Capítulo 02

^^^Charlotte Evans.^^^

Aspiré una bocanada de aire, en un intentó de calmarme y no dejarme caer en la locura. Sin dudas, la sangre me hervía, me sentía realmente molesta. Las miradas de todos los presentes estaban puestas en mí.

Amerie, la mamá de Farid, dio unos pasos hasta quedar enfrente mío. Esta mujer destilaba glamour hasta por los poros. Portaba su cabello castaño perfectamente peinado, y ese traje a medida la hacían ver como alguien inalcanzable, pero su personalidad seguramente era una basura. No tenía duda alguna de eso.

Sus ojos azules, me barrían de arriba, abajo.

—¿Modelo? Hijo, deberías visitar el oculista, está señorita jamás podría ser una modelo—se da la vuelta y se acerca hasta su nuera—.Ve la diferencia con Makenna, ella es la perfección en persona—no había duda alguna que ella era una mujer hermosa; piel perfectamente bronceada, unos increíbles ojos color miel. Llevaba su cabello castaño en una perfecta coleta alta, su figura delgada estaba envuelta en un vestido negro entallado, el cual tenía un gran escote en su pecho. Se veía sexy y elegante a la vez. Makenna parecía estar manteniéndose al margen de la situación, pero una sonrisa se dibujó en su rostro ante el halago de su suegra. La señora Amerie regreso su mirada hacía mí y prosiguió escupiendo su veneno: —.Mientras que ella se me hace una mujer sin gracia, su piel es demasiado pálida para mi gusto, no creó que...

—Con todo respeto, ¿podría callarse?—la sala ya estaba sumergida en un silencio, pero desde que esa oración abandonó mi boca, el ambiente parecía ser más denso. Me tensé al escucharme decir eso. Esto era una gran falta de respeto de mi parte, pero yo ya no podía soportarlo más. Avance unos pasos más, hasta casi toparme con el escritorio de Farid Gagnon, y me di el tiempo de darles una mirada a cada uno de los presentes.

»—Buenos días a todos, antes que nada debo disculparme por mi impuntualidad, la cual es justificada, pero no pienso darla enfrente de todos. Sí me permite señor Gagnon el señor se la puedo dar en privado, cuando la reunión finalicé—le doy una mirada impasible a Farid, quien al parecer quiere interrumpirme, pero su mamá habla primero.

—Esta mujer es una desubicada—refuta Amerie.

Sonreí sin ganas.

—Señora Amerie, quiero mencionarle que desde el momento en el que yo entré a este lugar se ha estado hablando despectivamente de mí—me moví del lugar en el que me encontraba para quedar más céntrica, y seguí s hablando—. Comprendería que al señor Gagnon le moleste mi impuntualidad, pero me pareció muy poco profesional de su parte, despreciar y dudar de mi capacidad como guardaespaldas. Quiero que tengan en mente, que este trabajo no lo tomó a juego. Yo estoy aquí para cumplir con mi trabajo, porque claramente fui capacitada para esto. Deberían tener presentes de que no está bien hacerme de menos y tampoco tienen el porqué meterse con mi físico, porque yo no he venido aquí para ser juzgada.

»Fui enlistada en el ejército hace cuatro años y medio, no soy ningún novato—busco la mirada de Farid, y le observé fijamente—,lamento si mi discurso señor Gagnon le parece una falta de respeto, pero yo no debería ser menospreciada y mucho menos pisoteada—su cara en este momento no me revelaba nada, pero parecía tener toda su atención en mí—. Sí usted considera que seré una inútil, puede decirme que me retiré, que con gusto lo haré, ya que usted no es el único que estaría perdiendo el tiempo.

Farid se levantó lentamente de su silla, sin despegar su mirada de mí, a su vez se acomodaba su traje

—Leo, me parece que la sala de juntas ya fue desocupada, puedes llevártelos a todos, a excepción de la señorita Noa Charlotte Evans—me tensé en la mención de mi primer nombre.

—Por favor, pueden seguirme—avisó Leo a los demás.

Mientras todos los presentes salían (A excepción de Amerie y Makenna). Mi mirada empezó a vagar por el gran despacho, tenía dos estantes llenos de libros, una pared estaba adornada con cinco guitarras y tres bajos, al otro lado podía visualizar una vitrina la cual parecía tener reconocimientos y varios premios, y sin duda alguna, no podía hacerle falta el bar que parecía estar muy bien equipado. Era un lugar bastante pulcro y fino.

El blanco y negro predominaban en el sitio, pero el sillón de cuero fue lo que más llamó mi atención, ya que se veía muy cómodo.

