*Aithana Al jaramane Hilt**on*
Aimara Al jaramane Hilton
Axel Al jaramane Hilton
Alexa Al jaramane Hilton
Una Nueva Generación...
Aimara
¡Por fin! Mi turno ha terminado. Cuelgo mi bata en el perchero, sintiendo una mezcla de alivio y satisfacción al haber completado otro día en la clínica. La jornada ha sido larga, llena de risas de niños y el sonido de los monitores, pero también de momentos difíciles que me recuerdan por qué elegí esta profesión. Comienzo a recoger mis cosas, pero de repente, un pensamiento me golpea.
—¡Joder! —suelto al darme cuenta de que mi móvil se ha quedado sin batería—. ¿Ahora cómo me iré a casa?
En estos momentos es cuando me cuestiono no haberle hecho caso a papá cuando me insistió en que tomara uno de los autos para mi uso. Pero, sinceramente, no me veo del todo cómoda andando sola por la ciudad. La idea de perderme en el bullicio de las calles me resulta abrumadora.
Así que me planteo muy bien las dos opciones que tengo: aceptar el coche o aceptar un chofer. Ambas alternativas parecen igual de complicadas en este momento, y la indecisión me hace sentir un poco ansiosa.
Sin más, termino de recoger mis cosas y salgo, cerrando la puerta de la habitación de descanso de la clínica. Me sumerjo en los pasillos pintados de blanco (cosa que detesto), y me hago la anotación otra vez de que, cuando tenga mi propia clínica, crearé un espacio que para los niños sea menos deprimente como este. Un lugar lleno de colores vibrantes, murales de sus personajes favoritos y, sobre todo, amor y calidez.
Me despido de mis compañeros, quienes me miran con sonrisas de complicidad, y me encamino a la salida. Al cruzar la puerta giratoria, una sonrisa ilumina mi rostro al ver a mi super hermano esperándome, con su característica sonrisa que siempre logra alegrar mi día
.—¡Eres el mejor! —grito, dejando que la emoción me lleve a correr hacia él.
Axel me envuelve en sus brazos, alzándome como siempre lo hace, y en ese abrazo siento la calidez de su amor fraternal, un refugio en medio de la rutina diaria. Su fuerza y su risa son un bálsamo para mi alma.
—Ya lo sé, hermanita —dice, dejándome en el suelo otra vez—. Vamos, al menos llegaremos para cenar todos juntos.
Me abre la puerta de su auto, un vehículo que refleja su personalidad: elegante y con un toque de aventura. Al hundir el acelerador, el motor ruge con fuerza, y nos sumergimos en las calles de la ajetreada ciudad, donde las luces brillan como estrellas en la tierra, y el sonido del tráfico se mezcla con las risas de la gente.
—Me he quedado sin batería —le informo mientras uso su cargador portátil para conectar mi móvil, sintiendo la ansiedad de no poder comunicarme con nadie.
—Lo supuse —dice con diversión, sus ojos brillando con complicidad—. Ya había intentado comunicarme contigo.
—Sin duda eres el mejor del mundo —le digo, y él me regala una sonrisa preciosa que ilumina su rostro. Sin duda alguna, el haber crecido juntos y compartir el vientre de mamá a la vez nos ha hecho ser súper unidos.
En ocasiones, solemos bromear con mamá sobre cómo pudo soportar llevarnos a los tres dentro de ella a la vez.
La imagen de nuestra infancia, llena de risas y travesuras, siempre me hace sonreír. Recuerdo las noches en las que nos acurrucábamos en la cama, contando historias hasta que el sueño nos vencía.
Unos minutos después, entramos al conjunto residencial donde está la villa. La propiedad se alza con imponente deslumbrante entre el resto, como un faro de amor y unidad familiar. Axel entra al estacionamiento, y no podemos evitar reír al ver el otro auto que se está acabando de estacionar.
—¿Crees que ya le habrá dado al pobre el "sí" que tanto quiere? —le pregunto a Axel, con una mezcla de curiosidad y diversión.
—Que va, ella no lo hará, no aún, ya sabes cómo es —dice, y en efecto, tiene toda la razón.
Mi hermana es un caso, y Jared otro más, pero sin duda harán una excelente pareja cuando ella por fin decida dejar de hacer sufrir al pobre hombre que lleva detrás de ella desde que tenemos como tres años.
La imagen de Jared, con su mirada esperanzada y su paciencia infinita, siempre me arranca una sonrisa. Es un chico increíble, y no puedo evitar sentir un poco de pena por él.
