El murmullo constante de las conversaciones llenaba el gran salón de la corte real. Las antorchas colgaban de las paredes, iluminando las intrincadas tapicerías y los ropajes lujosos de los nobles que se reunían para discutir asuntos del reino y, en muchos casos, participaban en las intrigas y chismes que tan a menudo circulaban en esos círculos. Isabella había decidido aceptar la invitación a una de las reuniones más importantes de la temporada, consciente de que era vital para su reputación y de su negocio mantener una presencia en la alta sociedad. Sin embargo, también sabía que entrar en ese entorno significaba enfrentarse a los rumores que Geoffrey había esparcido.
Acompañada por Alexander, quien la había escoltado personalmente, Isabella se adentró en el bullicio del salón, sintiendo las miradas de los presentes posarse sobre ella. Las sonrisas de cortesía que le dirigían algunos nobles no alcanzaban sus ojos, y pudo notar las miradas furtivas y los susurros que se intercambiaban a su paso. Sabía que el veneno de los rumores ya había hecho efecto en muchos de ellos.
—Mantén la cabeza en alto, Isabella. —le susurró Alexander al oído, ofreciéndole su brazo con firmeza—. No les des la satisfacción de verte dudar.
Isabella asintió, agradeciendo el apoyo silencioso de Alexander. Mientras caminaban juntos por el salón, saludando a conocidos y siendo presentados a nuevos rostros, Isabella intentaba mantener la compostura. Sin embargo, la tensión en el ambiente era palpable.
Un grupo de damas, encabezadas por la Marquesa de Laverne, una mujer conocida por su habilidad para manejar los hilos de la política cortesana, se encontraba en una esquina del salón. Al ver a Isabella, la marquesa intercambió una mirada con sus acompañantes y se acercó a ella con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar su desprecio.
—Lady Isabella, qué grata sorpresa verte aquí esta noche —dijo la Marquesa con una inclinación de cabeza. Su tono era cordial, pero sus ojos brillaban con malicia.
—Marquesa de Laverne, es un placer. —respondió Isabella, manteniendo su tono neutro.
—He oído muchas cosas sobre ti últimamente —continuó la Marquesa, sus palabras impregnaban insinuaciones—. La ciudad entera habla de tu... rápido ascenso. Es admirable cómo has logrado prosperar en tan poco tiempo.
Isabella sintió cómo el corazón le daba un vuelco, pero mantuvo su compostura.
—Es cierto que mi negocio ha prosperado, gracias al apoyo de mis clientes y al trabajo duro de mi equipo. —respondió con serenidad, evitando morder el anzuelo.
—Oh, por supuesto. —La Marquesa sonrió, pero su mirada se afiló—. Aunque algunas personas dicen que has contado con un poco más que solo trabajo duro... se rumorea que tu cercanía con ciertos caballeros influyentes podría haber tenido algo que ver. —sus palabras eran un dardo envenenado, y sus acompañantes soltaron risitas maliciosas.
Isabella sintió una oleada de ira, pero antes de que pudiera responder, Alexander intervino.
—Marquesa, me sorprende oírte dar crédito a rumores tan infundados. Isabella ha logrado lo que muchos en esta corte jamás han soñado, y lo ha hecho con integridad y honor. Es lamentable que en lugar de celebrar su éxito, algunos prefieran difundir falsedades. —Alexander habló con una firmeza que dejó claro que no toleraría ningún ataque hacia Isabella.
La Marquesa de Laverne lo miró, su sonrisa desaparecio brevemente, pero se recuperó rápidamente.
—No quise ofender, Lord Alexander. Solo comentaba lo que se escucha por ahí. Pero me alegra saber que estás tan... comprometido en defender a Lady Isabella. Es bueno tener aliados poderosos en estos tiempos. —dijo con un tono que sugería algo más.
Isabella sintió una mezcla de gratitud y incomodidad por la intervención de Alexander. Aunque apreciaba su defensa, sabía que las palabras de la Marquesa estaban destinadas a hacer que la cercanía entre ellos se convirtiera en otro punto de chisme.
