Capítulo 13: La Voz de la Razón

El amanecer se filtraba tímidamente a través de las cortinas de la habitación de Emilia, llenando el espacio con una luz suave y dorada. Había dormido poco la noche anterior, su mente dando vueltas sobre todo lo que Dante le había mostrado en la bodega subterránea. Sentía que cada vez que aprendía algo nuevo, las sombras a su alrededor se volvían más profundas, como si la verdad fuera un pozo sin fondo del que era imposible salir.

Decidida a enfrentar el día con determinación, Emilia se vistió rápidamente y bajó a la cocina, donde esperaba encontrar un momento de tranquilidad antes de que la casa comenzara a cobrar vida. Sin embargo, al entrar, se sorprendió al ver a Don Vittorio sentado solo en la mesa, leyendo un periódico. A pesar de su edad, Don Vittorio irradiaba una autoridad imponente, y sus ojos, aunque cansados, reflejaban la sabiduría de años de experiencia.

“Buenos días, hija,” dijo Don Vittorio sin levantar la vista del periódico.

“Buenos días, Don Vittorio,” respondió Emilia, con un tono respetuoso mientras se acercaba a la mesa.

Él bajó el periódico lentamente, y por un momento, ambos se miraron en silencio. Emilia sintió que, a pesar de no haber compartido muchas palabras con él hasta ahora, Don Vittorio la estaba evaluando de una manera que no había sentido antes.

“Toma asiento, Emilia. Quiero hablar contigo,” dijo finalmente, señalando la silla frente a él.

Emilia se sentó, tratando de mantener una postura firme a pesar de la incertidumbre que sentía. Sabía que cualquier conversación con Don Vittorio sería significativa, y no quería parecer débil.

“Sé que Dante te ha estado mostrando algunos aspectos de nuestra familia, aspectos que no son fáciles de comprender,” comenzó Don Vittorio, su voz grave y mesurada. “Él confía en ti, y eso significa que yo también debo hacerlo.”

Emilia asintió, sin saber exactamente cómo responder.

“Pero quiero que entiendas algo, Emilia,” continuó Don Vittorio, entrelazando sus dedos sobre la mesa. “El poder no se trata solo de tomar decisiones estratégicas o de enfrentarse a nuestros enemigos. Se trata de saber cuándo actuar y cuándo esperar, de conocer el valor de la paciencia y de no dejarse llevar por la impulsividad.”

Emilia sintió que esas palabras llevaban un peso especial, como si Don Vittorio estuviera tratando de enseñarle una lección que él había aprendido a lo largo de su vida. “Lo entiendo, Don Vittorio. Quiero ser una buena aliada para Dante, y para la familia.”

El viejo patriarca la miró con una mezcla de aprobación y preocupación. “Lo sé. Pero hay algo que debes recordar, hija. No todo lo que ves en esta casa es lo que parece. Hay fuerzas más allá de nuestro control, y a veces, incluso las mejores intenciones pueden llevarnos por caminos peligrosos.”

Emilia sintió un escalofrío al escuchar esas palabras, como si Don Vittorio estuviera insinuando algo que aún no lograba comprender del todo. “¿Hay algo específico de lo que deba estar al tanto?”

Don Vittorio se quedó en silencio por un momento, como si sopesara si debía continuar o no. Finalmente, decidió hablar. “En esta familia, hay lealtades que se han construido a lo largo de generaciones, pero también hay heridas que nunca han sanado. Debes estar atenta, Emilia. Dante es fuerte, pero incluso él tiene enemigos que buscarán aprovechar cualquier oportunidad para debilitarlo, y por extensión, debilitarte a ti.”

“¿Está usted preocupado por algo en particular, Don Vittorio?” preguntó Emilia, sintiendo que había más en esa conversación de lo que parecía en la superficie.

El viejo hombre suspiró y tomó un sorbo de su café antes de responder. “La familia Rosetti no es nuestro único problema. Dentro de esta casa, hay quienes tienen sus propias ambiciones, quienes podrían actuar en su propio interés en lugar del de la familia. Solo te advierto para que no bajes la guardia, ni siquiera con aquellos que parecen ser aliados.”

Emilia sintió que el suelo bajo sus pies se volvía más inestable con cada palabra de Don Vittorio. Sabía que estaba siendo iniciada en un mundo donde la confianza era un lujo raro, y donde la traición podía venir de cualquier rincón.

