—Aquí le envía su madre, señor. No ha parado de llamar desde que salió en ese estado de la villa. — le entregó una mochila.
La frase resonó en la mente de Lyam mientras se dirigía hacia el baño. Después de cambiarse de ropa Lyam volvió a la sala de espera donde estaba Tomás y el médico esperándolo.
—Señor Lambert —comenzó—, la situación de la señorita Rondón es delicada pero manejable. Al llegar, notamos que tiene varias contusiones en el cuerpo, especialmente en la zona de las costillas y el abdomen. Esto es indicativo de un posible golpe fuerte.
El doctor continuó, mostrando un informe que había elaborado:
—Además, ha presentado signos de fatiga extrema. Su presión arterial está un poco alta, lo cual es común en personas con sobrepeso y puede ser consecuencia del estrés físico y emocional que ha sufrido.
Lyam escuchaba atentamente, ceñudo.
—En cuanto a las heridas —prosiguió el médico—, hemos detectado algunas abrasiones en la piel, especialmente en los brazos y las piernas. Estas son superficiales y no requieren suturas, pero necesitaremos limpiar y desinfectar para prevenir infecciones.
—¿Puedo pasar a verla? —preguntó Lyam.
—Por supuesto. Le administramos analgésicos para el dolor y un sedante suave para ayudarla a descansar. En estos momentos aún sigue dormida.
Lyam se sentó junto a Tessa, la habitación VIP estaba iluminada suavemente, creando un ambiente tranquilo. Mientras contemplaba su rostro, las líneas de preocupación se dibujaban en su frente.
Tessa, en su estado vulnerable, parecía tan frágil y pequeña en esa pijama de hospital. A pesar de las heridas y las cicatrices había algo en su apariencia que capturaba la atención de Lyam. Sus pestañas largas enmarcaban sus ojos cerrados. Las cejas marcadas le daban un aire de determinación, incluso en la calma del sueño. Su nariz perfectamente perfilada contrastaba con los labios gruesos, ahora secos y lastimados.
Lyam no podía evitar sentir una profunda compasión por ella. Él apoyó su codo en el colchón de la camilla y se quedó observándola, fijamente, como si se pudiera escapar si dejaba de hacerlo.
...----------------...
Tessa parpadeó varias veces, tratando de despejar la neblina que aún envolvía su mente. Al abrir los ojos, la luz tenue del hospital la abrazó suavemente. Su mirada se deslizó por la habitación, hasta que se detuvo en él: Lyam.
Dormía en una actitud que combinaba la vulnerabilidad con un magnetismo innegable. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, lo que acentuaba la musculatura definida de su torso. La silla en la que estaba sentado parecía pequeña en comparación con su figura imponente. Su cabello, desordenado y rebelde, caía despreocupadamente sobre su frente, dándole un aire despreocupado y casi juvenil. A pesar de la incomodidad de la posición, había algo tan atractivo en él que Tessa no pudo evitar sonreír.
Se levantó ligeramente de la cama, haciendo un sonido suave contra las sábanas. Cuando su mirada se posó nuevamente en él, lo encontró allí, observándola. El hecho de que él la estuviera mirando cuando se supone que estaba dormido hizo que ella se sobresaltara.
—¿Cómo te sientes? —preguntó, su voz rasposa y suave resonó en el silencio.
Tessa asintió lentamente, sintiendo cómo el rubor subía a sus mejillas—: Solo un poco mareada —confesó.
Al escuchar su respuesta, Lyam se inclinó un poco hacia ella, su mirada intensa recorriendo cada herida vendada en su rostro. Cada vendaje contaba una historia de dolor y vulnerabilidad, y a pesar de la preocupación que sentía, no pudo evitar admirar su fortaleza. Luego, sus ojos se encontraron, y Tessa sintió que una corriente eléctrica recorría el espacio entre ellos. La fijeza de su mirada la hizo sentir incómoda; era como si pudiera ver más allá de su exterior, hasta lo más profundo de su ser.
Sin poder soportar esa intensidad, Tessa retrocedió rápidamente y se hizo a un lado, intentando bajar de la camilla. Sin embargo, en ese preciso momento, Lyam la agarró de su muñeca con una firmeza que no esperaba.
—¿A dónde vas? —preguntó él, y esta vez su voz fue fría, casi como un hielo que se deslizaba por el aire.
