El día de mi descanso, me encuentro parado frente a la clínica psiquiátrica, sintiendo una mezcla de irritación y desdén. Odio estar aquí, pero no tengo otra opción. Entro al edificio, el frío aire acondicionado choca contra mi cara mientras me dirijo a la recepción.
—Damien White, tengo una cita con el Dr. Morris,— digo con una voz monótona, entregando mis datos.
La recepcionista asiente y me pide que tome asiento. Me siento en una de las sillas incómodas, mirando alrededor del lugar con desdén. Familias con niños, parejas, gente aparentemente normal con sus problemas ocultos. Todo parece una farsa.
—Señor White, el Dr. Morris lo recibirá ahora,— dice la recepcionista después de unos minutos.
Me levanto y camino hacia la puerta que me indica, sintiendo un nudo en el estómago. Golpeo suavemente antes de entrar.
—Adelante,— dice una voz masculina.
Abro la puerta y entro en el consultorio. El Dr. Morris, un hombre de mediana edad con gafas y una expresión tranquilizadora, me saluda con una sonrisa que me parece falsa.
—Damien, por favor, siéntate,— dice, señalando una silla frente a su escritorio.
Me siento, cruzando los brazos, tratando de no parecer demasiado hostil.
—Entonces, Damien, ¿qué te trae por aquí hoy?— pregunta, abriendo una libreta.
—Trabajo,— respondo secamente. —Me dijeron que debía ver a un psiquiatra.—
—Entiendo. ¿Puedes contarme un poco sobre lo que ha estado pasando últimamente?—
Suspiro, sintiéndome ya fastidiado. —He estado pasando por una mala racha. Problemas personales, estrés en el trabajo. Ya sabes, lo usual.—
—¿Podrías ser más específico?— insiste, con esa paciencia irritante de los terapeutas.
—Perdí la custodia de mi hija, he tenido problemas para concentrarme en el trabajo, y he tenido algunos episodios... raros,— digo finalmente, sin querer entrar en detalles.
—¿Episodios raros? ¿Como cuáles?— pregunta, inclinándose un poco hacia adelante.
—Me siento muy distraído. A veces siento que no estoy en mi propio cuerpo, como si todo fuera irreal.—
El Dr. Morris asiente, tomando notas. —Eso debe ser muy difícil de manejar. ¿Cuándo empezaron estos episodios?—
—No lo sé,— digo, frustrado. —Hace un tiempo. Después de un accidente de coche que me dejó en coma por un tiempo.—
—Entiendo. ¿Y cómo has estado manejando estos sentimientos?—
—Con mucho trabajo... lo típico,— digo sin decir toda la verdad.
—Eso no suena saludable, Damien,— dice con suavidad. —Me gustaría explorar algunas estrategias más constructivas para lidiar con tu estrés y tus emociones.—
Ruedo los ojos. —Claro, como si fuera tan fácil.—
—¿Has considerado la posibilidad de que podrías estar lidiando con un trastorno de estrés postraumático?— pregunta, ignorando mi tono.
—No soy un maldito libro de texto, Dr. Morris. Solo... solo quiero seguir adelante.—
El Dr. Morris me mira con una mezcla de compasión y profesionalismo. —Damien, lo que estás experimentando no es algo que puedas ignorar. Necesitas ayuda para enfrentarlo de manera saludable. Si continúas así, podrías poner en riesgo no solo tu bienestar mental, sino también tu salud física.—
Me quedo en silencio, sintiendo la rabia y la frustración burbujear dentro de mí. —Entonces, ¿qué? ¿Me llenas de pastillas y me dices que todo estará bien?—
—No, no se trata solo de medicación. Se trata de encontrar maneras de manejar tus emociones y tus experiencias. Terapia cognitivo-conductual, técnicas de relajación, quizás incluso terapia de exposición para lidiar con los traumas.—
Siento que mis puños se aprietan. —No necesito a alguien que me diga cómo sentirme.—
—Damien, lo que necesitas es apoyo. No es una señal de debilidad pedir ayuda.—
—Claro,— digo, levantándome bruscamente. —Gracias por tu tiempo, Dr. Morris.—
—Damien, por favor, considera lo que hemos hablado,— dice, pero su voz se desvanece mientras me dirijo a la puerta.
