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Deseo Danzante

Capitulo 1

...CLARET:...

— ¡Eres una torpe! — Gritó el jefe del restaurante, en medio de la cocina, pero mi mente estaba perdida en la llamada de hace unos minutos — ¡Esos platos los vas a tener que pagar, porque no voy a tolerar a una mesera tan torpe que tenga aceite en las manos! — Nadie me observaba, los chet seguían en sus trabajos y los demás meseros caminaban de un lado para otro, a ninguno le importaba que el gerente fuese un patán, no cuando no era a ellos a quien les gritaban.

— Fue un accidente...

— ¡Silencio! — Gritó el gerente, un hombre obeso que solo sabía gritar y sonreír de forma mansa solo frente a los comensales más importantes — ¡Me hiciste pasar una horrible vergüenza frente al dueño del restaurante y eso no voy a tolerarlo, pagarás por los platos!

Ni siquiera había logrado verle el rostro al dueño, ese debía ser peor que el gerente, después de la llamada quedé tan devastada que al tomar la bandeja y caminar hacia la mesa se me resbalaron.

Tenía ganas de llorar, pero no por el regaño, ya a esas alturas me daba igual, los maltratos y horribles trabajos por los que había pasado me habían enseñado bastante, de lo que si estaba harta era de mi mala suerte en todo.

— ¿Cómo voy a pagar eso? — Me armé de valor, quitándome el maldito delantal de la cintura — ¡Esas vajillas cuestan más de lo que me paga!

— ¿Encima te atreves a quejarte de que te pago mal? — Siseó el jefe, escupiendo saliva por su gritería, aflojando la corbata que parecía ahorcarlo — ¿Qué no recibes suficiente propina de los clientes? — Encajé las uñas en la tela del delantal, propinas que el mismo me quitaba con cualquier excusa, un paño roto, servilletas desorganizadas, el uniforme sucio, una comida mal entregada.

— ¡Usted mismo las descuenta!

Soltó un gruñido y se excusó.

— ¡Es porque no estás haciendo bien tu trabajo, no estoy contento con tu desempeño, pero ésta fue la gota que derramo el vaso, la falta más grave! — Apretó sus puños — ¡Un restaurante tan prestigioso no puede tolerar a trabajadores tan incompetentes! ¡Dime! ¿Cuál es tu excusa ésta vez?

No, no era yo, era él, era una maldita rata que abusaba de su puesto de jefe.

— ¡Mi madre acaba de fallecer! — Derramé las primeras lágrimas — ¡Recibí una llamada del hospital, por eso tiré los platos sin querer!

No hubo un apice de comprensión en su expresión.

— ¡Y eso a mí que me importa, aquí se viene a trabajar y si no es capaz de manejar sus emociones en pleno horario, entonces está despedida!

— ¡Bien! — Grité, arrojando el delantal en su pecho — ¡Al fin y al cabo, este trabajo es una porquería!

— ¡No esperes la maldita liquidación, esas vajillas que rompiste valen más que tu tiempo laborando aquí!

Me giré con ímpetu y salí de la cocina, crucé el restaurante, pasando por las mesas.

— ¡Les recomiendo no comer aquí, hay ratas enormes en la cocina! — Dije en voz alta, frente a las personas que comían.

Salí por las puertas de cristal.

Me detuve en seco después de cruzar la calle, empecé a sollozar antes de poder controlarlo, lloré mientras caminaba hacia la parada.

Era de noche y la ciudad de París seguía despierta, rebusqué en el bolsillo, en mi cartera, apenas tenía para pagar el pasaje.

Me limpié las lágrimas cuando el bus llegó y lo tomé para ir al hospital.

Al pensar en las cuentas que debía pagar mi tristeza aumentó.

Derramé lágrimas hasta cansarme.

Ahora, estaba sola.

...****************...

Corrí hacia la recepción del hospital y pregunté.

— Aún no la han movido de la habitación — Dijo la recepcionista.

El doctor que atendió a mi madre se aproximó.

— Señorita Claret, siento mucho su perdida — Dijo, con su acento francés marcado — Necesitaré que firme algunos papeles, para trasladar a su madre a la funeraria.

— No tengo para pagar la funeraria, tampoco la cuenta del hospital — Dije, sintiéndome muy cansada, con los ojos irritados de tanto llorar.

— Conozco una funeraria que cobra a precio accesible y por la cuenta del hospital no se preocupe, puede ir abonando...

¿A caso no escuchó?

— ¿Puedo verla antes de que la saquen de la habitación?

— Por supuesto — Empezó a caminar por el pulcro pasillo y lo seguí hacia el ascensor.

No hablé mientras estaba adentro, mis pensamientos saltaban de un lado a otro.

El doctor me guió hacia la habitación, abrió la puerta y ondeó su mano hacia adentro.

Entré y observé hacia la cama, al cuerpo cubierto por las sábanas blancas.

— No tarde demasiado, estaré en el pasillo — Cerró la puerta y mis piernas casi perdieron fuerza cuando me aproximé hacia la camilla.