Ella sintió un nudo en el estómago. La tensión era palpable entre ellos. Tessa no respondió de inmediato; las palabras parecían atascadas en su garganta mientras su mente corría en mil direcciones.
Finalmente, se obligó a hablar.
—Debo irme —dijo con determinación, aunque sabía que la fragilidad en su voz traicionaba sus verdaderos sentimientos.
Lyam frunció el ceño, y Tessa pudo ver que el desconcierto luchaba por hacerse espacio en su rostro.
—No puedes simplemente irte así —respondió él, suavizando un poco su tono—. Estás herida y necesitas descansar.
—El último autobús sale antes de la medianoche, debería irme antes, si no… lo perderé —dijo Tessa con una voz temblorosa, tratando de mantener la calma a pesar del creciente pánico en su interior.
Lyam dio un resoplido sarcástico, como si la idea de que ella se marchara fuera absurda. Sin previo aviso, la agarró a la fuerza, colocando su enorme cuerpo sobre el de ella. Tessa sintió el peso de él presionando su pecho contra la camilla, una barrera física que no podía ignorar. Las dos manos de Lyam sujetaron sus muñecas con firmeza, inmovilizándola por encima de su cabeza.
Ella quedó completamente atrapada, incapaz de moverse. Su cuerpo, de 1.65m, se sentía diminuto bajo el imponente marco de Lyam. La proximidad era abrumadora; sus rostros estaban a milímetros el uno del otro y Tessa podía sentir su aliento cálido en su piel.
—¿Qué haces? —balbuceó Tessa, incómoda y confundida. Sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y desasosiego, mientras buscaba respuestas en el rostro sereno de Lyam.
Mientras tanto, él mantenía una expresión imperturbable, casi enigmática. No había un atisbo de emoción en su rostro; solo una calma inquietante que contrastaba fuertemente con el torrente de emociones que atravesaban a Tessa. Su corazón latía a mil por minuto, un tamborileo frenético que llenaba el silencio entre ellos.
Tessa intentó retener la respiración para calmarse, pero cada instante se sentía más agobiante. No podía percibir ninguna mala intención en él, pero esa cercanía tan íntima la dejaba expuesta y vulnerable.
—Debes entender… —comenzó Lyam, pero su voz era baja y controlada, como si estuviera sopesando cada palabra— …que no puedes irte así.
A medida que hablaba, los ojos de Tessa parpadearon con incredulidad. Lyam inclinó un poco su cabeza hacia un lado, observando a Tessa como si estuviera descifrando un rompecabezas complicado. Su tranquilidad contrastaba aún más con el torbellino en el corazón de ella.
—¿Eso realmente es lo que quieres? —dijo finalmente Lyam con voz baja pero firme—. ¿Vas a seguir permitiendo que jueguen con tu dignidad de esa manera? Yo opino que debes quedarte… creo que esto es lo mejor para ti.
Las palabras lo hicieron sentir como si estuviera despojando a Tessa de su libertad; sin embargo, para él era un acto protector.
—Te estoy dando una oportunidad de redimirte… —rozó su nariz con la de ella— …pero lo que decidas a continuación no haré más nada al respecto.
Tessa sintió cómo las lágrimas amenazaban con brotar ante el miedo y la impotencia; no quería volver, quería escapar, pero el recordar que su pasado la seguiría persiguiendo para atormentarla la llenaba de terror. Las imágenes de momentos oscuros y dolorosos se agolpaban en su mente, como sombras al acecho.
Finalmente, las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. Su llanto desgarrador resonó en el aire tenso entre ellos, y cada sollozo parecía una súplica desesperada.
—¡Tengo miedo, señor Lambert! —exclamó Tessa, su voz quebrada llevada por la angustia.
Tessa sabía que su caparazón había sido abierto por él. Se encontraba aún más vulnerable y avergonzada, sintiendo cómo cada latido de su corazón resonaba en su pecho. En medio del llanto, Lyam finalmente soltó las muñecas de Tessa y se levantó, sentándose a su lado.
Tessa volvió hacia él, buscando refugio. Su cabeza se hundió en su pecho, tomándolo desprevenido. Era la primera vez que alguien le demostraba tanta protección, lo que la hacía sentirse confundida y dependiente de ello.
