No Dejaré Que Vuelvas Ahí.
001.
Mi nombre es Pablo, aunque aqui me llaman de otras maneras.
Tengo dos años, pero dicen que tengo mente de uno de quince y eso está bien.
Eso yo no lo sé, pues nunca salgo de esas cuatro paredes.
Pero es lo que dice Scott.
A veces entran personas, mujeres más que hombres, pero siempre se van, ni un Hola o adiós.
Hoy no tendría visitas, por lo que dijo Scott...
Entonces al no tener visitas, me tape con mi sábana delgada hasta los hombros.
Fuera llovía a mares, y de vez en cuando sonaba uno que otro trueno...
X: ¡Abre la maldita puerta, Scott!
Una voz fuerte sonó fuera de mí habitación.
Dos toques se escucharon en mi puerta.
Destape mi pequeño cuerpo y agarre a Pepi, un peluche que me había encontrado.
X: Pequeño... ¿Puedes abrir?
Yo caminé lento y apretando a Pepi a la puerta.
X: No te haré daño, lo prometo.
Abrí lentamente y vi a un hombre arrodillado junto a unos ¿policías?
Bueno así les decía Scott.
Dije mirando a mí alrededor, hace un año que no veía fuera de esas cuatro paredes.
El señor estiró un poco su mano.
Yo puse mi pequeña mano encima de la suya.
X: Sígueme, ¿vale? Sin miedo.
El tiraba suave de mi mano y los policías abrieron paso y se pusieron detrás mío.
Yo caminaba de la mano del hombre y con Pepi a mi lado.
Gire mi cabeza y por entre los policías vi como otros dos policías sacaban mis cosas de la habitación, en realidad no eran muchas.
Llegamos fuera y vi un carro de policías, esos pasaban muy seguido por mi ventana, pero solo veía las luces, ya que era muy alta, solo una vez los vi, porque mi cama estaba debajo de ella y veía para fuera, hasta que una mujer la cambió y no pude ver más para fuera.
Abrieron la puerta y el señor me subió al asiento que está al lado del volante.
Ayer me dieron de comer, hoy no puedo comer, según Scott para poder ser un chico fuerte.
Mi estómago hizo un sonido, siempre lo hace.
Luego de unos pocos minutos él le estaba hablando a una máquina.
X: Dame una cajita feliz, con nuggets.
X: ¿Puedes darme un agua? Nada más.
Maquina: Claro, pase a la ventanilla.
Él se despidió y fue a una ventana.
Pasó una tarjeta por una maquinita que emitía un pequeño ruido y avanzó nuevamente.
Cuando le dieron una bolsas, las dejó en el asiento de atrás y un aparato comenzó a sonar.
Rosy.
Amor, ¿ya vienes? Pedri ya llegó de su entrenamiento.
Fernando.
Ya voy en camino, voy junto a Pablito.
Fernando.
Si, viene a mi lado, con su peluche.
Rosy.
Luego hablamos amor, gracias a Dios que Pablo esté contigo.
La llamada se cortó luego de que él hombre dijera adiós.
Yo gire mi cabeza para mirarle.
Fernando.
¿Te gustaría tener un amigo?
¡Sabría lo que es un amigo!
Con una mano él me despeina.
Fernando.
Se llama Pedro, pero le gustará que le digas Pedri. También está Fernando, pero le decimos Fer. Yo me llamo Fernando, igual que mi hijo.
Yo asentí y apreté a Pepi en mis brazos.
Fernando.
¿Como se llama tu peluchito?
Fernando.
Pepi le dice Fer a Pedri.
Yo estiré mi cuello para poder ver para fuera, ya que solo veía el cielo.
Fernando.
Luego si quieres vamos a Barcelona, pero nos están esperando en casa. Nosotros cuidaremos de ti, por siempre y para siempre.
Yo sonreí, algo dentro de mí me decía que ellos me harían feliz, pero había que tener cuidado.
De pasar a ver solo cielo ahora veía techos de casa gigantes.
Poco a poco la velocidad fue bajando, hasta que entramos a una parte y el auto se paró.
Él se bajó y dio la vuelta al auto y me abrió la puerta y me cargó.
Abrió una puerta y se vi una habitación muy grande.
Fernando.
Esta es la sala, aquí podrás jugar con Pedri y Fer.
Fernando.
Bona tarda, Pedri.
Yo lo saludé con mi manita.
Pedri.
¡Bajale papá, quiero mostrarles mis camisetas!
El hombre me bajó y me puse de cuclillas a mi lado, mientras su grande brazo rodeaba mi cuerpo.
Pedri.
¡Ven Pablo, te daré una camiseta!
Fernando.
Pedri, calmate, es la primera vez que está con otros niños, nosotros hablamos, tratale con cuidado.
Pedri se calmo e intento tomar mi mano.
Yo le di mi mano y tiro de ella suave.