Tragué el nudo en mi garganta y tomé la sábana para descubrir el rostro pálido y cansado de mi madre.

Sollocé — Lo siento... Lo siento tanto, mamá — Me incliné, tocando su mejilla fría — Soy una mala hija, te prometí que nuestra vida sería mejor... Pero, solo fallé — Me abracé a su cuerpo — Hiciste todo por mí cuando papá nos dejó solas, merecías una buena vida... Quería darte comodidades y solo te di preocupaciones.

El dolor en mi pecho aumentó, al recordar todos sus esfuerzos para darme de comer y para que terminara la secundaria, lamentablemente no entré en la universidad, porque ella enfermó.

Prometí tantas cosas y no cumplí ninguna.

Me aparté de ella a la fuerza.

Volví a la recepción con el doctor.

— Señorita Claret — Dijo alguien y me giré para observarlo.

— Señor Dimitri ¿Qué hace usted aquí? — No pude evitar fruncir el ceño.

— Lo siento mucho, siento tanto tu perdida — Se acercó y me dió un abrazo, me aparté incómoda — Vine en cuanto me enteré de la desgracia — Se acomodó las gafas.

El Señor Dimitri fue jefe de mi madre, ella trabajó de sirvienta en su enorme casa, solía llevarme porque no tenía con quien cuidarme y allí lo conocí.

Era un anciano viudo, todos sus hijos estaban en el extranjero.

Cuando era niña me consentía con dulces y regalos.

— ¿Quién le dijo qué mi madre...

— Me enteré por tu vecina, fui a visitarlas hoy y la señora me dijo que tu madre llevaba tiempo hospitalizada aquí, la recepcionista acaba de informarme que ella a fallecido.

El Señor Dimitri no me daba buena espina, era muy dulce y demasiado considerado conmigo. Tal vez eran mis malas experiencias en la vida, pero no me fiaba de sus intenciones.

— Si, el cáncer estaba muy avanzado — Dije, tomando distancia.

— Señorita Claret, puedo pasarle el contacto de la funeraria — Intervino el doctor — Como le dije ya, los precios son razonables.

El Señor Dimitri dió un paso hacia el doctor.

— Dígame ¿Qué es lo que hay que pagar?

— Señor, no será necesario yo...

— No te preocupes, Claret, tengo dinero de sobra — Sacó su billetera, gruesa de tantos billetes — Conmigo es con quien debe hablar sobre pagos — Le enseñó los billetes al doctor — Pagaré la cuenta del hospital y tambien el servicio funerario.

— Señor, por favor, no hace falta — Insistí, avergonzada, tomando su brazo — No es su deber, yo pagaré todo.

— No hace falta, se de tu mala situación económica, por los años de servicio que me dió tu madre, yo cubriré los gastos — Insistió, saliendo de mi agarre.

— No, señor, si hace esto, tendré que pagarle, no pienso aceptar que cargue con algo que no es de su incumbencia.

El anciano me observó — Puedes pagarme cuando puedas, no te cobraré intereses.

Terminé accediendo.

...****************...

Pasaron dos semanas desde la muerte de mi madre y seguía buscando trabajo, revisé el periódico una y otra vez, marcando los anuncios mientras rascaba mi cabeza por la frustración.

El dinero que le debía a Dimitri no era mi única preocupación, también estaban los meses de alquiler sumados a los servicios de agua y electricidad.

Mordí mi sandwich, la única comida que podía llevarme a la boca.

Marqué otro anuncio.

Cajeras, vendedoras, niñeras, mensajeras.

Solo a eso podía aspirar, sin una profesión tenía menos posibilidades de encontrar un buen trabajo.

El teléfono sonó y contesté.

— Hola.

— Hola, Claret — Dijo Marie, mi amiga — ¿Cómo haz estado?

— Marie, te seré sincera, voy de mal en peor — Me levanté de la silla, con mi pan en una mano y el teléfono en la otra — No consigo trabajo y estoy endeudada hasta el cuello, ya tengo varios avisos del casero, pronto estaré de patitas en la calle sino consigo dinero para pagar los meses atrasados.

— Vamos anímate, los males no duran para siempre, encontré un trabajo para ti.

Me detuve en seco — ¿En serio?

— Claro, no es gran cosa, pero te servirá mientras encuentras algo mejor.

Estreché mis ojos — Marie ¿Te lo ofrecieron a ti y no lo quisiste? ¿Cierto?

— Es que no me llevo bien con los animales.

— ¿Animales? — Me espanté.

— Es para pasear perros ¿Qué dices? ¿Le entras?

— No puedo darme el lujo de rechazar nada — Me encogí de hombros.

— Te enviaré la dirección.

— Gracias, muchas gracias.

— Después te invitaré a beber una cerveza para celebrar.

— Sabes que no bebo — Dije, riendo.

— No importa, yo beberé por ambas, luego me cuentas como te fue.

Me despedí y colgué.

