Valeria se encontraba en su habitación, acostada en su elegante cama. Cada día se sentía más vacía; aunque estaba rodeada de lujos y comodidades, nada de eso lograba llenarla. Sus padres, siempre ocupados, parecían olvidar que tenían una hija. Mientras reflexionaba sobre su vida, a su mente acudió Mateo, ese joven mecánico que, sin proponérselo, se había adueñado de sus pensamientos y, por momentos, conseguía hacerla olvidar su desdichada existencia.
—Mateo. —susurró con un leve suspiro al recordarlo.
Por otra parte.
A pesar del cansancio del trabajo, Mateo llegó a casa con la sonrisa intacta; su vida era sencilla, sin lujos ni comodidades, y aun así, tener a su madre y a su hermanita le bastaba. Su sueño de convertirse en doctor hacía que cada día de esfuerzo valiera la pena. Apenas entró, encontró a su madre esperándolo con una sonrisa cálida, y el aroma de la cena recién preparada hizo rugir su estómago, recordándole lo feliz que se sentía de estar en casa.
—Hola, mamá —la saludó con un beso en la mejilla mientras dejaba su bolso sobre la mesita.
—¿Cómo te fue, hijito? —preguntó ella, aliviada de verlo regresar sano y salvo a casa.
—Bien, madre. ¿Y usted cómo ha pasado el día? —respondió Mateo, notando el cansancio reflejado en los ojos de su madre.
—Bien, hijo, echándole ganas al trabajo.
—Algún día ya no tendrá que trabajar, se lo prometo —dijo Mateo, tomando sus manos con la firme convicción de cumplir su promesa.
—Eres un buen muchacho, Mateo.
Con una sonrisa, Mateo pensó que tener a su familia y un sueño por delante era todo lo que necesitaba; ¿qué más podía pedir?
—¿Y Lucía? —preguntó, refiriéndose a su hermanita menor.
—Está en su cuarto haciendo las tareas —contestó Nora, acercándose a la puerta—. Hija, ven a cenar.
Al escucharla, Lucía dejó los libros a un lado y salió.
—Aquí estoy, mamá.
Mateo la miró con cariño y se sentaron en el comedor. Al notar que su hijo estaba distraído, Nora lo observó entrecerrando los ojos, preguntándose qué lo tenía así.
—Hijo, te veo distraído ¿todo bien?
—Eh… sí, madre, solo estoy un poco cansado.
—¿O será alguna joven la que te tiene así? —pregunto su madre con una sonrisa; conocía a la perfección a su hijo y sabía que no era solo cansancio, pero prefirió no insistir.
Mateo sonrió, porque efectivamente estaba pensando en alguien: en esa joven bella y caprichosa que no salía de su mente, despertando en él sentimientos que no esperaba.
Al día siguiente
Valeria revisó su ropa y maquillaje una vez más; no podía permitirse verse mal. Bajó por las escaleras y vio a su madre sentada en la mesa del comedor, tomando té con la espalda recta y esa elegancia de toda mujer refinada.
—¿Vas a desayunar? —preguntó su madre con esa mirada distante, como si cada palabra que pronunciara le costara demasiado para dirigirse a su hija.
—No tengo hambre ¿y papá? —Valeria miró hacia la puerta mientras acomodaba el pequeño bolso de mano. Lo cierto era que la presencia de su madre siempre la incomodaba.
—Fernando ya se fue a la empresa —respondió con frialdad, probando su té—. Uhh hoy llegará tarde.
Valeria rodó los ojos; ya estaba acostumbrada a escuchar lo mismo.
—Perfecto, me voy.
Con su porte altivo, Valeria abandonó la mansión; su madre, en cambio, no pronunció palabra y continuó tomando su té, como si jamás hubieran hablado.
Minutos después, Valeria llegó a la universidad en su carro deportivo. Estacionó, se quitó el cinturón con desgano y bajó. Para ella, asistir a clases era poco más que una pérdida de tiempo.
