Ciudad de México, 2013.
La primera vez que vi a Leilani Anzures pensé que era la chica más hermosa que mis ojos habían visto y no me había equivocado, era así tanto por dentro como por fuera. En cada sentido que se me ocurriera y hasta en los que no. Parecía salida de algún cuento viejo y adaptada a la época moderna.
Ese día estaba usando un vestido verde de estampillas de correo y se veía radiante, algo que en palabras no tiene sentido ni suena atractivo porque sé que un vestido largo y de estampillas en la imaginación parece torpe, pero no para ella y no con esas mangas con forma de globo. Viéndola era como si usara el vestido diseñado perfecto para ella y tal vez así era. Tenía un par de trenzas arremolinadas en la nuca con las que que dejaba volar algunos mechones que le enmarcaban su rostro. Más tarde supe era el peinado de Katniss en la cosecha y como ella en realidad disfrutaba mucho de peinarse con esmero. Ni una sola vez se atrevió a ir a la prepa con el cabello suelto, las pocas veces que se lo vi volando fue en casa y en circunstancias muy especiales.
Sospeché que era deportista mucho antes de saber que era demasiado inteligente, sus brazos se veían definidos al igual que sus piernas o lo que dejaba ver de ellas y yo no podía quitar mi vista de ella sentada en una banca que daba directo a la puerta. Leilani nunca fue en extremo delgada y preocupada por serlo. No contaba calorías como muchos deportistas en la escuela, ni se pasaba horas y horas en el gimnasio intentando definir su abdomen o haciendo crecer partes de su cuerpo. Estaba dotada con unas piernas asombrosas y un reloj de arena como cuerpo, pero eso no lo supe ese día, su vestido no resaltaba aquello. Ese día solo podía ver su energía atrayendo miradas de cualquiera que se sentara cerca de ella, tanto de chicas como chicos. Hay personas que son guapas y llaman la atención por eso, hay otras que tienen una energía hipnótica y estaba Leilani que tenía ambas cosas y se volvía un imán del que no podías escapar y aún así ella nunca lo supo.
Sus audífonos reproducían música que la hacían sacudir la cabeza con suavidad de un lado a otro, bailando con total calma. Si hubiera apostado habría dicho que era una canción tranquila, alguna balada que se llevara con la energía relajada que veía en ella. Estaba equivocado, ella asegura que era una canción de One Direction y si debía ser más específica era Stole My Heart. Hoy por hoy le creo porque el puente musical de esa canción es la única que la hace bailar así y porque tiene una memoria impecable para esos pequeños detalles que a nadie le importan y no notan excepto ella, así es como conoce a las personas. Aún sentada y de espaldas podía jurar que se veía hermosa y contenta, mi garganta picaba para que le hablara. Solo tenía que levantarme y sentarme a su lado, era así de sencillo, sin embargo no pude.
Los días volaron y yo no me quería ver como un idiota que daba miedo, así que entre clases solo fui notando cosas de ella que eran muy evidentes para todos: lo competitiva que era, que siempre se sentaba en la misma banca y que una vez terminadas las clases evitaba a cualquier persona y eso era extraño tomando en cuenta la luz que irradiaba. Intenté en varias clases de literatura sentarme más cerca de ella o con ella, pero siempre había alguien que ya me había quitado el puesto. Un día solo me rendí y me senté hasta atrás. ¿Qué tenía esa chica que me llamaba como un magneto? Ese mismo día mi ventana de oportunidad se abrió ante mí. A veces las piezas encajan cuando deben y no cuando quieres.
—El que pierda tendrá que bailarnos a todos. —La profesora estaba hablando al fondo, yo solo veía a la chica sonriendo de oreja a oreja.
Eres competitiva. Te tengo.
Parado frente a ella me di cuenta que al fin me había notado, su nariz se movió como la de un pequeño conejo, sus cejas se juntaron y separaron rápido y su boca se abrió.
—Su reto es… encontrar la palabra “gravar”.
Ella sacudió su cabeza y se concentró en la palabra que nos habían dicho. No le sirvió de mucho porque yo estaba más motivado que ella, gané no solo el juego, también su atención que no se despegó de mí el resto de la clase. Me sentía soñado de que al fin pudiera agarrar ese momento.
