El día fue bastante estresante para la pequeña de ojos miel, quien mientras hacia sus prácticas, de vez en cuando debía de mirar las cortinas de la ventana, ya que su amigo, la criatura esquelética, se asomaba por aquellas cortinas para verla y saludarla con un gesto de mano, cosa que ponía aún más nerviosa a la pequeña princesa al pensar que su abuela, que estaba sentada mirando atentamente los movimientos de la pequeña, viera a la criatura.
—Catherine, deja de estar en las nubes y has bien las cosas—le regaño su abuela como por tercera vez, haciendo así que cada vez la voz de la anciana sea aún más ruda para la pequeña.
—Sí... Lo siento abuela—se disculpó la pequeña por tercera vez también, aunque seguía desconcentrada por sus nervios.
Luego de las prácticas, ya era hora de la cena. La pequeña caminaba por los pasillos para ir hacia el comedor, mientras miraba como la criatura se movía de un lado a otro para esconderse, siguiendo cada paso de Catherine, cosa que seguía haciendo poner de los nervios a la de rizos castaños. Aun cuando la pequeña le susurraba a aquella criatura que se vaya o se detenga, la criatura hacía caso omiso.
—Esta vez intenta no cortarte Catherine—dijo su padre con su típico tono frío. No miraba a la pequeña, no miraba a nadie, solo miraba la comida que se llevaba a la boca—y también intenta mejorar en tus prácticas, a tu abuela no le gusto para nada las lecciones de hoy.
—Está bien papá—dijo Catherine mientras cortaba su comida con cuidado, pero buscaba con la mirada a la criatura que no encontraba, hasta que sintió un roce en su pierna, haciendo que mire por debajo del mismo objeto, encontrándose así con aquellas cuencas vacías y profundas. Rápidamente, volvió a su postura normal para que sus padres no la vean de forma sospechas por aquel comportamiento extraño que estaba teniendo, pero todo fue en vano al tirar su cubierto y luego su plato con torpeza a causa de los nervios. La pequeña miraba atentamente como aquel objeto frágil caía en cámara lenta hasta llegar al suelo y romperse en muchos pedazos que se esparcía por todos lados. No se sobresaltó para nada al escuchar el chirrido de una silla moverse de manera brusca, ni tampoco intento huir al escuchar unos pasos acercándose a ella, aun sabiendo perfectamente el porqué se acercaban, pero solo cerro sus ojos esperando aquel golpe que seguramente le ara llorar unas horas.
La pequeña abrió sus ojos al escuchar el grito de su padre y sus pasos retroceder, no entendía por qué tuvo esa repentina reacción, hasta que lo entendió perfectamente al ver a su amigo esquelético parado a su lado con dos pedazos rotos del plato, pareciera como si intentará unirlos de nuevo.
—¡Guardias! ¡Guardias!—gritaba la reina de forma alterada al tener miedo de aquella cosa hecha de huesos. Los guardias no tardaron en ir con ellos por el llamado de la soberana, pero se quedaron en un estado de shock al ver aquella criatura que parecía ser sacada de un cuento de hadas, era difícil de creer lo que estaban viendo, pensaban que solo era producto de su imaginación o alguna pesadilla de la cual ahora deseaban despertar.
—¡¿Qué esperan?!—grito el rey mientras algunas gotas de sudor caían por su frente—¡Mátenlo!.
Los guardias salieron de su shock, y con sus espadas ya listas, empezaron a correr hacia esa criatura para darle muerte. Catherine, que hace unos momentos estaba igual de perpleja, al no saber que hacer, se posicionó frente a su amigo para que no le hagan ningún daño. Los guardias se detuvieron enseguida al ver a la pequeña princesa.
—¡Esperen! ¡No le hagan daño!.
—¡Catherine apártate de esa cosa si no quieres que la criatura esa o los guardias te maten!—grito su padre molesto al ver que su hija estaba haciendo lo que para él era una gran estupidez.
