El Golden Boy Alborotó Mi Vida.
Pepi&Pablo.
Me desperté sobresaltado y con la respiración agitada.
El fuerte sonido de un trueno que había retumbado en el cielo hizo que me despertara.
Cogí mi móvil de la mesilla de noche para ver qué hora era.
2:45 de la mañana es lo que marcaba en la pantalla.
Otro trueno volvió a retumbar en mis oídos y me tape con las sábanas hasta los ojos.
En este tipo de casos siempre dormía con Ansu, pero esta vez no podía.
Me levante con mucho cuidado y abrí la puerta de mi habitación.
Ande rápido por el pasillo en dirección a la habitación de Pedri y la abrí con delicadeza.
Él estaba tumbado mirando su móvil, al verme entrar lo dejó a un lado y preguntó preocupado.
Pedri.
¿Que te ocurre Gavi? Estás muy pálido.
Yo ande a paso rápido hasta su cama.
Gavi.
¿Puedo dormir contigo? Es que tengo miedo y Ansu siempre duerme conmigo cuando pasa esto pero hoy no está y no tengo a nadie más y no sé qué hacer.
Las palabras salían rápidas y atropelladas de mi boca.
Pedri.
Gavi, Gavi, Gavi, tranquilo, ven.
Dijo abriendo la sábana para que me tumbara junto a él.
Después nos arropó a los dos.
Gavi.
¿Podrías abrazarme? Ansu lo hace.
Él abrió los brazos con cariño y me acurruqué contra él.
Pedri.
Vamos, descansa, yo estoy aquí contigo.
Sentía el calor emanar de su cuerpo y me pegué aún más a él escondiendo mi cabeza en su cuello cuando otro trueno volvió a sonar.
Él me apretó fuerte contra su pecho y mientras que con una mano sobaba mi espalda para tranquilizarme, con la otra dejaba leves caricias en mi pelo.
Y después de un rato me quedé profundamente dormido entre sus brazos.
Me desperté por la luz que entraba por la ventana de mi habitación y sobe mis ojos con una mano para quitarme el sueño.
Mi otra mano estaba atrapada por un peso así que giré mi cabeza a Gavi.
No pude evitar fijarme en su rostro dormido.
Sus párpados estaban cerrados, tenía la boca ligeramente abierta, sus labios eran rosados y tenía el pelo algo revuelto.
Inconscientemente llevé uno de mis manos hasta su cabello para acomodarlo mejor.
Fui metiendo mis dedos entre los mechones de su pelo acariciándolo con suavidad hasta que noté cómo se movía y alejé mi mano de allí.
Se dió la vuelta y reposó su cabeza en el hueco entre mi cuello y mi pecho para que la luz del sol no le diera directamente en los ojos.
Gavi.
Ansu, cierra la cortina por favor.
Al notar su respiración cálida contra mi cuello me dio una descarga eléctrica por todo el cuerpo.
Tosi para que me saliese la voz lo más normal que se me permitiese.
Él rápidamente se apartó y me miró a los ojos.
No me había fijado en los bonitos que eran sus ojos a la luz del sol, no eran ni marrones, ni verdes, era un color avellana con motitas doradas alrededor del iris que hacía que sus ojos brillasen más de lo normal.
Gavi.
Lo... lo siento. Es que con Ansu duermo así cuando hay tormenta y como ayer me dejaste pues esta mañana no me he dado cuenta de que eras tú y por eso me he puesto a abrazarte, lo siento muchísimo de verdad no lo volveré a hacer.
Gavi.
Es que de verdad que ha sido sin darme cuenta lo juro yo no que...
Yo salí de las sábanas y me senté junto a él.
Cuando estaba a la altura cogí su mentón para que me mirara a los ojos.
Pedri.
Qué no pasa nada tonto, qué puedes hacerlo siempre que quieras.
Gavi.
Lo siento, es que Ansu me dijo que te llamara así porque te gustaba, lo siento mucho no lo volveré a hacer de verdad.
Yo reí porque estaba haciendo lo mismo que antes.
Pedri.
Me gusta que me llames así tú, Pablo, no Ansu.
Ahora fui yo esta vez el que me quedé en blanco.
Pedri.
Pues, te llamas así, ¿no?
Él asintió con la cabeza.
Gavi.
Es que... Hace mucho tiempo que alguien no me llamaba así, pero me gusta.
Pedri.
Entonces... Si tú me llamas Pepi, yo te puedo llamar Pablo.
Repitió asintiendo con la cabeza.
Dijo ofreciéndome en la mano para estrecharla mientras se reía.
Yo la cogí y la movimos de arriba a abajo.
Estuvimos un buen rato dados de la mano hasta que decidimos que era buena ir a desayunar.
íbamos bajando las escaleras aunque no solo pensaba en que antes de retirar las manos, Gavi me había dado una leve caricia en la parte superior del pulgar como había hecho la tarde anterior.
No pedí mucha importancia y hicimos el desayuno para comernoslo.
Pedri.
¿Quieres que te lleve a La Masía?
Gavi.
Si no es mucho pedir...
Y cuando terminamos de desayunar lo llevé a la Masía y lo dejé allí no sin antes despedirnos con un abrazo, pero lo que no sabía es que se convertiría en mi gesto favorito del día.
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