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Inefable

INTRO

...INEFABLE es una historia de IRWIN SAUDADE (CHICO LITERARIO)...

...Este es el libro 3 de una trilogía que está disponible aquí en NovelToon, este es el orden:...

...Libro 1 ¡PÍDEME QUE TE OLVIDE! ...

...Libro 2 EL AMOR QUE NO TE PUEDO DAR...

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...© Todos los derechos reservados © Irwin Saudade...

...Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, ya sea mediante medios digitales e impresos, sin el consentimiento del autor....

...DEDICATORIA...

...Para el niño herido que vivió en mí durante muchos años. ...

...Para todos los que alguna vez sufrimos en silencio por no tener el valor de gritar nuestros sentimientos. ...

...Para mi familia, para mi médico, para ti. ¡Estas líneas te pertenecen!...

...INEFABLE es una historia basada en hechos reales....

...INTRO...

—¡Vas a estar bien! ¡Tranquilo! ¡Todo va a estar bien! —Quise calmarlo, se veía muy angustiado. Nuestras manos estaban unidas y la fuerza de su dolor me partía el corazón.

Le dolía mucho, ni siquiera pudo terminar de jugar.

—¡Me duele mucho! —Emilio se quejaba con gritos intensos, estaba sufriendo mucho, era como si se le estuviera quemando el corazón por tanto dolor.

—¡Estarás bien! Te lo prometo —fue lo último que alcancé a decirle.

Los enfermeros no me dejaron entrar con él, se lo llevaron a toda prisa para poder atenderlo e instalarlo en su habitación. Mis manos estaban húmedas por sus lágrimas y cuando me detuve a mirar mi palma izquierda, descubrí que algo no andaba bien en mí.

¿Qué era eso? ¿Un chancro? ¿Una ronchita? El aroma del duelo me causa inestabilidad, no tengo cordura y mis pies comienzan a alejarse de la tierra. ¡Mi garganta comienza a arder! Quiero sentir que puedo cumplir con mis metas, quiero luchar por lograr alcanzarlas y a veces, la vida me patea con mucha fuerza. ¡Me siento destrozada por todo lo que nos está pasando!

¡Todo esto me aplasta! Verlo a la deriva, sufriendo por mi culpa. ¡Emilio no se merece esto! ¡Nadie merece sufrir por mí! Siento que estoy muriendo, que lentamente mi corazón se está enfermando y me duele no poder expresar como me siento en realidad. ¡Porque algo hice mal! Permití que mi corazón se abriera ante una persona que me utilizo para entrar en mi cuerpo de una forma despiadada. ¿Y qué ha pasado? ¿Que gane yo al quedarme callada por tanto tiempo? ¿Cómo termine?

...¡Sigo aprendiendo a vivir con el duelo de no estar contigo!...

Mis fuerzas luchan por sacarme a flote, me duele el pecho por las noches y el llanto inunda la habitación donde duermo, completamente no me siento bien. ¿Por qué? Me dolió mucho saber que mis consecuencias fueron el resultado de querer vivir en silencio. ¿Por qué sentirme culpable? ¿Por qué ponerme tan dramática en un momento como este? ¡Todo me inquieta!

De momento siento un dolor intenso que mi alma no logra superar. ¿Qué es eso? ¿Por qué un sentimiento así de fuerte? ¡Quiero llorar y no puedo! Me obligo a aparentar fortaleza. Abro los ojos y quiero no estar aquí, pero mi cuerpo lo necesita. ¡Debo curarme el alma! El médico me hace pasar a su consultorio, la puerta se cierra y cuando me siento frente a él, mis nervios aumentan. ¡No quiero estar aquí! ¡Pero si quiero!

¡Necesito aclarar mis sentimientos! Me animo a tocar la puerta de su despacho.

—¡Adelante! —Responde él.

Abro la puerta, mi corazón late con mucha intensidad. Sus ojos se enfocan en mí, sonríe con amplitud y me invita a tomar asiento frente a él. 

—Tu amigo ya está en su habitación, le tomarán unas placas para ver el estado de su lesión.

