Entre Revelaciones y Desconfianzas
"Pero sus ojos eran distintos a los míos, eran azules y
café", mencioné a mi tío, notando su inquietud. La conexión entre ese
hombre y yo se volvía cada vez más evidente, y la reacción de mi tío lo
confirmaba.
"Dime, querida, ¿qué te ha dicho más que podamos
saber?", preguntó mi tío con preocupación. Sin embargo, mi respuesta fue
un lacónico "no", y decidí retirarme por unos días para aclarar mi
mente.
Busqué respuestas en la casa de mi madre, solo para
encontrarme con su presencia junto a otro hombre. La sorpresa y la desilusión
se mezclaron al verla comportarse sin respeto hacia el recuerdo de mi padre
fallecido.
"Vino un hombre al hospital, lo atendí porque estaba
gravemente herido, en mal estado. Hubo un tiroteo en el hospital por la
búsqueda de mi paciente. Ese paciente me resulta conocido, pero es extraño
sentir que lo conozco de toda la vida", le expliqué a mi madre cuando
finalmente pude hablar con ella.
"Estás alucinando", desestimó ella.
"No estoy alucinando. Es una persona a la que intenté
poner a salvo y forcejeé con el asesino. Todo quedó en silencio cuando mi
brazalete bajó aún más a la vista de todos. Sabes que no me gusta que lo
vean", le recordé, sintiendo una creciente tensión en la conversación.
La expresión de mi madre cambió, revelando sorpresa ante mis
revelaciones. Sin embargo, su reacción me hizo dudar aún más.
"Pero te dijo algo, ¿verdad? ¿Qué más te dijo? ¿Te
mencionó algo más?", insistió mi madre, deseosa de obtener más
información.
"Te siento tensa. Hay algo que yo sé que no me has
contado, señorita", señaló ella.
"Como crees, lo que sé de tu vida lo sabes",
respondí con desconfianza, dejando entrever la tensión creciente entre
nosotras. La verdad estaba enredada en un misterio del pasado que amenazaba con
desentrañarse, y las piezas del rompecabezas empezaban a encajar de manera
inesperada.
Entre Revelaciones y Amenazas
Decidí alejarme por un tiempo, buscar lugares tranquilos
para despejar mi mente. Después de pasar un rato en el pueblo, decidí visitar a
mi madre, esperando encontrar un refugio de tranquilidad. Sin embargo, al
llegar, escuché su voz alta en una discusión acompañada de música. Intrigada,
me acerqué con precaución y descubrí que estaba discutiendo con alguien. Para
mi sorpresa, era mi tío.
"Nos va a encontrar. Me va a matar por alejarlo tanto
de su hija y engañarlo", escuché a mi madre decir con preocupación.
"No te va a encontrar. Hela está con los apellidos
tuyos y de su esposo. Su información está asegurada; nadie puede abrir o
hackear esos archivos. Por favor, contrólate, porque ella va a saber cómo está
y va a empezar a investigar. Será peor si descubre quién es ese tipo",
respondió mi tío, intentando calmarla.
"Ella no me creerá mucho tiempo. Se va a escandalizar
al saber que su padre es narcotraficante", añadió mi madre.
Fue entonces cuando, sin querer, caí a su vista.
"Dios mío, ¿has oído todo?", exclamó mi madre al
notar mi presencia.
"Sí, lo he escuchado todo. Qué pena me da que hayas
ocultado esto. Podría haberte entendido y superado si me hubieras contado las
cosas, pero preferiste callar. Ahora entiendo todo, las mentiras y los
escondites", respondí, sintiendo la tristeza y la decepción llenándome.
Salí corriendo a mi auto y me encerré para llorar. Mientras
lo hacía, noté un lujoso auto estacionándose frente a nuestra casa. A lo lejos,
vi a un hombre. Mi madre corrió hacia él y tocó apresuradamente.
"¡Sal del auto de una vez! Nuestras vidas corren
riesgo", gritó mi madre, instándome a salir.
