Alejandro
Ciudad de México, 2013.
La primera vez que vi a Leilani Anzures pensé que era la chica más hermosa que mis ojos habían visto y no me había equivocado, era así tanto por dentro como por fuera. En cada sentido que se me ocurriera y hasta en los que no. Parecía salida de algún cuento viejo y adaptada a la época moderna.
Ese día estaba usando un vestido verde de estampillas de correo y se veía radiante, algo que en palabras no tiene sentido ni suena atractivo porque sé que un vestido largo y de estampillas en la imaginación parece torpe, pero no para ella y no con esas mangas con forma de globo. Viéndola era como si usara el vestido diseñado perfecto para ella y tal vez así era. Tenía un par de trenzas arremolinadas en la nuca con las que que dejaba volar algunos mechones que le enmarcaban su rostro. Más tarde supe era el peinado de Katniss en la cosecha y como ella en realidad disfrutaba mucho de peinarse con esmero. Ni una sola vez se atrevió a ir a la prepa con el cabello suelto, las pocas veces que se lo vi volando fue en casa y en circunstancias muy especiales.
Sospeché que era deportista mucho antes de saber que era demasiado inteligente, sus brazos se veían definidos al igual que sus piernas o lo que dejaba ver de ellas y yo no podía quitar mi vista de ella sentada en una banca que daba directo a la puerta. Leilani nunca fue en extremo delgada y preocupada por serlo. No contaba calorías como muchos deportistas en la escuela, ni se pasaba horas y horas en el gimnasio intentando definir su abdomen o haciendo crecer partes de su cuerpo. Estaba dotada con unas piernas asombrosas y un reloj de arena como cuerpo, pero eso no lo supe ese día, su vestido no resaltaba aquello. Ese día solo podía ver su energía atrayendo miradas de cualquiera que se sentara cerca de ella, tanto de chicas como chicos. Hay personas que son guapas y llaman la atención por eso, hay otras que tienen una energía hipnótica y estaba Leilani que tenía ambas cosas y se volvía un imán del que no podías escapar y aún así ella nunca lo supo.
Sus audífonos reproducían música que la hacían sacudir la cabeza con suavidad de un lado a otro, bailando con total calma. Si hubiera apostado habría dicho que era una canción tranquila, alguna balada que se llevara con la energía relajada que veía en ella. Estaba equivocado, ella asegura que era una canción de One Direction y si debía ser más específica era Stole My Heart. Hoy por hoy le creo porque el puente musical de esa canción es la única que la hace bailar así y porque tiene una memoria impecable para esos pequeños detalles que a nadie le importan y no notan excepto ella, así es como conoce a las personas. Aún sentada y de espaldas podía jurar que se veía hermosa y contenta, mi garganta picaba para que le hablara. Solo tenía que levantarme y sentarme a su lado, era así de sencillo, sin embargo no pude.
Los días volaron y yo no me quería ver como un idiota que daba miedo, así que entre clases solo fui notando cosas de ella que eran muy evidentes para todos: lo competitiva que era, que siempre se sentaba en la misma banca y que una vez terminadas las clases evitaba a cualquier persona y eso era extraño tomando en cuenta la luz que irradiaba. Intenté en varias clases de literatura sentarme más cerca de ella o con ella, pero siempre había alguien que ya me había quitado el puesto. Un día solo me rendí y me senté hasta atrás. ¿Qué tenía esa chica que me llamaba como un magneto? Ese mismo día mi ventana de oportunidad se abrió ante mí. A veces las piezas encajan cuando deben y no cuando quieres.
—El que pierda tendrá que bailarnos a todos. —La profesora estaba hablando al fondo, yo solo veía a la chica sonriendo de oreja a oreja.
Eres competitiva. Te tengo.
Parado frente a ella me di cuenta que al fin me había notado, su nariz se movió como la de un pequeño conejo, sus cejas se juntaron y separaron rápido y su boca se abrió.
—Su reto es… encontrar la palabra “gravar”.
Ella sacudió su cabeza y se concentró en la palabra que nos habían dicho. No le sirvió de mucho porque yo estaba más motivado que ella, gané no solo el juego, también su atención que no se despegó de mí el resto de la clase. Me sentía soñado de que al fin pudiera agarrar ese momento.
Leilani me miraba como si fuera su nuevo reto, casi su nueva competencia. Sin saberlo había despertado en ella las ganas de competir de nuevo contra todos y todo, fue tan sencillo como eso lo que me dejó acercarme a ella.
—¿Leíste la palabra? —Me sentí idiota restregándole la victoria en la cara. —El empate hubiera sido justo.
Sus ojos eran tan transparentes que solo pude suplicar que no me mandara directo a la mierda.
—Que lo dijeras en la clase, hubiera sido más justo.
—Touchè.
Su mirada de duda no dejó su rostro hasta que sonrió por verme bailar un estúpido baile que jamás me hubiese atrevido a bailar frente a nadie que no fuera ella y fue hablar con ella lo que me hizo darme cuenta que era alguien especial. Mucho más de lo que había pensado. Todo lo que podía pensar cada vez que salía de su boca era un “wow” que se multiplicaba y multiplicaba cada vez más.