Lyam sintió el peso de su cuerpo contra el suyo y la humedad de sus lágrimas empapando su camiseta. Un ligero estremecimiento recorrió su cuerpo; no estaba acostumbrado a tener ese tipo de cercanía con una mujer. Sin embargo, no se apartó. En lugar de eso, la movió suavemente, intentando ofrecerle un poco de consuelo.
Fue entonces cuando notó cómo los párpados de Tessa comenzaron a cerrarse lentamente. A medida que el llanto se desvanecía en suaves sollozos y finalmente en silencio.
Tomás entró a la habitación, y al instante, la atmósfera cambió. La expresión de Lyam se endureció un poco, como si una sombra hubiera caído sobre su rostro. Con un movimiento suave pero decidido, él movió ligeramente a Tessa, asegurándose de que estuviera cómoda en la camilla antes de salir afuera con Tomás.
La puerta se cerró tras ellos, y la tensión era palpable.
—¿Lo decidió? —preguntó, su voz firme y lista para cualquier tarea que le encomendaran.
Lyam mantuvo su mirada fija en el suelo por un momento, como si estuviera sopesando sus palabras. Finalmente, levantó la vista y dijo en un tono grave:
—Contacta a los chicos.
Sus ojos se encontraron con los de Tomás, transmitiendo una urgencia que no necesitaba ser explicada.
La expresión serena de Tomás cambió drásticamente; su rostro se tornó siniestro al entender la gravedad de lo que se estaba planeando. Asintió lentamente, comprendiendo que estaba a punto de entrar en un territorio peligroso. Dio un paso adelante, listo para actuar, pero la voz de Lyam lo detuvo.
—Déjenme la última parte —ordenó, su tono firme y autoritario—Y que mi madre no se entere de esto.
Tomás asintió nuevamente, sabiendo que el secreto debía permanecer oculto. Abandonó el pasillo con una sensación de inquietud mientras Lyam se quedaba allí solo por un momento más.
Con Tessa aún dormida en la habitación, Lyam se pasó una mano por el cabello, intentando despejar su mente de las dudas que lo asaltaban. Mientras el eco de los pasos de Tomás se desvanecía en la distancia, Lyam dejó escapar un suspiro profundo.
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Al día siguiente, cuando Tessa se despertó, se dio cuenta de que aún estaba en la clínica. Al ir a recepción a pedir la cuenta, le informaron que sus facturas ya estaban pagas y que podía retirarse.
Se sintió confundida y desconcertada.
Él la había salvado, ¿y también había pagado sus facturas?
Un sentimiento desconocido invadió el corazón de Tessa. Mientras seguía absorta en sus pensamientos, reaccionó y le pidió a la enfermera que llamara a Mónica, ya que había perdido su móvil.
Cuando Mónica se enteró de lo sucedido, fue rápidamente a la clínica. Al verla en ese estado, no pudo evitar llorar de rabia y tristeza.
Por petición de Tessa, Mónica la acompañó a su casa a recoger sus cosas, ya que pretendía quedarse en su casa unos días mientras sus padres estaban fuera del país. Sin embargo, Mónica se sorprendió al ver a los padres de Tessa desnudos en el sofá y dormidos. El olor era horrible, así que rápidamente se tapó la nariz con los dedos.
...----------------...
Después de clases, Erick siguió a Tessa hasta la casa de Mónica.
—Te advertí que no puedes venir aquí, Erick —dijo Mónica, visiblemente frustrada—. Mis padres no están en casa, así que tengo prohibido recibir visitas de chicos.
—No vengo por ti, vengo por Teressa —replicó él, acercándose a Tessa con una sonrisa juguetona—. Tessa, ¿puedes contarme qué te pasó? ¿Cómo te lastimaste?
Tessa, abrazando sus libros como si fueran un peluche, respondió—: Fue solo un accidente. Ya te lo dije. Sabes que soy muy torpe.
Erick lo pensó durante unos segundos, incapaz de creerle por completo. ¿Realmente podía haber otra razón para esas heridas?
Habían cruzado el enorme portón de los Ferrer cuando el ama de llaves los recibió. Ella había preparado unos aperitivos en la cabaña del jardín, y en ese momento, los tres quedaron completamente solos. Mónica, aprovechando la ocasión, se escapó a su habitación sin que nadie se diera cuenta, dejando a Tessa y Erick a solas.
