- Necesito hijo hablar contigo un momento – dijo Mauricio mientras que levantaba a Corina de su carrito – pero primero el abuelo tiene que besar a esta belleza.
Corina ya tenía 7 meses, estaba preciosa no había cambiado el color de sus ojos, pero cada vez se parecía más a su abuela, el cabello oscuro y la piel cetrina similar a Leandro contrastaba con el verde de los ojos igualitos a los ojos de Laura.
Completamente mimada y malcriada por todos los hombres que la rodeaban, se enloquecía cuando cualquiera de los abuelos se aproximaba, pasaba de un brazo al otro sin problemas, así que hasta el momento los celos entre Mauricio y André estaban controlados.
André comenzó a llamarla Aimeé, porque nombrarla Corina todavía le resonaba mucho, pero con el paso de los meses, se dio cuenta que un nombre no hacía a la personalidad de nadie y que esa pequeñita nada tenía que ver con todos los engaños que su abuela había pergeñado a su alrededor.
Ocurría lo mismo con su padrino y sus tíos postizos, absolutamente todos se convertían en esclavos ante la primera sonrisa que le dedicaba. Pero como lo había predicho, el único que era irremplazable especialmente para el momento de dormir era Leandro. Los brazos de papá eran los únicos que lograban dormirla.
Cuando estaban en la casa, Leandro se sentaba en un sillón mecedor mientras le cantaba una canción de cuna o le contaba algún cuento infantil, siempre bajo la atenta mirada de Tazz que no se separaba de Corina ni siquiera cuando Laura la llamaba, se había vuelto una rebelde completamente. Dormía al pie de su cuna y ante el menor movimiento de la niña corría a despertar a Leandro.
Cuando salían, no había manera de hacerla dormir en otro lado que no sea el pecho de papá y eso lejos de ser una molestia para Leandro, lo enternecía completamente. Le había parecido imposible sentir un amor tan incondicional, pero ahí estaba ese sentimiento, inundándolo absolutamente todo.
Muchas veces había descubierto tanto a Mauricio como a André mirarlo emocionados cuando la tenía abrazada y eso lo hacía pensar en la montaña rusa de sentimientos que habían pasado en su lucha por el amor de una mujer que hoy creía que no había amado a ninguno de ellos en realidad, o por lo menos no con un amor sano.
Conociéndolos más a ellos, porque en realidad nunca había tenido la posibilidad de conocerlo a Mauricio, había entrado en un conflicto con todo lo que recordaba de su madre. ¿Qué le había pasado para que se hubiera comportado como lo había hecho? Obviamente no estaba bien mentalmente porque se había suicidado, pero no todos los que pasaban por un proceso depresivo toman esa clase de decisiones, tal vez su abuelo tenía razón y había sido una persona bipolar que no había sido diagnosticada a tiempo o tal vez solo había sido mala… aunque esa era una posibilidad que aún se negaba a aceptar, porque eso significaba que no la había conocido en absoluto. Aún la recordaba como una buena madre, presente y amorosa y no estaba preparado para quitarse esa imagen de su memoria.
El que más afectado seguía estando era André, a su cargo de conciencia por todo lo sucedido, se le sumaba la realidad de que tal vez nunca lo había amado como le había dicho durante años. No había vuelto a amar a nadie, ni siquiera a mantener una relación estable con nadie, no podía… con la muerte de Corina, se habían muerto ese tipo de sentimientos en su corazón.
Mauricio en cambio, había podido rehacer su vida con Valeria, había tenido mucho más tiempo para hacerse a la idea que nunca había logrado que el amor de su vida lo llegara a amar, pero ya lo había aceptado desde el día que le pidió el divorcio al corroborar que estaba manteniendo una relación paralela.
Si bien André le había dicho que estaba orgulloso que fuera su yerno, cuando lo veía mirarlo de esa manera, podía sentir el peso del engaño y los años de haber tenido la falsa certeza que era su padre aunque no podía decirlo. Leandro trataba de hacer que tuviera su lugar en la familia, pero el mismo se excluía cuando estaba Mauricio, solía decir que era lo mejor, porque sentía mucha vergüenza ante todo lo que había ocurrido.
Afortunadamente su relación con Laura si había mejorado, ella no recordaba cómo había sido antes, pero su abuelo Esteban le había dicho que antes del accidente había estado bastante presente, aunque nunca había sido cariñoso.
Ambos hombres maduros, veían en Leandro la imagen del padre que debían haber sido, por eso se emocionaban al verlo actuar con tanta naturalidad mientras acunaba a Corina o le cambiaba los pañales. Si eran abuelos presentes, cariñosos hasta el ridículo, no había trajes a la medida que imposibilitaran que se revolcaran por la alfombra cuando ella gateaba o cuando una mano con papilla se estampaba en sus rodillas.
Como habían dicho, esta vez… a esta Corina la amarían sin esperar nada de ella, sin exigencias y sin competencias entre ellos.
Ahora Leandro veía a su padre corriendo entre los muebles con su nieta sentada en sus hombros, ante la atenta mirada de Tazz y con el sonido de las carcajadas descontroladas de la beba que en cuanto paraba comenzaba a sacudir sus piernas para que continuara un poco más. El también sentía añoranza por no haber vivido nada similar, aunque le alegraba que su padre estuviera tratando de corregir sus errores y actuar diferente con su nieta.
Leandro y Laura habían tenido tantas carencias afectivas en sus vidas, que lo que estaban viviendo era tan especial como único para ambos. Sabían que estaba mal malcriar tanto a su hija, pero confiaban en que ella sabría el día que fuera más grande los límites que Laura imponía para mantener las reglas.
Si, tenía que reconocer que la que fijaba los límites y las reglas del comportamiento de Corina, era únicamente Laura. En psicología dirían que intercambiaron los roles pero no le importaba en absoluto, era completamente adicto emocionalmente a las mujeres de su vida, incluyendo a Tazz.
Era inmensamente feliz, pero había llegado el momento de hacerse cargo de sus responsabilidades, lo habían pospuesto 6 meses por la llegada de la beba, pero la fecha estaba a una semana y había que preparar el traspaso.
- ¿Ya jugaste suficiente…? – dijo Leandro divertido - ¿Qué viniste a decirme que era tan urgente o tan importante que no podías decírmelo por teléfono?
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Eli Sanchez
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2022-12-20
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