Comenzó a caminar a un sofá, donde habían camisetas y una televisión donde estaba reproduciéndose algo.
Pedri.
Mira, está tiene mi nombre y está el de Iniesta, ¿sabes quién es Iniesta?
Él se giró en dirección a la televisión y buscó a alguien con la mirada.
Habló cuando un cuerpo en grande apareció en esa televisión gigante.
Yo apunté a la que tenía su nombre.
Pedri.
¿Esa! Tiene mi nombre, pero podemos pedirle a mi padre que ponga el tuyo.
Yo negué, mi nombre no me gustaba.
Pedri.
Vale, si te gusta así.
Me llegaba a las rodillas al ser tan pequeño.
Pedri.
Ven, vamos a comer.
Dijo él caminando hacia otra habitación.
Lo seguí detrás junto a Pepi.
Él se sentó en unas sillas altas.
Yo me quedé al lado de una silla.
Dijo golpeando suave la silla a su lado.
Rosy.
Es muy pequeño, Pedri.
Pedri.
Mamá, ¿podemos salir?
Rosy.
Pedri, fuera está lloviendo, os vais a mojar, hijo.
Gavi.
¿Porque tienes el pelo mojado?
Pedri.
La lluvia de fuera me lo ha mojado...
Pedri.
No, no me hace mal.
Pedri abrió la caja feliz y vio el juguete que venía dentro.
Pedri.
¡Mira Pablo! Es un perrito.
El mayor mostró el paquete donde venía.
El más pequeño sonreía mientras asintia.
Dijo para estirarse y dejarlo delante del más pequeño.
El menor negó mientras lo movía más cerca del canario.
Pedri.
Yo ya tengo uno, le puse Nilo.
Al menor no le quedo de otra que aceptar aquel juguete.
Intento abrirlo con sus pequeñas manos, mientras él mayor lo veía atentamente y comía patatas.
Pedri al ver que él menor apretaba sus dientes al no tener la suficiente fuerza, dejó su patata en la mesa y estiró la mano, no sin antes limpiarse.
Pedri.
Dame, parece que no puedes abrirlo.
El menor asustado se lo entrego lento.
Al menor le traía ciertos recuerdos.
En en un momento a otro él mayor me arrebato el coso y lo abrió, sacó lo de dentro y me lo mostró.
Luego lo tiro al piso y salió.
El mayor lo vio preocupado y sin entender.
La mamá del canario llegó a la cocina.
Rosy.
¿Que hiciste, Pedri?
Pedri.
No quise asustarlo, lo siento mamá no quise, solo le quería ayudar a abrir el juguete, lo siento mamá.
Rosy.
Tranquilo, ve a tu habitación.
El mayor se fue cabizbajo a su habitación.
Preguntó la mujer acariciando el pelo un poco ondulado del menor.
El pelo al estar tan largo formaba pequeñas ondas y los dedos de la mujer se enredaban en ellos.
El menor veía como el canario subía lento las escaleras.
El pequeño asintió sin mirar a la mujer.
El pequeño cuerpo del canario ya había entrado a la habitación.
La mujer separó el pequeño cuerpo de su grande cuerpo y lo sentó en la isla.
La mujer peinó el pelo revoltoso del menor y lo paró en la isla.
Le dobló la camiseta que llevaba puesta y le subió los pantalones.
El menor tenía ganas de hacer pis.
La mujer comenzó a desabrochar los pequeños zapatos, que estaban rotos y le quedaban apretados a Pablo.
Pablo comenzó a ponerse inquieto y a tocar sus genitales.
Rosy.
¿Quieres ir al baño?
La mayor tomó el cuerpo del pequeño y lo llevó al baño más cercano.
El pequeño asintió, siempre que iba a hacer pis no podía bajar sus pantalones por la desesperación y terminaba haciéndose encima.
La mujer bajo los pantalones y se dio cuenta que el ojimarron no tenía calzoncillos.
Ignoro el hecho, mañana si amanecía mejor irían a comprarle ropa al menor.
Rosy.
Nos lavamos las manos y vas donde Pedri.
Lo dejaría ir a ver a Pedri y antes de dormir bañarlo.
Para saber de donde venía, Pablo había agarrado rápido confianza, gracias a las personas que lo salvaron.
La mujer lavó y secó las pequeñas manos del niño y lo bajó. El pequeño se encontraba descalzo subiendo las escaleras.
Por otro lado Pedri se encerró en su habitación, se sentía culpable por hacer sentir así a Pablo.
Él no quería hacerlo sentir así, solo quería ayudarlo
Se tiró sobre su cama y hundió su cabeza en la primera almohada que encontró.
Dejó salir pequeñas lágrimas, mojando la funda de la suave cómoda almohada.
Llevaba varios minutos llorando y parándose solo para sonarse la nariz y volver a hundir la cara en la almohada.