Leilani me miraba como si fuera su nuevo reto, casi su nueva competencia. Sin saberlo había despertado en ella las ganas de competir de nuevo contra todos y todo, fue tan sencillo como eso lo que me dejó acercarme a ella.
—¿Leíste la palabra? —Me sentí idiota restregándole la victoria en la cara. —El empate hubiera sido justo.
Sus ojos eran tan transparentes que solo pude suplicar que no me mandara directo a la mierda.
—Que lo dijeras en la clase, hubiera sido más justo.
—Touchè.
Su mirada de duda no dejó su rostro hasta que sonrió por verme bailar un estúpido baile que jamás me hubiese atrevido a bailar frente a nadie que no fuera ella y fue hablar con ella lo que me hizo darme cuenta que era alguien especial. Mucho más de lo que había pensado. Todo lo que podía pensar cada vez que salía de su boca era un “wow” que se multiplicaba y multiplicaba cada vez más.
—¿Te molestaría si escribo un par de cosas rápido? —Me preguntó tan pronto como nos sentamos en las bancas nuevas de concreto y que todo el mundo odiaba. —No quiero que se me olviden ciertas cosas.
—¿Es como un diario?
La pregunta me salió de la boca con facilidad porque la había visto escribir en ese cuaderno durante todas las clases, muy diferente a la carpeta donde tomaba los apuntes de sus clases.
—Es... algo más que un diario. Es mi vida. —Hizo una pausa y metió entre sus dientes la parte interna de su labio. —Sé que eso es un diario, pero este es como si lo escribiera para alguien más.
—Como una autobiografía.
—No soy tan interesante como para tener una de esas. —Se río y su nariz volvió a contraerse.
Decidí que sí era así de interesante para mí. Sus ojos entre verdes y cafés sonreían al ritmo que su pluma fuente de movía cada vez que escribía. Teníamos 16 y ella escribía con pluma fuente, como una escritora de hace un par de siglos, me gustaba eso. Estaba tan concentrada sin molestarle que yo estuviera atento a cada uno de sus movimientos.
Leilani era hermosa y me gustó desde que la vi y quizá quería hablarle por eso, pero me quedé con ella porque tan pronto como me regaló esa sonrisa y su mirada supe que era la chica más comprensiva y amorosa que podría existir y eso me conquistó no de manera romántica, sino como la amiga que todos merecen tener en su vida.
Al siguiente día la busqué por todo el laboratorio donde teníamos clase de matemáticas, estaba en la tercera fila pegada a la pared derecha viendo directo a la puerta como siempre, sin embargo esa vez no tenía ningún libro en sus manos, lo estaba escribiendo. Tenía la mirada fija en la puerta y sonrió para mí cuando crucé la puerta y me senté a su lado.
—Vara de dos metros ¿cómo estás? —Sonrío agachando ligeramente la barbilla, sin mostrarme sus dientes, pero dejando que la sonrisa llegara hasta sus ojos. Puso sus dedos al rededor de mi muñeca y la acarició con paciencia. Ni siquiera creo que ella hubiera notado eso. —¿Por qué tienes el cabello tan mojado?
—Vengo del entrenamiento, —su rostro se iluminó más.
—Asumo que eres bueno ¿cierto?
—Depende de a quien le preguntes.
—Pues a ti es a quien le pregunto. —Me contestó obvia y con la misma sonrisa.
—En ese caso, creo que puedo defenderme.
—Eres bueno. —Concluyó. —¿Qué te parece si saliendo de esta clase vamos a las canchas y jugamos un amigable veintiuno?
—¿Amigable? —Ya sabía lo suficiente de ella como para saber que habría una competencia ahí.
—Okey, me atrapaste. ¿Has probado los dedos de queso? —Niego, nunca los había comido. —Si yo gano me invitas unos y si tú ganas, yo los compraré. De cualquier forma tienes que probarlos.
Le acepté la apuesta sin dudarlo y valió la pena por ver esa sonrisa brillante. Comencé con suavidad metiendo la mano nada más, caminando en lugar de correr, fue estúpido de mi parte subestimarla así. No volví a hacerlo, aún me arrepiento. Arrasó conmigo los primeros seis puntos.
—Debiste avisarme que sabías jugar. —Le reclamé ahogado.