Marie me envió la dirección y alcé las cejas.

Era una colonia de ricachones.

...****************...

Llegué al sitio después de tomar un taxi, hacia un portón con una casilla.

El vigilante se puso alerta cuando me vió acercarme a la ventanilla.

— ¿Quién es usted?

— Soy la Señorita Marie, vine aquí por un trabajo de cuidadora de perros, busco a la Señora Smith.

Marie me había recomendado hacerme pasar por ella, ya que de lo contrario no me dejarían pasar.

Después de hablar por teléfono abrió la puerta con un botón y me dió el número de la casa.

Caminé por ese sitio tan pulcro y lujoso, las casas eran hermosas y enormes, con jardines bien cuidados y autos lujosos.

Lo que siempre quise darle a mi madre estaba allí, muy lejos de ser mío.

Me detuve frente a la puerta y toqué el timbre.

Una mujer rubia con el rostro bañado en maquillaje y elegante vestimenta me dió una mirada despectiva, recorrió su ojos por mis tenis desgastados, mi jeans rasgados y mi suéter verde, su mirada se detuvo en mi cabello en una simple coleta baja.

— ¿Tú eres la paseadora?

— Así es.

Sus largas uñas con esmalte se pasaron por su cabello bien cuidado y largo.

— ¿Eres mayor de edad?

Me mordí la lengua para no contestar algo indebido.

— Si lo soy.

— Vas a pasear a mis cinco perros por el parque de la colonia.

¿Cinco? Esperaba que fuesen Chihuahuas.

— ¿Cuánto me pagará?

— Discutiremos el pago cuando los traigas de vuelta, no voy a arriesgarme a que te vayas con mis perros y con el dinero.

Volví a morder mi lengua, con la paciencia agotada.

— Descuide, no haré tal cosa.

— Espera aquí, voy a preparar a mis hijos.

¿Hijos? ¿Hablaba de los perros?

Cerró la puerta, sin dejarme pasar.

Ya no me estaba gustando el trabajo.

La doña se tardó casi una hora en salir de nuevo.

Casi abro los ojos como platos, eran tres Golden inquietos y dos Beethoven, uno de ellos tenía bozal.

Tenía que estar bromeando.

— Esto es para que recojas el excremento — Me dió una bolsa con una pala — Esto es para el moquillo de Pelusa — Señaló a uno de los Golden color chocolate — Se cansa mucho, así que dale agua — Me dió una botella — Los traes a las cinco, sin falta.

— ¡Nena, vamos a divertirnos! — Gritó un hombre desde adentro.

Tomé las correas y cerró la puerta en la cara, sin darme indicaciones de donde quedaba el parque.

Salí, arrastrando a los perros o tratando de guiarlos cuando empezaron a caminar por donde les apetecía, intenté no caer en la acera por la fuerza de los perros.

No pude controlarlos así que dejé guiarme por la colonia.

La gente rica hacían ejercicio y también salían de sus casas vistiendo trajes costosos.

Algunos me observaron como si fuesen los reyes del mundo.

Los perros se detuvieron en medio de la calle, intenté tirar de la correa, ninguno quiso moverse.

— ¡Vamos, por favor, tienen que moverse ya! — Tiré de la correa — ¡Estamos en medio de la calle! — El del bozal me gruñó.

Uno de los Golden se hizo popo y dos mujeres que caminaban por la acera, fruncieron los ceños.

Me agaché para recoger el popo.

Uno de los perros empezó a ladrar, todos se contagiaron, de un momento a otro caí al suelo cuando corrieron.

Me arrastraron y tuve que soltar la correa.

Los perros corrieron en distintas direcciones.

Me levanté — ¡Esperen, vuelven! — Corrí, persiguiendo a uno de los perros — ¡Por favor!

Tropecé y caí cuando intenté tomar la correa de uno de los perros.

Unos zapatos deportivos se hallaron frente a mí y elevé la mirada.

Un hombre me observó de forma seria.

Capitulo 2

...CILLIAN:...

El auto se detuvo en el club Passion, uno de mis hombres bajó de la camioneta y abrió la puerta para mí.

Tomaría la entrada trasera, pero no para disfrutar de las bebidas y los juegos de apuestas, tampoco para entretenerme con las bailarinas exóticas.

Nadie podía verme, aunque fuese el dueño.

Me coloqué mis lentes oscuros antes de salir, Jean y los otros tres hombres comprobaron la soledad del callejón y ante su gesto, avancé para entrar por la puerta.

Él se adelantó y la abrió después de introducir una llave que no tenía copia.

Avanzamos por el oscuro pasillo.

— Así que la rata rastrera apareció — Rompí el silencio, el sonido de la música electrónica del club traspasaba la pared — No fue nada difícil hallarlo.

— El idiota estaba planeando huir del país, pero debido a sus antecedentes, su falso pasaporte no alcanzó a llegar antes de que nosotros — Dijo Jean, detrás de mí, un moreno alto con traje negro, a los ojos de la sociedad era un guardaespaldas, pero en aquel mundo oscuro era mi mano derecha.