—Siempre es un placer aclarar malentendidos. —respondió Isabella con calma—. Aprecio tu interés, Marquesa, y espero que los rumores no desvíen la atención de las verdaderas preocupaciones de la corte.
La Marquesa sonrió, su sonrisa no alcanzó sus ojos, y asintió antes de hacer una elegante reverencia.
—Por supuesto, Lady Isabella. Te deseo una agradable velada. —dijo, alejandose con su séquito, dejando a Isabella y Alexander en paz, al menos por el momento.
—No te preocupes por ella. La Marquesa de Laverne es conocida por disfrutar de estos juegos. —le dijo Alexander en un tono tranquilizador.
—Lo sé. Pero no deja de ser agotador. —admitió Isabella, soltando un suspiro—. Estos rumores se han extendido como un veneno, y me temo que están haciendo más daño del que pensaba.
Alexander la miró con seriedad.
—Vamos a detenerlos. Pero también debemos estar preparados para lo que venga. Geoffrey no se detendrá con simples chismes, eso lo sabemos. Sin embargo, aquí en la corte, tienes aliados. Yo estaré a tu lado, y hay otros que conocen la verdad y están dispuestos a apoyarte. —dijo con determinación.
Isabella asintió, agradecida por su apoyo. Pero incluso con aliados a su lado, no podía evitar sentir la creciente presión de las intrigas en la corte. Sabía que los rumores podían destruir más que su reputación; podían afectar sus relaciones comerciales y su posición en la sociedad.
Mientras la velada continuaba, Isabella hizo un esfuerzo consciente por involucrarse en las conversaciones, tratando de proyectar una imagen de seguridad y confianza. Sin embargo, podía sentir que las miradas y los susurros seguían acechándola, como si cada paso que daba fuera observado y juzgado.
Al final de la noche, cuando las antorchas comenzaron a apagarse y la corte se fue dispersando, Isabella y Alexander se dirigieron juntos hacia la salida. Aunque Isabella se mantenía erguida y tranquila, por dentro se sentía agotada. La lucha por mantener su dignidad y su negocio estaba cobrando un alto precio.
—¿Estás bien? —preguntó Alexander mientras la escoltaba hacia su carruaje.
—Estaré bien. Solo necesito un poco de tiempo para procesar todo esto. —respondió Isabella, ofreciéndole una sonrisa débil.
Alexander la miró con preocupación, pero no insistió. Sabía que Isabella era fuerte.
—Recuerda, Isabella, que no estás sola en esto. —dijo mientras la ayudaba a subir al carruaje—. Mañana nos reuniremos con aquellos que pueden ayudarnos a desmontar estos rumores. Geoffrey no tiene idea de lo que se avecina.
Isabella asintió, reconfortada por sus palabras. A medida que el carruaje comenzaba a moverse, miró por la ventana y pensó en la batalla que tenía por delante.
Mientras las luces de la ciudad se desvanecían en la distancia, Isabella cerró los ojos por un momento, permitiéndose un breve respiro. Sabía que los próximos días serían cruciales, y aunque la incertidumbre la acompañaba, también sentía una renovada determinación. No permitiría que Geoffrey ni nadie más la destruyera. La batalla por su futuro acababa de comenzar.
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Comments
Cruz Mejia
Esa gente que más disfruta de los chismes es la más cosas turbias esconde, Isabella es fuerte y con la ayuda de Alexander harán rodar cabezas, el camino es difícil pero al final lograran salir adelante y el infeliz desgraciado se arrepentirá de meterse con las personas equivocadas 🤬🤬
2024-11-08
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Tina Ixchiel Puthod
pasa q sin internet ni celu de algo tenian q vivir 🤣🤣🤣🤣🤣
2024-11-09
0
Liliana Barros
Me agrada que Isabella tenga el temple para luchar por lo que quiere y no se deje llevar fácilmente. Es una mujer tenaz y decidida
2024-11-05
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