Capitulo 4

... A la mañana siguiente, Betsabé se despierta a las seis de la mañana, sale a caminar veinte minutos y vuelve a casa para ducharse. Elige la ropa con cuidado y se va a la empresa faltando 40 minutos, llega exactamente a las 7:50. Para su sorpresa el jefe ya está ahí.

— Buenos días.

— Llegas tarde.

— Llegué 10 minutos antes de la hora.

— Parece que tú reloj está atrasado. — Gil muestra su reloj y son las 8:01, Betsabé se sorprende, pero no hace más grande el problema.

— Lo siento, lo ajustaré de inmediato.

— Pasa a recursos humanos, tienes que firmar tu contrato.

— Está bien. — Betsabé se va a la oficina y una mujer muy amable le muestra su contrato, ella lo leé y se sorprende al saber que es por un año.

— Disculpe, no creó que voy a trabajar un año aquí, podría por favor, darme otro contrato.

— Lo siento, en esta empresa todos los empleados firman contrato por un año.

— ¿Y qué pasa si renunció?

— Eso depende del jefe. En el está aceptar la renuncia.

— ¿Quiere decir que no puedo irme si el no lo permite?

— Así es. Pero no tiene que preocuparse, no creó que el quiera retenerla.

— Tiene razón. — Betsabé firma y regresa a la oficina.

— ¿Firmaste el contrato? — Una pregunta cae sobre ella.

— Si.

— Te deje unas carpetas sobre el escritorio, revísalas y corrige los errores, parece que un niño de primaria escribió los informes. Haz que despidan al empleado.

— Pero...

— ¿Pero qué?

— Esa persona puede necesitar mucho el trabajo, debería darle una segunda oportunidad.

— Yo no soy segundas oportunidades. Qué te quedé claro. Si haces algo mal espera tu castigo.

— Pero...

— A, no me gusta que me pongan peros, acatas mis órdenes y listo.

"Qué insoportable." Piensa Betsabé molesta.

Durante el día, Gil le da diversas tareas, ella está muy cansada, pero no reniega, al contrario, lo hace todo con una buena cara. Antes de que su día laboral termine, ella corrige todo y lo lleva al escritorio de Gildardo, el critica las pequeñeces que no son perfectas, a pesar de su molestia, Betsabé le dice que la próxima vez lo hará mejor.

— El día termino, me voy a casa.

— ¿Con el permiso de quién? — Betsabe se da la vuelta indignada.

— ¿Perdón?

— ¿Debería perdonarte? — Betsabé ya no sabe si el está hablando de trabajo o de algo personal.

— Mis horas han terminado.

— Si yo no digo que te puedes ir, no te puedes ir.

— ¿Usted tiene algo en mi contra? — Esa actitud ya no le parece normal. O quizás sospecha que Siomara la metió ahí para espiarlo, y él se quiere deshacer de ella.

— Esa es la pregunta que siempre hacen las mujeres que no saben trabaja duro. — Betsabé está muy molesta, pero por el bien de su amiga se traga su enojo.

— Lo siento. Me esforzaré más. ¿Puedo irme?

— Vete, y espero que mañana si llegues temprano.

— Lo haré. — Betsabé vuelve a casa con un gran coraje atorado en la garganta, su madre pregunta si le fue bien, ella no la quiere preocupar, por lo que miente diciendo que Gildardo es un buen jefe.

... Al día siguiente, su día empieza no muy diferente al anterior, según el, ella llega un minuto tarde, le da mucho trabajo, y la hace trabajar horas extra, lo que se vuelve una rutina a lo largo de un mes, Betsabé ya no soporta ese trabajo, y cómo no ha visto nada sospechoso está pensando en renunciar.

Siomara por otro lado, piensa que Gil la soborno para que le guarde sus secretos. Ese pensamiento la lleva a ir con frecuencia a la empresa, pero al igual que Betsabé, no encuentra nada sospechoso. Se tranquiliza y acepta que su amiga renuncié, ya no le quedan dudas del amor que Gil siente por ella. Betsabé se siente aliviada al saber que será libre de nuevo. Ella entrega su renuncia, sin embargo, la reacción que Gildardo tiene, no es la que ella imaginó.

— Estás haciendo un buen trabajo. No tengo intención de despedirte, tampoco aceptar tu renuncia.

— Pero...

— Sabes que odió los peros.

— Señor.

— Ya es tu hora de la comida, ven conmigo, yo te invito.

— ¿Por qué haría eso?

— Por qué tengo apetito, pero no te preocupes, no tengo intención de comer en la misma mesa que tú, sólo será el mismo restaurante. — Gildardo sale de la oficina, seguido de el, sale Betsabé.

En el restaurante, Gil pide dos mesas, sin embargo, la encargada le informa que sólo tiene una mesa disponible, Betsabé escucha eso y observa el lugar, apenas están unas pocas personas.

— Está prácticamente vacío.

— Las mesas fueron reservadas con anticipación, sólo tenemos una disponible, ¿les gustaría usarla?

— Si estás bien con eso no tengo problema. — Dice el a Betsabé.

— Tampoco tengo problema. — Responde ella. La encargada los guía a la mejor de las mesas, un mesero llega a atenderlos y cada uno ordena algo, para sorpresa de ambos tienen gustos en común.

— Trabaja el año y te daré dinero para tu academia. — Betsabé lo observa sorprendida, ¿por qué el diría algo como eso?

— ¿Qué?

— Me escuchaste bien.

— ¿Cómo sabe que...?

— Soy novio de tu mejor amiga.

— ¿Ella le contó?

— No exactamente.

— No entiendo, ¿Por qué me quiere en su empresa? dudo ser indispensable.

— Eres indispensable para mí.

— ¿Por qué lo sería? — El guarda silencio un minuto.

— Pronto haremos un viaje a Yucatán, tenemos una sesión de fotos, Siomara es la imagen, quiero que ella esté cómoda, nadie la conoce mejor que tu, y no tengo mucho tiempo para contratar a otra persona. Si no quieres esperar el año, espera hasta después del viaje, capacitas a la nueva y te vas.

— Está bien. — Esa idea le parece más razonable.

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