—Que bueno que ya lo están atendiendo.

—Sí, está grave.

¿Qué tan grave podría estar mi querido Emilio?

—Trataré de ser paciente y ojalá pudieran ayudarlo a recuperarse pronto.

—Por supuesto, de hecho, estoy por ir a verlo. ¿Quieres acompañarme?

—Sí. Bueno, antes de ir a ver a Emilio, yo... —me quede callada, mi dolor emocional era tan fuerte que no podía pronunciarlo.

—¿Puedo ayudarte en algo? —Su voz me causa un sismo emocional.

—Sí, de hecho quiero comentarle algo.

—Por supuesto. 

—Creo que estoy mal —esta vez pude decirlo.

Salvador es el nombre del médico y Édgar se había encargado de contactarlo. Al parecer eran conocidos.

—¿En qué estás mal?

¿Cómo mierda puedo expresarlo de forma resumida? Los latidos de mi corazón son cada vez más intensos que antes y solo quiero que esto se acabe.

—Creo que estoy enfermando.

—¿Por qué lo crees?

El color de su bata blanca no me impresiona mucho y siento un escalofrío cuando veo sus ojos. ¡Entre más rápido mejor!

—Creo que... —me cuesta trabajo poder expresarme—. Bueno, yo, me he dado cuenta de que no puedo sanar y el corazón me ha comenzado a doler más de lo normal. ¡Y Emilio está sufriendo! Eso me mata por completo.

Sus ojos parecieron examinar mi semblante.

—¿Cómo es ese dolor? ¿Qué tan intenso y recurrente es?

No me sentía con muchas ganas de profundizar en aquel sentimiento. ¿Tener que recordar lo que ya había logrado superar? ¿Volver a desenterrar aquello que me hizo tanto mal?

—Descubrí algo en la palma de mi mano —evité sus preguntas.

Enfoca su vista en mi mano, la examina a detalle.

—¿Puedo revisar tu boca?

—Sí.

El chequeo fue rápido y la angustia no desaparecía de mí.

—Tengo sospechas de algo, voy a hacer unas pruebas —dice él.

—Está bien.

—¿Alguna vez...? —Su pregunta me hizo doler aún más.

—¿Y si comienza de una vez con las pruebas y evitamos las preguntas profundas? —Sugerí para evitar la charla que desenterraba mis recuerdos.

—¡Claro! Aunque debo llenar un formato, por eso te estoy haciendo esta breve entrevista. Pero si quieres, pasaremos a que tú firmes un permiso de consentimiento.

Tragué saliva, quise imaginar que no estaba aquí, aunque mi realidad era otra. ¿A dónde podría huir? ¿Volver a San Francisco para encontrar calma en mi alma? ¿Intentar regresar el tiempo?

Un recuerdo vino a mi mente: el cielo estaba nublado, las montañas se veían impresionantes y los mezquites, eso era lo que yo veía a través de la ventanilla. En los auriculares sonaba Gibran Alcocer con Idea 15, el aire acondicionado me estaba causando escalofríos.

A mi mente vino el recuerdo del último viaje que hice en autobús y en cómo es que ahora todo iba a cambiar. ¡La vida nos estaba jugando chueco a Emilio y a mí! Parecía que ahora me encontraba frente a la oportunidad de poder curar todo el dolor que esta vida nos había obligado a tener que aguantar. Pero también, existía la posibilidad de no salir victoriosa. Esta vez no podría huir, no debía salir corriendo para buscar mi propia paz. ¡Yo tenía que ser valiente!

—¿Terminaste de firmar? —La voz del médico me hace volver a la realidad.

Obligue a mi cerebro a controlar mis pensamientos. ¡El pasado no se podía arreglar! Nada se podía cambiar hasta este punto y entonces, por eso, estamos aquí.

—Ya firme —respondí apenas audible.

—¡Excelente! Te reitero que esta información será confidencial. ¡No te preocupes!

¿No preocuparme? ¿Tenía motivos para no hacerlo? ¡Todo me preocupaba en este momento! Quería que estuviéramos bien. Emilio y yo, a salvo. ¡Juntos!