Unos pequeños golpes se escucharon en la puerta cerrada.
Gavi.
Pedri. Quiero verte, Pepi.
El pequeño Pablo se puso de puntillas y con su mano estirada llegó la manilla y la giró para poder abrir la puerta.
Por un pequeño espacio metió a su peluche, Pepi.
Gavi.
Puedes abrazarlo, eso hacía yo cuando me gritaban. Lo siento.
Pedri se sentó en la cama viendo el peluche a un lado de la puerta.
Se iba a levantar pero Pablo había cerrado la puerta.
Gavi.
Esperaré aquí fuera hasta que salgas, quiero decirte lo siento y si me dejas darte un abrazo.
Dijo el menor y se sentó a un lado de la puerta.
El mayor agarró el peluche y lo llevó a su cama.
Quería abrir la puerta y decirle a Pablo que no importaba que él le gritara.
Pero se sintió culpable hacerlo casi llorar, le prometió a su padre y madre que no lo haría, que solo lo haría reír.
El quería cumplir eso, no porque se lo prometió, porque quiere, ama a Pablo.
Su familia llevaba dos semanas hablando de él, diciendo de dónde venía y cómo sufría en ese prostíbulo.
Él no sabía lo que era, pero le preguntó a sus padres y le explicaron.
Eso ama el canario de su familia, ningún tema se evita, es bueno explicar cosas.
Él sabía que Pablo sufría maltrato, maltrato que lo hacía llorar y él no quería eso para Pablo.
Él quería verlo reír, crecer junto a él, comer helado juntos, jugar fútbol juntos, hacer todo juntos o ver a Pablo triunfar o simplemente que sonría y le diga que lo quiere.
La mujer subió para ir a la habitación de su hijo y darle las buenas noches.
Al llegar se encontró con un Pablo sentado cabeceando.
Rosy.
Pablo, pequeño, ¿qué haces ahí?
Gavi.
Estoy esperando a Pepi.
Rosy.
Ven, dejemos que descanse.
La mujer cargó al pequeño y lo llevó al baño.
El agua salió con un color café.
La mujer miraba con pena al pequeño que jugaba con unos patitos de hule de Pedri.
Agarró el champú de Nenuco y lo puso en el pelo del bebé.
El bebé al sentir esa sensación puso sus pequeñas manos en su cabeza.
Rosy.
Es para que quede más lindo tu pelito.
El pequeño sonrió y salpicó agua.
Luego agarró el jabón líquido de Nenuco y lo esparció por el pequeño cuerpo.
Luego quito todos los productos y lo sacó de la bañera.
Lo seco y agarró la colonia del mismo Pack y lo esparció por su cuello y hombros.
El labio del pequeño tiritaba a causa del frío.
Rosy.
Iré donde Pedri a ver si tienen ropa pequeña.
Dijo bajándolo del mármol del lavamanos.
El menor corrió detrás de la mujer.
El menor caminaba descalzo envuelto en la toalla color café al lado de la mujer Canaria.
La mujer tocó dos veces y se escuchó un 'adelante' de parte del chico.
Rosy pasó y detrás de ella Pablo tímidamente.
Rosy.
Te sacaré un poco de ropa, es para Pablo.
Pedri se sentó con el peluche en sus piernas y su mirada fue al pequeño.
Agarró el control del aire y lo puso en tibio al ver como tiritaba el pequeño.
Agradecía que el piso era radiante y se encontraba tibio, ya que el pequeño estaba descalzo.
Su padre sacó una camiseta azul baby y un chándal gris.
Rosy.
Gracias Pedri. Vamos Pablito.
Volvio a decir poniendo su gran mano en la pequeña cabeza de Pablo.
Pedri.
Mamá, cámbiale aquí.
Rosy.
Luego lo dormiré, Pedri.
Gavi.
Mamá, mi habitación está tibia, afuera no está temperado.
Pedri bajo de la cama y cargó el pequeño y flaco cuerpo de Pablo.
Aunque se llevaran por 4 años, pensó que no lo podría cargar, pero el menor era muy flaco.
Lo sentó en el borde de la cama y con la capucha de la toalla secó su pelo.
Su madre siempre lo hacía así y él quería hacerlo con Pablo.
La mujer veía con los ojos brillantes a ambos niños.
Pedro con ayuda de su madre terminó de vestir a Pablo y fue al baño de su habitación.
Rosy.
Estás lindísimo Pablo. Venga, vamos a dormir.
La mujer iba a cargar al pequeño para poder hacerlo dormir cuando el canario grita.
Sale corriendo desde el baño.
Pedri.
Tengo que secarle el pelo.
Una vez el pequeño con su pelo seco Pedri se ofreció llevarlo a la cama.
Rosy.
Pedri, cariño, ve a dormir, yo me encargo de él.
Pedri.
Pero yo quiero hacerlo mami...
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