Bajamos del auto y nos encontramos con ellos. Saludo a Jared con un abrazo cálido, sintiendo su energía positiva, y a mi preciosa hermana le doy un beso en la mejilla. Aithana es como mamá; cada día parece ponerse más hermosa, con una luz que irradia confianza y dulzura. Su cabello brilla bajo la luz del atardecer, y su sonrisa es contagiosa.
—¿Cómo estás, primo? —pregunta Axel a Jared, su tono lleno de camaradería.
No escucho más porque, junto a Aithana, nos apresuramos a entrar a casa, donde el aroma de la cena recién preparada nos envuelve como un abrazo cálido. El sonido de las risas y las conversaciones se mezcla con el olor a especias y pan recién horneado, creando un ambiente acogedor.
—¿Le has dado el "sí"? —le pregunto, y ella se ríe maliciosamente, dándome la respuesta que pedí.
—¿Y si se cansa de insistir tanto? —tal parece que esa no es una posibilidad en la que esta cabeza dura crea.
—Aimara, créeme, primero desisto de esto yo que de ese idiota —suelta, y una sonrisa le cubre el rostro, llena de complicidad y complicaciones.
—Sin duda, eres un demonio —ambas soltamos una carcajada, riendo hasta que entramos a la casa, donde la calidez familiar nos envuelve y nos recuerda que, a pesar de los desafíos, siempre estaremos unidos.
El interior de la casa nos recibe, la calidez de hogar se siente en cada esquina, es eso justo lo que siempre se han propuestos nuestros padres.
Desde donde estamos puedo escuchar la risa escandalosa de Alexa, seguida de la de mi adorado padre.
Cuando cruzamos el umbral del comedor, los ojos de mi madre se iluminan de una manera que no parece natural, como si un rayo de sol hubiera atravesado las nubes grises del día. Sus preciosos ojos, siempre llenos de amor, se llenan de un brillo inmenso que refleja la alegría de tenernos a todos juntos.
—¡Mis pequeños niños! —exclama, su voz llena de emoción, mientras se acerca a nosotros con los brazos abiertos.
—Amor —sale papá, con una sonrisa que siempre me hace sentir segura—. Ya no tienen cinco años —le recuerda, y mamá lo mira mal, como si hubiera cometido un sacrilegio al mencionar el paso del tiempo.
—¡Papá! —chilla Alexa, nuestra hermana menor, con su característico tono de protesta—. Si le pides a mamá que recuerde que mis hermanos ya no son unos niños, ¿por qué no aceptas que yo ya tengo 18? —le recrimina, haciendo pucheros que son imposibles de resistir.
—Porque aún no acepto que mi pequeña ya haya crecido —dice él con calma, pero en su mirada se puede ver que, en su corazón, todavía nos ve como los niños que solían jugar en el jardín.
—¡Eso no es justo! —se queja nuestra hermanita, cruzando los brazos con una expresión de indignación que provoca risas en todos nosotros.
—Ya supéralo, Alexa —la reprende Aithana, con una sonrisa que mezcla cariño y complicidad.
—¡Mamá! —intenta buscar apoyo en ella, pero ella está absorta abrazando a mi hermano, quien es la luz de sus ojos en este momento.
—Ya, pequeña, ven —papá se acerca y la medio carga, llevándola hasta la silla donde la deja, mientras ella rompe a reír otra vez, su risa resonando como música en el aire.
Y es así como esta noche se convierte en otra velada familiar, llena de risas y anécdotas, pero esta es un poco más especial, ya que el día siguiente es uno de nuestros favoritos: el 5 de junio, una fecha que siempre hemos celebrado con entusiasmo y alegría.
La mesa está decorada con esmero, y el aroma de la cena recién preparada inunda el aire, creando un ambiente acogedor y familiar. Las luces suaves y la música de fondo añaden un toque mágico a la noche, mientras nos sentamos todos juntos, listos para compartir no solo una comida, sino también momentos que quedarán grabados en nuestros corazones.
Mientras miro a mi alrededor, me doy cuenta de lo afortunada que soy de tener una familia tan unida. Cada risa, cada broma, cada mirada cómplice, son recordatorios de que, a pesar de los altibajos de la vida, siempre encontraremos consuelo y alegría en la calidez del hogar.
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Comments
Marisol Ortiz Rojas
Están buenos pero ya los había leído en el primer libro
2025-05-31
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Albalu HS
Pues me da mucha tristeza que Alex joven se deje llevar por esos sentimientos, sabiendo que lo único que ha recibido de sus padres es amor, si, ellos son sus padres 🥺
2025-06-08
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loli Gomez
pobrecita y no tiene plata para el taxi 😡
2025-09-23
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