—No puedo evitar preocuparme. Tengo muchos pensamientos inquietantes.

Sus ojos se enfocaron más en mí, la serenidad de Salvador me hizo dudar de la realidad.

—Supongo que descansaras cuando al fin...

—¿Puede comenzar ya? —Fui directa—. Tampoco quiero que Emilio esté mucho tiempo solo en su habitación. Me gustaría ir con él.

Asintió. Se quedó en silencio, mirándome con atención. 

El aroma de su oficina era una mezcla a medicamentos y aromatizante de citronela. Tragué un poco de saliva, mis nervios aumentaron más y de verdad, quería poder terminar con todo esto. ¿Por qué nos estaba pasando algo así? ¿Por qué tenía que acabarse nuestra felicidad? ¿Por qué no duró más? ¿Por qué nada es eterno en esta vida?

—¡Por supuesto! Tomaré unas muestras de sangre. No va a doler, puedes estar tranquila.

Mis pensamientos no estaban quietos, Emilio y su dolor era lo que principalmente no podía olvidar. Mi dedo índice temblaba, el médico rompió la envoltura de una prueba y alistó todo.

—Me tiembla mucho el dedo, yo creo...

Rápidamente, me sujeto la mano y aprisionó mi índice con sus dedos.

—¡Tranquila! Está bien, lo entiendo. ¡Todo estará bien!

Sentí un ligero piquete, presionó mi dedo y la gota de sangre fue absorbida por el gotero.  Apretó un poco más, exprimió para obtener más sangre. Me ofreció un algodón con alcohol y cubrí la diminuta herida.

—¿De verdad cree que todo pueda estar bien? —Me animo a preguntarle.

Sonríe muy tenuemente.

—Aunque las cosas se estén poniendo difíciles, nunca dejes de ser optimista —sus palabras resultaron ser un consejo.

¡Ojalá todo estuviera bien!

CUANDO ABRES LOS OJOS

...UNA SEMANA DESPUÉS DEL JUEGO...

*Miranda*

Los ojos de Emilio estaban cerrados, su pecho subía y bajaba suavemente al ritmo de su respiración. Parecía que el dormir lo tranquilizaba de su ansiedad. ¿Ansiedad?

Resulto ser que la lesión fue más que un simple roce entre jugadores. El movimiento se había aplicado con intención propia de causar daño y el daño fue lo que arraso con el corazón de mi amigo. ¿Volvería al campo de futbol? ¿Podría tener la oportunidad de cumplir con su mayor sueño? ¿Su vida volvería a ser la misma?

¡Ojalá la vida nos acariciara con justicia!

El único sueño que Emilio tenía era el que su imaginación inconsciente le proyectaba dentro de su mente. Sus labios entreabiertos, brazos caídos sobre las sábanas, yeso en la pierna derecha y su cuerpo cubierto con una bata color crema de paciente de hospital.

Sus pestañas estaban perfectamente bien dibujadas, eran las once de la noche cuando decidí acariciar su mejilla. Mi tacto fue suave, repentino y lleno de mucha inocencia. Mi mente me hizo pensar en nuestra infancia y en cómo es que ambos nos habíamos conocido.

—¿Me das permiso subirme al árbol de tu jardín? —Le pregunté.

Él sostenía un muñeco de acción de Bumblebee.

—¿Sabes trepar? No creo que sea seguro para ti. Te vas a caer —respondió él.

—No me voy a caer. Yo, quiero subir a tu árbol. ¿Me das permiso? —Volví a insistir.

—Bueno, está bien. 

Fui muy feliz con su respuesta. ¡No dude en correr hacia el árbol! Esa fue la primera vez que yo entre al patio trasero de la casa de sus padres. 

—¿Y por qué quieres subirte al árbol? 

—Es que creo que arriba nadie puede lastimarme —no me dio pena decirle.

—¿Alguien te lastima? Si quieres, le diré a Bumblebee que te proteja —desde ese momento, descubrí que Emilio sería bueno conmigo. 