—No debiste asumir que no sabía.
—Pensé que jugabas voleibol y por eso sería fácil ganarte.
—Pobre iluso entonces. —Dijo haciendo su séptima canasta. —Para futuras referencias puedo ganarte en cualquier deporte, incluso en ajedrez.
—Yo solo sé jugar básquet y parece que no soy tan bueno como pensaba.
—No seas bobo. —Me aventó el balón. —Juega como si de verdad quisieras ganar y deja de darme ventajas.
Le hice caso y comencé a esforzarme de verdad. Ni en un entrenamiento me divertía tanto, que ella tuviera un interés constante en ganar me motivaba. Al final sí le pude ganar, pero de cualquier forma yo compré los dedos de queso de los que hablaba y eran tan deliciosos que le propuse comprar una tercera orden y repartirlos entre los dos.
Así de fácil era ser amigo de Leilani y hablar con ella como una llave rota que parecía no tener fin con lo que dejaba escapar, no pensaba ni controlaba nada, solo lo decía y la conocí mejor de lo que alguna vez había conocido a alguien. Sus costumbres y movimientos, sus pensamientos y la manera en la que su cuerpo se expresaba mucho antes de que ella soltara sus ideas.
Leilani Anzures es la mejor amiga que podría tener y la persona que es dueña de mi corazón y que será mi gran amor por siempre. Somos muy diferentes, ella es fuego y yo soy aire, ella es todo energía y poder y a mí la calma me representa. Leilani es electricidad pura que te hace sentir el corazón lleno, si tuviera que describirla como una pintura sería un cielo nocturno completamente despejado donde puedes ver las estrellas a la perfección, pero que en el fondo deja apreciar un relámpago. Ella me da el impulso que necesito para arriesgar y yo le doy la paz que necesita cuando todo se pone intenso.
Para mí el amor es ella y esta es la historia de como sin darme cuenta me había enamorado de mi mejor amiga.
La puerta de las Anzures era azul. Todas las puertas en el conjunto habitacional eran blancas, excepto esta que estaba pintada del color favorito de la chica con cabello ondulado y largo como la noche. Además de crisantemos acomodados dentro de una carretilla que adornaba la entrada estaba también un camino flanqueado por un mar de pequeñas flores azules con el centro amarillo.
Cuando Leilani había dicho que reconocería su casa no pensé que sería así. Arreglé mis lentes y toqué tal como ella me había dicho con cuatro golpes suaves y uno fuerte, su mamá se asomó por el ventanal junto a la puerta y me dejó pasar por ahí. Sí, por el ventanal. Nunca había entrado a una casa por una ventana y no creo que ellas alguna vez hubieran entrado a su casa por la puerta. Tan pronto como entré llegué a una sala/vestíbulo gigante.
—Leilani te debe estar esperando desde hace rato, sígueme.
Seguí a la mamá de Leilani por un pasillo corto que conectaba el vestíbulo con una sala mucho más grande que la primera y llena de retratos de la familia. Nos detuvimos a un lado de las escaleras desde donde podíamos escuchar a Leilani cantar, parecía toda una aventura nada más la entrada. Hasta ese momento no sabía que la chica tuviera el don del canto, pero parecía que la castaña tenía tantos talentos que ni ella podía numerarlos y era muy sensata como para saber cuándo hablar de ellos y cuando no. Me quedé pensando en ella y cada sonido que salía de su voz.
Podría escucharla toda mi vida.
—Así es siempre, no te asustes. —Sus mamá debió ver en mi cara algo extraño. —Soy Cecilia.
—Mucho gusto, soy Alejandro Navarro. Disculpe por no presentarme antes. —Extendí la mano para estrechársela y ella pareció encantada. Abrió la boca para decir algo más y la cerró arrepintiéndose con rapidez.
—Tu debes ser el pobre chico que cayó en la trampa de mi monstruito para escuchar a...
—A One Direction y su nuevo disco. —Contesté con la voz neutra. —Sí, soy yo.
—Ella ya ha escuchado el disco unas ochenta veces, dile que te dé un respiro y que solo escuche una o dos canciones más.
—Pensé que se había estrenado hoy.
