Capítulo 9

Al no poder escuchar pasos fuera de la habitación, dejo de ver hacia la puerta y dejó los cubiertos sobre la masa.

Clarisa: "s𝘰𝘭𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘭𝘰𝘤𝘢 𝘮𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘦𝘳𝘪𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘢 comida."

Se tomó su tiempo para ver mejor la habitación, era grande y espaciosa, en medio una cama con sábanas blanca y roja, con cortinas roja a los lados, una mesa café al lado derecho, un sillón blanco al pie de la cama.

En la pared contaría había dos puertas, en medio de la puerta había un armario, un balcón con cortinas blancas, una mesa redonda de color café con tres sillas pequeñas del mismo color de la mesa redonda.

Clarisa: "No está nada mal."

Al pensar en la novela, por primera vez en la vida sintió miedo, miedo a lo desconocido, miedo al no poder hacer bien las cosas. Ni siquiera en su vida pasada había sentido miedo cuando peleo por primera vez en la peleas ilegales para poder comprar a su madre medicinas y no fue la primera vez.

Los hizo durante dos años, a la edad en ese momento tenía 15 años y su madre se había internado, llorando le había suplicado que ya no lo hiciera, como no quería ser causante de su dolor y sufrimiento, y dejó las peleas ilegales.

Poco tiempo después, la policía llegó al lugar donde se hacían las peleas ilegales, algunas personas fueron agarrados y poco pudieron escapar.

Lo bueno es que nadie pudo ver su rostro, siempre oculto su rostro por temor a que la reconociera si alguna vez se vieran por las calles, usaba una máscara negra con cuerno que tenía una peluca roja, por eso la llamaban "el demonio rojo".

Al recordar a su madre, Carolina sintió un vacío en su corazón, con muchos pensamientos en su cabeza se fue a dormir.

Por octava vez, el primer Ministro suspiraba, no importaba cuanto intentará de leer los documentos, no entendía o recordaba lo que leía.

En eso la puerta del despacho se abrió y entró un hombre de 41 años, cabello verde y ojos grises.

Se sorprendió al ver al primer Ministro que estaba pensativo detrás del escritorio negro.

- ¿Prime Ministro? - al ver que no contestaba, se acercó al escritorio y se detuvo al llegar al frente, y volvió a llamarlo - ¿primer Ministro? -

- ¿Eh? - desconcertado el primer Ministro miro a la persona delante él - ¿en qué momento llegaste, Nicolás?.

- Hace poco - Nicolás se tranquilizó al ver que el primer Ministro había reaccionado - ¿se encuentra bien? -

- Sí, estoy bien, la que preocupa es mi hija, Clarisa no sé cómo se lo vaya a tomar la familia y más mi madre, es la que más adora a Clarisa - se agarró la cabeza con frustración.

Al ver el comportamiento del primer Ministro y la preocupación en su rostro, supo que la pérdida de memoria de Clarisa, iba a ser un problema.

Quería ayudar a su maestro, pero no sabía cómo y de tanto pensar, Nicolás recordó que su maestro lo había enviando a la mina de piedras mágicas a buscar una piedra de espacio recién encontrada.

Tuvo que ir él porque su maestro tenía miedo que los ladrones la robaran la piedra mágica de espacios.

La piedra mágica de espacio son pocas las veces que aparecen y por eso su valor que muy alto, solo las personas poderosas y ricas pueden permitírselas o personas que tengan una mina de piedras mágicas propia.

Con las piedras mágicas los herreros pueden hacer anillos, pulseras, collares y bolsos que pueden almacenar cosas como, ropa, armas lo que quiera guardar en ellos, dependiendo del tamaño de la piedra mágica de espacio.

- Señor, ¿recuerda la piedra mágica de espacio que apareció en la mina? - Nicolás susurro con temor que alguien lo escuchara.

Al escuchar mencionar la piedra mágica de espacio por Nicolás, enderezo la espalda y sin poder creerlo le preguntó - ¿De verdad apareció una en la mina? -

- Sí, apareció una de la más alta calidad - Nicolás miró la duda en el rostro de su maestro, al igual que él, no lo creía, hasta que lo vio con sus propios ojos lo creyó.

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