—¿Tu muñeco me va a proteger? Yo no creo que eso se pueda, es un juguete —respondí.

El viento era suave y a esa hora del día, la vida era lenta.

—Bueno, si no confías en Bumblebee, entonces yo cuidare de ti.

—¿Me vas a cuidar?

—¡Sí! ¿Quién es el que te lastima?

—No puedo decir su nombre, él se va a enojar mucho si se entera de que dije su nombre.

—¿Él? 

—Es bueno, pero cuando se enoja, es terrible.

—¿Es un hombre?

Comencé a temblar de miedo, no quería hacer nada malo, solo deseaba subir a ese árbol.

—Ya no quiero hablar más de eso, subiré al árbol. Si me caigo, me atrapas.

—Bueno, yo te sostendré.

El tiempo había pasado rápido y ahora, Emilio y yo estábamos en la habitación de un hospital a causa de un hombre malo.

Mi pulgar trazo un camino de círculos muy cerca de sus labios rojizos y el corazón se me acelero justo en el momento en el que sus ojos se abrieron ¡Había estado durmiendo toda la tarde! Qué gusto verlo despierto.

Dio un bostezo muy grande y pareció sorprenderse al verme a su lado.

—¿Qué haces aquí? ¿Aún no te has ido a casa? —Su pregunta me hizo sonreír.

Se incorporó tratando de enderezar la cama de forma automática con el control remoto, quedo sentado sobre el colchón y sus ojos recién despiertos lucían muy bonitos con la tenue luz de las lámparas. Tenía hinchados los párpados y estiró un poco sus brazos para darle un poco de comodidad a su cuerpo.

—¿No te gusta que esté cuidando de ti?

—Bueno sí, pero... —Se quedó callado, se puso pensativo.

—La neta no me gusta cuidar de ti. ¡Me causa dolor de cabeza! Pero tu madre se la pasó toda la mañana aquí y realmente se veía cansada. Así que me ofrecí para ocupar su lugar esta noche. Ella volvió a tu casa para poder descansar. Por eso es que estoy haciéndote compañía —explique yo.

Enarco una ceja y con la mano derecha se talló el ojo izquierdo.

—¿Y no te aburre estar cuidando de mí?

—¿Aburrirme? ¿Por qué debería aburrirme? Si te pones a pensar, antes solíamos pasar mucho tiempo en mi habitación y no hacíamos nada. Siempre estábamos acostados en la sala o nos tirábamos a ver alguna serie de Netflix. Tú dime, ¿por qué razón debería sentirme aburrida de estar contigo? Esto no es muy diferente a estar en mi habitación.

Lo pensó por unos segundos antes de responderme, en su muñeca derecha había una pulsera de color blanco con su nombre escrito; era su ficha de paciente.

—Creo que ahora deberías estar cuidando de Édgar y no de mí. ¿Él está de acuerdo con que estés aquí?

Su respuesta me sorprendió muchísimo, de verdad no esperaba que él me fuera a decir algo así. ¿Qué pensaba en realidad de mí?

Deje escapar un suspiro.

—Édgar no necesita de mi cuidado. Él se encuentra en perfecto estado y puede cuidarse solo. Aquí el que me preocupa eres tú y por eso estoy desvelándome contigo.

—Pero y ¿él no se pone celoso de que su novia ande cuidando de su mejor amigo?

¡Sus palabras me dejaron impactada! Era verdad que las cosas entre Édgar y yo no estaban del todo referidas a mi querido Emilio. ¡Sus pensamientos no estaban muy claros! Y la realidad no era como él pensaba.

—Aún no somos novios. 

Parpadeo de forma chistosa.

—¿Entonces qué son?

Hice una mueca graciosa y le di una palmada suave en la mejilla. Note como los músculos de su rostro se relajaban ante mi tacto.

—Solo somos dos corazones que aún no andan de románticos. Nos estamos conociendo un poco más, pero solo es eso. ¡Conocernos más! Por ahora no tenemos tiempo para ponernos de novios.

Le pareció muy inesperada mi respuesta, sus labios hicieron una mueca lo más parecida a una sonrisa.

