El día siguiente me encuentro camino al trabajo, tratando de mantener la calma. Mi mirada fija en el camino, los edificios y árboles pasan borrosos a mi lado. De repente, mi mente comienza a divagar, y en un instante, estoy en medio de otro lugar, de otro tiempo.
El sonido de un claxon me saca de mi ensoñación, y de pronto, veo un coche venir de frente a toda velocidad. Intento maniobrar, pero me doy cuenta de que estoy en el sentido contrario. El pánico me congela, el sudor frío recorre mi espalda. Es como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no puedo despertar.
Los recuerdos del accidente inundan mi mente. El crujido del metal, los gritos, el dolor. El tiempo en el hospital, en coma, despertando a una realidad que ya no entendía. Siento que el mundo se cierra sobre mí, la claustrofobia se apodera de mi pecho.
Finalmente, consigo moverme, cambiar de carril y evitar una colisión. Respiro profundamente, tratando de calmar mi corazón desbocado. El camino al trabajo se convierte en un borrón de señales y semáforos, un intento desesperado de mantenerme presente.
Al llegar al trabajo, trato de enfocarme en mi rutina, pero todo parece fuera de lugar. Mis manos tiemblan, los documentos se deslizan de mis dedos, y los números en la pantalla parecen bailar. Me siento torpe, ineficiente, irritado con todo y con todos.
La mañana pasa en un estado de confusión y frustración. Cada pequeño error se siente como una derrota. Al llegar la hora del almuerzo, Abby se me acerca con su habitual sonrisa.
—Hola, Damien. ¿Quieres un pastelito? Los hice yo misma,— dice, su voz suave y esperanzada.
—Claro, Abby, gracias,— respondo, tratando de mantener la compostura. Pero su charla constante comienza a desgastarme.
—¿Sabías que el café de la máquina está peor que nunca? Tal vez deberíamos empezar a traer el nuestro...—
—Abby, por favor,— interrumpo, intentando mantener la calma. —Estoy intentando concentrarme.—
—Oh, lo siento, no quería molestarte. Solo pensaba que...—
—No, Abby, en serio, cállate ya,— exploto, sin poder contenerme más. —Estoy hasta la mierda del trabajo y de tus charlas interminables. No necesito que me traigas pastelitos ni que intentes ser amable. Solo déjame en paz.—
Abby se queda helada, sus ojos llenándose de lágrimas. —Lo siento, Damien. No quería...— empieza a decir, pero las palabras se ahogan en su garganta. Se aleja corriendo, sollozando, mientras el resto de la oficina me mira con desaprobación.
Siento las miradas, la preocupación y el juicio en cada uno de ellos. Me siento derrotado, la culpa aplastándome. Todo lo que quería era un poco de paz, pero ahora he herido a alguien que solo quería ser amable.
Me dejo caer en mi silla, las manos temblorosas, la cabeza baja. ¿Qué está mal conmigo? ¿Por qué no puedo simplemente mantenerlo todo bajo control? La realidad se siente como una prisión, y cada día es una lucha para no perderme más en mi propia mente.
Finalmente, me rindo, sabiendo que tengo que disculparme, pero también dándome cuenta de que hay algo roto dentro de mí que no sé cómo arreglar. La sensación de vacío y soledad se intensifica, y me pregunto cuánto tiempo más podré seguir así antes de que todo colapse por completo.
Cuando finalmente todo termina de empeorar, me llaman a la oficina de mi superior. Camino por el pasillo sintiendo el peso de las miradas de mis compañeros, cada paso es un martillazo en mi conciencia. Llegar a la puerta de la oficina del señor Williams se siente como enfrentar un tribunal.
Golpeo suavemente la puerta y entro cuando escucho su voz grave decir —Adelante.— El señor Williams está detrás de su escritorio, sus ojos fríos y calculadores fijos en mí. Nunca nos hemos llevado bien, pero hoy su mirada es especialmente dura.
—Siéntate, Damien,— dice sin levantar la vista de unos papeles. Me siento frente a él, tratando de mantener la compostura.
—¿Sabes por qué te he llamado?— pregunta, finalmente levantando la mirada.
—Tengo una idea,— respondo, tratando de sonar tranquilo.
—Tu comportamiento hoy ha sido inaceptable. Has gritado a una compañera, Damien. No es la primera vez que tus acciones afectan el ambiente de la oficina, pero esto es la gota que derrama el vaso.—
—Lo siento, señor, de verdad. No era mi intención...—
—¡Lo siento no es suficiente!— interrumpe, golpeando la mesa con el puño. —Esto no es una guardería, Damien. Necesitamos profesionalismo y respeto. Tus excusas no tienen lugar aquí.—
Siento mi estómago caer. Intento explicar, pero mis palabras suenan vacías. —He estado pasando por algunas cosas... personales. Estoy tratando de mantenerme a flote, pero a veces es difícil.—
—No me interesa lo que pase fuera de esta oficina. Aquí eres un empleado y se espera que actúes como tal,— dice fríamente. —Si no puedes manejar tu vida personal sin que interfiera con tu trabajo, entonces tal vez no deberías estar aquí.—
Muerdo el interior de mi mejilla, sintiendo la ira y la vergüenza burbujear dentro de mí. Cada palabra suya es una aguja en mi orgullo.
—Señor, estoy haciendo todo lo posible por mejorar,— digo finalmente, la voz baja.
—Mejorar no es suficiente si no se ve ningún cambio,— responde. —He hablado con Recursos Humanos y creemos que lo mejor sería que tomes una examinación con un psiquiatra. Tus compañeros están preocupados por ti y, francamente, nosotros también.—
—¿Qué?— La sorpresa y la humillación me golpean de golpe. —¿Un psiquiatra?—
—Sí, Damien. No es una sugerencia, es una recomendación. Tu comportamiento reciente sugiere que necesitas ayuda profesional.—
Me quedo en silencio, la humillación quemándome por dentro. Me siento como un idiota, y lo peor es que sé que tiene razón. No he estado bien, y ahora todos lo saben.
—Entiendo,— digo finalmente, la voz apagada. —Haré lo que sea necesario.—
—Bien,— dice el señor Williams, su tono algo más suave pero aún autoritario. —Tómate el resto del día. Necesitas tiempo para reflexionar sobre esto.—
Me levanto lentamente, sintiéndome más pequeño que nunca. Salgo de la oficina con el peso del mundo sobre mis hombros, sabiendo que todos me miran. Al llegar a mi escritorio, tomo mis cosas en silencio y me dirijo a la salida.
Cada paso hacia mi coche es una mezcla de rabia, tristeza y un sentido abrumador de derrota. Me siento desanimado, casi roto, sabiendo que he tocado fondo.
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Comments
XdinaryVillain
Este hombre solo quiere encontrar paz pero no lo hará si no logra superar las cosas que le han pasado, confío en que lo va a lograr, se necesita tiempo pero nada es imposible
2024-06-30
1
Jenny
Yo también hubiera explotadob como Damien y más si se trata de una personalidad como Abby que no entiende que hay un alto o a una persona que no tiene ni el mínimo interés en entablar una conexión, igual ella se tiene que dar cuenta de eso y saber decir que esta bien no insistir.
2024-06-06
4