La esperanza y el temor son inseparables y no hay temor sin esperanza, ni esperanza sin temor.
François de La Rochefoucauld
Mira por la ventana
Al leer esas palabras el corazón se me acelera, una pequeña llovizna se logra ver a través del ventanal y me levanto, según la oscuridad ya es algo tarde, tal vez el pre sueño no fue tan pre. Camino hasta el ventanal y solo veo el jardín pero un sonido entre los arbusto hace que me sobresalte, una sombra sale desde ellos y mi ceño se frunce pero el farol logra iluminar lo suficiente como para ver a Ezer haciéndome gentos para que salga. Me coloco un vestido, zapatillas y antes de salir tomo mi cazadora, salgo a la sala caminando de puntillas.
Al salir veo a Ezer sonriente en la acera, el viento helado hace que cruce mis brazos, al llegar a él me mira y su sonrisa se esfuma, dándole pasó a un ceño fruncido y yo bajo la mirada.
— ¿Qué tienes?—pregunta tomando mi rostro entre sus manos.
— ¿Para qué me necesitas?—pregunto pero el solo me observa.
—dime que tienes, por favor—pide con algo de súplica.
—solo... no quiero hablar de eso ¿ok?—digo y el asiente derrotado— ¿Por qué estás aquí?
—Gratitud—dice sonriente y mis cejas se alzan— por no acusarme.
—también me perjudicaba—digo y el ladea su cabeza, sus ojos se ven mucho más claros.
—de hecho no, por eso vine a agradecerte y es por eso que te voy a llevar de paseo—no me da tiempo de protestar cuando ya comienza a caminar.
Ruedo los ojos y lo sigo— ¿A dónde vamos?—pregunto y el me mira por el rabilo del ojo mientras sonríe.
—No eres muy inteligente, ¿sabías que no puedes salir con desconocidos?—dice y en cuestión de segundos se detiene y se abalanza sobre mí, dejo salir un chillido mientras me encojo esperando algún golpe, pero nada.
Lo miro y en su rostro se estampa el dolor y la preocupación, trago grueso y la mira el suelo, doy un paso acercándome mientras trato de ver su rostro pero es imposible.
—yo no—
—Jamás—me interrumpe sin mirarme.
— ¿Uhm?— digo y el me mira a los ojos, mi corazón se acelera por la intensidad de su mirada aun con dolor en ella.
—jamás te haría daño, Tracy—dice con voz ronca y sus ojos algo vidriosos.
—no, es que…—trato de decir pero algo en su mirada me confunde— es solo un reflejo—logro decir.
—No pasa nada—dice y me da una sonrisa algo triste— ahora sigamos—y reanuda la caminata.
— ¿Podrías decirme a dónde vamos?—pregunto cuando logro seguir su ritmo.
— ¿Me podrías decir que te paso?—dice mirándome y yo aprieto los puños a mis lados.
—Solo problemas—respondo con los dientes apretados.
—Cuando más grande es la herida, mas privado es el dolor—dice y lo miro.
—Isabel Allende—digo concentrada en ver cada detalle en su rostro de perfil.
Su nariz es recta, sus pestañas algo largas, su labio inferior sobresale un poco más que el superior, su barba hace que logre verse maduro, y su piel con un tono algo dorado es casi perfecta a excepción de una cicatriz sobre su ceja. El esboza una sonrisa y se vuelve para detenerse frente a mí, mi cuerpo entra en modo de ataque cuando se inclina acercando su rostro a mi oído.
— ¿Ya terminaste tu análisis?—pregunta y sonrío.
—Sí, ahora sigamos—digo y reanudo la caminata, pero él no me sigue, me vuelvo y él está parado viéndome con diversión.
— ¿Vamos?—pregunto y el ríe, para luego señalarme un pequeño camino a su lado.
—es por aquí—dice y mi boca forma una “O”
—sí, claro—digo y cuando llego a su lado reímos.
El camino esta rodeados por árboles y las siluetas de sus copas se distinguen en el cielo gris, sonrío cuando me vuelvo para mirar a Ezer y este me mira.
— ¿Almas perdidas?—pregunto y el asiente.
Un puente, es llamado así porque una pareja fue separada cuando el esposo tuvo que ir a la guerra, un tiempo después la mujer tuvo que ser trasladada aquí. Fue justo cuando la guerra acabo y el esposo regreso en busca de su amada que se enteró que ya se había ido, se buscaron por cielo y tierra durante muchos años hasta que por obra del destino se encontraron justo en este puente.
—Es muy bonito—digo pasando las yemas de mis dedos por la baranda.
—Sí, y su nombre suele confundir—responde apoyando sus antebrazos en la baranda mientras miro la luna aun cubierta por algunas nubes.
— ¿Por qué lo dices?—pregunto aun embelesada con la hermosura de la luna.
—al llamarse “almas perdida” y ser un puente, muchos piensan que es un lugar de suicidio y por ende significa tristeza, y es todo lo contrario, es un lugar de esperanza y alegría ya que justo aquí se encuentran las almas que están destinadas a estar juntas, pero que se perdieron en el camino— dice mientras lo miro fijamente.
—Para algunos es difícil tener esperanza—digo imitando su posición.