—Bueno, pero ¿y él te gusta?

¿Qué sentía yo en lo más profundo de mi corazón? ¿Amor? ¿Una dosis de enamoramiento puro? Sonreí con las locuras de mis pensamientos.

—Un poco. No te mentiré, me gusta mucho su estilo y su forma de ser. ¡Es un buen tipo! Es gentil, caballeroso y muchas veces antepone sus sentimientos por poder cuidar de mí y de mi familia.

¡Claro que Édgar era un buen tipo! Después de todo, fue mi profesor en el taller de lectura, cuido de mí mientras el tío Tom y papá jugaban a hacerme la vida miserable.

—¿Y no te gustaría ir a verlo esta noche en vez de estar cuidando de un lesionado?

Le lancé una mirada seria. ¡Canijo Emilio estaba tratando de deshacerse de mi compañía! Estaba siendo demasiado injusto conmigo.

—Tonto. ¿Quieres que te deje ahora mismo? Porque si eso quieres no tengo problema en irme a mi casa. Es más, le diré a tu mamá que me corriste de la forma más cruel posible y le diré que te orinaste mientras dormías —bromee.

Se ruborizó un poco y sus piernas se contrajeron.

SIENTO QUE

—¡No te enojes! Solo estaba bromeando.

—Esas bromitas tuyas, casi haces que me largue de aquí. ¡Chamaco canijo! 

Sus dedos sujetaron mi mano, la suavidad de su piel me hizo estremecer y no pude esconder mi sonrisa. ¡Me gustaba estar con él!

—¿Te piensas desvelar conmigo?

—¿Tú no piensas dormir?

—Estuve durmiendo toda la tarde, ahora mismo lo que me sobra es energía. Si no fuera por este estúpido yeso ya andaría lejos de aquí. ¡Hoy viernes era la fiesta de la facultad de arte! ¿No te gustaría ir de parranda a beber y bailar toda la noche? ¡Ya tienes edad para divertirte!

—No digas tonterías. ¿Acaso no te gusta que esté contigo? Nomás quieres deshacerte de mí, ya te atrapé canijo.

—No, bueno, yo solo decía, que si tú quieres...

—La neta es que ni siquiera podemos ir a esa mentada fiesta que dices. ¡Andas rengo! —Dije.

—No te lo tomes así, yo solo quiero que no te aburras conmigo. Me gustaría que te divirtieras por mí.

—¡Quiero aburrirme contigo! No seas bobo y mejor ya deja de persuadirme para que me vaya. Además, yo no conozco a nadie en la facultad de arte, no puedo llegar, nomas así de repente. ¡No soy universitaria!

Se rascó la mejilla.

—Es verdad. Mejor no te vayas. ¡Quédate conmigo!

—Eso es lo que planeo.

Movió sus cejas de forma coqueta, había mucha euforia en su interior.

—O mejor, escapemos de este hospital y me llevas de parranda por la ciudad. 

Asentí, estaba de acuerdo con él. Emilio había desarrollado perfectamente bien su lado fiestero ahora que su primer año en universidad había transcurrido. ¡Qué lástima que este accidente no le permitiera salir a divertirse!

—Pero como estás enyesado, creo que no tenemos otra opción que quedarnos aquí, por eso me desvelaré contigo. ¿Quieres ver algo en Netflix? Traje mi laptop.

Sus ojos se posaron sobre mis ojos por varios segundos silenciosos y pude notar como sus pupilas se excitaban al ver mi sonrisa.

—Mmmmm.

—¿Mmmmm?

—¿Al menos cenaste algo?

—Unas galletas de chocolate. ¿Tú tienes hambre?

—Tengo antojo de algo dulce —pronunció.

—¿Dulces a las once de la noche?

—¡Sí! ¿Está mal que tenga ese antojo? Dijiste que nos íbamos a desvelar.

Ahora él estaba jugando a querer chantajearme. Le regalé una mirada pensativa.

—No, para nada está mal. Déjame ir a traerte algo de la máquina que está en la recepción de abajo. Si vamos a desvelarnos, hay que hacerlo bien. ¡Tendremos una pijamada en un hospital!