— ¿Revisaron muy bien el sitio dónde estaba escondido?

— Cada centímetro, no hallamos más que droga y revistas de la Play Boy.

Desabotoné mi camisa hasta el abdomen, hacía mucho calor dentro de esas estrechas paredes.

— Maldito vicioso.

— Al menos recuperamos el dinero, el idiota no gastó ni un euro. Señor, no tiene porque preocuparse, ese pedazo de escoria no lo pondrá en riesgo.

— Para ser un maldito criminal no tiene ni un gramo de inteligencia en su podrido cerebro, debió correr muy lejos de aquí, no le serviría de mucho, pero tendría más horas de vida — Gruñí, subiendo las escaleras que nos llevaban a la azotea, solo yo conocía esos pasillos, las paredes eran delgadas, así que podía escuchar cualquier cosa que pudieran estar tramando.

Jean abrió la puerta al final de las escaleras.

— A mí nadie me roba — Siseé al salir a una azotea cubierta por ventanas oscuras con vista a toda la ciudad.

En el centro había una mesa de madera con dos sillas, una de ellas estaba ocupada por un tembloroso y sudado hombre, dos de mis hombres tenían sus manos apoyadas en los escuálidos hombros del escuálido.

Caminé hacia la mesa, con mis manos metidas en los bolsillos de mis pantalones.

Me senté en la silla frente a él.

El hombre de tatuajes y argollas en la nariz se tensó ante mi presencia.

— ¿Quién rayos es usted? — Preguntó, bastante altanero para mi gusto.

— Al parecer mis hombres no te han tratado como es debido — Dije, haciendo un gesto a Jean con mi dedo — Sirve dos tragos — Caminó hacia un pequeño bar que tenía en la pared.

— ¿Eres Panthére Noire? — Palideció.

Chasqueé mis dedos después de sacar una caja de cigarrillos de mi bolsillo, Joshue se acercó con un encendedor, coloqué el cigarrillo en mis labios y él acercó la llama.

Encendí el cigarrillo.

Jean volvió con dos vasos y una botella de whisky, los sirvió mientras yo fumaba, el tonto tragaba con fuerza y el sudor le caía por la sien.

— Por favor... Señor... Déjame ir...

— Relájate y bebe un trago — Moví mi mano con desdén, acercando el vaso hacia él — Bebe un poco — Le ordené, más demandante, sus manos atadas y temblorosas tomaron el vaso, se lo llevó a la boca y bebió — Más, bebe todo el trago.

Arrugó el ceño cuando dejó el vaso vacío.

— ¿No me matará? — Preguntó de forma ingenua.

— Lo estoy consideraron — Solté otra nube de humo — Juguemos a las damas — Joshue acercó un tablero y lo colocó sobre la mesa, tomé las piezas y las organicé — Si ganas, te dejo ir.

Soltó un resoplido — Esto tiene que ser una maldita broma.

Me incliné sobre la mesa — Nadie se está riendo. Si ganas te dará una oportunidad para escapar.

— No sé jugar esa maldita...

Golpeó el tablero y lo aventó al suelo.

Hice un gesto a mis hombres, se alejaron del imbécil.

Le aventé el vaso con whisky al rostro, dejándolo semi inconsciente y con un montón de rasguños, aventé la mesa un lado y me levanté.

— Debiste pensar mejor en robarme, mi dinero no se toca — Le di una mirada fulminante — Te doy un maldito trabajo que ni siquiera una escoria como tu puede aspirar y piensas que soy tan tonto como para dejarte ir con mi dinero.

Crecí en aquel mundo oscuro y aprendí desde niño que las traiciones y errores se pagaban con muerte, cualquier cabo suelto podría ser el fin para que todo se desplomara.

Tener el control era la clave.

— Lo he visto en alguna parte — Se atrevió a interrumpir, haciendo ademán de levantarse torpemente, pero lo empujé de nuevo a la silla, encajé mis dedos en su garganta — Usted... Usted... En las revistas y la televisión — Intentó hablar.

Me reí a carcajadas — ¿En serio?

Abrió sus ojos como platos — Es uno de esos empresarios famosos.

Le di un puñetazo y volví a dar otra calada al cigarrillo.

El idiota escupió sangre, jadeando.

— ¿Qué hace un niño rico jugando al mafioso? — Jadeó y saqué el arma de mi cinturón.

— Éste niño rico como llamas, pone rastreadores en sus billetes, debiste pensar por solo un momento, que mi mercancía estaría marcada.

— La vida está llena de oportunidades, yo solo ví...

— Tu maldita oportunidad acaba de enviarte derecho al infierno — Mi arma ya tenía el silenciador, quité el seguro y lo apunté.

— Ojalá el mundo se entere de tus fechorías...

Disparé a su cabeza.

El silencio volvió.

— Limpien todo — Ordené.

...****************...

