.”
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Comments
Narnia
se merece mi voto✨️
2025-07-31
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