—¿Te molestaría si escribo un par de cosas rápido? —Me preguntó tan pronto como nos sentamos en las bancas nuevas de concreto y que todo el mundo odiaba. —No quiero que se me olviden ciertas cosas.
—¿Es como un diario?
La pregunta me salió de la boca con facilidad porque la había visto escribir en ese cuaderno durante todas las clases, muy diferente a la carpeta donde tomaba los apuntes de sus clases.
—Es... algo más que un diario. Es mi vida. —Hizo una pausa y metió entre sus dientes la parte interna de su labio. —Sé que eso es un diario, pero este es como si lo escribiera para alguien más.
—Como una autobiografía.
—No soy tan interesante como para tener una de esas. —Se río y su nariz volvió a contraerse.
Decidí que sí era así de interesante para mí. Sus ojos entre verdes y cafés sonreían al ritmo que su pluma fuente de movía cada vez que escribía. Teníamos 16 y ella escribía con pluma fuente, como una escritora de hace un par de siglos, me gustaba eso. Estaba tan concentrada sin molestarle que yo estuviera atento a cada uno de sus movimientos.
Leilani era hermosa y me gustó desde que la vi y quizá quería hablarle por eso, pero me quedé con ella porque tan pronto como me regaló esa sonrisa y su mirada supe que era la chica más comprensiva y amorosa que podría existir y eso me conquistó no de manera romántica, sino como la amiga que todos merecen tener en su vida.
Al siguiente día la busqué por todo el laboratorio donde teníamos clase de matemáticas, estaba en la tercera fila pegada a la pared derecha viendo directo a la puerta como siempre, sin embargo esa vez no tenía ningún libro en sus manos, lo estaba escribiendo. Tenía la mirada fija en la puerta y sonrió para mí cuando crucé la puerta y me senté a su lado.
—Vara de dos metros ¿cómo estás? —Sonrío agachando ligeramente la barbilla, sin mostrarme sus dientes, pero dejando que la sonrisa llegara hasta sus ojos. Puso sus dedos al rededor de mi muñeca y la acarició con paciencia. Ni siquiera creo que ella hubiera notado eso. —¿Por qué tienes el cabello tan mojado?
—Vengo del entrenamiento, —su rostro se iluminó más.
—Asumo que eres bueno ¿cierto?
—Depende de a quien le preguntes.
—Pues a ti es a quien le pregunto. —Me contestó obvia y con la misma sonrisa.
—En ese caso, creo que puedo defenderme.
—Eres bueno. —Concluyó. —¿Qué te parece si saliendo de esta clase vamos a las canchas y jugamos un amigable veintiuno?
—¿Amigable? —Ya sabía lo suficiente de ella como para saber que habría una competencia ahí.
—Okey, me atrapaste. ¿Has probado los dedos de queso? —Niego, nunca los había comido. —Si yo gano me invitas unos y si tú ganas, yo los compraré. De cualquier forma tienes que probarlos.
Le acepté la apuesta sin dudarlo y valió la pena por ver esa sonrisa brillante. Comencé con suavidad metiendo la mano nada más, caminando en lugar de correr, fue estúpido de mi parte subestimarla así. No volví a hacerlo, aún me arrepiento. Arrasó conmigo los primeros seis puntos.
—Debiste avisarme que sabías jugar. —Le reclamé ahogado.
—No debiste asumir que no sabía.
—Pensé que jugabas voleibol y por eso sería fácil ganarte.
—Pobre iluso entonces. —Dijo haciendo su séptima canasta. —Para futuras referencias puedo ganarte en cualquier deporte, incluso en ajedrez.
—Yo solo sé jugar básquet y parece que no soy tan bueno como pensaba.
—No seas bobo. —Me aventó el balón. —Juega como si de verdad quisieras ganar y deja de darme ventajas.
Le hice caso y comencé a esforzarme de verdad. Ni en un entrenamiento me divertía tanto, que ella tuviera un interés constante en ganar me motivaba. Al final sí le pude ganar, pero de cualquier forma yo compré los dedos de queso de los que hablaba y eran tan deliciosos que le propuse comprar una tercera orden y repartirlos entre los dos.
Así de fácil era ser amigo de Leilani y hablar con ella como una llave rota que parecía no tener fin con lo que dejaba escapar, no pensaba ni controlaba nada, solo lo decía y la conocí mejor de lo que alguna vez había conocido a alguien. Sus costumbres y movimientos, sus pensamientos y la manera en la que su cuerpo se expresaba mucho antes de que ella soltara sus ideas.
Leilani Anzures es la mejor amiga que podría tener y la persona que es dueña de mi corazón y que será mi gran amor por siempre. Somos muy diferentes, ella es fuego y yo soy aire, ella es todo energía y poder y a mí la calma me representa. Leilani es electricidad pura que te hace sentir el corazón lleno, si tuviera que describirla como una pintura sería un cielo nocturno completamente despejado donde puedes ver las estrellas a la perfección, pero que en el fondo deja apreciar un relámpago. Ella me da el impulso que necesito para arriesgar y yo le doy la paz que necesita cuando todo se pone intenso.
Para mí el amor es ella y esta es la historia de como sin darme cuenta me había enamorado de mi mejor amiga.
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Comments
Adriana Araceli González Alonso
de verdad la quiere como mejor amiga o se enamoró de ella desde k la conoció
2023-05-19
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