— Te dije que el maldito rastreador funcionaría y eso que daba poca fé de ese granito de un milímetro — Dije a Durand, en la enorme sala de su lujosa casa en las colonias, subí las piernas al sillón y él gruñó, como si mis zapatos deportivos fueran más sucios que la pilas de porquerías que tenía apiladas en cada espacio de la sala — Eres un genio de la tecnología, lástima que te cague salir de casa, sino, tendrías un puesto importante en mi empresa.

— No me caga, es una fobia, tengo agorafobia — Gruñó, acomodándose sus lentes, era un viejo amigo de la universidad, él único además de mis hombres que sabía sobre mi doble vida.

Su cabello rubio estaba despeinado y tenía ojeras.

— Es lo mismo, deja ese ridículo miedo, el mundo es para disfrutarlo, no para esconderse de él.

— ¿En cuál de tus empresas quieres que trabaje? ¿La legal o la ilegal? — Ignoró mi argumento, al menos se alimentaba bien y se ejercitaba, tenía un pequeño gym en un espacio de la casa.

— ¿Cuál te gusta más? — Bebí del té, el muy aburrido no tenía licor — En las dos tendrías que usar traje, las pijamas no están permitidas, ante todo el buen gusto, incluso en la ilegal, que seamos criminales no quiere decir que tengamos que vestir como unos sucios ladrones.

Observó sus pijamas manchadas de salsa, se rascó la barba.

— Seguiré trabajando desde aquí.

Era un excelente hacker, mucho más genio que yo. Podía borrar cualquier imagen de mí de las cámaras de la ciudad, incluso entrar a sitios web privados sin ser detectados, las claves de seguridad no eran un problema para él.

También era un técnico, capaz de inventar cualquier aparato.

Panthére Noire no sería invencible sin su colaboración.

— Como quieras, mientras siga haciendo todo de forma tan eficiente, no me importa si se te ocurre cavar un túnel y meterte allí.

Solté una carcajada.

— Deja tus chistes tan malos — Gruñó, bebiendo de su té.

— Conozco unas chicas que podrían quitarle la amargura con solo una...

— No, ni se te ocurra mencionar nada.

— Aguafiestas, necesitas mujeres, estarías menos estresado — Resoplé, tratando de hallar un lugar donde dejar la taza, la mesita frente a mí estaba llena de tontas figuras de acción y velas de incienso.

Mi amigo era una especie de hippie ermitaño.

— El placer es un vicio y yo soy sano.

— Ya me largo, compra la basura que quieras con el dinero que te ganaste, para hacer de tu agarrafobia más llevadera.

— Agorafobia — Corrigió enojado.

Tomé mi chaqueta de cuero del sillón.

— Como sea, insisto, solo es un miedo ridículo.

— Di eso, cuando estés en mis zapatos.

— ¿Qué zapatos? — Me burlé, observando sus pantuflas de Batman.

Tomó un adorno de su mesita e hizo ademán de aventarlo hacia mí.

— Voy desarmado, pero eso no significa que no pueda defenderme.

— Al menos yo no me voy a casar.

Maldito compromiso, por un momento lo había olvidado.

Caminé hacia la puerta y salí de allí.

Me froté la nuca mientras me detenía en plena acera.

Mis negocios legales se alzaron bajo la influencia de un magnate, gracias a él pude llegar lejos y encontré la forma de entrar en el mundo de los estirados por sus influencias, convencí a muchos millonarios que tenían tanto dinero, que buscaban invertirlo en cualquier idiotez para pasar el tiempo.

Gracias a ese hombre era un CEO reconocido, no había una parte de Francia y el mundo donde yo no fuese nombrado, mis negocios se habían extendido exitosamente a nivel mundial.

Pero, siempre llegaba la hora de cobrar favores.

El Señor Lambert quería comprometerme con su hija, antes de conocerla no me parecía demasiado descabellado, pero esa mujer era la peor persona con la que había tratado, incluso más que las ratas con las que hacía negocios en mi otro mundo.

No iba a casarme con semejante víbora.

Se lo prometí al Señor Lambert, pero tendría que romperla, no tenía porque forzarme a un matrimonio por conveniencia, estar atado por el resto de mi vida.

Solo había una forma y no la tomaría.

Matarlos a todos sería fácil, pero yo nunca mezclaba mis mundos, cualquier grieta sería mi perdición, Cillian Leroy y Panthére Noire eran reyes en sus mundos, pero jamás pasarían al lugar de otro.

El problema del compromiso podía arreglarse de otra forma.

No sería un malagradecido para asesinar al hombre que me abrió los caminos, tampoco a su familia.

Necesitaba algo...

Un grito me sacó de los pensamientos.

Un perro pasó corriendo y una chica cayó arrodillada ante mí.

Pisé la correa del animal antes de que escapara.

El perro se detuvo y la torpe chica alzó su mirada.

En seguida supe que no pertenecía a esa colonia y que seguro estaba trabajando como paseadora.

Por su situación, sería su último día de trabajo.