La pequeña de ojos miel iba a hablar, sin embargo, no se le fue posible, ya que la criatura la cargo entre sus esqueléticos brazos para empezar a correr de forma bastante rápida hacia la salida de aquel lugar. Los reyes gritaron el nombre de la niña estando bastantes histéricos. Guardias empezaron a correr para intentar atrapar a la criatura, la cual ágilmente los esquivaba y seguía corriendo sin soltar a la de cabellos rizados, aun cuando la misma gritaba que se detuviera o la dejase. El exterior del castillo se llenó de gritos al ver a la criatura que seguía corriendo para escaparse de aquellos guerreros que aun sin rendirse los seguía, aunque poco a poco se iban deteniendo del cansancio. La criatura, una vez que salió por completo del reino, se adentró al bosque para que su rastro se pierda por completo y los gritos de Catherine sean menos audibles para los guardias.
—¡Ya bájame!—siguió gritando Catherine—¡¿Por qué hiciste eso?!, ¡Tengo que volver!.
Catherine miró a la criatura con lágrimas en sus ojos, pero solo vio como la criatura ladeaba la cabeza con confusión, ya que pensó que estaban escapando juntos y no quería dejar de verla por culpa de aquellos que querían matarlo.
—Esto está mal, tengo que volver a mi casa, ¿Si?, Necesito volver.
La criatura bajo a la pequeña, pero tomo su mano y empezó a caminar aun más adentro del bosque, haciendo así que Catherine termine siendo llevada, aunque intentaba quedarse quieta o quitar la mano del contrario para que la soltara.
—¡Hey!, ¡En serio debo volver!—siguió quejándose, pero se detuvo al mismo tiempo que la criatura al ver algo que hizo que sus ojos se iluminen—son... Flores...—murmuro al ver un gran acúmulo de inflorescencia que la rodeaba y no presto atención. Al sentir que la mano de su amigo criatura la soltó, no dudo en acercarse a las flores para tocarlas y sentir su aroma. Sintió como su corazón empezó a latir con fuerza en su pecho por alguna extraña razón.
¿Eso era la felicidad?, ¿Por eso sonreía?.
Hasta el pensar que estaba sintiendo felicidad la volvía aún más feliz. Aquello era una sensación extraña para ella, aun teniendo seis años, vivió toda su infancia con un vacío, no sabía que era lo que le faltaba, hasta que lo conoció...
Los ojos miel de la pequeña se posaron en la criatura que estaba de pie, mirándola atentamente, como si estuviera esperando algo, y por alguna razón, Catherine entendió que era ese algo que esperaba. Era una decisión difícil y complicada que hacían poner nerviosa a la de rizos castaños.
Pero quería seguir.
Quería seguir sintiendo esos golpes en el pecho por parte de su corazón, quería seguir sonriendo, quería seguir sintiendo ese libramiento en su piel, quería seguir viendo cosas tan comunes como aquellas flores blancas que seguía tocando.
Tal parece que su decisión fue tomada. Sus ojos miel se posaron en las cuencas vacías de aquel ser hecho de huesos y su cabeza se movió para asentir, dando así su respuesta final.
—Está bien, estaré contigo, iré contigo a donde vayas para que nos hagamos compañía mutuamente, para que ninguno de los dos se sienta solo y sufra en la horrible soledad, yo iré contigo, y aunque eso signifique que me puedan castigar... Me niego a dejarte solo, o a dejarte morir en este caso, después de todo, ahora somos amigos—dijo la pequeña de rizos castaños como juramento. Ella extendió su mano hacia la criatura, la cual, no entendió esa acción—debes tomar mi mano, será como una promesa, o un juramento—explico, y miro atentamente como la mano esquelética de aquel ser se acercó a la mano a la suya hasta tomarla, haciendo así, que ambos terminen por aceptar aquella promesa.
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Maria Elena Maciel Campusano
Cuando eres solamente un niño o niña que vive para aprender a ser sobresaliente en todo y se exige eso de ti, deseas con toda tu alma poder hacer lo que hizo la pequeña princesa, decidir quedarse con su nuevo amigo, a pesar de saber las consecuencias de tal decisión 😔
2024-11-24
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