—Mamá, Makenna ustedes también pueden irse—dijo Farid, mientras tomaba una carpeta de su escritorio y la abría. Me sorprendí, al darme cuenta que le estaba dando una mirada descarada al señor Gagnon, parecía un tipo estúpidamente atractivo, seguramente andaba en sus uno punto ochenta de altura.

—¿Qué?¿Cómo por qué?—la indignación se pintaba en la voz Amerie—.Hijo, yo debo estar presente en todo lo que tú hagas, y también...

Farid negó y se movió de su sitio para abrirle la puerta a su mamá y a Makenna.

—Por favor, nos vemos a la hora de la cena, si así lo desean—les hizo un gesto con la mano para que salieran.

La mirada que me brindó Amerie no me pasó desaparecida. Mientras Makenna solo me dio un pequeño escaneo, y una sonrisa titubeante salió de sus labios.

—No puedo creer que me estés corriendo, Farid.

—Mamá, son cosas que debo encargarme por mi propia cuenta.

—Como sea—Amerie, realmente parecía estar molesta.

Makenna, tomó gentilmente la mano de Farid y parecía querer despedirse con un beso en los labios, pero el señor Gagnon con un ágil movimiento de cabeza, terminó besando su mejilla. Esto era un tanto incómodo. Esa acción fue demasiado notoria e incómoda, ya que ella rápidamente baja su mirada cohibida. Traté de hacerme la estúpida para que no notará que yo había presenciado eso.

Una vez cerrada la puerta, fijé mi mirada en los estantes de libros.

—Puede tomar asiento, señorita Noa Evans—un escalofrío pasó por mi cuerpo al escuchar ese nombre, por segunda vez.

—Podría por favor llamarme Charlotte Evans—mi voz era casi una súplica. Realmente detestaba ese nombre.

Farid, solo me observó fijamente mientras tomaba asiento. Sus ojos azules brillaban con curiosidad.

—¿Por qué?—cuestionó.

Negué con mi cabeza.

—Asuntos personales, que en este momento no vale la pena mencionar—recordar el porqué no me gustaba ese nombre, era escarbar en el pasado. En algún momento me desharía de ese horrible nombre.

—Bien, señorita Charlotte Evans—dijo, mientras ojeaba el portafolio. Sus pestañas eran un tanto largas, su barba estaba perfectamente cortada. Se notaba que era un hombre que invertía en su imagen. El carraspeó, que provino de él, hizo que diera un respingo en mi asiento. A lo que fue tan notorio, porque él sonrió ladino—¿Entretenida?

—Un poco pensativa, nada más—dije, en un tono serio. A lo que él solo arquea una ceja, sin borrar su sonrisa.

—¿Preocupada de que la despida?

Dejé salir una risa sarcástica.

—Ni un poquito.

—¿Ah, no? —dijo, inclinándose en su mesa, a lo que imitó su acción, sin despegar mi mirada de la suya.

—Señor Gagnon, yo sé lo que valgo. Sí se tomó su tiempo y leyó mi currículum, se podrá dar cuenta.

Se llevó una mano a su mentón y lo acarició, mientras pensaba.

—Hmm. Sin duda hay algo que me llamó muchísimo la atención.

—¿El qué?—pregunté, curiosa. Amaba presumir lo que en algún momento hice en la milicia.

—De que es madre soltera.

Negué con desconcierto, y le observé seria.

—¿Importa?

—¿Y el padre?

Bufé, en molestia. No podía creerlo. ¿Acaso se estaba burlando de mí?

—Señor Gagnon, ¿me está tomando el pelo? —dije, un tanto molesta. Quería sacar una pistola y darle un tiro en el entrecejo.

Su risa ronca envío miles de escalofríos por mi cuerpo.

—Me encantaría—una sonrisa perversa se formó en su rostro. Lo observé un tanto alarmada, dándome cuenta de que nos estábamos desviando del tema. Me levanté furiosa, del asiento decidida a irme. Este hombre era un estúpido.

Pero él fue rápido, y me sostuvo del antebrazo sin ejercer tanta presión.

Hice que me soltará con un movimiento tosco, y lo encaré furiosa.

—Sí no piensa tomarme en serio, permita que me retiré.

—La verdad estoy muy impresionado con sus conocimientos—avanza al sillón de cuero negro y lo palmea, invitándome a tomar asiento. Lo observó, desconfiada—. Tomé asiento, por favor. Hablaremos.

Me sentía realmente cabreada, pero tomé asiento, un tanto alejada de él, aún tenía curiosidad de saber que otras estupideces escupiría.

—¿Va a querer qué también sea parte de su seguridad o se seguirá burlando de mí?

—Vi que tienes conocimientos en muchas cosas.