No tenía maquillaje, estaba despeinada y sus ropas estaban demasiado usadas, un enorme suéter más grande que ella le cubría hasta los muslos.

Tenía la piel blanca y el cabello castaño, sus ojos verdes se quedaron pasmados observando, sus labios estaban entre abiertos.

Evité elevar una comisura.

Incluso en mi vestimenta informal atraía la atención.

Se puso en pie torpemente, era pequeña, una adolescente flacucha.

El perro empezó a saltarme y a tratar de morder mi chaqueta de cuero, la colgué sobre mi hombro y me incliné para tomar la correa.

— Señor... ¿Divisó por dónde se fueron los otros? — Preguntó, angustiada — Eran cinco y...

Acaricié el Golden — Una niña tan flaquita como tu no debería estar paseando perros mas grandes que ella.

— ¿Cómo? — Arrugó su respingada y pequeña naríz, jamás ví un rostro tan delicado — ¿Cree qué lo hago por gusto?

— Las niñas como tu deberían estar estudiando.

— Señor, usted no tiene idea...

Empecé a caminar, llevando al perro conmigo.

La sentí seguirme, busqué con la mirada y luego silbé varias veces.

— Hace falta más que eso para que un perro...

Los perros volvieron corriendo hacia mí.

Tomé sus correas después de acariciarlos.

— ¿Cómo hizo eso? — La chica seguía sorprendida.

— Ten las correas, enrolla alrededor de las muñecas. Devuelve esos perros antes de que te vuelvan a usar como trineo.

Se las entregué, se quedó desconcertada y caminé devuelta a mi camioneta, aparcada en la acera.

Saqué las llaves, quitando la alarma subí.

Sin mirar hacia la chica encendí el auto y me marché hacia la salida.

Capitulo 3

...CLARET:...

Decidí llamar a Marie después de salir de esa estirada colonia en la que solo recibí más mala suerte y ni hablar de tener que aguantar a la doña ricachona que solo se dedicó a criticar lo sucio que estaban los perros, pero es que no era mi culpa que le guste criar osos en lugar de perros de tamaño normal y que me hayan arrastrado por casi toda la acera.

— Logré cobrar, pero no fue demasiado — Dije a Marie, mientras volvía a casa al anochecer — Compré comida y el resto, que no es mucho, se lo daré al casero para tranquilizarlo — Sostuve la bolsa de los víveres contra mi pecho — No vuelvas a recomendarme un trabajo con semejante tipo de gente.

— No me eches la culpa, solo quería ayudar, mi jefa fue quien pidió el favor para su amiga, ahora tendré que tolerar sus quejas también.

— Te vas a ganar un problema, te dije que no era buena idea hacerme pasar por ti — Crucé hacia mi edificio.

— No te preocupes... Te enviaré una lista de sitio en las que puedes dejar tu currículum.

Subí las escaleras externas hacia el tercer piso.

— Siempre y cuando no sea cuidando perros o niños.

— No, estos son trabajos serios — Escuché su risa — ¿En serio te fue tan mal?

— Fui horrible, la gente estirada, la doñita ridícula tratando a sus mascotas como hijos y esos enormes perros, casi muero arrastrada ¿No puede criar chihuahuas o perros salchichas como la gente normal? — Resoplé, entrando a mi apartamento, cerré la puerta con el talón.

— A los ricos les gustan las excentricidades.

— No quiero saber más de gente rica, creen que el mundo gira en su entorno.

— Cálmate, ya no volverás a esa colonia...

— Para completar, terminé arrodillada frente a un hombre idiota... Fue un pesado también, me crítico como si supiera de mi vida — Me froté la sien — Dios santo, ser tan guapo debería ser ilegal.

— Espera ¿dijiste que era guapo?

— ¿No escuchaste lo demás? — Dejé la bolsa sobre la mesa.

— Un millonario guapo no se ve todos los días.

Resoplé — Fue odioso y arrogante.

— ¿Cómo era?

Alto, con un cuerpo musculoso y de ojos intimidante color café, con el cabello negro alborotado y una barba recortada, de camisa mangas largas azul y pantalones sueltos, unos zapatos deportivos blancos, todo porte y elegancia, sensualidad, aires altivos y una expresión seria.

Puse los ojos en blanco — Marie, no estoy para tonterías.

— ¿Te gustó?

— ¿Qué dices? Es un desconocido con el que nunca volveré a encontrarme.

— Yo hubiera buscado una excusa para volverlo a ver, debiste haberle tomado una foto desprevenido, al menos así tendrías un recuerdo.

— Eres una sucia — Me quejé, caminando hacia la cocina, busqué el interruptor del bombillo — Aunque debo aceptar que gracias a él me libré de un problema mayor con la doña de los perros.

— Uy, eso suena genial.

— Esos perros me jugaron una mala pasada, él solo silbó y los infelices volvieron — Moví el interruptor y fruncí el ceño, no había electricidad.

— Tiene talentos ocultos — Dijo con un tono descarado.