En ese momento, Katrina se interpuso en su camino, observándola con una sonrisa burlona, como si cada detalle de su atuendo fuera motivo para menospreciarla.
—¿Otra moda extraña? —soltó Katrina con ironía—. Si la de la vez pasada era fea, esta es simplemente desagradable. ¿Nunca te miras al espejo antes de salir?
Valeria suspiró y, cansada del jueguito, apartó la mirada unos segundos. Luego volvió a fijar sus ojos en los de Katrina, dejando claro que no se dejaría intimidar ni mucho menos doblegar por ella.
—Con tanta obsesión por mí, no me extraña que se te olvide arreglarte y se te note.
No quiso seguir con su acostumbrada discusión con Katrina, así que, tras soltar esa última palabra que la dejaba sin respuesta, continuó su camino con una sonrisa triunfal.
Al terminar las clases, Valeria se encontró con Andrea, como solían hacer siempre, para intercambiar unas breves palabras antes de irse.
—¿Aún sigues con la idea de enamorar al mecánico?
—Claro que sí —respondió Valeria con una sonrisa traviesa, como quien ya tiene un plan en mente—. Luego nos vemos, tengo algo importante que hacer.
Se despidió de su amiga y subió a su carro. Minutos después llegó a su tienda favorita, donde siempre encontraba lo mejor de cada marca. Pensaba en regalarle algo a Mateo y, de paso, tener una excusa para volver al taller. Caminó entre los estantes hasta que un reloj llamó su atención; para ella, era perfecto, así que decidió comprarlo sin preocuparse si realmente le gustaría a Mateo.
Más tarde llegó al taller. Mateo, que estaba reparando una moto, levantó la mirada al notar su presencia, intrigado por las constantes visitas de Valeria. Se preguntaba si ella tenía algún interés en él o solo quería presumir lo que tenía.
—Señorita, ¿ya otra vez por aquí? —preguntó Mateo mientras se acercaba, sintiendo que cada vez que la veía algo inexplicable lo hacía fijar toda su atención solo en ella.
—Sí, vine a traerte esto —dijo, extendiéndole una caja pequeña y elegante, forrada por dentro con suave satén que protegía el reloj que había elegido para él.
—¿Y eso? —preguntó Mateo, confundido, mirando la cajita y luego a ella.
—Un regalo —respondió Valeria—. Es mi manera de compensarte por los daños que le hice a tu… chatarra, digo, a tu moto, y también por arreglar mi carro.
—Señorita, ya le dije que no era necesario.
—Pero yo digo que sí —insistió Valeria, dejando la caja sobre la mesa más cercana. Luego se acercó lo suficiente para susurrarle al oído—. Acéptalo.
Mateo no sabía cómo reaccionar; la cercanía de Valeria, el regalo todo lo tenía confundido. Cuando finalmente quiso decir algo, Valeria ya estaba saliendo del taller.
más tarde
Mateo ya estaba en casa y no tuvo más remedio que llevarse el reloj consigo. Al pasar por su habitación tras salir del baño, lo vio sobre la mesita de noche. Lo tomó en sus manos y, al recordar a Valeria, se quedó contemplándolo un momento, sintiendo cómo esa joven caprichosa ocupaba un lugar cada vez más importante en su corazón.
Por otro lado, Valeria estaba frente a su escritorio, con desgano, intentando concentrarse en una actividad de la universidad. Tenía que hacer cálculos para confeccionar una prenda de vestir, pero pronto dejó todo a un lado, pensando que no valía la pena esforzarse demasiado.
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Comments
Antonia 😜✌️
digamos que si y es una caprichosa/Proud/
2025-08-18
1
Antonia 😜✌️
esa Katrina no me da confianza/CoolGuy/
2025-08-18
1
Antonia 😜✌️
esa valeria al parecer le da todo igual/Right Bah!/
2025-08-18
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