Salgo del consultorio, sintiéndome más molesto que nunca. La conversación fue tensa e incómoda, y su diagnóstico no hizo más que irritarme. Me siento incomprendido y desestimado. Camino de regreso a mi coche, con las palabras del Dr. Morris resonando en mi cabeza. Mientras me siento al volante, suspiro profundamente y recargo mi cabeza en el respaldo. Todo esto es una mierda.
Finalmente, arranco el coche y me dirijo a casa, sintiéndome más perdido que nunca.
Conduzco de regreso a casa, sin saber muy bien cómo llegué tan rápido. Apenas me doy cuenta de que estoy estacionado frente a mi puerta, perdido en mis pensamientos sobre lo idiota que fui con el doctor. Salgo del coche, sintiendo el peso de la conversación como un yunque sobre mis hombros. Justo cuando entro en mi casa, escucho mi nombre.
—Damien,— llama Terry, su voz tan casual como siempre. —¿Qué tal fue el comodín del psiquiatra?—
Me detengo en seco, sintiendo una mezcla de ira y frustración burbujear dentro de mí. —Una pérdida de tiempo,— digo finalmente. —El tipo no tenía idea de lo que estaba hablando.—
Terry se acerca, con esa sonrisa que nunca alcanza sus ojos. —¿Y qué esperabas? Esos tipos solo quieren hacerte pensar que necesitas su ayuda.—
Siento las palabras salir de mi boca antes de poder detenerme. —Me dijo que podría tener trastorno de estrés postraumático. Que necesito encontrar formas más saludables de manejar mis emociones. Terapia, técnicas de relajación, todo ese rollo.—
Terry suelta una risa seca. —¿Terapia? ¿Técnicas de relajación? Suena como una receta para debilitarte aún más. ¿No te das cuenta, Damien? No necesitas de nada ni de nadie.—
Algo en su tono me hace mirarlo fijamente. —¿Entonces qué sugieres? ¿Que simplemente ignore todo?—
Terry se acerca, su mirada sombría y penetrante. —No, Damien. Lo que sugiero es que aceptes la verdad. Que eres más fuerte de lo que crees. Pero para eso, necesitas dejar de pensar que necesitas ayuda externa. Todo lo que necesitas está dentro de ti.—
Me quedo en silencio, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. —¿Y cómo se supone que haga eso?—
—Empieza por reconocer la realidad,— dice Terry, su voz baja y ominosa. —La gente solo te decepcionará. El mundo es cruel y despiadado. La única forma de sobrevivir es ser más cruel y despiadado que el resto. No puedes confiar en nadie, Damien. Ni en médicos, ni en amigos, ni en familiares. Nadie tiene tus mejores intereses en mente.—
Cada palabra de Terry me golpea como un martillo, perforando las defensas que me quedaban. —¿Y entonces? ¿Simplemente me rindo? ¿Dejo que el mundo me consuma?—
—No,— dice Terry, acercándose más. —Te adaptas. Te conviertes en el depredador, no en la presa. Dejas de depender de los demás y te haces cargo de tu propio destino. Los demás son solo herramientas, recursos que puedes usar y desechar cuando ya no te sirvan.—
Siento que algo dentro de mí se quiebra. —¿Y si no quiero ser así?—
Terry me mira con una mezcla de lástima y desdén. —Entonces seguirás siendo el mismo Damien patético que siempre ha sido. Un peón en el juego de otros. ¿Quieres eso? ¿O quieres ser el jugador que mueve las piezas?—
Me quedo en silencio, luchando con las emociones contradictorias que me invaden. La parte racional de mí sabe que lo que dice Terry es peligroso, tóxico. Pero otra parte, la parte que ha estado herida y traicionada tantas veces, encuentra un perverso consuelo en sus palabras.
—Piensa en ello, Damien,— dice Terry finalmente, dando un paso atrás. —No hay nada malo en ser el lobo en un mundo lleno de ovejas.—
Me dejo caer en el sofá, sintiendo como si el peso del mundo me estuviera aplastando. Terry se aleja, dejándome solo con mis pensamientos oscuros y confusos. Las palabras de Terry resuenan en mi mente, susurrando que quizás, solo quizás, él tenga razón.
