Alice
Han pasado casi dos años desde la muerte de mi madre. Dos años desde que Luisa y Lisa llegaron a vivir a esta casa… si es que todavía se le puede llamar casa.
Desde que ellas cruzaron la puerta, este lugar dejó de ser mi hogar y se convirtió en una prisión decorada con lujo.
Mi padre y esas dos mujeres se han encargado de hacerme vivir un infierno, uno que no tiene descanso ni consuelo.
Hace apenas unos días cumplí diecisiete años. No quise celebrarlo; desde que mamá murió, los cumpleaños dejaron de tener sentido. Antes, ella era quien me despertaba con un pastel de chocolate y un beso en la frente.
Ahora, lo único que recibo son miradas de desprecio y un silencio tan denso que parece aplastarme.
No hay mucho que celebrar. Primero, porque mi padre, Luisa y Lisa se encargan de convertir ese día en uno de los peores del año.
Y segundo, porque cumplo en el mismo mes en que mamá falleció.
Cada vez que llega octubre, el aire se vuelve más pesado y todo me recuerda a ella: su risa, su perfume, su voz suave diciéndome “mi rayito de sol”.
La extraño.
Cada día que pasa, la extraño más. Y duele aún más cuando veo en qué tipo de persona se ha convertido mi padre.
Antes, él solía reír conmigo. Solíamos ver películas en el estudio los domingos, y mamá siempre nos traía palomitas. Ahora… apenas me mira. O cuando lo hace, es para gritarme o castigarme.
No entiendo en qué momento el hombre que me enseñó a montar bicicleta se convirtió en alguien tan cruel.
Hace unos meses intentó sacarme de la escuela por orden de Luisa. Según ella, estudiar es una pérdida de tiempo y debería aprender “cosas útiles” como atender invitados o servir la mesa.
Obviamente, me negué.
Luché por mi educación, como mi madre hubiera querido. A veces gano, otras pierdo, pero no siempre me rindo.
Luisa no soporta que no me doblegue.
Y Lisa… ella es peor.
Intentó convencer a mi padre de dejar de darme dinero para quedarse con todo. Dice que “las adolescentes no deberían manejar dinero”, cuando en realidad ella gasta sin medida. Compra ropa, joyas, perfumes… cosas que no necesita. Vive como si el dinero fuera eterno.
Aun así, no consiguió lo que quería.
Aunque terminé pagando el precio: una cachetada de mi padre. Todo porque Lisa me insultó y yo le respondí.
“¿Cómo te atreves a hablarle así a mi tesoro?”, gritó mi padre antes de abofetearme. Tesoro, así le dice. A ella.
Desde que Lisa llegó, supe que algo en ella no estaba bien. Es envidiosa, falsa, manipuladora.
Cuando vio que yo era buena en todo lo que hacía, despertó una especie de odio silencioso hacia mí.
Con solo diez años ya hablaba tres idiomas. Ahora hablo seis: francés, ruso, inglés, chino, italiano y, por supuesto, español.
Mi madre solía decir que tenía facilidad para los idiomas, y que debía aprovecharlo.
Lisa, en cambio, apenas puede hablar inglés correctamente, y eso que es su lengua natal. No tiene paciencia ni interés por aprender nada.
Siempre he sido la mejor en clase, la que ocupa los primeros lugares. Y eso, para Lisa, es imperdonable.
Ella, que apenas logra pasar el curso, me culpa de su mediocridad.
Pero lo que más duele no es su odio, sino el favoritismo de mi padre.
A quien deberían reprender es a ella, no a mí. Sin embargo, cada vez que Lisa hace algo mal, termino siendo yo la castigada.
Y no son simples castigos. ¡No!
Lisa siempre se hace la víctima. Finge llorar, inventa historias, dice que la insulté, que la empujé, que soy una malcriada…
Y mi padre, sin escucharme, le cree.
Entonces ordena a uno de sus guardaespaldas que me encierren en el sótano.
El frío de ese lugar es insoportable.
Me atan las manos y los pies, y me dejan allí, a oscuras, durante horas.
A veces mi padre baja después, con la mirada perdida, con rabia acumulada.
No me grita. No necesita hacerlo.
Solo me mira como si yo fuera la causa de todo lo que salió mal en su vida.
Y cuando él no está, son Lisa y Luisa las que se encargan de “corregirme”.
Me empujan, me insultan, me arrojan agua fría, me dicen que soy una inútil, una carga, una copia mal hecha de mi madre.
A veces creo que disfrutan verme sufrir.
La única persona que me protege es mi nana, Julia.
Ella me ha cuidado desde que nací, y aunque ya tiene más de sesenta años, todavía encuentra la fuerza para defenderme.
Cuando se da cuenta de que me han encerrado, espera a que todos duerman y baja al sótano con su linterna vieja.
Me desata, me cubre con una manta y me abraza sin decir una palabra.
Su silencio vale más que cualquier consuelo.
Mi padre no se atreve a levantarle la voz. Creo que le tiene respeto, tal vez porque ella conoció a mi abuela y sabe secretos de la familia que nadie más conoce.
Pero cuando mi nana no está… empieza mi verdadero infierno.
He aprendido defensa personal.
Mi madre me enseñó lo básico antes de morir, y después practiqué por mi cuenta, viendo videos o leyendo manuales.
Sin embargo, a veces me agarran desprevenida. Me toman por la fuerza, me encierran, y no puedo hacer nada más que esperar a que Julia regrese.
Pero ya tomé una decisión.
No pienso seguir aguantando.
Me iré de esta casa.
Solo estoy esperando terminar la escuela.
El próximo año cumplo dieciocho, y entonces me marcharé.
Y cuando eso ocurra… volveré por todo lo que le quitaron a mi madre.
Por su dignidad.
Por su memoria.
Y por mí.
Porque juro que este infierno no será eterno.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 58 Episodes
Comments
Carmen Cañongo
buena chica así es no debés dejar nada en manos dé ellos, defiende lo tuyo
2025-05-31
0
Haidee González
fotos de los protagonistas principales gracias por su atención
2025-07-25
0
Nancy Scheherezada Perez Perez
Porque para recibir su herencia debe ser mayor de edad Nikol
2025-07-12
0