— Me cortaron la electricidad.

— ¿Cómo?

— Estoy a oscuras.

La llamada se cortó y observé la pantalla.

La batería estaba baja.

Genial, los problemas seguían llegando como se costumbre.

Busqué una linterna en los cajones de la cocina, cuando la encontré, encendí velas para iluminar y cociné mi cena.

Al menos el gas seguía funcionando.

Ya no podía seguir así, no iba rendirme en conseguir un buen trabajo.

...****************...

Me desperté temprano.

Tomé un baño e hice un rápido desayuno, me alisté con una sudadera gris y unos pantalones negros, zapatillas bajas, llevé el teléfono y el cargador en mi bolso, una carpeta con mi hoja de vida y salí de casa.

Aproveché para darle una visita al cacero en el primer piso.

Toqué la puerta varias veces hasta que se dignó a abrir.

— Señorita, hasta que aparece — Dijo, con ironía, quedándose en la entrada — ¿Va a pagar lo que debe o solo viene a llorar? — Se frotó la barbilla y me dió una mirada descarada.

Saqué el dinero y se lo tendí.

Elevó una ceja y tomó, empezó a contar.

— Esto no cubre ni el primer mes.

— Lo sé, pero es para los servicios, necesito electricidad, gas y agua, no me los corte.

Su mirada me incomodó.

— De acuerdo, lo tomaré, pero recuerde, el plazo de agota — Amenazó, observando mi pecho — A menos que haga una excepción, puedo ser más flexible, pero eso depende de usted. Sino tiene dinero, hay otras formas de pagar — Se lamió los labios.

Me tensé, sintiendo enojo y desagrado.

— Pagaré con dinero — Elevé mi barbilla, tragando mis náuseas.

Sonrió — Suerte con eso, pero recuerde, es muy difícil conseguir alquileres tan flexibles como los míos, podríamos hablarlo y perdonaré todas las rentas atrasadas si decide colaborar.

Me alejé, antes de gritarles unas cuantas verdades que se merecía, pero no podía ponerme a la defensiva, no cuando estaba en sus manos dejarme en la calle.

Le iba a pagar, pero no de la forma que quería, demostraría que podía conseguir el dinero.

Caminé hacia el centro de la ciudad, donde el tráfico era pesado y la multitud se hacía presente.

Entré a una cafetería para poder cargar mi teléfono.

El dueño me dejó usarlo con la condición de comprar algo, tuve que pedir un capuchino y sentarme a esperar que mi teléfono cargara.

Marie envió la lista de los trabajos y casi escupí mi café.

Eran empresas prestigiosas.

Entre ellas una de las empresas más famosas, Leroy, la empresa de dispositivos tecnológicos.

— Esto debe ser una broma — Susurré.

Llamé a Marie — ¿Te volviste loca? Esas empresas solo contratan profesionales, yo ni siquiera entre a la universidad.

Bebí mi café para no tener un tic de estrés.

— Ay, relájate, nada pierdes con intentar.

— Lo haré, pero voy a perder tiempo valioso en lugares a los que si podrían considerarme.

— Te haz vuelto demasiado pesimista, Claret tengo que dejarte, estoy en horario laboral, pero te deseo mucha suerte — Colgó y solté un suspiro mientras observaba por la ventana como las personas caminaban por la calle adoquinada.

Desconecté el teléfono cuando se cargó lo suficiente y empecé con la lista, buscando las direcciones y preguntando.

Edificios grandes cubiertos por cristales se cruzaron en mi camino.

Personas en trajes pulcros entraban y salían, después de bajar de carros lujosos.

Marie no vivía en este mundo ¿Cómo se le ocurrió qué podrían contratarme?

Con aquellas ropas tan gastadas e informales me descartarían rápido.

En el primer edificio la recepcionista se tardó en atenderme, hablaba sin parar por teléfono mientras yo me quedé frente al mostrador, ignoró mi presencia hasta que aclaré mi garganta.

— Un momento... — Apartó el teléfono de su oído y me evaluó — ¿Qué deseas?

— Quisiera dejar mi hoja de vida.

— No, no estamos contratando — Cortó para seguir con la llamada.

— Su sitio web dice que sí.

Hizo un gesto de impaciencia — Escucha, si quieres deja tu currículum, pero dudo mucho que estés calificada...

— Cuando estés en la cúspide más alta de la empresa, me das tu opinión, de lo contrario guárdala — Gruñí, estallando ante la rubia postiza.

— Sino quieres que llame a seguridad, largo de aquí — Me dió una sonrisa falsa y volvió a su llamada.

Mi ceja tembló, pero me retiré.

En el segundo establecimiento fue casi igual, pero si aceptaron mi currículum, aunque la recepcionista lo tomó como si tuviera gérmenes.

El mundo estaba plagado de seres con superioridad y yo tenía la mala suerte de topar con los peores.

Busqué la Empresa Leroy y me sorprendí al encontrar varios sitios en el mapa.