Terry actuaba de una manera tan distinta a lo usual que era inquietante. Su oscura presencia parecía amplificarse a medida que se acercaba a mí. Sus manos se posaron firmemente en mis hombros, y en sus ojos vi algo que me heló hasta los huesos. No era compasión, ni siquiera lástima. Era una especie de hambre insaciable.
—Damien,— comenzó, su voz baja y mortal. —Mírate. Eres patético. ¿De verdad crees que importas? ¿Que alguien se preocupa por ti? Mírate bien, Damien. Eres una sombra, un reflejo pálido de lo que alguna vez fuiste.—
Cada palabra era una cuchillada, cada sílaba una herida nueva. Traté de apartar la mirada, pero Terry me sujetó con fuerza.
—Escúchame,— dijo, su voz un susurro venenoso. —Eres ingenuo. Has vivido creyendo en cuentos de hadas y finales felices. ¿Y dónde te ha llevado eso? A la miseria. Al fracaso. Eres un iluso, un imbécil que cree en las mentiras de los demás.—
Sentí mi resistencia desmoronarse. Las palabras de Terry no eran solo crueles; eran la verdad cruda que siempre había tratado de evitar.
—¿Por qué sigues luchando, Damien?— continuó, con una crueldad casi clínica. —Mírate. No eres nada. Nadie te respeta. Nadie te necesita. Eres una carga, una molestia. Un desperdicio.—
Las lágrimas comenzaron a arder en mis ojos, pero me negué a dejarlas salir. Terry vio la lucha interna y sonrió con satisfacción.
—No sabes qué hacer, ¿verdad?— preguntó, inclinándose más cerca. —No sabes quién eres, quién podrías ser. Dejas que los demás dicten tu vida, y te conviertes en su marioneta. Pero déjame decirte algo, Damien. Puedes empezar de nuevo. Todos pueden. Pero no a través del amor. El amor es una mentira, una ilusión para los débiles.—
Tragué saliva, tratando de encontrar mi voz. —Entonces, ¿qué debo hacer?—
Terry apretó mis hombros aún más fuerte. —Deja de pensar que necesitas a alguien. No necesitas el amor, la aprobación, la compasión. Todo eso te debilita. Lo que necesitas es poder, control. Necesitas convertirte en alguien que nadie se atreva a cruzar.—
Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Parte de mí quería gritar, resistir, negar cada palabra que decía. Pero otra parte, la parte rota y desesperada, encontraba una perversa lógica en sus palabras.
—¿Y cómo se supone que haga eso?— pregunté finalmente, mi voz apenas un susurro.
Terry sonrió, una expresión fría y desalmada. —Deja de preocuparte por los demás. Aprende a ser egoísta. A ser cruel. El mundo no te debe nada, Damien. Nadie te debe nada. Si quieres algo, tómalo. Sin disculpas, sin remordimientos.—
Suspiré, sintiendo una extraña mezcla de alivio y horror. —No sé si puedo hacer eso.—
—Claro que puedes,— dijo Terry, soltando mis hombros. —Solo necesitas aceptar quién eres realmente. Deja de intentar ser el hombre que crees que deberías ser. Sé el hombre que necesitas ser.—
Asentí lentamente, sintiendo un cambio interno. Quizás, solo quizás, Terry tenía razón. Quizás el mundo no era más que un juego brutal, y para sobrevivir, necesitaba cambiar las reglas.
—Está bien,— dije finalmente. —Lo intentaré.—
Terry me dio una palmada en la espalda, su sonrisa cruel y satisfecha. —Eso es, Damien. Ahora, levántate y demuestra que eres más que la sombra que has sido.—
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Comments
XdinaryVillain
Leo esto y me doy cuenta de que Terry está aún más roto de lo que podría imaginarme
2024-06-30
2
sandia🍉
Me gusta cómo escribes, buena historia.
2024-05-27
1
sandia🍉
ay 😢, no tiene cara de que las cosas saldrán bien.
2024-05-27
2