—Estás en lo correcto. —Puso una cara cansada y entendí que Leilani llevaba todo el día escuchando el disco una y otra vez. —Estoy segura de que ya me sé las canciones.
—Y seguro ella también, mejor de lo que se las saben los cantantes.
La señora Cecilia se rió aventando la cabeza para atrás.
—Vas a sorprenderte Alejandro. —Juntó las manos y las frotó rápido preparándose para lo que se venía. —Ahora, te llevaré con el pequeño monstruo.
A pesar de lo que decía, hablaba con mucho cariño de su hija.
Leilani me había dicho que eran solo ellas dos porque su papá como la mayoría de los padres del país se había ido de casa cuando ella tenía seis y que por lo tanto eran ellas dos contra el mundo. Subimos unas escaleras que abrían en otro vestíbulo donde había una sala completa y ahí estaba la chica acostada en el sofá con los ojos cerrados y fingiendo que tocaba la batería. La casa de Leilani era enorme y no sabía cuántas salas tenía, pero hasta el momento conocía tres y notando que había escaleras para ir a un segundo piso quise dar por hecho que al menos había otra.
No sabía que decir o cómo actuar porque no estaba acostumbrado a tener amigas y mucho menos a conocer a sus mamás.
—Niña, ya llegó Alejandro. Tal vez te gustaría verte más amigable y saludarlo o al menos sentarte decentemente. —Leilani abrió sus ojos y conectó su mirada con la mía.
Ella me analizó un segundo, miró a su mamá y regresó su vista conmigo.
—¿Quien es tu favorito de One Direction? —Preguntó mientras se levantaba y me envolvía en un abrazo que me dejaba oler sus perfume cítrico. Olía como la gloria.
¿Era una pregunta capciosa? No lo sabía. Solo temía por dar la respuesta acertada porque yo en realidad no sabía sus nombres.
—¿El que no tiene cabello? —Intenté adivinar la respuesta buscando en mi mente la imagen de la banda.
—¿De verdad acabas de confundir a One Direction con The Wanted? —Su pregunta resonó con decepción.
Sabía que lo había arruinado en grande porque con trabajo había visto fotos de los One Direction y ahora ella solo me preguntaba de mi favorito como si fuera un color. O peor, como si de mi respuesta dependiera el futuro del universo y la raza humana.
—Dale puntos, al menos los dos grupos son británicos. —La señora Cecilia habló ayudándome y descubrí que de verdad escuchaba todo lo que su hija le decía aunque fuera de desconocidos para ella. Leilani se encogió de hombros y frunció la nariz inflando las mejillas. —No quiero ver esto. —Su mamá se movió atravesando la sala. —Estaré en mi cuarto, llamen si necesitan algo.
La señora Cecilia dejó un beso en la frente de su hija, me miró una última vez sonriendo y se metió a una de las puertas que había cerradas.
—¿Debí decir que todos? —Ella solo se rió y me invitó a sentarme.
—¿Has escuchado alguna vez a One Direction? ¿Como de verdad? —No estaba seguro de mi respuesta.
Los había escuchado muchas veces en el radio del auto, cuando le cambiaba para poner el auxiliar por ejemplo. Obviamente no iba a decirle eso a una chica obsesionada con la banda británica más famosa del momento. (Los seguidores de The Beatles van a tener que aceptarlo: One Direction es un fenómeno musical).
—Okey, empecemos por ahí. —Se acercó a mi lado y se aventó contra el sofá sacando su celular y abriendo sus fotos. —Él es el hombre más espectacular y perfecto del universo. Si alguna vez me caso con alguien que no sea él, mi esposo debe de saber que siempre va a ser Niall Horan la respuesta correcta, que siempre va a ser el hombre número uno en mi vida.
—¿Por qué?
—¿Por qué? —Parecía sorprendida de que le hiciera esa pregunta. —Podrá sonar tonto para ti, pero Niall es el primer hombre que no me ha hecho sentir mal conmigo misma. Sé que no lo conozco como tal, lo entiendo, no pienses que me falta un tornillo o algo así por favor, porque no es así. Niall es como... no sé, ojalá tuviera las palabras para explicarlo y la oportunidad de agradecerle, de agradecerle a los cinco.
Comenzó a ponerse nerviosa, le tomé la mano para que olvidara aquello.
