Emociones contradictorias

POV Oliver

Después de clases, regresé a mi habitación con un peso en el pecho, arrastrando cada paso como si fuera una carga. Mis heridas ardían, pero era el dolor emocional lo que realmente me consumía por dentro. Me sentía atrapado en un remolino de culpa y confusión. Sin saber cómo seguir adelante.

Una vez dentro de mi habitación, cerré la puerta con un suspiro de alivio, sintiendo un leve respiro al estar solo. Me dirigí al baño y limpié cuidadosamente mis cortes, tratando de ignorar el dolor punzante que se extendía por mi piel. Luego, envolví las heridas con vendas limpias, sintiendo un leve alivio al cubrirlas.

Con las heridas atendidas, me senté frente a mi computadora y abrí el archivo del video que había grabado aquella noche. Observé con un nudo en la garganta mientras repasaba cada momento, reviviendo la cruel venganza que había llevado a cabo. Cada palabra, cada gesto, me recordaba lo lejos que había llegado, lo oscuro que había caído.

Mis manos temblaban mientras editaba el video, recortando y ajustando las imágenes para ocultar cualquier rastro de identidad.

Mientras editaba el video, una mezcla de emociones turbulentas me invadió. Sentí el peso del remordimiento aplastándome el pecho, pero también una extraña sensación de satisfacción al pensar que había tomado el control de la situación, sin embargo, lo que más me desconcertó fue la excitación que comenzó a crecer dentro de mí, una sensación que no esperaba experimentar en medio de toda esa confusión y angustia.

Al principio, intenté ignorarla, concentrándome en la tarea que tenía entre manos, pero a medida que avanzaba la edición del video, la excitación se intensificaba, haciéndose más difícil de ignorar. Fue entonces cuando me di cuenta de mi erección, una señal clara de que mi cuerpo estaba reaccionando de una manera que no entendía completamente.

Me sentí avergonzado y confundido por esa reacción inesperada, preguntándome cómo podía sentirme excitado después de lo que había hecho y cómo podía mi cuerpo responder de esa manera ante una situación así.

A pesar de mis intentos por alejar esos pensamientos de mi mente, a excitación persistía, palpable en cada latido de mi corazón. Me sentí atrapado en una lucha interna, debatiéndome entre la repulsión por lo que había hecho y la urgencia de satisfacer mis propios deseos.

Incapaz de resistirme por más tiempo, decidí volver a reproducir el video desde el principio. A medida que avanzaba en la reproducción, la excitación crecía, alimentada por la crueldad de mis propias acciones. Sentí una mezcla de culpa y placer mientras observaba la humillación de Allen, una sensación perversa que me hacía cuestionar mi propia cordura.

Sin poder contenerme más, dejé que mis manos vagaran por mi cuerpo, explorando cada centímetro con una urgencia desesperada. Me sumergí en la ilusión de placer, buscando una liberación momentánea de la tormenta de emociones que me consumía.

Mis respiraciones se volvieron erráticas, mis movimientos más frenéticos a medida que me acercaba al borde del éxtasis. Cerré los ojos con fuerza, dejándome llevar por la marea de sensaciones que amenazaban con arrastrarme hacia la oscuridad.

Y en ese momento de debilidad, me entregué al placer sin reservas, sabiendo que estaba cayendo en un abismo del que no sabía si podría regresar.

El sonido de la puerta de mi habitación resonó en la tranquilidad de la noche, sacándome bruscamente de mi trance. Con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, me apresuré a limpiarme y acomodarme antes de levantarme para abrir la puerta, mi mente aún nublada por la mezcla de emociones que me había consumido.

Cuando giré el pomo y abrí la puerta, me encontré con Allen de pie en el umbral, su figura apenas visible en la penumbra del pasillo. Me miró con una expresión difícil de descifrar, sus ojos claros brillando con intensidad.

Apenas lo reconocí, intenté cerrar la puerta, pero mi intento fue interrumpido por la rápida reacción de Allen, quien detuvo su movimiento al poner un pie entre la puerta y el marco. Sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal ante su acción, mi instinto gritándome que me alejara de él lo más rápido posible.