No Te Enamores..

No Te Enamores..

Prólogo.. El amor no siempre es felicidad...

El amor, esa palabra tan hermosa que todos los seres humanos esperan con ansias. Todos, o la gran mayoría, han sentido amor por alguien, pero no todas las historias tienen final feliz.

Los personajes de esta historia me han contado lo que les ha pasado en su vida con respecto al amor. Ellos han creído, han amado, pero desgraciadamente se han dado cuenta de que no era lo que ellos esperaban. Simplemente era otra cosa diferente, no llenaba sus sentidos, estaba totalmente hueco. Pero todas estas experiencias les servirían en un futuro para no volver a cometer el mismo error.

Cuatro historias diferentes que nos revelan cómo ha sido su vida con respecto al amor. Muchos no tienen ni idea de lo que pasó y no saben cómo enfrentar la situación. Sin embargo, tenían que seguir viviendo con o sin amor. La vida es así, unos ríen, otros lloran, unos tienen amor y otros viven en la soledad más terrible. Las cuatro historias se mencionarán alternativamente y que sirvan como ejemplo para que no caigamos en su mismo error y sepamos escoger a la persona que nos acompañará para toda la vida.

Empezamos con las historias, gracias.

En una capilla funeraria había alrededor de 50 personas reunidas. La persona que estaban velando era don Genaro, padre de Belén.

"Tranquila amiga, que Dios te dé resignación y fortaleza", decía una amiga de Belén. Belén lloraba mucho, su padre siempre le había dado todo su amor, su tiempo, sus consejos, era todo para ella. Ya que su madre siempre estaba ocupada en sus cosas y no le ponía mucha atención.

Belén sentía que se le acababa el mundo. Las amigas trataban de ayudarla a salir adelante y no querían que se desmoronara. Una de ellas le llevó café y galletas para que aliviara un poco su dolor.

"Ven amiga, vamos a sentarnos un ratito, necesitas descansar".

"No, déjenme, papá, papá no te vayas".

Un poco retirada, doña Carlota lloraba también. Era la mamá de Belén. Hacía tiempo que don Genaro no estaba bien del corazón y un infarto fulminante acabó con su vida.

Poco tiempo después, el cortejo fúnebre enfilaba hacia el panteón. Ahí sería su última morada. Un chico que observaba estaba muy triste. También era su padre, aunque nunca se casó con su madre. Lloraba alejado de la multitud, no quería ser descubierto. Su madre le había dicho que él era casado, pero no por eso dejaba de ser su padre. Se subió al camión que los llevaría al panteón. Nadie notaba su presencia sumidos en su propio dolor. Todo el tiempo pasó de incógnita, nadie se percató de su presencia. Era el mes de julio, cuando el calor estaba a todo lo que daba. Los árboles estaban muy frondosos, solo se oían los llantos de las diferentes personas que estaban en el panteón. Cuando regresaron, Carlota le decía a Belén: "Es hora que te vayas, aquí ya no hay lugar para ti. Tu padre se ha ido y es hora de que te vayas tú también. Al fin y al cabo, no eres mi hija". Belén se quedó muda con la confesión que le hizo su madre. "Pero mamá, ¿por qué me dices eso? Soy tu hija". "Ya te dije, tú no eres mi hija, solo eres hija de tu padre. Cuando él y yo nos casamos, él ya te tenía. Su amante murió y te trajo conmigo. Al principio, yo te acepté y te cuidé como si fueras mi hija, pero después se me hizo muy pesado. Yo quería internarte, pero tu padre no me dejó. Ahora ya eres lo suficientemente mayor para que te hagas cargo de tu vida, no descompongas la mía". "Está bien ma... que diga señora, ya me voy. Solo déjame sacar todas mis cosas". "Está bien, pero que sea rápido". Carlota se fue a su habitación. Jamás había querido a Belén, la soportaba solo por su esposo, pero al morir él, Belén salía sobrando. Belén estaba en su cuarto empacando todas sus cosas. No entendía por qué había madres que abandonaban a sus hijos a su suerte. "Si pensaba echarme a la calle, ¿para qué me aceptó en su casa? Solo para guardar las apariencias con mi padre. ¿Y ahora qué voy a hacer? No tengo a dónde ir". Belén, a sus 22 años, trabajaba en un banco y estudiaba. Su padre le estaba pagando la escuela, pero ahora ya no podría seguir estudiando. Lo que ganaba en el banco no le iba a alcanzar para pagar todo.