“Gracias por su advertencia, Don Vittorio. Haré lo posible por estar atenta,” dijo Emilia, tratando de ocultar el temor que sentía en su interior.

El patriarca asintió lentamente, satisfecho con su respuesta. “Eres más fuerte de lo que aparentas, Emilia. Y eso te servirá bien. Pero recuerda, la fuerza sin sabiduría puede ser peligrosa. Aprende a leer a las personas, y sobre todo, aprende a ser paciente.”

Con esas palabras finales, Don Vittorio se levantó lentamente de la mesa, dejando el periódico a un lado. “Dante estará ocupado hoy, pero te sugiero que uses este tiempo para observar y aprender. Esta casa es un libro lleno de secretos, y algunos de ellos podrían serte útiles algún día.”

Emilia asintió, y observó cómo el viejo patriarca salía de la cocina, dejándola sola con sus pensamientos. Sabía que la conversación con Don Vittorio no había sido casual, sino que era una advertencia velada sobre los peligros que la rodeaban. Aunque se sentía más preparada que cuando había llegado a la casa, Emilia comprendió que aún tenía mucho que aprender.

Decidida a seguir el consejo de Don Vittorio, Emilia pasó el día explorando la mansión con una nueva perspectiva. Observó a los sirvientes, a los miembros de la familia, y trató de captar los pequeños detalles que antes le habían pasado desapercibidos. Sabía que cada gesto, cada palabra, podía esconder una verdad más profunda, y estaba decidida a desentrañar los secretos que la rodeaban.

Esa tarde, mientras recorría uno de los pasillos menos transitados de la mansión, Emilia se encontró con Isabella. La mujer estaba de pie frente a una ventana, mirando hacia los jardines, pero al oír los pasos de Emilia, se dio la vuelta con una sonrisa.

“¿Explorando, querida?” preguntó Isabella con su habitual tono amistoso.

“Sí, solo tratando de conocer mejor la casa,” respondió Emilia, tratando de sonar casual.

Isabella la miró con una expresión que mezclaba curiosidad y algo más, algo que Emilia no pudo descifrar del todo. “Es una buena idea. Esta casa tiene muchos rincones interesantes, aunque no todos son lo que parecen.”

“Lo estoy empezando a entender,” dijo Emilia, recordando las palabras de Don Vittorio.

Isabella sonrió de nuevo, pero esta vez su sonrisa tenía un matiz más serio. “No confíes ciegamente en lo que te dicen, Emilia. Esta familia tiene una larga historia, y no todos los capítulos son felices. A veces, las decisiones que parecen correctas pueden llevar a consecuencias inesperadas.”

Emilia asintió, sintiendo que Isabella también estaba tratando de advertirle algo, aunque no de manera tan directa como Don Vittorio. “Lo tendré en cuenta.”

“Eso espero,” dijo Isabella, dando un paso hacia ella. “Y si alguna vez sientes que necesitas hablar con alguien que no esté directamente involucrado en todo esto, puedes acudir a mí. Hay cosas que es mejor discutir en privado.”

Emilia agradeció el ofrecimiento, aunque en su interior no podía evitar preguntarse cuál era el verdadero propósito de Isabella al acercarse a ella de esa manera. Sabía que en ese mundo, nada era completamente desinteresado.

Después de su encuentro con Isabella, Emilia continuó explorando la casa, cada vez más consciente de las capas de secretos que parecían envolver a cada miembro de la familia. Esa noche, cuando finalmente se retiró a su habitación, se sentó en la cama, reflexionando sobre todo lo que había aprendido.

Sabía que, aunque estaba empezando a comprender mejor el mundo en el que había entrado, aún estaba lejos de dominarlo. Pero también sabía que no podía permitirse el lujo de rendirse. Si quería sobrevivir, y tal vez algún día prosperar en esa familia, tendría que seguir adelante, aprendiendo, observando y esperando el momento adecuado para actuar.

Mientras apagaba la luz y se acomodaba en la cama, Emilia se prometió a sí misma que no sería una simple pieza en el juego de otros. Haría todo lo posible para controlar su propio destino, sin importar lo que costara.

El tablero seguía en juego, y Emilia estaba decidida a mover sus piezas con la mayor precaución, pero también con la firme determinación de no ser derrotada.

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