capítulo 3

Narra Arie

A veces desearía que no fuera así.

Que no fuera tan dulce.

Que no fuera tan cariñoso.

Que no me abrazara de esa forma que me hace sentir protegida y al mismo tiempo tan vulnerable. Que no me besara la mejilla con tanta ternura, como si fuera lo más normal del mundo. Que no enredara sus dedos en mi cabello cuando estamos acostados viendo películas, como si no supiera que cada roce suyo me quema.

Porque cada gesto, cada muestra de cariño, me destruye un poco más.

Andy es así.

Es su naturaleza.

Él no lo hace a propósito. No se da cuenta de lo que me provoca.

Y eso lo hace aún peor.

—Arie… —su voz suena adormilada, ronca por el sueño, y siento cómo su brazo me envuelve con más fuerza.

No respondo.

No puedo.

Si abro la boca, voy a llorar.

Si digo algo, voy a arruinarlo todo.

Así que me quedo quieta. Falsa. Fingiendo que no siento su respiración en mi cuello. Fingiendo que no quiero girarme y besarlo. Fingiendo que no me duele.

Porque él sigue amando a otra.

Porque su corazón, su mente, su alma… aún le pertenecen a Evelin.

No a mí.

Nunca a mí.

Pero aquí estoy.

Atrapada en su abrazo.

Atrapada en él.

Y no tengo la fuerza para alejarme.

[...]

Si existía algo peor que estar enamorada de Andy, era estar enamorada de él y amar a su hija con todo mi corazón.

Charlotte era el desastre más hermoso que había llegado a mi vida.

—¡Tía Arie, ven! —Su vocecita emocionada retumbó en el departamento mientras corría hacia mí con sus pequeños brazos extendidos.

Me agaché justo a tiempo para atraparla en un abrazo fuerte, sintiendo su risita contra mi cuello. Charlotte siempre olía a vainilla y a sol, y cada vez que la tenía cerca, me invadía una sensación cálida y dolorosa a la vez.

—¡Estás enorme, Char! —le dije, dándole un par de besos en su mejilla gordita.

Ella rió y se acurrucó en mi pecho mientras Andy cerraba la puerta y nos miraba con esa sonrisa llena de ternura que solo tenía para ella.

—No la malcríes mucho —dijo, sacudiendo la cabeza, pero con esa mirada divertida que siempre me dedicaba cuando jugaba con Charlotte.

—Ya es tarde para eso —respondí, acomodando a la pequeña en mi cadera.

Charlotte me adoraba.

Y yo la adoraba más.

A veces me descubría fantaseando con algo que jamás se haría realidad: con ser realmente su familia. Con ser parte de ellos de una forma en la que Andy nunca me vería.

Porque cuando estábamos los tres juntos, era demasiado fácil imaginarlo.

Andy cocinando mientras Charlotte y yo jugábamos en la sala.

Andy riendo cuando la niña corría a esconderse detrás de mis piernas.

Andy acostado en el sofá con Charlotte en su pecho y yo a su lado, con su brazo sobre mis hombros.

Éramos una familia.

Solo que no éramos la familia que yo quería ser.

—Ven aquí, princesa, ya le robaste suficiente tiempo a tía Arie —Andy estiró los brazos para tomarla, pero Charlotte se abrazó más a mí y negó con la cabeza.

—¡Nooo! ¡Yo con tía Arie!

Andy soltó una carcajada y yo también.

Pero por dentro, dolía.

Dolía porque quería que esto fuera real.

Dolía porque sabía que no lo era.

Y dolía más porque, aunque Andy siempre decía que yo era importante para él, al final del día, siempre terminaba corriendo detrás de Evelin.

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