Tomaría el más cercano y sería el último, ya no soportaba tantos estirados.

Volvería a la zona donde tenía más posibilidades, en tiendas pequeñas, cafeterías y restaurantes.

Caminé, un poco agotada me detuve frente a un lugar bastante discreto para la grandeza de Leroy, un edificio de solo dos plantas de cristal y puertas dobles, con una entrada llena de jardines, apartado de la zona bulliciosa de la ciudad.

Subí las escaleras y las puertas se abrieron cuando estuve frente a ellas.

Un lugar parecido a una biblioteca se hallaba ante mí, en el segundo piso habían varias oficinas, pero en el primero, había muebles y muchas filas de computadoras.

No me dió la sensación de superioridad o de perfección, aunque todos vestían de forma elegante, sus espacios parecían cómodos.

Me acerqué a la recepcionista.

— Buenos días ¿En qué puedo ayudarle? — Dijo la recepcionista, sin exceso de maquillaje ni falsedad.

— Quisiera dejar mi currículum, leí una información de que necesitan personal.

— Es correcto, permíteme tu hoja — Extendió su mano por el mostrador y la saqué de la carpeta — Normalmente recibimos las solicitudes por correo, pero ya que te tomaste la molestia de venir voy a ingresarte, solo dame un segundo para llenar tus datos en la planilla de solicitud — Se ajustó las gafas para leer mi hoja y tecleó en su computadora — ¿No tienes ninguna profesión?

Allí se fueron mis esperanzas.

— No... — Observé hacia unos hombres sentados en unos muebles, reunidos en torno a una mesa con tablets y laptops.

Me tensé, allí estaba ese hombre.

Hablaba y todos escuchaban atentamente, con su seriedad, muy bien peinado y una ropa casual.

— Temo que solo podemos recibir a profesionales...

— ¿Cómo? — Giré mi atención hacia ella, aturdida, por la impresión de encontrarme al sujeto fanfarrón — Señorita, puede que no tenga una carrera, pero aprendo rápido, puedo trabajar de mensajera o sirviendo café, cualquier cosa... Solo necesito una oportunidad — Me sentía tan decepcionada de que se me cerraran las puertas.

— Lamentablemente, esto no depende de mí...

— ¿Quién es el jefe? Déjeme hablar con la persona a cargo...

— Temo que está ocupado, hay una reunión privada con el dueño — Bajó la voz, dando miradas discretas hacia el grupo donde estaba ese hombre.

— Puedo esperar...

— Tal vez se tarden unas dos horas, si surge algo recibirás una llamada.

— Señorita, por favor, haga todo lo posible...

Volví a observar hacia los reunidos y sentí un vuelco en el estómago cuando me percaté de que ese hombre tenía su mirada intimidante puesta en mí.

— Gracias — Dije y caminé hacia la salida, antes de que se le ocurriera a ese extraño acercarse a opinar que yo era demasiado niña para andar buscando trabajo y que debería estar estudiando.

Era un desastre hasta para buscar trabajo.

No tenía nada de suerte.

Quería echarme a llorar en medio de la calle.

Desde que mi padre fue asesinado toda mi vida se volvió en una desgracia, como si su vicio por las apuestas nos hubiera condenado para siempre, no era justo que yo tuviera que pagar por los errores de mi padre.

Terminaría de indigente si seguía así.

Empecé a bajar las escaleras.

— ¡Oiga! — Una voz gruesa y autoritaria se oyó detrás de mí.

Me detuve en seco, tragando con fuerza antes de girarme lentamente.

El sujeto guapo me siguió.

Me quedé quieta y mi maldito corazón se aceleró, mis manos se encajaron en la carpeta.

No sabía como hablar con hombres jóvenes y guapos, me volvía torpe y decía cualquier estupidez, pero estar ante ese sujeto era otro nivel que me hizo quedarme callada.

Jamás había visto un hombre tan hermoso y de tan buen gusto en la ropa y eso que Francia estaba lleno de ellos.

Su expresión se mantuvo seria.

— Eres la chica de los perros.

— Usted el hombre de los... Silbidos.

Enrojecí cuando hizo un gesto, era una torpe.

— ¿Busca trabajo?

— No es... — Me mordí la lengua, recordando que él estaba en el grupo de aquella reunión, tal vez conocía al dueño y quería darme una oportunidad — Así es.

— ¿Es mayor de edad?

— Por supuesto — No pude evitar sonar a la defensiva.

Parecía incrédulo, lucir como adolescente tampoco me ayudaba.

— ¿Qué carrera estudio? — Metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

— No tengo una carrera.

— ¿Y cómo pretende que la contraten? — Observó el reloj de su muñeca, como si atenderme le quitara tiempo, yo no le pedí que me siguiera.

— No todos tienen la facilidad de estudiar...

— Puedo darle trabajo, pero no aquí — Me interrumpió, elevando la mirada primero.

— Sabe, mejor ahorrece su consideración — Me giré con ímpetu y bajé las escaleras.

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