—¿Leilei? —Ella me miró sorprendida por el apodo y mucho más por mi mano sobre la suya. —No tienes que decir más. Es tu lugar seguro y lo respeto y lo acepto.
—Es que One Direction es mucho más de lo que podría explicarte. —Solo con eso supe que One Direction hacía muy feliz a Leilani, su sonrisa era más grande y parecía flotar con alegría al escuchar sus canciones. —Este es Liam...
Continuó la historia de todos y cada uno de ellos y lo que significaban para ella. Como dijo antes, pueden haber muchas personas que no entienden a quienes los apoyan incondicionalmente, pero entre tantas persona haciéndoles difícil su existencia que venga alguien y cante lo que quieren escuchar es suficiente. Entendía entonces porque su mamá dijo que iba a sorprenderme, media hora después de una extensa introducción y con su música de fondo ella estaba en su mejor momento.
—Entonces Alex... este es el Yearbook, es como una versión extendida de Take me home que es mi álbum favorito. —Leilani susurró y subió el volumen cuando la canción cambió.
—Como un álbum deluxe.
—No, como el yearbook porque el deluxe es diferente. —Intenté entender, pero no tenía mucho sentido. —Y si no llego alguna vez a sentir esa clase de amor, entonces no quiero nada.
'Cause no one ever looks so good in a dress
And it hurts, 'cause I know you won't be mine tonight.
No one ever makes me feel like you do when you smile.
Baby, tell me how to make it right.
—Eres romántica empedernida. —Comenté al aire más para mí que para ella.
—Quiero creer que sí puedo llegar a sentirme así por alguien algún día.
—¿Cómo?
—Un romance de película Alex, ese tipo de romance que te corta la respiración y que te hace sentir que vuelas.
Quizá es el tipo de amor que a todos nos han enseñado que existe y que es el perfecto para todos, sin embargo, había algo dentro de mí que decía que podemos encontrar uno diferente y más poderoso, pero claro esos eran solo inventos míos por el momento porque nunca me había sentido de ninguna de las dos formas.
—¿Este es el álbum que se estrenó hoy? —Cambié el tema y revisé sus discos que estaban acomodados en una de esas cajas especiales para discos.
—Oh no, no, no. Es el siguiente que escucharemos. —Ella hizo una pausa y me miró. —¿Estoy aturdiéndote? La gente a veces piensa que hablo mucho de esto.
—No Leilei, me gusta escucharte hablar de ellos. Es algo que te gusta y así puedo conocerte mejor.
Era verdad y me sorprendía que fuera así. Leilani se quedó callada con la vista fija en mí, sus ojos miel verdoso mostraban felicidad en su máximo esplendor.
—Gracias Alex. —Acercó su mano a la mía, su meñique se cruzó con mi pulgar en un suave roce.
Sentados en el sofá naranja de su tercera sala escuchamos el álbum por el que había llegado a su casa. Cuatro canciones después ella comenzó a murmurar la letra y cada vez que Niall Horan cantaba una parte ella me indicaba que era él y dejaba que ambos nos empapáramos de su voz. Sentí que podía hacer eso por un largo rato y puede sonar aburrido para muchos, pero no con Leilani a mi lado compartiendo algo especial para ella.
Estaba pensando en que era un buen ritmo, ella lo bailaba y hacía una coreografía improvisada que estaba haciéndeme reír. De pronto se paró frente a mí y cantó el puente musical de la canción con pasión mientras yo parpadeaba intentando no lucir idiotizado por su cercanía y las palabras que salían de su boca. Era como tener una noche para recordar sin pensar en lo que vendría o era eso lo que pensaba porque eso decía la canción. No sé, nunca lo sabré.
—You and me and all our friends, I don't care how much we spend. Baby, this is what the night is fo-o-o-o-or. —Sus manos se movían con el ritmo y la hacían lucir como si sintiera más la canción. —I know nothing's making sense, for tonight let's just pretend. I don't wanna stop till get me mo-o-o-o-o-o-re
Y entonces... gritó. Me gritó en la cara convencida de que sabía lo que venía. Gritó igual que Harry en la canción y me hizo aventar la espalda contra el sofá.
—¿Estás bien? —Bajó el volumen y se acercó a mí.