—Sí ¿y...?—hasta este punto ya me empezaba a sentir desesperada.

—Cuando Leo, mi asistente, me mencionó que usted era mujer, creí que sería un tanto diferente.

Le observé incrédula.

—¿Diferente?

—Sí, que seguramente tendría un cuerpo de mujer fisicoculturista y que sus facciones seguramente darían miedo—se ríe, pensativo y me observó—. Pero resultó ser una actractiva pelirroja.

Parecía no creerse lo que él decía, y yo menos, ya que empezaba a darme cuenta de lo estúpido que me estaba resultando este hombre.

Solté una risa.

—La belleza es subjetiva, señor Gagnon.

— Usted señorita Evans, parece ser la excepción.

Le observé asombrada, pero rápidamente cambié mi expresión y carraspeé.

—Señor Gagnon, no podemos seguir perdiendo el tiempo, si quiere...

—Claro que quiero que trabajes para mí—sonrió y arqueo una ceja.

—Antes que nada, consideró que usted debería disculparse conmigo.

Ladeó su cabeza y sonríe ladino.

—¿Por qué?

Niego, incrédula. Actuaba demasiado desvergonzado.

—Me ofendió desde el momento que puse un pie en su despacho—se encoge de hombros, restándole importancia—. ¿No piensa disculparse?

—Lo pensaba hacer, pero usted me está obligando y eso no sería una disculpa honesta—se pone de pie y se dirige a su bar—. Además, fue algo que supuse en el momento, no hay vuelta atrás—podría ser muy millonario, pero lo estúpido lo tenía grabado en la frente—.¿Quiere un trago?

Negué. Su comportamiento era horrible. Ahora, debía replantearme si debía trabajar para este idiota.

«Al parecer este día sí me había despertado con el pie equivocado.»

—Sí usted se disculpa sería como empezar de cero—me crucé de brazos.

Niega, mientras se lleva de su trago a su boca.

—Con empezar de cero estaría bien—regresa a su puesto y estira su mano en mi dirección; la observé con recelo—. Un gusto, soy Farid Gagnon.

Esto parecía ser una broma. Pero quería ver hasta donde me llevaba, a pesar de que algo me decía que en cualquier momento me iba a hacer enfurecer.

Acepte su mano, y me dio un leve apretón, mientras su pulgar me brindó una caricia fugaz.

—Un gusto señor Gagnon, yo soy Charlotte Evans y seré uno de sus guardaespaldas—solté su mano, sintiéndome un tanto extraña.

La sonrisa que tenía plasmada Farid en su rostro, parecía ser de pura satisfacción.

—Podría contarme que tipos de conocimientos tiene usted, señorita Evans. Me gustaría escucharla hablar sobre ello.

—Tengo conocimientos en manejo de armas de todo calibre, conducción defensiva y ofensiva de un vehículo blindado, métodos de defensa personal, primeros auxilios, tácticas de negociación, manejo de crisis y uso de tecnologías y equipos de seguridad—cuando decía que tipos de conocimientos tenía, se me inflaba el pecho de orgullo. Me hubiese gustado que Amerie lo escuchará, aunque apostaría que no entendería ni la mayor parte.

Farid carraspeó y sonrío.

—Por como lo dice, puedo detectar que se siente muy orgullosa.

—Así es.—sonreí, inconscientemente.

Su mirada se relajó.

—Me atrevería a decir que usted es alguien de admirar—su voz reflejaba honestidad. Así que me relajé, ante tal comentario—. ¿Por qué no siguió siendo un soldado?

Suspiré.

—Mi enfoqué cambió. Luego de estar cuatro años y medio, ya no podía verme entregando mi vida en un campo de batalla. Simplemente, mi visión cambio, mis pensamientos cambiaron.

Farid, bajo la mirada a su vaso.

—Me imaginó que es interesante poder elegir que deseas ser realmente—eso me sorprendió, podría notar un dejé de tristeza en su voz y rostro, que rápidamente fue reemplazada por una sonrisa engreída—. Pero, estaré muy feliz de que seas una de las personas que me cuidará el culo, bienvenida a Gagnon Corporation, prometo que su vida no sé verá en aprietos.

Negué mientras sonreía.

—Las promesas suelen ser vacías, señor Gagnon.

—¿De verdad piensa eso?

—Por supuesto, y por lo que leí usted no suele tener mucho cuidado con lo que hace o dice.

—¿Me estuvo investigando?—inquirió curioso, mientras me repasaba.

—Es parte de mi trabajo, estudiar y saber un poco de la persona a quien mantendré vigilada —no solo información de él, también algunas cosas de su familia o personas que le rodeaban.