Con renuencia, salí del auto. Mientras nos preparábamos para
irnos, la puerta de nuestra casa cayó al suelo. Mi madre agarró mi mano,
llevándome hacia la cocina, pero afuera había hombres resguardando la entrada.
En ese momento, entró mi paciente.
Entre la Revelación y la Despedida
"¿Qué quieres de nosotras? ¡No te conocemos!",
gritó mi madre, la tensión en la habitación era palpable.
"Sabe lo que queremos", respondió el hombre
misterioso.
"Jamás", exclamó mi madre.
"Bueno, si quieres a las malas, será a las malas",
amenazó.
En un acto desesperado, mi madre clavó un cuchillo en la
pierna del intruso. Grité al ver el dolor que le causó, mientras ella
preguntaba desesperadamente qué querían, alegando que no teníamos dinero.
"Sofía, tu madre es Sofía. Hela, desde hace mucho
tiempo estaba buscando a la que creí muerta. Tristemente, debo decirte esto:
eres hija de uno de los jefes más importantes. Tu madre ha estado escapando y
escondiéndote de tu padre para que no las encontrara, para que pensara que
estuvieran muertas en ese accidente. Tu verdadero registro es Hela Nikolaou
Salah. Soy la que te dio ese brazalete, la que sale en tus sueños. Soy yo,
querida", explicó el hombre, revelando una verdad impactante.
"No vas a quitar a mi hija. Tanto tiempo la he alejado
de ti", exclamó mi madre.
"¿Qué has hecho? La maltrataste emocional y físicamente
pensando que eso calmaría su temperamento explosivo", agregó el hombre,
señalando a mi madre.
Me miró y me indicó que lo siguiera. Corrí hacia él y lo
abracé, sintiendo una mezcla de emociones al tener a alguien que parecía ser
una figura paterna.
"Vete. Hace mucho que quiero estar en paz, lejos de mí,
porque eres un caos. Ahora, junto con tu padre, son una destrucción. Mi vida
volvió cuando te fuiste a la universidad", dijo mi madre con
resentimiento.
Le señalé su verdadera naturaleza a mi madre, mostrándole su
verdadero yo. "Mira a la verdadera Sofía, sacando sus garras, su verdadero
yo. Quién te viera", comenté.
"Me fui hace mucho, no he estado contigo. He aprendido
muchas cosas que debiste enseñarme, decirme. Fuiste una mala madre",
respondió.
"Adiós", pronuncié antes de desmayarme, abrumada
por la emoción.
Cuando recobré el conocimiento, me encontré en una
habitación blanca con una decoración neutral. Escuché el sonido constante de un
monitor cardiaco y vi a una doctora revisando mis signos vitales. La doctora le
aseguró a la enfermera que todo estaba bien y estable. Parecía que mi situación
había dado un giro.
Entre la Confusión y la Preocupación
"¿Qué es esta mierda? Sáqueme de aquí", exclamé,
luchando contra la confusión que invadía mi mente.
"Tranquila, está bien. Tuvo un colapso cardiaco",
explicó la doctora, tratando de calmar mis instintos de escape.
"¿Cómo?" pregunté, aturdida. "Soy demasiado
joven para eso. Déjeme salir", exigí.
"Tuvo uno debido al ambiente en el que estabas. Era
demasiado intenso para tu cuerpo en ese momento, y colapsó", detalló la
doctora.
"¿Qué mierda? ¡No puede ser! Lárguense y déjenme
salir", insistí, frustrada por mi situación.
"No podré hacerlo. Tu padre me pidió encarecidamente
que no me fuera. Estaré pendiente de tu salud, así que deja de quejarte y
coopera", me pidió la doctora.
Aunque mi mente estaba llena de preguntas y frustración, me
di cuenta de que mi padre, el hombre que acababa de conocer, estaba tomando
decisiones sobre mi bienestar. La confusión y la preocupación se mezclaban
dentro de mí mientras intentaba comprender la situación en la que me
encontraba.
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