—Vale, está bien. Hace años que no hacíamos algo así. ¡Ya era hora de volver a lo de antaño!

Asentí.

Y no es que hubieran pasado realmente muchos años; fue solo un año el que había transcurrido y quizá, para ambos, se sentía como milenios estar lejos el uno del otro. Vivir en San Francisco si me obligó a extrañar demasiado a mi amigo y estoy segura de que la universidad le hacía sentir lo mismo a mi querido.

—Aparte de tus dulces, ¿quieres otra cosa?

Su gesto me hizo enarcar las cejas, de pronto parecía un poco angustiado.

—Este... —no terminó la frase. 

Se puso pensativo.

—¿Este...? —Quise averiguar qué es lo que él quería.

—¡Quiero hacer pipí!

El rubor pintó sus mejillas. ¿Hacer pipí? Eso no estaba en los planes de la noche y aún, en toda mi amistad con Emilio, nunca imagine que algún día yo tendría que ayudarlo para que pudiera orinar. Sentí una sensación muy curiosa, algo así como un cosquilleo fuerte y una pena bonita.

—Te ayudo, solo...

—Pero Miranda, es que...

—¿Puedes levantarte o prefieres que te traiga el pato?

—Mmmmm...

—¿Mmmmm qué?

En sus ojos se podía ver la angustia de contenerse.

—Podrías traer el pato, pero no es muy cómodo realmente. 

Entrecerré un poco mis ojos para aclarar mir pensamientos.

—¿Entonces quieres que te acompañe hasta el sanitario?

Sus labios sonrieron de forma apenada.

—Sí, si no te incomoda.

¿Incomodarme? Pues ni que yo fuera una desconocida para él.

—Tú, tranquilo, hemos dormido juntos y estoy acostumbrada a ver parte de tu cuerpo semidesnudo. 

¡Era verdad! Había visto el pecho de mi amigo y sus piernas velludas, pero, nunca había visto "de más" refiriéndome a su entrepierna o el área de su pelvis, esa zona si era desconocida para mí. Era común que Emilio estuviera en mi habitación, sin playera, en short o incluso hasta en ropa interior. ¡Pero nunca había visto más allá de su bóxer!

—¡Bueno! Pues vamos, ayúdame que ya no aguanto.

Emilio se giró moviendo sus piernas de forma lenta, tuve que ayudarlo a sentarse en la cama. Me posiciono justo a su costado derecho, paso su brazo por detrás de mi cuello porque mi querido enfermo no sabía usar las muletas y no quería aprender a manejarlas. ¡Qué flojo! Pase mi brazo por su cadera y ambos nos pusimos de pie; aproximadamente tardamos más de tres minutos en llegar al sanitario. 

Abrí la puerta, sus ojos se cruzaron con los míos y era el momento de hacerlo.

—Bien, ya estábamos aquí, ahora todo depende de ti —le dije.

Prácticamente, cuando estás en el hospital te hacen quitarte toda la ropa y a veces solo dejan que tu ropa interior cubra lo más íntimo de ti. En el caso de mi amigo, su bóxer era de color gris, con mucha fuerza me agarre de la tela de la espalda y así lo ayude a mantener el equilibrio. 

Pierna izquierda desnuda, pierna derecha flotando a causa del yeso y yo, detrás, escuchando como el chorro de pipí cae en la porcelana del inodoro. Un segundo. Cinco segundos. Diez segundos. Quince segundos. Veinte segundos. Treinta segundos. ¡Vacío todo su depósito de agua!

—¡Listo! Ya terminé.

—Enjuágate las manos.

—Por supuesto, no creas que soy un cochino.

—Yo no dije que lo fueras, pero no descartes la posibilidad. Hueles a mucho sudor, una mezcla de cebolla y ajo. ¡Deberías tomar un baño!

—¿Tú me bañarías?

Lo fulminé con la mirada.

—¡Obvio! No seas zoquete, soy tu mejor amiga, es normal que yo hiciera algo así por ti.

Mi respuesta le hizo sonreír.