En medio del silencio, Tessa decidió romperlo mientras Erick bebía de la lata de gaseosa que tenía en la mano.
—¿Estás dispuesto a empezar hoy con la tarea? —preguntó ella.
Erick la miró fijamente—: ¿Pero de verdad te sientes bien?
Ella sonrió y respondió—: Solo me duele el cuerpo, no el cerebro.
—Está bien —dijo él.
Erick le prestaba mucha atención a Tessa, quien estaba completamente concentrada leyendo un blog para su proyecto de investigación. Ella lucía un vestido azul cielo que realzaba su figura y unos tenis blancos que le daban un aire casual y cómodo. Sentada, sus piernas se veían gruesas y lisas, como si fueran de seda, atrayendo la mirada de Erick sin que él pudiera evitarlo.
Su cabello negro y largo estaba recogido en una coleta alta, lo que acentuaba sus rasgos delicados y su expresión enfocada. Los lentes de Tessa se habían dañado por el accidente en las empresas Lambert, así que, de vez en cuando, hacía gestos graciosos porque no podía ver bien. En ese instante, Tessa frunció el ceño y se inclinó hacia un lado, intentando enfocar la pantalla de su móvil. Erick no pudo evitar reírse al verla tan divertida y desorientada.
Tessa se sobresaltó al verlo reírse de esa manera—: ¿Estás loco o qué? ¿Por qué te ríes de repente? —preguntó, con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
Entre carcajadas, él le respondió—: Haces unos gestos raros al leer.
Ella frunció el ceño, un poco ofendida—: Lo lamento, mis lentes se rompieron y ver letras pequeñas me afecta a veces.
Erick se calmó un poco y, con un tono más serio, le dijo—: Entiendo... no fue mi intención burlarme.
Tessa golpeó suavemente a Erick en la cabeza con su libreta—: ¡Concéntrate, Erick! —fingió estar molesta, aunque una sonrisa se asomaba en su rostro.
Él, al instante, se quedó tranquilo y forzó un rostro serio, lo que hizo que Tessa estallara en risas.
—Ahora eres tú la que se burla —dijo él, sintiéndose indignado pero divertido al mismo tiempo.
Tessa limpió una lágrima que había caído de tanto reírse—: ¿Pensaste que me había molestado? —preguntó, aún con una sonrisa en los labios.
Él asintió, un poco avergonzado—: Sin mentir, sí lo creí. Te veías muy molesta.
En ese momento, la sirvienta entró con la cena y colocó la comida sobre la mesa del sofá. Ambos comenzaron a comer, pero Tessa no tenía mucho apetito, lo que preocupó a Erick.
—¿Qué sucede? —preguntó él, mirándola con atención.
—No es nada. Solo es que no tengo mucho apetito; comí muchos dulces antes, quizás por eso se me quitó el hambre —explicó Tessa, tratando de restarle importancia.
—Entiendo... pero no comiste nada. Prueba otros dos bocados —insistió Erick, mirándola con preocupación.
—De verdad no quiero —replicó ella, con firmeza.
Sin hacer caso a su negativa, Erick tomó el plato de Tessa y le ofreció un bocado.
—Erick... —lo miró con el ceño fruncido, intentando mostrar su descontento.
Él, sin inmutarse, fingió estar molesto—: Come —dijo con determinación.
Tessa suspiró, pero no pudo resistirse y aceptó el bocado que Erick le ofrecía, seguido de otro más, aunque lo hacía con desgano. La comida dejó un pequeño rastro en la esquina de sus labios, un detalle que no pasó desapercibido para él.
Con un gesto delicado, Erick acercó su pulgar a su rostro y limpió suavemente esos restos. En ese instante, una fragancia sutil y embriagadora emergió de Tessa; era su perfume, suave y dulce, envolviendo el aire entre ellos.
Erick se sintió irresistiblemente atraído hacia ella. Sus ojos, guiados por un impulso casi instintivo, se posaron en los labios rosados de Tessa. El deseo creció en su pecho como una llama ardiente; sentía que cada fibra de su ser anhelaba acercarse más, deseando experimentar la calidez y dulzura de sus labios contra los de ella.