—La esperanza siempre está ahí—responde y no puedo dejar de mirarlo—tal vez no la sientes porque dejas que el dolor te domine, y eso, es lo peor que uno puede hacer.
—Lo dices como si lo vivieras—digo y al fin me mira esbozando una sonrisa triste.
—créeme lo he vivido—su voz suena ronca y puedo asegurar que tiene los ojos vidriosos y eso me encoge el corazón.
—debe ser muy malo—digo y un nudo se forma en mi garganta.
—todos los problemas son igual, lo único diferente es la forma en que lo enfrentamos, podemos dejarnos hundir en la oscuridad o luchar para nunca dejar de ver la luz—sus palabras hacen que unas lágrimas caigan por mis mejillas.
—tienes razón, depende de que tan débiles seamos.
—No, depende de cómo creamos que es el mundo—dice y mi ceño se frunce.
— ¿De qué hablas?—pregunto y él se vuelve para quedar de lado.
—de que tú puedes creer que el mundo es perfecto, creer que existen las personas perfectas y que estas son eternas o un mundo real, donde todo es necesario e inevitable, el dolor es inevitable en nuestras vidas, porque hay que conocerlo y sentirlo para cuando este se vaya, la felicidad sea mucho más satisfactoria—en verdad me sorprenden sus palabras, se irgue y toma mi mano—sé que estás pasando por algo y entiendo que no me quieras decir, pero te pido por favor que nunca dejes que eso te domine. Jamás.
—Tranquilo, campeón—bromeo para relajarlo. Sus ojos brillan y sonríe.
—Eres muy importante para mí, Tracy—dice mirando nuestras manos juntas.
—gracias por sacarme de mi habitación, lo necesitaba—agradezco y el besa mi mano y la sensación del roce hace que sonría.
—regresemos, la noche se está tornando muy fría y no quiero que el Sr. Walker me vete de tu casa—dice y rio.
—le caes muy bien—comento mientras caminamos de regreso.
— ¿sí? Eso es obvio, nena—dice y ruedo los ojos al escuchar cómo me dice.
—cuanta humildad, pero te dio café, a las visitas normales les da té—digo y mis dientes comienzan a titiritar.
—oh, soy especial—dice sonriente mientras pasa su brazo por mis hombros y me acerca a él.
—sí, no te crezcas demasiado, campeón—digo riendo y el besa mi cabello.
—soy todo humildad—dice y ruedo los ojos.
Caminamos abrazados hasta mi casa y al entrar le ofrezco chocolate caliente, tomo algunas mantas y nos sentamos en cada extremo de un sofá en la terraza.
— ¿Por qué el tuyo tiene malvaviscos y el mío no?—pregunta y rio mientras niego.
—Jamás te daría de mis malvaviscos, jamás—digo y el entrecierra los ojos.
—Dámelos—dice detenidamente y niego frenéticamente.
—Son míos—digo con firmeza y el ladea la cabeza de forma amenazante.
—Tracy—lentamente deja su taza en la mesa frente a nosotros y yo lo miro fijamente.
—Ezer—digo entrecerrando los ojos.
—Te lo advertí—dice y frunzo el ceño.
— ¿de qué—
Prácticamente salta sobre mí y me arrebata mi taza sorprendiéndome al no dejar caer ni una gota, me aprisiona entre el espaldar del sofá y su espalda mientras veo como se come mis malvaviscos.
— ¡Ezer, te voy a matar!—chillo cuando me tiende la taza vacía.
—no vas a—no lo dejo terminar ya que salto sobre él y lo tomo de su cazadora.
— ¡Jamás te comas mis malvaviscos!—espeto a solo centímetros de su cara.
—Relájate, son solo malvaviscos—dice riendo mientras golpeo su pecho.
—No son solo unos malvaviscos—digo y acerco mi rostro al suyo para susurrarle mientras lo miro a los ojos—son los malvaviscos.
Al darme cuenta de esas últimas palabras y su expresión divertida rio ante mi drama, y frunce el ceño ante mi cambio de actitud.
—Me asustas—dice colocando su mano derecha en su pecho cuando me levanto.
—Lo siento, son muy importantes para mí—digo riendo, y el entrecierra los ojos.
—deberían contratarte como vigilante de un carro transportador de malvaviscos, nadie se atrevería siquiera a pensar acercarse a ese carro—dice riendo y se levanta—tengo que irme, que duermas bien.
—sueña con los angelitos, campeón—digo y él sonríe para después desaparecer.
Dejo salir un largo suspiro mientras camino por el pasillo hasta llegar a mi habitación, me coloco mi pijama y me dejo caer en la cama admirando el techo.
Sonrió ante el recuerdo de mi pelea con Ezer, pero esos recuerdos se mezclan con sus palabras en el puente.
Sé que estás pasando por algo y entiendo que no me quieras decir, pero te pido por favor que nunca dejes que eso te domine. Jamás.
Me ha dominado hace mucho, desde siempre.
Sollozo acurrucada a mi almohada mientras veo a través del ventanal como se desata una tormenta que hace que los árboles se muevan como si fueran espaguetis, cuando ya el nudo en mi garganta y la presión en mi pecho no me dejan respirar decido intentar dormirme, lo logro no sin antes recodar mi vida feliz antes de todo.
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