Salió de la casa sin que su madre la despidiera. Se sentía muy sola, así que se fue a llorar a la tumba recién hecha de su padre. Así estuvo mucho rato cuando una señora con dos hijos llegó a la misma tumba. Ella la vio y le dijo: "¿Me permites ponerle estas flores a tu padre?".

"¿Por qué? ¿Quién es usted?", preguntó Belén un tanto curiosa.

"Tu padre y yo tuvimos una relación, perdón, es el padre de mis hijos. Él me decía que sufría mucho con tu madre. Ella lo trataba mal, y él se refugiaba en mí", explicó la señora.

Belén se puso a llorar. "Mi mamá no es mi madre biológica, me corrió de su casa", dijo.

"Pobrecita. En mi casa sobra un cuarto, te lo ofrezco con el corazón", ofreció la señora.

"Ya veremos cómo le hacemos para sobrevivir", respondió Belén.

"Gracias señora, le prometo que no me sentirá", agregó.

"No te preocupes hija, yo sé que estarás a gusto ahí. Nadie te molestará. Vivo sola con mis dos hijos. Mi pareja, o sea tu padre, me dejó bien protegida", aseguró la señora.

"Gracias señora, yo trabajo y estudio. Casi no estaré en la casa. No daré problemas", prometió Belén.

Así fue como Belén se fue a vivir con la amante de su padre. Dos semanas después, Carlota estaba en la notaría. "¿Qué espera que no lee el testamento?", preguntó impaciente.

"Faltan dos personas. Hasta que lleguen, lo leeré", respondió el notario.

"Pero ¿quién falta si yo soy su esposa? No hay más familia", se quejó Carlota.

"Tranquila señora, guarde la compostura o la echo de aquí", amenazó el notario.

"No me pida que me calme. No sé a quién más espera. Mi esposo no tenía familia, solo Belén y yo", explicó Carlota.

"No se desespere señora, ya no tardan. Ya las conocerá", tranquilizó el notario.

Carlota no tenía idea de quién más debía llegar, pero lo que sí sabía era que no pensaba compartir su herencia con nadie más. Estaba sentada esperando, preguntándose a quién esperaba. En eso llegó una señora con una joven.

"Belén, ¿qué haces aquí?", preguntó sorprendida.

"¿Se te olvida que soy la hija de Genaro?", respondió Belén.

"Ok, y usted señora, ¿quién es y qué hace aquí?", preguntó Carlota.

El notario intervino: "Son las personas que esperábamos. En seguida daré lectura al testamento. Si gustan tomar asiento, por favor".

Carlota los veía con ojos de pistola. Estas personas no tienen nada que hacer aquí...

Tranquila, señora, o hablo con seguridad...

El notario les enseñó el sobre sellado. Apenas lo iba a abrir... Muy bien, lo leeré...

Yo, Genaro Díaz, en pleno uso de mis facultades mentales, sin que nada ni nadie me presione, reparto mis bienes de la siguiente manera:

A mi hija Belén Díaz le dejo un fideicomiso para que pueda seguir estudiando. Como ella ya es mayor de edad, ella lo manejará como mejor convenga a sus intereses. También le dejo la casa donde ha vivido hasta el día de hoy. Si mi esposa no está de acuerdo, que busque dónde vivir. Mi hija se queda ahí...

A mi esposa le dejo la casa del norte y los dos coches que hay en ella. El otro coche es para mi hija Belén...

También le dejo la mitad del dinero del banco. Espero que lo sepa administrar bien porque es todo lo que recibirá...

A Luly le dejo la otra mitad del dinero del banco... Así, sin más explicaciones...

Carlota sintió como si le hubieran pegado una bofetada...

"¿Eso no puede ser? ¿Por qué le deja algo a esta señora?" - pensó.

"Es todo. Se pueden ir. En dos días vengan a firmar. Señora, si no está de acuerdo, empiece a desalojar la casa de Belén..."

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