Erick se acercó, sus ojos entrecerrados llenos de deseo y determinación. En un instante, sus labios se encontraron con los de Tessa, y el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. El corazón de Tessa latía con rapidez, un tamborileo frenético en su pecho que resonaba en su mente. Al principio, se sintió reacia, como si una parte de ella dudara de la realidad de ese momento tan anhelado. Pero esa chispa de deseo que había estado escondida en su interior se encendió, y la dejó llevar por la corriente.
El beso comenzó suave, casi tímido, como si ambos estuvieran explorando un territorio nuevo y electrizante. Tessa no era experta, pero tampoco principiante; había estado esperando este instante, y así, respondió al beso de Erick con una mezcla de anhelo y pasión. Sus labios se movían en perfecta sincronía, como si estuvieran hechos el uno para el otro.
A medida que el beso se intensificaba, los corazones de ambos parecían latir en un mismo ritmo. Las manos de Erick se deslizaron suavemente por la cintura de Tessa, atrayéndola más cerca, mientras que ella se entregaba por completo a la calidez que emanaba de él. El sabor dulce de sus labios se mezclaba con la fragancia embriagadora del perfume que la envolvía.
Pero pronto, la necesidad de aire los obligó a separarse. Tessa se apartó, sintiendo una oleada de vergüenza que le sonrojaba las mejillas.
Erick, aún cegado por el placer de aquel beso, la miró con ojos llenos de anhelo—: Tess, perdóname, no fue mi intención... —comenzó a decir, pero ella lo interrumpió.
Tessa, con una mezcla de sorpresa y vulnerabilidad, miró a Erick. —No pasa nada malo. Pero no voy a negar que jamás me lo esperaba de tu parte —dijo, su voz temblando ligeramente.
Erick, sonrojado, la miró confundido. —¿A qué te refieres?
—¿Acaso no es obvio? Mírate a ti, y mírame a mí. Eres guapo y yo soy... solo una gorda y nerda —respondió ella, sus palabras cargadas de inseguridad.
La reacción de Erick fue de total asombro. —¿Qué? Pero... —comenzó a decir, pero Tessa lo interrumpió.
—No te preocupes por el beso. Si me preguntas si me gustó, por supuesto que sí. Eres bueno besando —confesó con sinceridad, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y desafío—. Pero que no se vuelva a repetir, ¿está bien?
Erick la miró confundido, sus pensamientos enredados entre la sorpresa y la vergüenza. Finalmente, asintió, aceptando las palabras de Tessa, aunque en su interior todavía luchaba con la confusión de lo que acababa de suceder.
De repente, una voz interrumpió el momento: Mónica, que había estado observando el espectáculo a escondidas, se asomó con un tono serio. —Erick... creo que se está haciendo tarde. No puedo tener visitas hasta tan tarde, perdóname —dijo, intentando mantener un aire de formalidad.
Tessa, aliviada, le lanzó a Mónica una mirada de agradecimiento. Su intervención había salvado el momento de volverse incómodo, desviando la atención hacia un tema más neutral. Era como si una nube pesada se disipara, permitiéndole respirar nuevamente.
Erick sonrió débilmente, comprendiendo que la situación necesitaba un cambio de rumbo—: Claro, no hay problema —respondió, tratando de ocultar su propia confusión tras una fachada relajada. Luego, miró nuevamente a Tessa y añadió: —No pienses que tengo otras intenciones contigo porque no las tengo.
Ella le sonrió con amabilidad, pero había algo en su mirada que delataba una mezcla de sentimientos—: Ya no importa, amigo —dijo, enfatizando la palabra "amigo" con firmeza. Era como si esa etiqueta cerrara la puerta a cualquier posibilidad futura, y Erick sintió un ligero tirón en el pecho.
Él se imaginaba lo que Tessa podría estar pensando de él en ese momento; quizás lo veía como un simple chico que había cruzado una línea que nunca debió cruzar. Pero lo que ella no sabía era que él... bueno, ya no importa. Esa idea se desvaneció en su mente, dejando solo un eco de deseos reprimidos y confusión.
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Updated 200 Episodes
Comments
Cruz Georgina Sánchez Rodríguez
si
2023-07-25
0
Cruz Georgina Sánchez Rodríguez
q bueno un apoyo muy bonito de su amiga
2023-07-25
0
olga quinteros
AUTORA ,La palabra NERDA no existe y la repites mucho ,El vocablo es NERD ,para ambos sexos y el plural es NERDS
2023-01-29
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