Capítulo 2.
No lo pienses tanto o te romperás…
NO!!! No, no por favor No; caí sobre mis rodillas, ¿por qué tenía que ser él y por qué estaba frente a mí?, ¿qué clase de lugar era este?, ¿por qué todo a mi alrededor comenzaba a distorsionarse a medida qué la sonrisa en el rostro de él crecía?
Cuándo la realidad dejó de deformarse estaba en una sala de operaciones; y la sádica sonrisa de él no dejaba que su lengua saboreara el miedo profundo que yo tenía; intenté levantarme y correr muy lejos, pero no hubo ninguna manera de escapar…
Mentalmente, golpeaba con intensidad la puerta de la sala de operaciones, pero solamente se activó un dispositivo que ató mis manos y pies con cadenas, y él, que allí se encontraba, pasando su mano por los distintos elementos quirúrgicos, me preguntó:
-¿ Quieres probar qué el dolor puede ser mental?
Mi cabeza negó inmediatamente, pero él tomó un bisturí y se acercó a pasos lentos; mi cuerpo se estremeció cuando sus frías manos tocaron mi piel y el filo del bisturí comenzó a cortar de manera lenta y sádica, mi piel y mi carne, mientras la espeluznante sensación de dolor nuevamente me invadía inmisericordemente y me hacía gritar y gritar…
¿Qué quería este hombre de mí?, ¿qué había hecho yo para merecer esto?, no podía encontrar una razón lógica y suficiente para respaldar este tipo de tortura, pero eso no era lo importante, sino la manera en como se iba llevando pedacitos de mi carne recién cortada a la boca, ver como mordía y saboreaba degustando la carne cruda y tierna finamente cortada mientras la sangre se filtraba por la comisura de su boca, era una sensación indescriptible, nadie podría entender lo que estaba ocurriendo frente a mí, ese hombre era el prototipo de alguien que tiene destellos siniestros de una mente asesina.
La pregunta que hizo después de tragar varios trocitos de carne de mi antebrazo me dejó completamente entumecida, pues escucharlo preguntar si quería probar algo de esa carne, pero molida, me dejó perpleja, por lo que negué inmediatamente, pues sabía que el hombre cortaría un pedazo de mi carne para molerlo y hacer que me la comiera.
Sin embargo, corrió una cortina, dejando ver que había una incubadora con un recién nacido aún vivo, además, de una máquina de moler carne industrial a su lado.
Al ver aquello, me asusté tanto que mis ojos se desorbitaron sin poder dejar de mirar lo que tenía enfrente, y al adivinar la atrocidad que el hombre iba a hacer, le dije:
-Por favor, no lo hagas, no lastimes a esa criatura inocente, él no tiene la culpa de lo que yo te haya hecho, por favor no le niegues el derecho a la vida; sin embargo, la manera en que él pasaba el bisturí por su lengua, casi como tentando a cortarse, fue lo único que pude observar antes de que comenzara a caminar…
El bebecito parecía estar dormido, pero no tardó en comenzar a mover sus manitas y sus piecitos se estiraban haciendo que yo sintiera un nudo indescifrable en el estómago.
Ya no era el dolor de la herida en mi antebrazo lo que me dolía, sino la crueldad con la que sabía que actuaría, cerré los ojos y giré la cabeza al ver cómo lo tomaba en sus brazos, no quería tener recuerdo alguno de la gran tragedia que se avecinaba.
Pero entonces sentí unas pequeñas manos tocando mi mentón, el hombre, más sádico y malévolo que nunca, había cargado el niño hasta el frente de dónde me encontraba y la criatura despierta tocaba mi rostro, las lágrimas brotaban por mis ojos, sintiendo que cada gota que se derramaba quemaba y sus palabras me traían una sensación de pérdida que no podía describir, pues cuándo él decía:
- Abre los ojos, ¿no quieres saludar a nuestro pequeño amigo?, él está muy curioso de verte, abre los ojos Mari, o no podrás escapar, tú decides, tu libertad o la del niño, pero habla rápido que el tiempo se nos acaba, mi voz salió en un hilo tembloroso...
