Nicolás la miraba con la misma sonrisa de siempre, esa mezcla de ternura y picardía que tantas veces había visto. Pero ahora, siendo Sofía, todo parecía extraño. Él no lo sabía, no podía ni imaginar que la persona que tenía frente a él no era su amiga Sofía, sino Anaís, su verdadera amiga de toda la vida.
“Es bueno verte fuera del hospital. Estaba preocupado por ti, Sofía”, comentó Nicolás, dándole un suave apretón en el hombro.
Anaís sintió un nudo en la garganta. No era la primera vez que alguien la confundía con Sofía desde que había despertado en ese cuerpo, pero que fuera Nicolás quien lo hiciera, le dolía. Él había sido su pilar, su apoyo en los momentos más oscuros. Habían compartido secretos, risas, y ahora estaba atrapada en una mentira que no podía desenredar fácilmente.
“Gracias por preocuparte, Nicolás,” respondió Anaís, intentando sonar casual. “¿Cómo... cómo has estado tú?”
Él levantó una ceja, claramente sorprendido por su tono de voz. “¿Cómo he estado yo? Eso no importa, Sofía. Tú casi mueres. Eso es lo único que he estado pensando.”
Anaís cerró los ojos por un segundo, tratando de encontrar las palabras. El Nicolás que tenía frente a ella era el mismo que conocía, siempre protector, siempre atento, pero para él, ella no era Anaís. Era Sofía. Y esa confusión le apretaba el pecho.
Decidió tantear un poco, saber qué sentía realmente Nicolás por la verdadera Sofía. “No recuerdo muchas cosas desde el accidente... pero, dime, ¿qué pensabas de mí? Quiero decir... de Sofía.”
Nicolás rió suavemente, rascándose la cabeza. “Bueno, Sofía... tú siempre fuiste una amiga complicada. Tenías tu carácter, y aunque siempre parecías estar bien, sé que te guardabas muchas cosas. A veces, parecías necesitar a alguien que te ayudara a bajar las defensas. Pero eso me gustaba de ti, esa fuerza que proyectabas.”
Anaís asintió lentamente, entendiendo que aunque Nicolás había conocido a Sofía, no parecía haber tenido con ella el mismo lazo cercano que compartía con Anaís. Eso le daba una ventaja.
“Me alegra escuchar eso, Nicolás. De verdad, lo agradezco”, dijo ella, esbozando una pequeña sonrisa. “Quiero decir... no sé qué haría sin ti en este momento.”
Nicolás frunció el ceño, acercándose un poco más. “¿Estás bien, Sofía? No pareces tú misma...”
Anaís sabía que debía mantener la calma. Aún no era el momento de revelarle la verdad. Tenía un objetivo claro, y Nicolás podría ser clave en su plan, pero no si lo alejaba demasiado rápido.
“Estoy bien, solo un poco confundida por todo lo que ha pasado. Pero siempre puedo contar contigo, ¿verdad?”
Él asintió, sin dudar. “Siempre. No importa lo que pase, aquí estaré.”
Anaís lo miró fijamente, con una mezcla de gratitud y tristeza. Era extraño estar tan cerca de alguien a quien conocía de toda la vida y, al mismo tiempo, sentir que estaban a kilómetros de distancia.
Nicolás, su amigo leal, el único que podría ser su aliado en esta nueva realidad.
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