Una vez que la temporada finalizó, Pedri decidió pasar sus tres semanas de vacaciones en Tenerife junto a su familia.
Ellos fueron un gran apoyo en su estadía en la isla, sobre todo su hermano mayor Fernando quien escuchaba cada dos por tres como su Pepi hablaba de quien fue su cuñado.
Cuando solo quedaba tres días para su vuelta a Barcelona prefirió coger su coche y darse una vuelta él solo por aquellos lugares donde una vez su passager princesa acudió con él.
Fer.
¿Estás seguro de que quieres ir solo?
Le preguntó Fer mientras iba con él hasta la puerta de la entrada.
Pedri.
Seguro Fer, nunca está mal salir solo y despejar la cabeza.
PEDRI:
Una vez en mi coche conduje hasta aquel mirador, aquel en donde juramos amor eterno mirando aquel atardecer que acogía toda la isla, aquel que fue testigo de nuestro amor y pasión.
Era inevitable no pensar en que sus ojitos brillaban mirando aquel paisaje, como la luz del atardecer caía sobre sus pelos volviéndolos más claros, o como cuando la noche cayó y nos metimos en el coche y entre promesas y besos terminamos haciendo el amor. Fue especial como al terminar miramos por la ventana donde nos costaba ver la isla iluminada por los cristales empañados y su risa resonaba por todo el coche. Ahí fue cuando me di cuenta de lo afortunado que era al tenerlo a mi lado, ahora nada de eso existía.
Decir que no me estaba imaginando como sería si él estuviera aquí conmigo nuevamente, era decir una gran mentira. Después de seis meses lo seguía extrañando como si fuera el primer día.
Con los ojos aguados por el llanto que aún no salía mire hacia aquella vista y posteriormente hacia el teléfono. Con las manos temblorosas abrí aquel Chat que hacía meses no habría y sin pensarlo mucho, la mandé.
Aquí es donde comenzaba todo, ya no podía echarme para atrás.
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