—Ya veo. Ya la estudiaré a usted, para saber a quién tendré siendo mi sombra.

—De mí no tiene por qué preocuparse. Por algo fui seleccionada señor Gagnon.

—Para serle honesto, pienso que no necesito guardaespaldas, pero mi mamá suele ser muy insistente—su mirada recorre mi rostro y baja hasta dar con mis labios—. Pero... Ahora no sé si realmente debería sentirme agradecido.

Su mirada era abrasadora, pero esto no podía gustarme y mucho menos podía empezarme a sentirme tentada, por eso.

—¿Agradecido?—inquierí, sin entender realmente su punto—. ¿Por qué?

Sonríe y antes de hablar se vio interrumpido, por otra voz masculina.

—Hermanooo—la voz canturrona, hizo que Farid hiciera una mueca de desagrado. Mis ojos se toparon con él que parecía ser su hermano menor, Iker—. Wow, ¿y está belleza pelirroja?

—Lárgate—Farid se levantó de su lugar para tomarlo del brazo, pero este fue más ágil y se acercó a mí, extendiendo su mano para saludarme, a lo que yo sin dudar acepté. Mi sorpresa fue grande cuando un beso fue depositado en el dorso de mi mano—. ¿Por qué eres tan atrevido?—reprendió.

—Un gusto señorita, soy Iker Gagnon—claramente sabía de Iker, estaba alrededor de sus veintitrés años. Llevaba su cabello a medio peinar, ya que algunos mechones caían en su frente—. ¿Cuál es su nombre?

—Un placer señor Iker Gagnon, mi nombre es Charlotte Evans—sonreí, a lo que él también.

—¿A qué se debe su presencia señorita? Sin ofender, me causa curiosidad; es usted ¿artista o modelo?

Negué con mi cabeza.

—No, yo seré parte de la seguridad del señor Gagnon.

Él abrió tanto los ojos que parecía que en cualquier momento se saldrían de su cuenca. Me reí, por lo cómico que me parecía.

—No me lo creo—me crucé de brazos y le doy una mirada inquisidora, él levanta sus manos y niega con estas—. No me malinterprete es solo que... Estoy un poco consternado y una gran parte de mí siente admiración, no sé como explicarle...

Farid toma a su hermano por sus hombros, en un intento de sacarlo del lugar.

—Vete, hablas mucho.

—Ni lo sueñes.

—Soy tu hermano mayor, tienes que obedecerme.

Iker fue otra vez muy ágil y se soltó de su hermano, corriendo al sillón negro y tirándose a este.

Yo únicamente observaba la situación, un tanto divertida, ya que Farid, maldecía por lo bajo, mientras tenía su mandíbula en tensión.

—No me iré, porque mi objetivo aquí era hablar contigo y no pienso irme sin hacerlo, pero tampoco sabría que me distraería con un ángel hermoso, que aparté será tu guardaespaldas—rio—. ¿Eso no afecta tu ego masculino o algo así?

—Ya cierra el hocico—dijo, Farid con su mandíbula apretada.

—Señorita Evans, ¿Sabe de peleas? ¿Podríamos jugar a las luchas?—cuestionó, y a su vez recargó su cabeza en su mano, mientras me observaba expectante.

Estaba por responder, pero Farid interrumpió.

—¿A qué vienes? Te dije que no entrarás aquí sin avisar.

—Sí, bueno, estoy aquí para decirte algo muy importante—sí bien Iker antes traía una expresión relajada, ahora la había reemplazado por una completamente sería.

—¿Qué esperás para hablar?

Iker me dio una mirada apenada, la cual entendí. Quería quedarse a solas con su hermano.

—Yo me retiró, iré a la sala de juntas. ¿Me pueden decir en donde se encuentra?

—Segundo piso—respondieron al unísono.

Empecé avanzar, de reojo observé que Farid venía pisándome los talones, pero quien pasó a toda carrera por mi lado fue Iker, quien enseguida abrió la puerta.

—Discúlpeme señorita Charlotte, no quisiera que se vaya, pero es un asunto familiar.

—No sé preocupé. Lo entiendo—sonreí amable, mientras voltee en dirección de Farid—. Señor Gagnon, aún seguiré esperando su disculpa, no crea que soy una persona que olvidé fácilmente.

Avancé hasta el elevador.

—¿Le gustan las rosas señorita Evans?—preguntó, Farid.

Ya una vez dentro del elevador me giré y sonreí ladina.

—Las detesto.

Su cara estupefacta era realmente divertida. Parecía que este trabajo sería entretenido o simplemente era el comienzo para quedarme sin cabello por el estrés.

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cheesecake

cheesecake

Amando a charlotte

2023-07-23

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