Capitulo 4. La misiva de la Marquesa Martina de Miraflores y Burgos.

Nuestros personajes de este singular casamiento urgido por la necesidad de unir los feudos para convencer a vasallos de luchar juntos contra enemigos comunes, siguieron a partir de esa fecha en sus tareas habituales, cada uno en su propiedad.

Juana, que por un breve tiempo fue denominada por sus súbditos como La baronesa Juana de Miraflores fue nuevamente apellidada Juana, La loca.

Esta Juana era quizá la precursora de una reina española denominada por la historia como Juana La loca y que nacería muchos años después.

Todos saben que en 1504 nació esa Juana de Castilla, reina después de Aragón y Navarra que fue encerrada por Enrique VII de Inglaterra en Tordesillas, por haberse casado con Felipe El hermoso y haber caminado en una larga procesión de ocho meses por todo su reino con el ataúd de su esposo.

Este singular y extraño comportamiento de una mujer enamorada de su esposo difunto con el que tuvo 6 hijos, hizo que el pueblo español la llamara Juana, la loca y pasará así a la historia española.

Nuestra Juana María Cristina de Miraflores no era esa Juana reina de Castilla.

La llamaban así por su forma de montar y sus hábitos extraños para una joven baronesa. Habitualmente la veían montar a horcajadas en su caballo negro Carlomagno, y recorrer las plantaciones con viejos vestidos y un pantalón de su padre debajo de ellos.

Los vasallos del feudo, que trabajaban a diario en las plantaciones de su amo Alfonso de Miraflores habían estado esperanzados en que la baronesa cambie sus revolucionarias costumbres después de casarse. Pero eso no había sucedido. El barón Alfonso seguía ajeno a la marcha del feudo y Juana continuaba interesada en las labores de los humildes agricultores muchas veces trabajando a la par de ellos.

Su esposo, Álvaro Pelayo Roca Alta, no había aparecido más por este feudo y por lo que ellos se habían enterado , seguía siendo el amante apasionado de cada mujer soltera o casada hija de los vasallos de la baronesa Oriana de Roca Alta.

Álvaro para desilusión de su madre, después de una semana de compostura, donde caminaba de piernas abiertas por una extraña inflamación en sus partes nobles,empezó otra vez con sus habituales cortejos de las siervas de su castillo.

En este estado de cosas, en el verano castellano, un emisario llegó con una nota a las puertas del castillo de Miraflores. Venía de la frontera de Burgos con noticias para el señor Feudal Alfonso de parte de su hermana la Marquesa Martina de Miraflores y Burgos.

La noticia de su arribo no pasó desapercibida en el castillo de los Roca Alta, porque el emisario acompañado por dos pajes se equivocó primero de lugar y apareció en las posesiones de la viuda Oriana.

La buena señora con su habitual vestido negro quedó bastante intrigada sobre el tenor de la misiva. Por lo que sabía Alfonso y Marina no se hablaban hacía muchísimo tiempo por culpa de su nuera Juana.

Al no poder leer la carta su intriga la llevó a los aposentos de su hijo. Tal como lo suponía lo encontró encamado con una mujer y le arrojó a los dos el agua bendita que el cura que la atendía habitualmente le había dejado en cantidad.

Bendita o no, el agua helada logro su cometido. La sierva salió semi desnuda de los aposentos del amo y Álvaro Pelayo Roca Alta se enfrentó enojado a su señora madre.

-- Levántate y Bañate Álvaro. Algo está pasando con tu esposa. Debes saber de qué se trata de inmediato! - dijo la viuda mientras seguía tirando agua bendita por aquí y acullá, en cada rincón de ese cubículo del demonio.

--Madre! Termina con el agua ! Está helada - decía el caliente personaje en paños menores.- Que Diablos me importa esa loca ! - concluyó.

_ Pues debe importarte! Es tu mujer ante los ojos de Dios y los hombres. No hubieras extendido las sábanas manchadas para que todo el populacho las viera! - dijo.

_ Te he dicho miles de veces que lo de la sábana fue la loca. Ella me tomó por traición dándome una patada que por poco no me deja impotente ! Qué Pasa ahora. ¡No volveré a ver a esa mujer excepto en el día de su entierro !- dijo Álvaro.

_ Su tía La Marquesa le mandó una misiva! Quizá esa pobre mujer está agonizando y deja a su única sobrina todo un marquesado y el más bello castillo de Burgos! Tu mujer será rica y por ende tu también hijo mío! - respondió la viuda.

_ ¿Porque crees que está en agonía? Quizás sea por otro motivo..

_ Porque la Marquesa Martina juro no llamar jamás a su hermano y a su sobrina. Esto debe ser algo de vida o muerte. Eso es seguro. ¡Debes de inmediato ir a ver a tu suegro! - dijo Oriana de Roca Alta.

Refunfuñando Álvaro paso al ruinoso baño del castillo , se tiró un balde de agua sobre la cabeza y fue a vestirse para investigar lo que su madre le ordenaba.

Parecía increíble dado el actual estado de, peros pero en esa notable época los hijos increíblemente hacían caso a sus padres y Álvaro fue hacia el castillo de su esposa.

Cuando llegó a Dios gracias su mujer no estaba y los emisarios del marquesado ya habían entregado a su suegro la extraña misiva.

_ Buenos días, estimado suegro - dijo el joven apenas vio al barón Alfonso.

_ A que honroso placer se debe tu visita yerno - dijo con ironía su padre político.

_ Mi madre me ha mandado para saber sobre la salud de su hermana la Marquesa Marina de Burgos.-

_ Mi amada hermana se encuentra muy bien de salud. Solamente nos ha anunciado su pronta visita. - dijo-- Oh. Allí viene tu adorada esposa Álvaro - completó -

El cuerpo de Álvaro se tensó al escuchar el galope del caballo de la loca Juana y con los ojos despidiendo chispas vió su entrada a toda marcha en el patio de piedras del castillo.

Su pobre yegua Geopatra, relincho de susto en el poste donde el le había atado.

--Bien. Entonces me iré - dijo pasando como un príncipe herido junto al rayo rojo que llegaba a la puerta en ese instante.

Si las miradas mataran, los dos estarían fritos mutuamente.

Entre ellos no hubo saludos ni siquiera una misera inclinación de cabeza. Solo brillos y centellas saliendo de sus ojos.

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