- Deja al niño en libertad y en su lugar tómame a mí…
El llanto del bebé comenzó a retumbar en mis oídos mientras abría mis ojos lentamente y lo miraba, estaba tan vital… Tan vivo; no podría tener más de un mes de nacido, era un alma pura, una criatura inocente que no merece sufrir, sin embargo, al verlo, unas pinzas sostuvieron mis párpados, evitando así que volviera a cerrarlos, mientras él se acercaba y encendía la máquina de moler, al ver al hombre haciendo eso, no pude evitar gritar…
-NOOOO!!! POR FAVOR NO LO HAGAS!
Pero las palabras parecían no generar ningún tipo de reacción en el hombre, pues al remover la tapa de la máquina, le dio una nalgada al niño, el cual comenzó a llorar mucho más y lo soltó dentro de la máquina que comenzó a molerlo en vida…
El grito desgarrador de la pérdida del niño fue breve y el crujir de sus huesitos hizo que me vomitara en el mismo momento en que sucedió y ver cómo comenzaba a salir la carne por el otro lado.
Esto iba mucho más allá de cualquier tortura que se pudiera implementar, pues cuándo la máquina no sintió que había nada más que moler, el inerte cuerpo ya molido del bebé en una bandeja, fue tomado por las manos del antropófago que lo había asesinado; comenzando a llevar a su boca la carne cruda para comerla, y una vez frente a mí, abrió mi boca a pesar de que me resistí e intenté morderlo, pero todo fue en vano, porque de igual manera terminé probando la carne de aquella inocente criatura…
El hombre me obligó a tragarla hasta la última miga, mientras él también comía de aquella misma bandeja, con la diferencia de que él lo hacía por gusto y placer; se podía ver en sus ojos como brillaba la degustación del producto del salvaje acto, mientras que yo sentía profundas arcadas y ansias de vomitar cuando la carne se quedaba atorada en mi garganta.
Cuando él se dio la vuelta y había quitado las pinzas que sostenían mis párpados, mi cuerpo comenzó a depurarse y vomitó absolutamente hasta los jugos gástricos en mi interior, ya no era lo que él hiciera, sino cómo lo hacía…
Las cadenas que sostenían mis manos y pies se aflojaron haciendo que cayera encima del vómito, y las palabras que él pronunció eran tan asquerosas como su simple existencia:
-Come todo lo que has expulsado y lame el piso hasta que no quede ninguno de los fluidos de tu vómito, perra asquerosa…
Llevé mis manos hacia mi rostro tratando de cubrir la vergüenza que sentía y para no obedecer sus palabras, pero el hombre, al ver que no acataba sus órdenes, sacó un látigo de un maletín blanco, y parándose frente al vómito comenzó a soltar latigazos sobre mi espalda, haciendo que la piel comenzara a romperse debajo de la ropa y no solo se empezará a derramar mi sangre, sino que esta misma se empezó a mezclar con él vómito, por lo cual, transida de asco y dolor, comencé a llevar todo el vómito y demás fluidos a mi boca haciendo que él dejara de azotarme.
Solo podía poner en mis manos el vómito para tragarlo evitando sentir el sabor en mi boca y que aquello fuera más fácil de ingerir, pero mi vejiga no aguantaba y terminé orinando a través de la tela empapada de sangre, mientras me preguntaba cuál era el rostro completo de este hombre y por qué actuaba de una forma bárbara…
No tenía respuestas, pero al terminar de tragar todo, levanté el rostro, y al ver como él me miraba solamente lo pude escuchar decir:
- Has hecho un buen trabajo, ahora comienza a lamer todos los líquidos y charquitos que han quedado, porque mientras más ensucies, más tiempo te llevará limpiarlos…
Mi cuerpo temblaba… comencé a sentir un indescriptible frío igual al que había sentido cuando el garfio atravesó mi piel, entonces, mientras le pasaba la lengua al piso para limpiarlo, llevé una de mis manos encadenadas al lugar donde el garfio me había atravesado y el cual no me había hecho sentir dolor desde que el hombre me había engañado; y al descubrir un poco de tela en el lugar; me di cuenta de que estaba vendado, es decir, que aquello sí había ocurrido.
Entonces comprendí que el ardor que quemaba cuando estaba llorando provenía de mis ojos heridos, por ello, tratando de evitar que las lágrimas volvieran a aflorar, comencé a morderme los labios, al punto de que estos se rompieron, pero al hacerlo, el hombre volvió a levantar las cadenas que sostenían mis extremidades, haciendo que quedara a la altura de su rostro mientras le pasaba la lengua a mis lastimados labios…
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