Yo me habría burlado de mí, en cambio lo que ella hizo fue preocuparse por mi reacción. Se sentó de nuevo a mi lado y esperó a que le ofreciera una respuesta.
—Sí, es que no sabía que venía eso.
—Lo siento mucho Alex.
Leilani se acercó a mí un poco más y me abrazó quedándose con la cabeza en mi pecho. Sentí por primera vez que podía ser yo y quedarme tranquilo a su lado sin necesidad de decir nada más o intentar acomodarme para que las partes correctas de mi cuerpo se acoplaran a las suyas, porque era como si siempre hubiéramos hecho eso. Sus brazos rodeaban mi cintura mientras escuchábamos por completo el disco y sus mejillas se coloreaban de un tono rojo que me parecía lo más bonito que hubiera visto en ella. Me dediqué a observar su perfil y acariciar su cabello sintiéndome en el lugar correcto. No llevaba mucho tiempo de conocerla y aún así era la mejor parte del tiempo que llevaba en esa nueva escuela.
Los partidos de básquet llenaban el lugar más que cualquier otro deporte, las clases se suspendían y la mayoría de la preparatoria hacía acto de presencia. A mí me daba igual quienes aparecieran ahí siempre y cuando mi amiga fuera a verme, a los demás no les daba tan igual y los días previos los entrenamientos eran durísimos.
En esos días que el entrenamiento se duplicaba en tiempo Leilani aparecía a mitad del entrenamiento y solía tener la costumbre de no prestar mucha atención hasta que el entrenamiento finalizaba y yo solía prestar atención a lo que ella hacía hasta que el entrenador me metía un silbido en el oído o hasta que tenía cinco segundos libres para irla a saludar.
—¡NAVARRO! 30 vueltas al gimnasio. —El silbido apareció.
Cuando el entrenador hablaba del "gimnasio" no se refería al borde de la cancha, ni a la duela completa, se refería al edificio, o sea que debía salir del lugar y darle vueltas al edificio amarillo como menso la cantidad de veces que él decía y al pasar por la puerta debía contar. Ya me estaba acostumbrando a eso. Él solo pedía eso cuando habías colmado su paciencia por completo y en ese momento lo merecía por pasar dos horas viendo a la chica de cabello largo y lentes.
Su lectura parecía demasiado intensa porque ella se revolvía en la colchoneta, sonreía y se reía sin disimular lo que hacía. El entrenador cada tanto también le daba una ojeada y fruncía el ceño, se acercaba a preguntarle y ella le mostraba el libro con la seguridad de que él entendería lo mismo una vez que lo leyera.
—Pero entrenador yo solo... —otro silbido.
—¿Quieres dar 40? —Preguntó con una sonrisa socarrona.
—No.
—¡Andando! —Palmeó mi espalda y de nuevo hizo sonar su silbato. —¡Y ustedes! Muévanse a no ser que quieran acompañarlo en sus vueltas. ¿Alguien quiere? —Hizo una pausa que preferí ignorar mientras salía del lugar. —Tú no niña, hablo en serio. Quédate hasta que él regrese.
Negué sabiendo que Leilani estaba levantando la mano para acompañarme, seguramente hasta se había levantado del lugar donde el entrenador la dejaba quedarse siempre. Quería mirarla, pero sí lo hacía una vez más ya no saldría a correr y me quedaría a hablar con ella. Me propuse a terminar mucho antes de que el entrenamiento llegara a su fin porque no quería dejarla sola y también porque afuera estaba haciendo mucho sol.
Intentar engañar al entrenador no era una opción, no había visto que alguien lo hubiera intentado y no quería ser el primero porque era una persona aterradora y también porque su esposa que era la entrenadora de voleibol y estaba siempre afuera del lugar y sabía que su esposo no dejaba menos de 30 vueltas como castigo. No quería que me delatara.
Una parte de mí se alegraba de tener al entrenador porque la entrenadora era mucho más dura y había visto a Leilani correr 50 vueltas solo por no avisar que ella estaba cerca del balón, parecía que ella solo quería la perfección en sus chicas y por eso su equipo era uno de los más temidos.
Entré al gimnasio de vuelta con el sudor escurriéndome por cualquier lado y con la terrible noticia que ya había acabado el entrenamiento. Leilani estaba en una colchoneta acostada mirando al techo.
