Capitulo 1 EL ORIGEN.

No puede ser!!...

Esto no me puede estar pasando ahora!!...

Sabía, o al menos lo sospechaba, lo sospecho desde el momento que se levantó por la mañana y noto su ligero dolor de cabeza, sus sospechas fueron un poco más allá cuando ingreso a su clínica y pudo percibir el ligero aroma de algunas personas.

Incluso al sentarse en el escritorio de su consultorio y ver que su fiebre aumento un poco, si, era posible…

Buscaba en su cajón los supresores necesarios, no podia tener allí mismo su ciclo de celo, ahora estaba más que seguro de ello..

Mierda!!! No aquí por favor, no hoy precisamente que no viene Laura -pensaba mientras buscaba desesperado entre sus medicamentos.

"Mal día para que se adelante el ciclo de celo" pensaba Luán mientras sacudía su aturdida cabeza.

Y es que un médico siempre debe tener lo necesario para prevenir este tipo de situaciones supongo, sobretodo cuando en todo momento atiendes a pacientes alfas y omegas…

Luan Maison era un Omega conocido en el ámbito médico especializado en animales, tenía su consultorio en una renombrada ciudad de Estados Unidos, una clínica especializada en animales domésticos, y un consultorio especial en el trato a animales silvestres, trabajaba con animales todo el tiempo, conocía sus conductas, sus hábitos y demás, sin embargo se le hacía un tanto difícil lidiar con las feromonas ajenas.

Se debía a su padre, un Biólogo reconocido también en Corea y Estados Unidos, alfa dominante que lo obligó a tolerar las feromonas de sus ancianos amigos desde que se manifestó como Omega, decía que de esa manera podría superarlas cuando tuviera que viajar por el mundo debido a su reconocido título, y que no sería un Omega débil, debido a que el quería un hijo alfa, por qué si, su padre ya habría creado todo un escenario en dónde su hijo era mundialmente famoso.

El hecho de soportar todas las asquerosas feromonas desde los 12 años de edad, y a esos viejos repugnantes metidos en su casa la mayor parte del tiempo en “investigaciones” de su padre, lo hacía querer vomitar constantemente solo al poder olerlas, al cumplir la mayoría de edad lo único que deseaba era poder ser lo suficientemente sustentable para irse por su cuenta y dejar de tolerar las muy ya presentes insinuaciones de los malditos viejos que ahora ya lo veían de otra manera más lasciva.

Nunca creyó en los mitos de la gente o sus maestros en la universidad que hablaban de alfa y Omega como parejas perfectas y destinadas, para el tal cosa era burda, absurda, inútil e irrelevante, no se veía a si mismo a la Merced de las feromonas de un alfa, ni a su total obediencia, jamás reaccionaria ante ellas, nunca desearía a un alfa y mucho menos pensaría ser su “alma gemela”.

Ojalá hubiese pensado un poco más fuerte en eso, porque el destino es caprichoso y a veces nos juega malas pasadas, y esto es lo que presisamente le deparaba a nuestro tierno Omega.