¡A trabajar!

Una vez que Thomas llegó a casa del tribunal, sus padres y Sophia estaban en la sala pasando tiempo en familia. Sophia es quien recibe a su padre con alegría.

- Papito, que bueno que llegas. Mi abuela ha preparado una rica sopa.

- Ve a tu cuarto, tu padre y tus abuelos tenemos que hablar. – su tono fue áspero.

Sophia pensó que se portó mal y se fue a su cuarto triste, se sienta sobre una cama que parece ser de segunda, se la ve vieja, sus colchas se ven desgastadas. La niña está triste, mira el cielo y le pide disculpas a su mamá.

En la miserable sala, los tres adultos empiezan a conversar.

- Papá, mamá, gracias por acompañarme en estos días tan difíciles. Pienso que ustedes ya no están en condiciones de seguir aquí, el ritmo de vida ya no es para ustedes.

- ¿Nos estás botando? – preguntó el padre.

- No los estoy botando, sólo que no quiero abusar de su ayuda, ustedes están en una edad que necesitan descanso.

- Podemos quedarnos aquí, - comenta la madre – podemos cuidar de Sophia mientras trabajas.

- Yo no tengo mucho dinero para mantenerlos a todos.

- Tú madre puede hornear galletas y yo la ayudo a vender. Sophia de paso aprende.

- Papá, entiende, ella es una niña traviesa, ustedes necesitan descansar, ella les va a dar problemas.

- Piensa tú ¿Quién la va a cuidar mientras trabajas? No la puedes llevar a tu trabajo.

- Ella irá a trabajar, hay tantos niños que trabajan para ganarse el pan, ella no será la única.

- ¿Eres normal? Hacer trabajar una niña de cuatro años es malo. – reclama el padre.

- Mi nieta necesita de alguien que la cuide y que le enseñe – la madre interviene.

- Ya he tomado una decisión. Si ella quiere comer, tendrá que ganarse su pan, ella irá a la calle a vender cerillos, de algo le habrá servido trabajar con su madre.

-Tengo vergüenza de ser tu madre, eres cruel con tu hija.

- Sophia tiene que aprender a ganarse el pan, tiene que aprender que en la vida no todo es pedir, que todo requiere trabajo. De esta manera, ella aprenderá a administrar su dinero y será una buena esposa. Será responsable…

- ¡Idiota! – reniega el padre – eres irrazonable, ella puede correr peligro, en la calle no puede aprender nada bueno, se puede transformar en delincuente, prostituta. Mejor, nos la llevamos, allá en el campo puede crecer tranquila y feliz.

- Ella es mi hija, tú eres sólo un abuelo. Ella empezará a trabajar desde mañana.

- Jamás pensé eso de ti. – la madre está adolorida – mi nieta va a crecer en la calle.

La señora deja caer lágrimas, le duele sentir tanta frialdad en las palabras de su hijo, el padre esta avergonzado. Al ver las caras tristes, Thomas los dejó en la sala, él estaba cansado y quería dormir. Los abuelos de Sophia se despiden de su nieta, están con ella hasta que se quede dormida, luego sin hacer ruido, abandonan la casa, están con el corazón hecho pedazos, ellos están con ojos llorosos, lamentan haber criado una oveja negra, les salió un hijo malo, en cambio, los otros hijos los visitan cada vez que pueden y los nietos los visitan los fines de semana, se quedan con los abuelos dos días.

Al día siguiente, Thomas está en la sala, de pie al lado de la mesa, a su izquierda hay una canasta con cajas de fósforo, son esas cajas que sobraron de Mildred cuándo solía ir a venderlos.

Sophia busca a su padre para darle los buenos días.

- Buenos días, papá ¿Has dormido bien?

- Aquí tienes lo que tú madre no fue capaz de vender, a partir de ahora vas a trabajar.

- Papá, tengo hambre, ¿Qué hay para comer?

- No estoy de humor para tus tonterías.

- Yo tengo hambre, sólo comí sopa. No son tonterías.

- ¡A trabajar, si quieres comer! ¿Es todo lo que sabes hacer? – levantó la voz.

Sophia está asustada, la voz de papá fue fuerte y llora.

- ¡Cállate y a trabajar!

- Sólo tengo cuatro años, papá.

- Ya estás en edad para trabajar. Que sea la última vez que me digas papá, soy señor Lauren. – estaba enojado.

- Sí, señor Lauren.

Sophia tomó la canasta y se fue a la calle a vender, la niña se fue llorando a ofrecer sus fósforos.

- Señor, tengo hambre, me compra fósforos.

- No, ya tengo. Gracias.

- Señor, tengo hambre, usted si me compra ¿verdad?

- No molestes andrajosa.

- Hola, señora ¿Necesita fósforo? Son cinco centavos, necesito comer.

- ¡Ay carita sucia! Ten, son diez centavos, ve a la panadería y cómprate unos panes.

Así es como Sophia empieza su mañana, camina por las calles vendiendo para tener de que comer, junto a ella hay un niño vagabundo, quien busca en los desperdicios algo que llevar en boca, otros niños más grandes son esclavos fabricando ladrillos, cargando una carretilla con carga, otros se dedican a robar billeteras, como en los tiempos de Oliver Twist.

Nuestra valerosa Sophia, entró a una panadería y se compró dos panes, eran dos centavos, pero no le dieron vuelto, se aprovecharon de que ella no sabe contar. Ella está feliz de que hoy comió pan, uno lo come, pero el otro lo guarda, por si no vende durante el día. A la noche…

- Papá…

- Señor Lauren, más respeto.

- Lo siento, señor Lauren. He vendido tres cajas de fósforos y comí dos panes.

- ¿Sólo tres cajas? ¿No sabes vender? Sigue trabajando si quieres comer, ve a dormir estoy cansado.

- Que tenga buenas noches, señor Lauren.

El hombre no muestra interés en absoluto si ella pasó hambre, frío, si fue asaltada o si le estafaron. Él no muestra ni un poco de consideración. Ahora ella se fue a dormir sin preocuparse si tiene hambre o no. Thomas sale de casa, aborda un coche y se dirige a una casa muy bonita, saca las llaves y entra en esa casa.

- Hogar dulce hogar.

Thomas tiene una casa muy bonita y grande, a los pocos minutos alguien llama a la puerta.

- ¿Sheila?

- ¿Tomasito?

Ella visita a Thomas y pasan sus noches hechos unos locos. Sophia pasa las noches sola en la otra casa, y eso no lo sabe.

La vida es dura para nuestra valiente Sophia, pero un giro vendrá a su vida.

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Comments

Mily Aznar

Mily Aznar

que hombre tan inresposable y cruel no se merece. ser padre le queda grande esa palabra pobre niña

2024-04-03

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