—¿Qué sucede linda? —Su cuerpo pareció hundirse con el suspiro que soltó.
—Nada.
Me acosté a su lado, ella solo se levantó para dejar un beso en mi mejilla sudada y regresó a su momento de pena.
—No estés triste, te traje algo. —Recordé que tenía en mi mochila algo que quería darle desde el momento en el que lo compré.
—¿Una bola de queso Oaxaca? —Me reí hasta que vi su rostro.
—Oh no, lo siento yo... puedo ir a comprarte una.
—¿Con salchichas?
—Es una combinación muy extraña, pero iré. —Me levanté del lugar dispuesto a salir por la puerta y conseguir su queso, Leilei tomó mi brazo. —No tardaré.
—¿Te he dicho ya que eres genial? —Sonrió suave. —No es necesario que vayas, quiero que te quedes aquí, conmigo.
—Puedo ir en menos de media hora.
—Media hora que voy a extrañarte.
—Pero media hora más cerca de tu bola de queso Oaxaca.
—Eso es bastante tentador. —Arrugó la nariz. —No quiero sonar como caprichosa, pero quiero estar contigo.
—Entonces vamos por tu queso. —Tomé su mano con cariño. —Juntos.
—Okey. —Ella se levantó y me abrazó. —Gracias.
Se separó de mí y se rió con la nariz. Sabía lo que estaba pensando, yo aún estaba todo sudado y mugroso no podría andar por la calle así. Bien podría, pero no sonaba muy atractivo.
—¿Debería cambiarme primero?
—Sería mucho mejor. —Lanzó una mirada a los vestidores.
—¿Quieres que lleve tus cosas a tu casillero? —Le ofrecí ayuda porque algo me había dicho que era lo que necesitaba.
—Justo estaba pensando en dejarlas para no cargarlas.
—Lo sé, creo. —Al menos pensaba que sabía.
Me moví para que ella pudiera caminar a mi lado, pero ella ya se estaba acomodando a mi lado izquierdo.
La cremería en donde sabía que podía conseguirle no solo una bola de queso sino una bola enorme de queso Oaxaca quedaba en un punto medio entre mi casa y la prepa. Leilani iba a mi lado dando brinquitos de felicidad de conseguir su queso.
—¿Qué me ibas a dar? —Preguntó
—¡Oh sí! Mira esto... —saqué de mi mochila un paquete de pulseras que ella había estado buscando por todas partes.
—¿Las conseguiste? ¿¡DÓNDE!? —Ella tomó el paquete y lo destapó rápido. Me encogí de hombros. —Okey, tenías razón esto me iba a alegrar. Tal vez no necesito el queso…
—¿Por qué estabas tan triste? —Me animé a preguntar al ver al fin una sonrisa completa en su rostro. —Cuando salí del gimnasio no parecías así.
—¿Prometes no reírte?
—Lo prometo.
—¿Y prometes que no dirás que es tonto?
—Lo prometo. —Levanté la mano.
—Estoy triste porque terminé mi libro.
Necesitaba mucho más contexto del libro o de si significaba mucho para ella.
—¿Y qué pasó?
—Pues eso es lo qué pasó. —Soltó obvia. —Nunca voy a tener un Jude en mi vida y esa es la conclusión a la que llegué.
—Quizá estoy entendiendo o quizá no, pero sí me gustaría saber más de cómo llegaste a esa terrible y poco acertada conclusión.
—Pues resulta que Jude amaba de verdad a Britt, con todos sus defectos y no le importaba. Ella también lo amaba y entonces mi cabeza solo decía "¿Alguna vez alguien me conocerá por completo y me amará?"
—Aaah... —comencé a balbucear.
—¿Sabes que? No importa, no voy a hacer drama, porque al final de cada libro siento lo mismo así que ya estoy acostumbrada.
—Pero es que…
—No olvídalo, de verdad no quiero hablar de eso. Solo hablemos de otra cosa.
No podía discutir, tampoco podía decirle que no pensaba que nadie la fuera a querer como ella quería, pero tampoco encontraba las palabras que ella quería escuchar así que acepté el cambio de tema y dejé que la conversación tomara un rumbo completamente diferente.
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