—Dale, pues entonces pospongamos nuestra cena de dulces y báñame. ¡Soy todo tuyo!

—¡Calmado canijo! Eres de tu mamá y ella te comparte conmigo. 

Reímos los dos, verlo de frente tomándome de las manos causaba placer en mi interior, me gustaba ver sus ojos bien coloridos, mirarme con ternura.

—Bueno, pues ya, a ver, siéntate, iré a buscar el jabón para que huelas bien.

En la ducha había un banco de plástico color blanco, con mucha suavidad le ayudé a sentarse de forma cómoda.

—¿Podrías poner un poco de música?

Me hizo una mirada tierna.

—Déjame ir por mi celular.

—Aquí te espero. Pon Imagine Dragons.

Thunder era su canción favorita. Salí del sanitario y caminé hasta la mesita que quedaba justo al lado de la cama. Tomé mi celular y encendí la pantalla. Dos llamadas perdidas de Édgar. 

Ya eran las once treinta y pensé que lo mejor sería escribirle un mensaje.

*Miranda:** No pude contestarte. ¡Estoy bien!*

Envié el mensaje y no pasaron ni veinte segundos cuando me leyó. 

Édgar escribiendo...

*Édgar: **Me alegra saber que estás bien. ¿Cómo está, Emilio?*

*Miranda:** Él está bien. Ahora mismo le daré un baño.*

*Édgar:** ¡¿Darle un baño?! Pero tú eres una chica. No sería apropiado que vieras a tu amigo desnudo.*

Deje escapar una risita tonta. ¿Apropiado?

—Hasta aquí se escucha tu risa. ¿De qué te ríes?

—Chismoso. ¡Déjame ser!

—¡Oh! Pues es que me causa intriga tu risa.

—Deja la intriga y mejor ya alístate para que te bañe.

—¿Me quito el calzón?

—A menos que quieras bañarte con ropa interior, haz lo que mejor te parezca.

Miranda: ¡Tranquilo! Emilio cuenta conmigo en un momento como este, además no puede valerse del todo por sí mismo. ¡Y tú sabes que nos conocemos de toda la vida! No tengo problema alguno de verlo desnudo. Te dejo, que ya lo empezaré a bañar. Descansa bien esta noche.

Cerré la aplicación de mensajes.

—¿Hablas con Édgar?

—Sí. Me estaba preguntando por ti.

—¡Es un buen tipo!

—Eso lo sé.

Abrí Spotify y busque Imagine Dragons.

—¿Ya te desvestiste?

—Sí, pero me da un poco de pena.

—Pues te la aguantas. Intentaré no ver nada, aunque la neta es imposible.

Deje escapar una risa con sonrisa amplia. Escuche que él suspiraba

—¿Ya vas a poner la música?

—¿Thunder?

—¡Thunder!

La melodía empezó a sonar, me arremangué el pantalón y entre a la ducha. Mi querido Emilio estaba sentado y su pierna se recargaba sobre una pequeña plataforma de azulejo y concreto. En realidad, mi trabajo en la ducha solo fue pasarle el jabón, el champú, abrirle la llave a la regadera y ayudarle a sostener su pierna enyesada. ¡Sin querer vi a Emilio cómo Dios lo había traído al mundo! Y eso hizo que él se sonrojara.

—¡Más privacidad, por favor!

—Eso es imposible. Pero bueno, puedes estar tranquilo, al menos no te voy a hacer nada impropio.

Sus labios se dibujaron con una sonrisa. Me empecé a reír sin querer y él solo intentaba cantar la canción para intentar esconder su vergüenza.

—¡Gracias por ayudarme!

Su rostro estaba repleto de gotas de agua, su piel parecía estar más aclarada y la suavidad de su cabello era acogedora.

—¡No es nada canijo! Ya sabes, sé que, si yo estuviera en una situación como esta, tú harías lo mismo por mí.

Asintió.

—¡Te quiero Miranda!

—Y yo a ti canijo.

—¿Por los viejos tiempos?

Sonreí.

—¡Por los viejos tiempos!

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